El libro de Zoe, nuevo poemario de José Carlos Yrigoyen

El poeta peruano José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976) ha publicado recientemente El libro de Zoe (Personaje Secundario, 2024). Según María Belén Milla Altabás, "En El libro de Zoe, accedemos a un estado más joven de la piedad para ponernos de pie en las circunstancias privadas y proyectar la ternura hacia el futuro como un importante triunfo de la especie". Yrigoyen ha publicado los poemarios El libro de las moscas (1997), El libro de las señales (1999), Lesley Gore en el infierno (2003) y Horoskop (2007).

 

 

 

Isa Brunke

 

La vida funcionaba, aunque no sabíamos cómo.

Solo en la casa de Isa podíamos huir de la profunda presión

de la realidad, del discutible sentido cromático de los años ​​ 

ochenta, semejante a una secuencia de diapositivas oscuras

donde apenas si adivinamos el rostro de nuestros parientes

que miran a la cámara como si estuvieran frente a un eclipse

sagrado. Solo en la casa de Isa podíamos evadirnos juntos

cuando las noticias del día atravesaban las paredes, cuando

la cabeza de la primavera asomaba dando voces, portando,​​ 

maliciosa, los tres cuernos de la fiebre. Solo en la casa de Isa​​ 

el viento llegaba a pedirnos consejo como un hijo rechazado

por el ejército, solo ahí la muerte era un detalle arbitrario,

una intersección accesoria entre el animismo y la vivencia.​​ 

Como el mar, a la casa de Isa debías entrar de ciertas maneras;

de lo contrario, podía tragarte​​ igual que​​ una tumba humeante.

¿Qué más esperar de una chica de catorce años, coleccionista

de cráneos de roedores y lagartos, de esqueletos de pirañas  ​​​​ 

que solicitaba por correo, recortando los cupones de siniestras​​ 

revistas que nunca más volví a hallar en ninguna otra parte?​​ 

En esa casa todo sucedía como dentro de un platillo volante:

las salas y los cuartos se iluminaban y zumbaban de pronto.

Pero Isa permaneció entre los humanos por algún tiempo más.

Murió a mano propia en Múnich antes de cumplir los treinta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Prosa celeste de las apariciones

 

Pienso en cuando solicité a toda la clase una autobiografía

solo para leer la tuya en plena madrugada resplandeciente: como​​ 

los pasadizos que aman la luz que les pone fin, me mantuve despierto

contra el perfil de nuestra ciudad de verticales filos. Este deseo​​ 

que vivo de la cintura para arriba, hogar de los laboriosos, raídos​​ 

y cansados órganos con los que hace tanto tiempo cargo,  ​​​​ 

que me hacen indigno de la oculta bahía de tus diecisiete años

y te hacen a ti signo de lo triste que me he vuelto. Este libro​​ 

es un espejo que reclama tu comparecencia, porque he entendido

que de nada sirve saber los detalles de la vida del ave predilecta

sino comprender la belleza de su curvatura, su victoriosa batalla

frente al silencio que precede a la vergüenza, arriba, mucho

más arriba de cualquier altura mortal, donde no hay ninguna puerta

que reste por abrir. La noche se acerca severa, igual al inspector

de una fábrica, y me pregunta qué hago aquí a estas horas,​​ 

interpretando tus preguntas en el aula como señales de la naturaleza​​ 

que censuran y destruyen el arte de los parias. Pienso entonces

en mostrarme indisciplinado con el paso del tiempo, en traspapelarlo,

y retornar a ser el adolescente que brilla solo para que lo encuentren,

para poder decirte estas cosas tan sencillas, tan prometedoras

que se parecen a un anillo de plata. Son todas tuyas: puedes

adornar tus dedos con ellas. Tú a cambio me ofrendarás esa alegría

que después de los veinte nunca más volvemos a sentir. Y eso

será suficiente. Oiremos el sonido de la lluvia cayendo al fondo

como los pasos de un hermano que se acerca para abrazarnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Porno médico japonés

 

¿Qué hace usted los sábados por la tarde cuando​​ 

se encuentra solo, cuando mujer e hija han salido de compras​​ 

o simplemente se pierden en el horizonte como el vuelo​​ 

de una hoja negra? ¿Cómo administra su soledad​​ 

tomando en cuenta los ritos y principios que han consolidado​​ 

su educación marianista? ¿La aprovecha para meditar​​ 

acerca del trino de nuestros gobernantes en los discursos

televisivos? ¿O acaso ha seguido el juicio al exdictador,

resguardado en una cabina de cristal como un animal extinto,​​ 

detenido por la disección en el tiempo justo, a la mitad

de un grito de guerra? ¿O debemos suponer que falsifica

las declaraciones que hace ante su sacerdote o rabino,

ante el comité de disciplina del partido? ¿Respondería

a esta encuesta sobre el uso que hace de la tecnología

cuando no hay nadie en casa? ¿No le parece lógico​​ 

proponer que el deseo que nos perturba desde el mediodía

no puede surgir de la caridad sino del espectáculo

de la sumisión exigida a cuatro alumnas de la escuela

secundaria, resignadas a un examen físico obligatorio

para optar por una beca? ¿Y para qué sirven esas pinzas

y esos extraños artefactos coronados de termómetros

y agujas? ¿Y para qué mantener esos cuerpos intactos?

¿Son acaso unos genitales expuestos o un ciempiés​​ 

acorazado en su nido? ¿Ha visto usted una exploración

más minuciosa, posible en un país donde la costumbre

es lavarse solo los orificios cada mañana? ¿Se ha​​ 

preguntado si los ideogramas amarillos que aparecen

en la parte inferior de la pantalla narran la historia

de las chicas sometidas a los hierros de la ginecología

frente a un amplio público masculino? ¿Qué se agita

entre esas piernas como un robalo? ¿Y qué pasará

cuando deban regresar de noche en el autobús inundadas​​ 

por la vergüenza, perforadas por todas sus cavidades,​​ 

sufriendo aún el desgaste de cien miradas simultáneas?​​ 

¿Cree que esto es fácil de superar? ¿Eso es lo que,​​ 

en realidad, le gusta a usted del asunto? ¿El estigma

imborrable que persigue a la víctima? ¿Las secreciones

derramadas con impunidad? ¿O quizá esa rabia inerme,​​ 

característica del individuo débil que ha sido ofendido​​ 

y que tal vez en usted mismo habita?

 

 

 

 

 

 

 

 

3

 

[conductor kamikaze]

 

He tomado el volante porque de los dos soy el más viejo

   se supone el más sabio: después de todo

puse el nombre a mi descendencia y desoí cualquier influencia religiosa​​ 

porque sabemos que todo nombre bíblico es conspiración​​ 

    de la sombra

   Las patrullas de carretera no pueden detenernos

El sol es una rueda lenta

   deambulante península, pájaro numerado​​ 

en el que es mejor no confiar

  Eres nacida de aquella mitología​​ 

que fundé un sábado por la tarde, a los quince años

      cuando fui consciente​​ 

de la primera experiencia de sentirme solo​​ 

porque la adolescencia, hija mía,​​ 

    es un edificio al que nos resistimos​​ 

a entrar y yo me resistí hasta que me fue imposible hacerlo​​ 

Mi rostro era una ventana rota

muy diferente al tuyo, iluminado entre las urbanizaciones​​ 

     de la medicación

sorprendente como un enorme símbolo en el cielo

Sólo tienes que estar segura​​ 

   de que estás haciendo lo correcto

quiero decir: el tiempo aquí es una rareza que debemos disfrutar

      quédate con eso

quédate también con la razonable figura del hotel de paso

  He tratado de dormir entres sus baratas vértebras​​ 

pero te estoy mirando y pensando

  hija mía, en el incierto destino que nos espera

 

¿Qué es aquello que ocasiona, embalado, horrendos accidentes​​ 

entre los hombres libres?​​ 

  Verás que el identikit del conductor kamikaze

aparece sin frente sin ojos y sin labios:​​ 

    su oficio es perder el camino a casa

extender la destrucción incansable como el corazón de un ciervo

En el núcleo del silencio

  luego de toda colisión

   ​​ encontrarás un paisaje dudoso y trastornado:

ese sitio es donde se nos ha encomendado llegar

oponiéndonos a la dirección establecida por las leyes del pasado

     y en las señales de la autopista

  aquí es donde las nubes huyen, aquí es donde se celebra​​ 

la medianoche del diálogo

    aquí donde crecen los mirtos del tétanos​​ 

también donde se aparean el daño y el azar​​ 

  Un día de estos deberás elegir, mi pequeño árbol enramado

Mírame:

  no podrás huir hacia la última habitación tendida​​ 

      en el fondo del espejo

No lo intentes ni negocies

   No hay manera de escapar a esta visión

 

   Ser la única chica en un grupo de chicos​​ 

también es ser un conductor kamikaze

  Entonces la iniciativa es tuya

la agilidad de trepar los muros más altos de las relaciones humanas​​ 

y la inteligencia para darle utilidad a ese privilegio​​ 

te han sido concedidas

    Nuestra vida bella y extraña

Somos helechos que se alzan hasta donde nadie creía que era posible

   somos un secreto pueblo vasco:​​ 

la sabiduría sin memoria a nadie le sirve

  pero solo los malvados se definen por su origen​​ 

     y no es nuestro caso

Nosotros conducimos contra la norma porque no hemos tenido elección

y aquí te lego mi único consejo: deberás interrogar​​ 

al pospuesto fuego de la sexualidad y con sus respuestas​​ 

     componer un himno abreviado

por la pulsión de besar y seducir a quien queremos:​​ 

  somos la hierba que crece por todos lados​​ 

-las invadidas persianas,​​ la cocina anclada​​ 

    en el lenguaje coloquial de los años setenta-​​ 

de una casa en abandono hace ya mucho tiempo

      Imagínate ascender​​ 

hasta el tejado de la mano del muchacho que amas​​ 

y tenderse como un par de revistas abiertas

     desafiando la rabia del sol

el calor que acerca la latitud de los cuerpos

en una mañana sin daño, medida por falanges y sextantes

       inevitable

que te enseñará a amar la vida​​ 

   porque la muerte no demuestra nada

 

 

 

 

 

 

 

8

 

Mi hija corre hacia la estación como un pájaro despeinado que se aleja

  las autoridades de mi alma confiscan este cuaderno de apuntes

un grupo de jóvenes se aglomera en las inmediaciones del Ponte Vecchio

muchachos demasiado hermosos para ser tomados en serio

  entre ellos merodeo voraz como un virus amazónico​​ 

cómplice como los caballos de los desertores

tanta belleza corresponde a la vida breve de estas lánguidas flores estivales

   las existencias extensas son más bien propias

de detestables hacendados y predicadores​​ 

    y de los ritos de cazadores y labriegos

Mi hija y yo viajamos en tren toda la noche​​ 

atravesamos pequeñas ciudades camino a Liubliana​​ 

     que este poema ha silenciado

después Austria fue un montón de luces dispersas en una oscuridad malsana

Cuando a mitad del viaje nos permitieron cenar por media hora

me retiré hacia un vestigio solitario​​ 

  y dispuse lo que me quedaba de hierba en un cáliz

    y lo encendí

y durante algunos minutos pude envolverme en las amadas brumas

  me distraje con las imágenes que nacen al entrecerrar los ojos

mi yo lírico me sorprendió ensimismado mirando el río ​​ 

  donde flotan los desperdicios que produjo un concierto​​ 

celebrado no muy lejos de aquí, en el terreno

que alguna vez perteneció a un autocine convertido en cáusticas ruinas

   mi yo lírico entonces me injuria y me desafía

ya que estamos afuera podemos resolverlo como hombres

    pero el frío nos detiene

pero esta convicción me paraliza:

  nunca ofendas a quien tiene una imagen entre manos

nunca perturbes a quien lleva una imagen oculta en su chaqueta

me reúno con mi hija

   en la atestada cafetería de la terminal de autobuses

  en este juego siempre se pierde, le digo  

no hay forma de reconocer las intenciones de este texto

   carece de narrativa o prescripción

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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