Encuentro con la nieve
Nevó toda la noche y amanece
la tierra inmaculada.
Quién pudiera decir que bajo el manto
prepara su verdor la primavera.
Si la pureza existe,
qué semejante es a la nieve:
hoja blanca que el mundo nos concede
para probar que nada permanece
Puerta del verano
IV
Una mujer y un hombre pueden, por ejemplo,
entrar en un hotel (ese templo escondido
que de sólo invocarlo se aparece)
y amarse a plena luz del día.
Pero una mujer y un hombre deben antes
entrar en un cine aunque jamás se enteren
de lo que ocurre en la pantalla
y él mire la pelusa de durazno en su mejilla
y ella le oprima el muslo cuando sienta miedo.
O una mujer y un hombre pueden
salir a caminar y que la mano de él parezca
prolongación de la cintura de ella –o viceversa–
y que entonces sea mayor la cadencia
del caminar de la mujer
(porque a eso sólo se parece
un barco bogando en altamar
algunos días de primavera),
o pagar el café ya frío cuando los ojos
y las manos han dicho sí mil veces.
Y ya sin tocarse, hacerse o decir nada,
una mujer y un hombre pueden, finalmente,
entrar en un hotel y darse el cuerpo,
dejar abierta la ventana para dejar que pasen
la brisa caliente de los parques y el recuerdo
de los que salen del cine,
del tintineo de cucharillas con tazas,
de la débil voz que va diciendo “así”.
vi
Debe ser, ante todo, más que bella,
y toda la belleza que no use
ocupe hasta las horas de su ausencia.
Debe ser bellísima
y estos versos acepten que su aliento
es materia inferior a lo que cantan.
Ha de ser tan hermosa
como su cabellera azotada por el viento,
caballos que entran a una ciudad de madrugada
o pueblo que desfila después de la victoria
entre besos y flores de muchachas.
Ha de saber besar tan suavemente
que parezca un lápiz HB
en una hoja de papel Fabriano,
o ha de volverse ola encabritada
con la violencia sin retorno de la tinta.
Ha de ser pero tan bella
que su nombre se pierda y su recuerdo
imprima un sello de agua en mis cuadernos
y en mi hambre y mi sed y mi derrota.
Cuerpo encarcelado
(Fragmento)
IV
Cuando te tiendes, desnuda y bocabajo, tu espalda me mira aunque tú duermas: tranquilo mar con su rebaño de islas que, a pesar de la poesía, bautizamos pecas. Nadie sabe que allí late un sueño no realizado de Dios. El ritmo de tus pechos, la última gota de sudor, el cabello vertido en las almohadas, como si aun dormida construyeras un mundo de nombre tan real como tu ropa que levanto en mi camino al baño. Más allá del deseo de besarte y confirmar en la caricia –inútilmente mi pasión– comparto el cansancio de Dios tras concebirte, esa fatiga que sólo es privilegio de quien ha ocupado el día de sur a norte, seguro de que mañana es una hoja en blanco invadida por palabras que, si antiguas, cobran nuevo sentido en cada acto.
En la anarquía del silencio todo poema es militante
El reloj
que después de las cuatro me enloquece
dice que te acercas
con la alegría de una marcha en primavera:
sólo tu boca es tan roja
como las banderas que luchan contra el viento.
Sólo tu piel tiene la luz
para los ángeles ciegos de mis manos.
oh, camarada mía,
cuando haga saltar uno a uno
los botones de tu blusa
comenzaré por hacerte confidencias:
yo milito en la Liga de tus Medias
y más que discursos mi praxis será incendio
que arranque la raíz de la costumbre.
No hay capitulación:
sólo ocupar tu epidermis al milímetro,
chocar las molotov de nuestras bocas,
brindar en honor del viejo Hegel
y al tocarte los pechos confirmar
la irrevocable ley de los contrarios.
Lesson one
Estaré explicándote
la diferencia entre shall y will,
diciendo que la primera forma
resulta ya anacrónica
cuando me dé cuenta de que el día
no es el que veo por la ventana
sino el que nace,
turbulento y diáfano, entre tus piernas
(un pájaro corteja a su hembra
en los cables de luz).
Diré esos claveles necesitan agua
cuando comprendas que oo se pronuncia u
y que no se explica por qué blood…
(como nadie podría explicar la resistencia
de tu sostén de encaje veneciano).
Haré más larga aún la consonante en hard
y no podré pronunciar la palabra theater
porque la voz se me irá mucho antes.
Seguramente en esta primera lección
no quedará muy clara
la teoría general de los tiempos
porque cuando comienzo
a explicarte los verbos auxiliares
siento que tu aroma y tu piel son ya los míos
mientras te digo que leamos la parte que nos toca
de los viajes de Gulliver.
El primer beso es más largo
que el tiempo en que explicamos vocales y diptongos.
Y al tiempo en que descubro el mar entre tus pechos
miro en el suelo el libro abierto
en la página donde Gulliver yace náufrago en la arena
ante la mirada absorta de los de Lilliput
y por la ventana
el pájaro logra a su nueva compañera.