Cena fuera de la ciudad
Cena fuera de la ciudad,
a la que ya no puedo ir.
El canal se detiene. No me he movido
de acá desde ayer.
La paloma parisina está más limpia
que la barcelonesa. Ya no huele a
orina.
La barcaza que navega lleva
detrás una antorcha.
Sólo trozos de pan, esparcidos
en la superficie del agua atraen a las palomas,
mientras comes tofu, en una cena
bajo la ciudad. Caminas hacia el metro
a lo largo de los coloridos paraguas.
Los paraguas van más allá de lo significativo.
Se puede hacer un poema con estos, incluso un libro,
pero no un hombre que permanece despierto por la noche y
mirando por la ventana.
Se puede dormir por la noche, pero no
después de cenar, en una
cama acolchada.
Al balcon
(o un poema de amor en tiempos de calentamiento global)
desnudo, bueno, casi, porque en ropa interior
comprada en el Mercat Sant Antoni
cantando para sí mismo canciones de
C. Tangana, Rosalía y Melendi.
soñando con un soneto, y jugando
además con mi lengua en tu clítoris.
tengo un esperma inconfundible
derramado sobre ti y sobre mí, que
lamemos juntos. en este patio
todos me han visto desnudo antes
todos te han oído cantar,
porque cantas mejor cuando
no recuerdas tu escuela de música.
es lo banal que oigo cuando otra vez
mastico una brizna de hierba que
se ha secado. lo único que está mojado
somos tú y yo, en tiempos de sequía, altas
temperaturas y la presidencia
de socialdemócratas, que volverán a
pactar con las grandes empresas.
un crucero llegará a la ciudad,
al igual que estás fluyendo en mí, y
la botella de agua se agota poco a poco.
no sé qué siglo será, puede ser el
último, pero ahora tenemos 23 años y se acaba
el tiempo, tienes que ir a casa de tus padres,
que te están esperando, luego vamos a trabajar,
y la feina no nos dará de comer, después de lo cual
estarás solo, en tu cama, tal vez
en el sofá plegable. y cuando otras
hermanas una vez se matan porque
no podían pagar la subida del alquiler,
y cuando el próximo nómada digital se mude
a tu edificio, quizá pienses en mí.
porque no me olvidaré de ti, y de este balcón
no me olvidaré, cuando el mundo se acaba, porque quizás
se acabará pronto, aunque su final
no puede ser imaginado todavía. el mundo
se acabará en un momento, el momento
cuando uno de nosotros levante la voz. el mundo nunca
termina sin razón.
El polaco leyendo autores de Chile
para Bruno Montané Krebs, con amistad
1.
supongo q’eso
tiene bastante sentido.
estamos sentados en la terraza. es
mi última noche en esta ciudad.
estuve enamorado aquí
varias veces. cada vez
te lo dije, o
lo viste.
es porque tienes una terraza muy grande
y la misericordia baila en la copa del árbol.
2.
pasamos, paso a paso, por el antiguo
piso de Roberto en la calle Tallers.
"en otra parte
vive su hermana, pero
no la conocerás, aunque
todos te gustarían
caleta".
un montón de páginas garabateadas, todas
cuentan la misma historia, porque tú también
huiste de una dictadura, igual que
mi abuelo huyó de las masacres en el este,
durante una guerra que no os afectó.
él era como yo, weón, y no entendía nada de eso.
sumando nuestros años, los dos somos
casi cien años y probablemente
entiendas más que yo. lo q sé hacer es
traducir poemas del español
al castellano. la lengua del rey de Aragón
se mezcla con lo que dicen los viejos amigos
de mi patio antiguo, en carrer d’en Grassot 44.
3.
nunca he estado en Santiago, maldita sea,
estoy a punto de hacerlo, tal vez me guste también,
tal vez
eso también tendrá algún sentido.
Raval/Gràcia, 30.07.2024
***
el ataúd, el atún.
es lo mismo.
como no hablo castellano
en ningún modo,
a veces me doy cuenta de que
olvido alguna distinción
entre los dos palabras.
un atún no reconozco el
sabor del atún.