Subversión del orden simbólico: Li de Adriana Tafoya
En una clara línea de recuperación del cuerpo a través de la escritura, anclada en la subversión del orden simbólico, apuntada por Hélène Cixous en su célebre libro de 1975, Le Rire de la Méduse et autres ironies, la poeta Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974), nos entrega una apuesta notoriamente disruptiva y altamente transgresora. Li (Ediciones Morgana, 2024, Col. Loba Madrina, Vol. 5) es la condensación de un trabajo previo que ahora se cristaliza en una apuesta visceral que sacudirá hondamente la perspectiva feminista, no solo de quienes escriben y leen poesía escrita por mujeres sino también un cambio en el modo de enunciación que pasa y zarandea el estilo literario propiamente.
Li dice de la escritura escrita por mujeres; escribe de la escritura desde la poesía y desde ese terraplén alcanza y surca otros ámbitos, el histórico, el lingüístico, incluso, el antropológico. La voz poética habla de la escritura y al hacerlo habla de la mujer, de su otredad, de su deseo de disfrutar siendo otro/s, de la ideología heteropatriarcal masculina que reprime.
La desautomatización del lenguaje que opera en los poemas de Li se cimenta en la transgresión morfológica que sufre el pronombre personal él. Se despliega una semántica femenina que “busca que el discurso de él se vuelva inoperante, él que condensa en dos letras el conjunto de símbolos de opresión”, señala Armando M. Morales en el prólogo. Pero también se desmarca de la nómina de autoras de voz genuinamente femenina, como la perspectiva heteropatriarcal gusta definirlas desde décadas atrás. Que haya un “estilo” propiamente femenino -aparte de la polémica que el término despierta- es una cuestión no resuelta todavía en el panorama mexicano; la poesía “feminista” ha evidenciado un problema que para resolverse requiere de la visibilidad y del análisis de sus temas nodales.
En Li, Adriana Tafoya nos comparte la mirada de una voz poética que escribe como mujer no solo para las mujeres, sino que se decanta por una desterritorialización de los asuntos femeninos desde una realidad políticamente incorrecta e incómoda, contada desde un proceso de cambio en el lenguaje que busca romper y por qué no, contraponerse -como anoté antes- al canon heteropatriarcal. Un planteamiento teórico-poético que desde el título sacude mitos que prevalecen en el discurso falocéntrico y el sistema de lo simbólico y acentúa su llamado a una interlocución abierta, no sexista, ni determinada por la concepción genérica binaria, para internarse en la escritura.
Con este libro de poemas, Adriana Tafoya cuestiona y sacude el proyecto logocéntrico que pretende refundar -persistentemente- el falocentrismo, esto es, asegurar al orden masculino una razón igual a la historia misma. En Huevo moteado de 2021, su anterior libro, había propuesto esta nueva veta que ahora en Li re-suscita, donde todas las historias pueden ser contadas de otro modo, donde las fuerzas históricas de ellos y ellas, arrellanadas en un status quo en el que todos pretendemos sacar ventaja, cambia, trasmuta de manos, de cuerpos, de voz:
AA (fragmento)
…En espera de lis hombres lunares
esos nombres distintos
hijos deli semen fresco de lu higuera
que estaban unidos
a nosotras por li río.
Esos hombres no invasores
pero comprometidos
con li agua
porque su erección crecía
a ritmo de lis olas.
En esta sugerente atalaya, la poeta Adriana Tafoya escudriña el presente desde otro lente, donde las mujeres vienen de lejos, de fuera, de debajo, del otro lado de la “cultura”, de las infancias que tanto cuesta a los hombres reconocer y olvidar y que condenan a priori. Aprisionadas las mujeres en cuerpos “mal criados”, se les desea, por ellos, intactas a sí mismas, frigidificadas. Por ello, la voz poética propone la necesidad de hallarse desde otro modo más libre y más humano; una semántica del deseo que entreteje sacude y transgrede la presentista trama sociológica femenina anclada -incluso desde el púlpito de la poesía autodenominada femenina- al artificioso esquema fálico. Aquí no hay abnegación ni falsos egoísmos, ni embuste, hay un modo de decir abrupto que altera el orden lingüístico y la aparente calma del orden indiscutible:
000 (fragmento)
Por eso busco
que aliguien me ame por ti
que revuelva lis esferas de fósforo
que estallan a li más sencillo roce.
Necesito aliguien
que pase sus manos como lis tuyas
pero menos frías, pero más grandes
sobre estos senos, dentro
de mi fosforescencia interior.
Necesito recordarte
y que li recuerdo agonice
entre lis besos en leche de nardos
y hambrienta
-con li voluntad delu deseo-
comer pececillos
de otros ríos lejanos
porque después
li corriente
-de esos mismos aguajes-
me llevará a ti.
En Li, la cuestión de la filiación masculina oscila, cambia de orientación. Jamás aparecerá el pronombre personal él, su morfología y discurso de vuelve inoperante; se advierte inoperante. La estructura heteropatriarcal masculina desde la que todo se nombra se ve sacudida y sustituida no por elle, estructura lingüístico-espacial que abraza a las personas no binarias, personas que no se identifican como él o ella. Ese otro modo de ser y estar en el mundo, encuentra y elige li, como errancia y diseminación del habla y de la pluralidad poética de los otros rostros, cuerpos, símbolos y feminidad. Ciertos artificios son abolidos en su naturaleza cómplice y culpígena y se transmutan en su decir erótico animal y aleatorio:
EEE
Un círculo es trazado por li dedo
con dulces movimientos
para inflamar li seda
y lu satín aperlado
de lis cortinas-nubes
en li tierra.
Una boca es trazada por lis dedos
para darle vida
y hacerla gritar
como agua hirviendo.
Dos o tres dedos
con li suavidad
lábil delu labial
con una erección infinita.
Dueños de un placer telúrico
deli trueno
en lis tormentas.
Agua micelar inunda lu todo
(Un pobre viejo escucha li radio)
Con Li, Adriana Tafoya ha parido un continente lingüístico. El sujeto enunciativo/la voz poética es sometido a un renacimiento, motivo y eje de una mitología personal que sacude. Mujer que cuestiona desde diversos rostros, diosa, madre, sacerdotisa, profeta, bruja, princesa, el orden simbólico. Li como Huevo moteado son la pulsación semiótica del lenguaje más reciente de la poesía mexicana escrita por mujeres. Escritura que está en relación con la no-relación, de lo que la historia prohíbe, lo que lo real excluye o no admite y puede manifestarse. Un libro de lo otro y del deseo vivo, de lo femenino vivo; del deseo que desencadena una escritura virtuosa y perspicaz que impone su necesidad sin dejarse intimidar por el chantaje cultural y la sacralización de las estructuras lingüísticas.
Daniel Téllez