El espino
Uno al lado del otro, pero no
de la mano: os miro
recorrer el jardín estival: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar; no necesito
perseguiros a lo largo
del jardín; los seres humanos dejan
señales de sus sentimientos
por todos lados, flores
esparcidas en la tierra del sendero, todas
blancas y doradas, algunas
levantadas ligeramente por
el viento del atardecer; no necesito
seguiros a donde estáis ahora,
en medio del campo ponzoñoso, para saber
la causa de vuestra huida, sea esta una pasión
humana o sea la rabia: ¿por qué otra cosa
dejaríais caer
todo lo que habéis recogido?
Vísperas
Bien sé lo que planeabas, lo que te proponías al enseñarme
a amar el mundo, al hacer que me resultara imposible
volver a darle la espalda, volver a rechazarlo.
Está en todas partes; cuando cierro los ojos,
trinos, el olor de las lilas en la temprana primavera, el olor de las rosas
de verano:
pretendes arrebatármelo todo, cada flor, cada vínculo con la tierra;
por qué razón me herirías, por qué razón querrías verme
desolada, a no ser que quisieras que ansiara tanto la esperanza
como para negarme a entender que finalmente
nada me quedaba, y creer en su lugar
que al final lo único que me quedaba eras tú.