Aimé Césaire revisitado

Presentamos, en versión de Gustavo Osorio, un fragmento de Cahier D'un Retour Au Pays Natal , de Aimé Césaire (1913-2008) publicado originalmente en 1939 en el número 20 de la revista Volontés. Se hizo amigo del poeta senegalés Léopold Sédar Senghor. Ambos, descendientes de africanos, enarbolaron la poesía de la negritud, quienes unidos a otros escritores antillanos y africanos en 1934 fundaron la revista L’Étudiant Noir (El Estudiante Negro).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

André Bretón,​​ en el prefacio que prepara para la edición bilingüe de Brentano en 1947 en Nueva York, recuerda: “(…) unos días antes me había regalado su​​ Cahier D'un Retour Au Pays Natal,​​ en una pequeña edición que formaba parte de una revista de Paris donde el poema había pasado inadvertido en 1939, y este poema no era nada menos que el más grande monumento lírico de su tiempo. Me concedía la certeza más rica, aquella que no se puede esperar nunca de uno mismo: su autor había apostado por todo aquello que yo siempre había creído justo y, de manera incontestable, había ganado.” La presente traducción es de Gustavo Osorio de Ita.

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Cahier D'un Retour Au Pays Natal​​ 

(Fragmento)

 

 

Al filo de la mañana, el viento de ayer que se alza,​​ la traición de las lealtades, el deber incierto que se escapa y esta otra pequeña​​ mañana de Europa…

 

Partir.

Así como hay hombres-hiena y hombres-pantera, yo sería un hombre-judío

un hombre-cafre

un hombre-hindú-de-Calcuta

un hombre-de-Harlem-que-no-vota

 

el hombre-hambre, el hombre-insulto, el hombre-tortura

de quien, en cualquier momento, alguien podría apoderarse y hacerlo rodar​​ a golpes, matarlo –matarlo perfectamente– sin tener que dar cuenta de​​ nada sin tener que rendir ninguna excusa sin señalar a nadie​​ 

un hombre-judío

un hombre-pogromo un​​ paria

un mendigo

 

pero, ¿matamos al​​ Remordimiento, hermoso como el rostro​​ en estupor de una dama inglesa al hallar en su sopera una calavera de​​ Hottentot?

 

Yo redescubriría el secreto de las grandes comunicaciones​​ y​​ de las​​ grandes combustiones. Yo diría tormenta. Yo diría​​ torrente.​​ Yo diría​​ tornado. Yo diría hoja. Yo diría árbol.​​ Yo yacería​​ humedecido por todas las​​ lluvias,​​ por​​ todo el rocío. Cabalgaría como sangre frenética sobre​​ la lenta corriente del ojo de las palabras en caballos locos​​ sobre​​ retoños​​ frescos​​ sobre​​ coágulos​​ en​​ toque de queda​​ sobre los​​ restos de un templo hecho de piedras preciosas lo suficientemente lejos como para​​ disuadir a los​​ mineros. Quien no me​​ comprendiese,​​ no​​ llegaría a escuchar jamás​​ el rugido del tigre.

 

Y ustedes fantasmas tornándose azules por la química de un bosque de bestias perseguidas​​ por​​ máquinas retorcidas​​ por un árbol de azufaifa​​ con​​ carne podrida​​ por​​ una​​ cesta llena​​ de ostras de ojos​​ por​​ un​​ lazo​​ de​​ lanas​​ cortadas en el hermoso sisal de una piel de hombre​​ yo​​ para ustedes​​ tendría palabras​​ suficientemente​​ vastas​​ como para​​ contenerlos y​​ a ti​​ también​​ tierra tendida​​ tierra​​ ebria

tierra gran sexo elevado hacia el sol

tierra gran delirio del manto de Dios

tierra salvaje​​ surgida​​ del mar​​ para hacerse​​ estrecha​​ y en​​ la boca un​​ tufo​​ de cecropias

tierra cuyo rostro tormentoso sólo puedo comparar con el​​ bosque virgen y loco que​​ desearía poder​​ mostrar como​​ rostro para​​ los ojos indescifrables de los hombres

me bastaría​​ un sorbo de tu leche de jiculi para​​ descubrir​​ en ti​​ siempre a la misma distancia del espejismo – mil veces más nativa y dorada por un sol que no atraviesa​​ ningún​​ prisma– la tierra donde todo es libre y fraternal, mi tierra

 

Partir. Mi corazón vibraba​​ por​​ enfáticas​​ generosidades.​​ Partir… arribaría​​ suave y joven a este país mío y le diría a este país​​ cuyo limo​​ forma parte de​​ la composición de mi carne: “He deambulado largo​​ tiempo y vuelvo a la fealdad desierta de tus heridas”.

Vendría a este país mío y le diría:​​ “Abrázame​​ sin miedo… Y si​​ no​​ ​​ sino​​ hablar, es por ti​​ que hablaré”.

 

E incluso le diría: “Mi boca será​​ la boca de las desgracias que no tienen boca, mi voz, la libertad de aquellos​​ que se desploman en​​ los pozos​​ de la desesperación.”

 

Y​​ al llegar​​ me​​ diría​​ a mí mismo: “Y​​ sobre todo​​ mi cuerpo así como mi alma,​​ que tengan​​ cuidado de no cruzarse​​ de brazos​​ en la​​ estéril​​ actitud del espectador, porque la vida no es un espectáculo, porque una​​ mar de dolores no es un proscenio, porque un hombre que llora no es un​​ oso​​ que baila…”

 

¡Y​​ he aquí que​​ he llegado!

 

De nuevo esta vida​​ que cojea delante​​ de​​ mí, no​​ esta vida, esta muerte, esta muerte sin sentido ni piedad, esta muerte donde la grandeza​​ crasamente​​ fracasa, la deslumbrante​​ pequeñez​​ de esta muerte, esta muerte que cojea​​ de pequeñez en pequeñez;​​ estos golpes de pala​​ de pequeñas avaricias​​ sobre el​​ conquistador;​​ estos golpes de pala​​ de​​ los​​ pequeños​​ esbirros​​ sobre el gran​​ salvaje, estos golpes de pala​​ de las pequeñas​​ almas​​ sobre​​ el Caribe con​​ sus​​ tres almas,

y todas estas muertes inútiles

absurdas bajo el chapoteo de mi conciencia​​ abierta

trágicas​​ futilidades iluminadas sólo por esta​​ fosforescencia​​ y yo solo,​​ brusca​​ escena de esta​​ mañana

donde​​ ocurre​​ el​​ hermoso​​ apocalipsis de los monstruos​​ y después,​​ volcado, se calla

la aún caliente elección de cenizas, de ruinas y de hundimientos.​​ 

 

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer