Theombogü es escritor e investigador camerunés. Entre sus libros destacan Demain ne viendra jamais (La Crypte, 2014), Un Végan chez les Pygmées (Pétra, 2022), Un Refuge autre que l'exil (2023) y Remember Kamerun (Classiques Garnier, 2025). Ganador del programa PAUSE del Collège de France en 2019, es miembro del comité de la revista Po&sie, fundada por Michel Deguy.
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Curioso animal
Él espera, espera, espera.
Sus días pueden estar desvaneciéndose,
sus expectativas pueden esfumarse
sus fuerzas pueden huir
él espera.
Él siempre espera.
¿A quién?
a lo viviente
Él aguarda, aguarda, aguarda.
Su desilusión puede intensificarse
su angustia puede amplificarse,
Su miseria puede acentuarse.
Él siempre aguarda.
Sigue aguardando
¿A quién?
a lo terrenal.
Él sueña, sueña, sueña.
Su cotidianidad puede perecer,
su abatimiento puede perdurar,
su aplastamiento puede acrecentarse.
Él sueña.
Él siempre sueña.
¿Con quién?
con lo existente.
Él quiere, quiere, quiere.
La ciencia puede colmarlo de bienestar,
las religiones pueden saciarlo de optimismo,
las irreligiones pueden ofrecerle platos de duda,
Él quiere.
Él siempre quiere.
¿A quién?
a lo humano.
Él, tiembla, tiembla.
La vida puede sonreírle,
la razón puede iluminarle,
la fe puede fortalecerle,
Él tiembla.
Él siempre tiembla.
¿Quién?
el mortal.
De Demain ne viendra jamais, La Crypte, 2014.
Contarse a sí mismo
Se necesitan palabras, cualquiera que sea su tamaño, para hablar a estos seres olvidados, para decir a estos hombres, mujeres y niños que cruzan fronteras que lo peor no está detrás de ustedes, sino delante.
Se necesita el aliento para hacer oír su voz en medio del espantoso bullicio del mundo, para decir a los afligidos por la enfermedad de “Occidente” que lo peor no está detrás de usted, sino delante.
Se necesita la memoria de los hechos para relatar lo sucedido durante la travesía, para decir a quienes caminan hacia Occidente que lo más duro no está detrás de usted, sino delante.
Se necesita el silencio para rendir homenaje a los valientes que han muerto en el camino, en prisiones inhumanas, en el desierto y en el Mediterráneo, para recordar a los aspirantes a cruzar que la muerte no está ni detrás ni delante de ustedes, sino con ustedes.
Se necesita todo esto, pero no se tiene nada. Faltan palabras, aliento, memoria y silencio para decir lo que se ha visto, lo que se ha vivido, lo que se ha perdido. A veces se confunden con quienes aún tienen patria.
En tiempos de guerra
Es la guerra... Aquí viene. Él gime. Llora. Mira al cielo.
“¿Qué se puede hacer para ser útil a los hombres y mujeres que defienden las fronteras de nuestro país?”, se pregunta a sí mismo.
No tiene armas y no quiere ir a la guerra. Viene y va. Va y viene. Tras varias horas de reflexión, decide por fin escribir un poema y enviárselo a un amigo que está en primera línea, en una ciudad muy destruida por el fuego de la artillería. Pero no lo consigue.
“¿En qué idioma le escribiría?”, se pregunta. El poeta en tiempos de guerra no tiene idioma. Su poesía no tiene voz. Su escritura no tiene forma.
Está muy decepcionado por no haber podido escribir ni una sola palabra. Él mira al cielo. Llora. Gime ¿Qué hacer? Recuerda que su madre le decía que en las zonas de conflicto nadie oye el murmullo de los gusanos. “Se gana una guerra con el sonido de los cañonazos, no con la ira de las palabras”.
Se pregunta. Se preocupa. Mira al cielo. ¿Qué hacer? ¿Ir a la guerra? Mueve la cabeza de derecha a izquierda, de izquierda a derecha.
“Los poetas no van a la guerra”, piensa.
De repente, oye extraños pasos y voces al otro lado de su ventana. Alguien llama a su puerta. Permanece en silencio, no se mueve. De una violenta patada es derribada la puerta de su departamento. Lo atrapan, lo golpean, lo atan. Quieren llevarlo a un lugar de tortura. Uno de ellos saca una navaja del bolsillo y procede a degollarlo. Todos empiezan a reírse de él.
Él mira al cielo. Grita... grita... grita... Nadie le oye gritar. Sus vecinos se han ido a la guerra.
El poeta y la poética
¿Su disgusto? Convertirse en poeta o ser presentado como tal. La poesía contemporánea le repugnaba.
Una mañana quemó sus manuscritos, sus poemarios publicados y los libros de poesía contemporánea que tenía en su pequeña biblioteca. “¿Cómo se puede enseñar poesía?”, se preguntó. Luego dirigió su mirada inflamada de cólera a las obras de los poéticos.
“Enseñar poesía es un trabajo triste”, pensó.
Despejó su estantería de todas esas obras y las hizo correr la misma suerte que los libros de poesía contemporánea. Desde aquel día siempre le resultaron extrañas las personas que se presentaban como poéticos.
Una noche de abril, solo en su habitación, abrió la carta que le había enviado un lector:
“Aprecio su estilo, que ofende sensibilidades, trastorna costumbres y hace pensar. Pero, como poeta, dudo mucho que su lenguaje sea bien recibido por el público al que se dirige principalmente”.
Sonrió con pesar al cerrar la carta. “Escribo en la prisión de la lengua ajena”, dice en un susurro. “¿Puede un escritor exiliado tener un público objetivo?” se preguntó.
Decidió no leer más nada, no escribir nada más.
De Un Refuge autre que l'exil, Cygne, 2023.
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