El oleaje del Ponto. Antologías griega y romana imaginarias. Libro póstumo de Héctor Carreto

Francisco Trejo reseña El oleaje del Ponto. Antologías griega y romana imaginarias, libro póstumo del poeta mexicano Héctor Carreto (1953-2024). En 2002 publicó Coliseo, libro con el que ganó el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes. Trejo recibió el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2019. Su libro más reciente es Esdrújulo monstruo, animal de lágrima en sus ojos amarillos (2022).

 

 

 

 

 

 

EL​​ ESTÉRIL PIÉLAGO DE HINCHADAS OLAS.

UNA LECTURA DE​​ EL OLEAJE DEL PONTO

 

 

Terminé de leer​​ El oleaje del Ponto. Antologías griega y romana imaginarias,​​ uno de los libros póstumos​​ del poeta Héctor Carreto (Ciudad de México, 1953-2024), y debo confesar que no lo leí inmediatamente, luego de recibirlo de manos de Juan Joaquín Pérez-Tejada. Lo leí después de varios días de observarlo en mi escritorio: el nombre del autor,​​ más nostalgia​​ que​​ signos y sonido, el título, con su atmósfera de mar​​ partido por la mitad, y la imagen de portada,​​ con​​ un rostro femenino,​​ de perfil,​​ absorto,​​ frente a un hipotético​​ adiós. Transcurrieron varios días, antes de la lectura,​​ para​​ adentrarme​​ despacio​​ en​​ su universo marítimo, a ritmo de caracol sobre una piedra. No quería llegar al poema final, porque sabía que leer​​ el último verso​​ (“harás que la aeronave caiga en el avismo”),​​ significaba​​ despedirme de mi maestro, de su obra poética. Porque no habrá más. Volveré, seguramente, como siempre, a sus​​ poemas, pero no​​ estará de​​ nuevo​​ su​​ pluma​​ sobre el papel,​​ después de este​​ título.​​ Pero así es la vida​​ y su siamés el tiempo exiguo.​​ Así es la brevedad, por la que siempre se preguntó​​ Carreto, el​​ más alto epigramista de nuesto tiempo.

El oleaje del Ponto​​ es un libro​​ que proyecta​​ las costas antiguas. La​​ poesía,​​ en esta novedad publicada por la UACM,​​ como las olas,​​ lengüetazos​​ inquietos de un mar​​ parecido a un​​ perro,​​ tocan​​ las orillas de​​ dos culturas que​​ forjaron​​ Occidente, pues​​ el autor​​ se sujeta​​ a​​ grandes eslabones​​ discursivos​​ de la poesía griega y romana, desde las voces imaginadas​​ de​​ Anacreonte, Safo, Alceo,​​ Eurípides, Platón, Ánite, Leónidas, Calímaco, Teócrito, entre otros, y Catulo, Horacio, Propercio, Ovidio, Marcial, Ausonio, etc.​​ 

Carreto, ganador del Premio​​ Bellas Artes de Poesía Aguascalientes​​ 2002,​​ propone​​ un acercamiento al espíritu de​​ los poetas​​ grecorromanos​​ que influyeron en su propia composición, desde sus primeros libros. En este homenaje a sus maestros muertos, el también autor de​​ La espada de San Jorge​​ y​​ Coliseo, toma el tono y las​​ temáticas​​ de sus antecesores, para escribir uno o varios poemas en verso libre, firmando con los nombres de todos ellos.​​ 

Como lo sabemos​​ los lectores del poeta, quien impartiera clases en la Academia de Creación Literaria en la UACM, no es nueva en su poesía la herencia clásica, pues siempre hemos​​ señalado​​ en su obra​​ el traslado de diferentes motivos de la Antigüedad al presente. Es fácil encontrar al minotauro, a​​ los cíclopes​​ o a las​​ gorgonas​​ en su literatura, trascendiendo, más allá de los límites naturales.​​ La formulación​​ del presente libro​​ se vale de estos​​ mismos​​ recursos,​​ además del ingenio y​​ del humor por medio de la ironía,​​ pero con el juego de voces. La poesía,​​ en​​ este mar​​ ulterior,​​ es igual​​ al​​ tañido​​ de​​ una campana imaginada.​​ 

Carreto es​​ la​​ ola que partió en busca de su propia poesía, acompañada por el viento antiguo,​​ y​​ regresó con la sal de aquellos que la impulsaron mar adentro.​​ Esta antología​​ ha llegado​​ como un eco de larga trayectoria, para ocupar​​ la tristeza de la pérdida, semejante al Ponto que,​​ como​​ expresara​​ Hesíodo​​ en su​​ Teogonía, es​​ el hijo de la Tierra, “el estéril piélago de hinchadas olas”.​​ 

Entre otros temas como el erotismo,​​ el adulterio, la embriaguez, la ridiculización del déspota,​​ la poética,​​ entre otros, hay un par de temas​​ del libro de Carreto​​ que llamaron​​ mucho mi atención, sobre todo, por el contexto en que lo leí: la vejez y la muerte.​​ Cito un​​ ejemplo​​ de cada uno:

 

 

Ondas canosas

 

En las canosas olas de Léucade

sumerjo mi cabeza de espuma.​​ 

 

Ya sólo el mar acepta mi cuerpo.​​ 

 

 

 

 

 

 

Poema de los setenta años

 

En recuerdo de Alfredo Giles-Díaz,

Arturo Trejo Villafuerte

y José Francisco Conde Ortega.

 

Cuando pases junto a la cantina

donde bebías tequila o cerveza

con amigos escritores

y salías al caer la noche tambaleante,

que no te empañe la nostalgia.

Tres de ellos ya emigraron al Hades.

Además, ya no puedes tomar más de dos caballitos.

 

Recuerda con alegría esos días

y no te asomes; sigue tu camino.​​ 

 

 

 

En el​​ primer caso, el poeta,​​ con​​ escasos versos traza la caricatura de la voz lírica: un​​ sujeto, aparentemente anciano,​​ sumerge​​ su​​ cabeza​​ cana​​ en el vetusto​​ mar de la isla de Léucade. En el acto, medita acerca de una situación que, lejos de ser un motivo de pesadumbre​​ para el lector,​​ se resuelve​​ con​​ humor y estimula la risa. Ante la vejez, el hombre no es capaz de ser aceptado por algún otro cuerpo posible. Es el mar el único que lo acepta. Este poema puede entenderse mejor, cuando en otro momento del libro se lee lo siguiente: “eres tan cremosa como la Luna; / también, como ella, huidiza”, o esto otro: “más que morir por una espada / temo el nacimiento de una cana”. ​​ 

El segundo caso tiene una naturaleza diferente. Se plantea en el título​​ el asunto del paso del tiempo.​​ Todo apunta a que Carreto​​ escribió el​​ poema el​​ año pasado, al cumplir 70 años.​​ Además,​​ hace una dedicatoria a​​ sus amigos de brindis en las cantinas, todos ellos poetas que fallecieron hace no muchos años. Lejos del discurso elegiaco, el texto se​​ define por​​ una sutil reconvención: “que no te empañe la nostalgia”, “recuerda con alegría esos días / y no te asomes; sigue tu camino”.​​ La voz lírica, no se permite​​ llegar al lamento; por el contrario,​​ menciona​​ la alegría, para que favorezca la memoria.​​ 

Finalmente, queda aún mucho oleaje del que podemos hablar, a propósito de este libro con el que la UACM rinde un merecido homenaje a uno de sus docentes más destacados en el ámbito de las letras.

Me resta decir que estas palabras​​ son​​ mi​​ forma​​ de poner un par de monedas en​​ los ojos del​​ que ha partido, para que las entregue al barquero. Digan, por favor, que coincidí con Héctor, desde la Hélade hasta Roma. Digan​​ que bebimos y brindamos por la vida y su contrario. Larga vida​​ a​​ la obra de​​ Héctor Carreto, domador de caballos, domador de la muerte.​​ 

 

 

 

 

 

 

Poemas de​​ El oleaje del Ponto. Antologías griega y romana imaginarias​​ (UACM, 2024)

 

 

 

 

La tumba de Anacreonte

(Habla la tumba)

 

Soy tu fosa, Anacreonte.

Albergaré primero tu carne añeja;

después tu esqueleto.​​ 

Finalmente, tu leve polvo.​​ 

No sentiría vergüenza

si hubieras muerto joven,​​ 

por una lanza en el combate.​​ 

Ares se olvidó de ti.​​ 

Que el dios del vino te redima.​​ 

 

 

 

 

 

 

El ahogado feliz

 

Mejor ahogarme en ti, vino,​​ 

que en las abstemias prfundidades del Ponto.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

El oleaje del Ponto

 

Homero no ha muerto:

sigo escuchando su voz.

Si alguien ha visto su tumba,

que lo saque de ese mundo de sombras.

El rapsoda deseará escuchar de nuevo el rugido del Ponto,

y la tribu, el rugido del Ponto en los labios de Homero.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

El blanco perfecto

(Habla un empleado de oficina)

 

Soy un sujeto gris.

Nadie distingue mi rostro en la oficina;

soy una gota perdida en la anónima ola,

un número más en la nómina.​​ 

Por favor, Catulo,​​ 

dame un papel en tus versos.​​ 

Haz mofa de mis ritos burocráticos.​​ 

Ríete de ellos en mi lápida.​​ 

Yo haré crecer tu libro de epigramas.​​ 

 

 

 

 

 

 

Poética

 

¿Por qué escribir sobre los talones de la Venus de mármol

si las plantas de mi Nubia huelen a almizcle?

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Francisco Trejo (Ciudad de México, 1987).​​ Poeta, ensayista, investigador y editor. Maestro en Literatura Mexicana Contemporánea por la UAM y licenciado en Creación Literaria por la UACM. Autor de​​ Esdrújulo monstruo, animal de lágrima en sus ojos amarillos​​ (2022),​​ Derrotas. Conversaciones con cuatro poetas del exilio latinoamericano en México​​ (2019),​​ Penélope frente al reloj​​ (2019/2021),​​ Balada con dientes para dormir a las muñecas (2018), De cómo las aves pronuncian su dalia frente al cardo (2018/2021), Canción de la tijera en el ovillo (2017/2020),​​ El tábano canta en los hoteles (2015), La cobija de Ares (2013) y Rosaleda (2012). Una muestra de su obra está incluida en​​ Carta deshecha en el mar del remitente​​ (2021),​​ Sumario de los ciegos (Antología personal)​​ (2020),​​ Epigramas inscritos en el corazón de los hoteles (2017) y Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días (2014). Entre otros reconocimientos, obtuvo el VIII Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2012, el XIII Premio Internacional Bonaventuriano de Poesía 2017, el VI Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2019, el segundo lugar de los International Latino Book Awards 2020 y el XIV Premio de Poesía Editorial Praxis 2021.​​ 

 

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