Poemas de YOU, nuevo libro de Rosa Alcalá

Presentamos una selección de YOU, el más reciente libro de la poeta hispano norteamericana Rosa Alcalá, en la traducción del poeta Adelmar Ramírez.

 

 

Cómo empezó​​ /​​ cómo va (Una introducción)

 

Afloré​​ del sueño una noche, mi espalda un lío tenso, y conduje en reversa​​ 
desde lo idiopático hasta lo que supuse eran glorias​​ 

 

cada escena una indulgencia de un cuerpo que poseí.

 

Uno fue cargado sobre otros cuerpos, flotó sobre ellos, ingrávido.​​ 

 

Otro se​​ enhebró​​ a sí mismo, un cuarto de dos parejas, en maniobras intrincadas.​​ 

Intercambió parejas de baile fácilmente.​​ 

 

O tropezó con un extraño a su casa.​​    La vigilé

esperé a que el sol saliera

 

y mientras veía por la ventana​​ 
se fue, envejeció​​ 


durmió junto a su (nuestra) madre muriendo.​​ 

 

Juntas escuchamos el traqueteo hacerse más foráneo que cualquier acento​​ 
hasta hacerse acento puro,​​ 

 

inaudible.​​ 

 

Se​​ tardaba tan poco en llegar del apartamento al hospital.​​ 

 

Trataba de escribir un libro sobre mi madre​​ 
y los cuerpos hacían por alejarse de ella,​​ 
procurando placer.​​ 

 

Con mi​​ cuestionable​​ cuerpo​​ cincuentón​​ los arrebaté del goce​​ 
a este sitio,​​ 

para mapear donde el miedo comienza​​ 

para las niñas, para las mujeres.​​ 

 

Lo que intento decir es que este libro es todavía sobre mi madre
que en su ausencia me he criado una vez más con inquietud

pues así es como crío yo.​​ 

 

Me hablé, el único recurso cuando eres
invisible.​​ 

 

Pero luego escuché a alguien caminar atrás de mí, cuando era un cuerpo al que
otros seguían.​​ 

Una mujer fue metida a la fuerza a un carro en la boca opaca​​ 
de un estacionamiento, y los ojos que​​ no​​ cuadraban​​ lo presenciado a los cinco​​ años
son los mismos con los que ahora veo. ​​ 

 

Las lecciones acumulativas, el miedo.​​ 

 

Debí saber que ser mi​​ propia​​ testigo era de por sí un riesgo. Cómo puedo​​ 
ver eventos desarrollándose cuando mi cuerpo es completamente sintomático​​ 
de otros cuerpos,​​ 
incluido el propio.​​ 

 

El problema con la memoria es que solo las palabras pueden re-crearla para los demás.​​ 

 

Cada palabra es su pasado y deseo​​ 
para un futuro.​​ 

 

Cada palabra, cada enunciado, un fragmento.​​ 

 

¿Y cómo puedes desenredar de la narración los motivos del hablante?​​ 

 

¿No es la segunda persona una forma de esconderse? ¿Por qué no usar simplemente el​​ Yo?​​ 

 

Mi hija dijo, abrazándome, soy un percebe y si me apartas

moriré.​​ 

 

Me ha tomado dos décadas idear una buena réplica para cada retoño.​​ 

Te sorprenderían todas las mejoras en la iluminación del baño, la fea​​ 
observación frente al espejo​​ 

 

difusa luego clarificada​​ 

las palabras del amante desvaneciéndose con el vapor​​ 

para dejar al libro aparecer.​​ 

 

Un libro ordenado en prosa y con punto de vista. Para atestiguar mi cuerpo como una​​ 
cosa distante que se reúne a través del tiempo para completarse.​​ 

 

Escribí enunciados que no se cortan. Busqué una narrativa lógica para ordenar​​ 
la mezcolanza de la memoria.​​ 

 

A veces quería confundirme por otra y decir, Disculpa, no eres a quien buscaba. Perdón por molestarte. ​​ 

 

Las opciones no eran opciones, los​​ espectaculares​​ eran informativos e
hipercríticos mientras viajaba para recuperar cada una y encontré en el camino​​ 

una hija. No usé un mapa​​ 

 

y sin embargo ella estaba en un territorio intensificado con mi madre​​ 
y su madre antes que ella​​ 

 

otras madres y otras hijas.​​ 

 

Estoy hastiada pero ahora sé que mi miedo es un mapa preciso, incluso si la memoria es​​ 
menos que fidedigna.​​ 

 

Y las lecciones nunca estuvieron en otra parte, sino en la​​ joroba​​ 
de los hombros cara a la pantalla de algo que he escrito y​​ 

borrado un millón de veces antes.​​ 

 

A la tecla de retroceso le gustaría que​​ suprimiera​​ la dolencia del relato, hasta​​ 
que el relato se haya ido y se mueva libremente.​​ 

 

Cuando llegue al océano, prometo​​ botar​​ un top de bikini

que nunca hizo mucho por el alma. ​​ 

 

Por ahora, dejaré a mi hija este libro como un manual, como reliquia de familia,​​ como​​ 
el vestido de bodas de mi madre en la parte inalcanzable del armario;​​ tan​​ glamoroso

 

como​​ aciago.​​ 

 

 

 

¿Lo harías?

 

1.​​ 

 

¿Cargarías a tu hija​​ en​​ la​​ espalda a través de un río?,​​ ¿le pedirías a alguien que la​​ pusiera, sabiendo que morirás, al borde de una carretera fronteriza?,​​ ¿la bajarías del último​​ bote​​ que se llena rápido como​​ un​​ cucharón?,​​ ¿sería​​ acaso​​ sacada y arrojada como pez a otro país?,​​ ¿orarías por una gentileza para mantenerla a flote cuando su cama​​ se​​ hundiera​​ bajo el peso de un extraño?,​​ ¿esperar​​ y esperar por ella, sabiendo que está muerta?​​ Está viva y lo único que​​ conservas​​ de ella es un número escrito en la palma. ¿Llamarías y​​ serías transferida y puesta en espera?,​​ ¿su mano solo la memoria de su mano cuando tenía siete años?,​​ ¿cómo se vería su mano​​ ahora?,​​ ¿nunca la olvidarías?,​​ ¿te contactaría cada noche, una imagen que dibujó bajo su cuna?,​​ ¿pisarías un barco oscilante, sus​​ casi​​ tablillas, sus​​ casi​​ remos,​​ y que te la​​ entregaran​​ como un saco pesado de tiernas fortunas?,​​ ¿le gritarías para acallarla?,​​ ¿llorarías cuando ella no ve?,​​ ¿pensarías,​​ Moriremos, viviremos, nada puede hacerse, hemos vendido todo,​​ todo desapareció?,​​ ¿tomarías un avión, un autobús, un tren?,​​ ¿caminar y caminar y soñar con sombra?,​​ ¿le cantarías cuando esté demasiado sedienta, demasiado cansada,​​ demasiado​​ famélica?,​​ ¿volverías a pronunciar en tu lengua el nombre que la aleja de ti y lo sentirías apretado como un tornillo?​​ 

 

2.​​ 

 

En el puesto de control fronterizo, el centro de detención tras ella, una mujer pregunta por el megáfono, “¿Cómo se siente cuando pierdes a tu hijo por un minuto en el supermercado?”.​​ ¿Qué si ese minuto se​​ volviera​​ una hora, un año, una vida?,​​ ¿correrías por los pasillos, las calles, tu cabeza? Como la vez que pensaste​​ haber dejado​​ a tu​​ hija en el campamento bajo el sol del oeste de Tejas, cuando todos se habían ido al museo de arqueología.​​ ¿Cómo la imaginaste esa noche, un lobo solitario​​ rondándola, una manada de hombres? Esta es la segunda protesta en cuatro días. Para llegar aquí, tuvieron que caminar un sendero largo,​​ láminas​​ de arena cortando diagonalmente​​ en​​ sus​​ rostros. Olvidaste​​ el cartel​​ que tu hija hizo, un díptico de una sirena sumergida en el océano​​ cantando, sus brazos, su cabello ondulando sobre ella libremente. Y junto a ella, la misma sirena—sin notas musicales orbitando su cabeza, su cabello lánguido—en una jaula​​ diminuta.​​ El cartel podría haber protegido a tu hija de los elementos.​​ Cuántos​​ discursos​​ más, ella quiere saber,​​ al tiempo que​​ a un​​ actor de tu infancia​​ se le pasa​​ finalmente el megáfono.​​ Su padre​​ y tú​​ toman turnos cargándola de vuelta al carro.​​ 

 

3.​​ 

 

Paseaste en canoa por​​ el río esa mañana. Tu hija al frente, tú atrás, cada una remando​​ con desprecio​​ por​​ la otra,​​ mandando la canoa a la ribera.​​ Seguías olvidando las instrucciones del guía: cuando te dirijas hacia una roca gigante, lanza tu cuerpo no hacia adelante, sino hacia atrás. La insultaste mientras desatracabas la canoa de isletas pedregosas o fuera del fango con tu remo. “Estoy haciendo todo el trabajo”, le dijiste. “Estoy muy cansada”,​​ respondió. ​​ Esa noche ella​​ suplicó​​ dormir en la tienda de campaña con las otras niñas, y ansiosa de estar a solas, para completar un pensamiento, la dejaste ir, a​​ encerrarse en paredes de​​ nailon. Ahí fue contada la historia del padre enojado que asesinó a niñas de​​ cerca de​​ diez años, así que ella te buscó​​ a​​ mitad de la noche y pidió que la dejaras volver a entrar. Se durmieron tomadas de la mano, y​​ mientras el colchón de aire se desinflaba, su cuerpo se dobló en el tuyo. En la mañana, cuando besaste la frente húmeda de tu hija, ¿podrías habértela imaginado fría como el piso de cemento?

 

4.​​ 

 

Esta es la protesta a la que viniste, en contra de ti y de tu imaginación. Quieres gritar por un megáfono a tu​​ reflejo,​​ la imaginación es un privilegio.​​ Como lo es un supermercado. Como lo es un colchón inflable. Como lo es la canoa. Y la tienda de campaña. Y las negativas de tu hija y el tedio. Como lo es el remo para​​ empujar contra la orilla. Como es la contra, cada forma labrada a expensas de alguien más.​​ Como lo es la historia contada como una atracción de miedo, que por un minuto—mientras levantas las manos sobre tu cabeza y gritas—te libera de tu cuerpo, sus calcificaciones. Como​​ lo​​ es la foto capturada a mitad de la atracción​​ que decides no comprar. “Algo me pasó cuando era un poco mayor que tú”, tu madre te dijo al final de la charla sobre​​ la​​ menstruación. La imaginación vuela, las rodillas hieren el aire mientras escala la cima​​ hacia​​ una​​ seguridad inalcanzable. Ella era la chica que el hombre buscaba. “Pude escapar, pero nunca le dije a mi madre”. No todos los​​ expuestos al sol​​ se enfrentan a​​ un poema que luego considerarán débil. Tu madre una vez preguntó “¿Qué significa ‘orgánico’?” Y antes de que pudieras contestar, ella dijo, “¿Quiere decir más caro, verdad?”​​ No​​ fue una broma, sino que​​ previno​​ tu virtud.​​ ,​​ la ayudante de la Tierra, tú,​​ la comercio justo, tú,​​ la​​ médula​​ de​​ suave​​ poesía.​​ A diario le recordó a tu padre revisar que trajera en su cartera la​​ green-card​​ antes de salir por la puerta. Su miedo de ser​​ llevados​​ a la fuerza​​ por no hablar inglés, por mirarse como que no pertenecían. Acorralados con todos los latinoamericanos de quienes se apresuraban a diferenciarse, aunque acogieron a un amigo y a su hijo evadiendo la migra.​​ A tu padre le gustaba contar la historia de las mujeres quienes, durante la Guerra Civil española, fueron rapadas y desfilaron en la calle como advertencia. Pero ese era otro país, querías​​ señalar. Te estás desviando del rumbo, estás​​ tan​​ lejos de la razón. Difícilmente puedes reconocer que no todos los horrores conducen a la trama familiar. Esta es la protesta: tú estás aquí.​​ Tú has estado en otra parte y regresado. Puedes irte cuando quieras. Tienes el pasaporte que lo demuestra. Pero estás agarrando el muslo de tu hija, preparando tu cuerpo para el impacto del avión. ¿Y a quién salvarías si no a ella? En la cama lees las noticias: las cárceles y los centros de detención, los asilos de ancianos, todos llenos de moribundos, aunque lo que sucede dentro de ellos es turbio, las cifras​​ maquilladas.

 

 

 

 

Tú, el cuerpo​​ y​​ el libro

 

Tú viviste con el cuerpo. No había espacio para el libro. Tú viviste con el libro, y el cuerpo rompió una ventana tratando de entrar. Tú dejaste al cuerpo quedarse una noche en el sillón y limpiaste las heridas en sus manos. El libro dijo, no estoy celoso, pero pronto pidió atención. En la lectura de poesía ambos​​ se presentaron y fue una decisión imposible. En la cama era el libro o el cuerpo. A veces curvilíneo, a veces flaco. Ninguno se veía mejor en la mañana. Limpiaste sus manchas después de que se embriagaron y lloraron. ​​ Otros libros se miraban pretenciosos, bacanes e independientes. Eran todo epifanía y apóstrofe. El libro empujó al cuerpo a hacer cosas imposibles, pero solo el cuerpo podría soportar otro cuerpo​​ y esa era la cuestión principal. Por un tiempo tuviste poco que decirle al libro y te preocupaba que el cuerpo fuera todo lo que​​ tuvieras. ​​ 

 

 

 

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Rosa Alcalá, poeta y traductora galardonada, ha publicado varios libros de poesía propia, así como traducciones de poesía de escritores latinoamericanos.​​ YOU, su cuarta colección de poemas fue publicada por​​ Coffee House Press​​ en 2024. Ha recibido el premio​​ Foundation for Contemporary Arts Grant to Artists, una beca creativa de la​​ Woodberry Poetry Room​​ de Harvard y una beca de la​​ National Endowment for the Arts​​ en Traducción.​​ Su libro Spit Temple: The Selected Performances of Cecilia Vicuña​​ fue finalista del Premio PEN de Traducción. Sus poemas y traducciones han aparecido en publicaciones como​​ Harper’s, The Nation,​​ American Poetry Review,​​ Poetry​​ y en dos volúmenes de​​ The Best American Poetry. Ensayos críticos sobre su obra se encuentran en​​ American Poets in the 21st Century: Poetics of Social Engagement;​​ The Fate of Difficulty in the Poetry of our Time; y​​ The Poem Is You: 60 Contemporary American Poems and How to Read Them.

 

Adelmar Ramírez. Estudió una licenciatura en psicología y una maestría en escritura​​ creativa en la Universidad de Texas en El Paso. Se doctoró en literatura y lenguas​​ hispánicas por la Universidad de California Los Ángeles. Ha publicado los libros​​ Fuera​​ de temporada​​ (2017) y​​ Prestanombres​​ (2022). Apareció en la antología de poesía joven​​ mexicana​​ Poetas parricidas: generación entre siglos​​ (2014), publicada por la editorial Cuadrivio. Sus poemas, traducciones, y ensayos críticos pueden encontrarse en revistas como​​ Círculo de Poesía,​​ Digo.Palabra.TXT,​​ Poetika1,​​ Ciberletras,​​ Minero Magazine,​​ Párrafo Magazine,​​ Celehis,​​ Chasqui,​​ Orbis Tertius,​​ La rabia del axolotl,​​ Albedrío, y​​ Otro páramo.​​ 

 

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