ENTRADA A LA POESÍA DE GIOCONDA BELLI
José Coronel Urtecho
(Fragmento)
Gioconda Belli ocupa ya un lugar visible en la poesía de Nicaragua. Por la misma razón —de ser más conocida— lo ocuparía en la de América, como lo ocupará, no cabe duda, cuando se la conozca. A mi ver, por lo menos, tiene ya asegurado su sitio en la poesía de la lengua española.
Con más o menos esplendor, ese proceso se ha repetido no pocas veces en la poesía nicaragüense desde Rubén. Alguna vez he escrito que los poetas nicaragüenses —como también los de los otros países de Hispanoamérica— adquirieron en y por Rubén no sólo su verdadera libertad americana, sino también conciencia de su universalidad. Desde entonces la mayoría de los poetas nicaragüenses pasaron del nivel provinciano al universal. Muchas voces de inconfundible acento nicaragüense empezaron a oírse en el ámbito de la poesía de la lengua. En España y en Cuba, y otros países, se han editado antologías de poesía nicaragüense y cada vez hay más poemas de poetas nicaragüenses en las antologías generales de la poesía hispanoamericana. Muchos de esos poemas han sido en otras lenguas. Sus traductores han sido a veces poetas bien conocidos en sus lenguas respectivas y los poemas nicaragüenses traducidos por ellos han aparecido en algunas de las publicaciones norteamericanas y europeas más prestigiadas y exigentes. Thomas Merton tradujo poemas de Alfonso Cortés, como también de Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal. Éste también ha sido traducido al inglés por el notable poeta norteamericano Kenneth Rexroth, que tanta influencia tuvo hace algunos años en la poesía joven de la costa del Pacífico. Sus traducciones de poesía nicaragüense, igual que las de Merton, se publicaron en el anuario de New Directions, de Nueva York, donde se suelen acoger las novedades más interesantes y las nuevas tendencias de la literatura mundial contemporánea. Por lo demás, como se sabe, Ernesto Cardenal, quizá el más conocido de los actuales poetas de Latinoamérica —más de lo que en su tiempo lo fue Rubén—, se ha traducido a casi todas las lenguas europeas. Hoy Nicaragua es conocida en casi todo el mundo sólo por sus poetas. Aunque apenas se sabe dónde está este país, hoy se pueden leer o escuchar por la radio poemas nicaragüenses, no solamente en ruso sino también en finlandés. Pero quizá el poema nicaragüense más traducido y publicado en casi todos los idiomas y países haya sido La tierra es un satélite de la luna, del poeta guerrillero Leonel Rugama, muerto en Managua en un asalto de la Guardia Nacional a la casa donde él se hallaba en compañía de otros jóvenes del Frente Sandinista. Su poema no sólo salió en la contraportada de una revista de información católica de París, que se publica en varias lenguas, sino que se tradujo y reprodujo en periódicos y revistas de casi todas partes y hasta lo vi citado entero dentro del texto de un artículo sobre la situación latinoamericana en el semanario Commonwealth, de Nueva York. Donde menos se aprecia y se conoce la poesía nicaragüense es, por lo visto, en Nicaragua. Su difusión en el extranjero debiera al menos indicarnos que la poesía nicaragüense es ya una realidad. Aunque algunos le quieran quitar importancia al hecho como tal, no solamente es ya una realidad más o menos clasificable como nicaragüense con elementos y características específicamente nicaragüenses dentro de la poesía americana de la lengua española y de la hispánica en general, sino quizá también una continuidad y hasta una especie de tradición que con notables ramificaciones y contramarchas, a fin de cuentas viene de Rubén.
Lo significativo es que la continuidad de la poesía nicaragüense, desde Rubén hasta los jóvenes que por primera vez han visto aparecer algunos de sus poemas en los últimos números de La Prensa Literaria, más que nada consiste en la continuidad de la novedad. No se debe olvidar que Rubén fue sobre todo el gran renovador y el gran maestro de la novedad en la poesía de la lengua. Especialmente en esto Rubén demostró ser de Nicaragua y representó como ninguno la plenitud de lo nicaragüense. Probablemente por la riqueza del mestizaje en Nicaragua, lo que caracteriza en primer término a lo nicaragüense es quizá su variedad y su capacidad de variedad, que en la poesía se manifiesta como continua novedad. Aunque hacerlo sería sin duda interesante, no cabe aquí mostrar dónde está lo nicaragüense y la continuidad y la novedad en la poesía de Nicaragua. Sólo pretendo situar en ella la de Gioconda Belli. Su poesía no sólo es una novedad, como se dice de lo que gusta extraordinariamente, sino además una de las muestras o manifestaciones o, como hubieran dicho en tiempos de Rubén, de las epifanías de la novedad en la poesía del país. No solamente de una novedad pasajera, que hoy es nueva y mañana deja de serlo. Pero la novedad de la poesía de Gioconda Belli es permanente. Para mí está impregnada, o mejor dicho, participa de la esencial y eterna novedad de la poesía misma, nueva en todos los tiempos y cuyo tiempo existe dentro y fuera del tiempo o en la totalidad del tiempo. Pero la novedad de la poesía de la joven Gioconda debe también mirarse como un hecho importante y sobre todo como parte de un hecho importante en el actual proceso o desarrollo de la poesía nicaragüense. Desde un punto de vista sociológico y cultural, o simplemente histórico, el hecho a que me refiero probablemente es en Nicaragua la mayor novedad. Aunque no puedo más que indicarlo de paso, dos cosas me parecen especialmente significativas a propósito de esto: el que donde primero se manifieste sea en la poesía —que es la voz más auténtica de lo nicaragüense— y que quizá por eso mismo pase inadvertido para la mayoría del país, cada día más sordo a su voz más profunda y por lo tanto más desconectada de su propia profundidad. Ya es innegable que por lo menos en las últimas décadas —especialmente desde mediados de los años treinta— a la par del llamado progreso material hemos venido progresando en superficialidad y frivolidad. Aunque más bien debiera ser lo contrario —puesto que vitalmente al menos la mujer es de suyo más profunda que el hombre— la superficialidad y la frivolidad en la vida nicaragüense, se hacen sentir más aún, si cabe, en las mujeres que en los hombres. Desde Rubén y por Rubén, la corriente contraria —en Nicaragua por lo menos— sólo ha existido en la poesía. Sólo en poesía ha habido entre nosotros profundidad y seriedad. Lo que la gente más superficial y esencialmente frívola con apariencia de seriedad tiene precisamente por juego o por vagancia, cuando no por locura —porque efectivamente es lúdico y no utilitario—, resulta ser, en realidad, lo único serio. Pero, a no ser por la poesía, lengua que hoy sólo entienden los poetas y los jóvenes —que en cierto modo son lo mismo—, las otras formas de cultura y de la vida en Nicaragua han sido despojadas de contenido verdadero, sin que hasta aquí aparezca nada que pueda sustituirlo. Si Nicaragua desapareciera, no quedaría más que su poesía…
Y DIOS ME HIZO MUJER
Y dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
CASTILLOS DE ARENA
¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuartos de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen más que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la Naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa…
INVITACIÓN A VAGAR
Vago
Vaga
Vaguemos
Desafiemos el aire que nos corta el paso,
la realidad que es como palo de donde estamos amarrados.
Paseemos por las aceras
ante las ancianidades que calientan sus butacos
con el calor animal de sus cuerpos ya inservibles,
esperando la muerte,
frustrándose cada día más
y criticando a los que vagamos,
queriéndonos medir con sus arcaicas longitudes.
Riámonos por dentro y saludémoslos muy serios,
(por fuera)
No es pecado tratarlos con su misma moneda: hipócritas.
Vago
Vaga
Vaguemos
Desafiemos las reputaciones y las miradas de los buitres.
Edifiquemos nuestras vidas sin patrocinadores,
teniendo sólo a Dios como juez y testigo.
Prefiero acabar mis días en alguna ribera desconocida,
sin nombre, ni apellido
que tener que ver sus caras,
antes de cerrar los ojos.
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El ojo de la mujer de Gioconda Belli
XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2023
Prólogo de José Coronel Urtecho
272 páginas
Círculo de Poesía-Visor Libros México, 2024