La metáfora ufológica ¿Otro mundo literario?
Si me pidieran describir el espacio literario francés actual en una sola frase o con una expresión característica, diría que nuestro espacio literario actual es algo especial: se concibe o se presenta ante nosotros como un mundo atravesado por ovnis. De hecho, desde mediados de los años noventa, han sido vistos o detectados por críticos, columnistas, amantes de la literatura, estos “objetos verbales no identificados”, cuya lógica funcional, la extraña génesis y los modos de lectura que al parecer exigen no solo responder a otra concepción de lo literario, sino que incluso juegan tácticamente con su ambigüedad genérica, como si su sigilo, una manipulación intencionada de las apariencias, combinada con evidentes facultades de adaptación a los diversos contextos en los que circulan, fuera parte integral de su forma de ser.
Desde su aparición, en 1995, en un manifiesto que proponía, con la forma de un catálogo abierto, las recetas destinadas a describir el mecanismo pragmático de determinadas obras nuevas, el término de “OVNI” sirvió principalmente como oficina de categoría “predeterminada” que designaba los textos que se percibían o querían presentar como inclasificables. Su uso se extendió y diversificó rápidamente, hasta el punto de tematizarse en las propias ficciones ovni, de conducir a la recalificación retrospectiva de textos cuya naturaleza, sin embargo, parecía muy familiar. Por lo tanto, la noción se ha vuelto común e institucionalizada y, al institucionalizarse, pudo adoptar, como las etiquetas genéricas tradicionales, un significado valorativo: entonces así se volvió común, en efecto, en la criticas periodística, llamar ovni a los escritos cuya singularidad se quiere exaltar, sobre todo, cuando están lejos de imponerse de sí mismos. Sin embargo, a diferencia de los términos genéricos cuyo significado está más o menos definido, en su uso estándar, “OVNI” sigue siendo una noción extensiva cuya aplicación es vaga e intuitiva. Su comprensión es esencialmente negativa ya que designa las obras consideradas literarias, aunque las percibe como elementos de un conjunto complementario de lo constituido por los objetos reconocidos como literarios a partir de un conjunto de características fijas, aquellas cuya forma catalogada en la historia literaria oficial sigue siendo identificable a partir de las categorías disponibles y utilizables por la crítica.
Entonces, nuestro espacio literario actual estaría poblado por dos tipos de objetos:
1. Aquellos que se pueden identificar y describir, incluso de forma esquemática, con el vocabulario teórico disponible, comúnmente utilizado en la actualidad. Lo común y corriente de la novela, que narra historias claras; los poemas claramente poéticos, aunque modernos, como los de Jacques Roubaud o Pierre Alféri. A estos podemos no solo identificarlos sino también ubicarlos en el espacio literario relacionándolos, si no a una clase genérica propiamente dicha, al menos a una o más obras ejemplares conocidas. Podemos también explicar su funcionamiento simbólico y evaluarlo al proporcionar razones válidas y admisibles, de los tipos utilizados para los prefacios para presentar bajo una luz favorable una obra que se ha escrito y que incluso se considere meritoria e innovadora.
2. Aquellos que el vocabulario y las habilidades teóricas correspondientes nos permiten sólo observar. En otras palabras, podemos hacer de ello, una experiencia literaria, sin por ello conseguir dar una explicación teórica del funcionamiento que les corresponde, justificar el uso que hacemos de ellos, o defender literariamente el valor que les damos. Nuestra relación con estos objetos, desde el punto de vista de su intensidad es, sin embargo, comparable a la que podemos tener con obras identificables: puede ser fuerte o decepcionante, pero parece siempre estar constituida en un marco amplio y vago, y cuando se trata de interpretarla se intenta reinscribirla en la perspectiva preconfigurada de un espacio literario. La manera más frecuente de relatar la experiencia del lector de un ovni literario es similar a la que los observadores “reales” de vehículos extraterrestres han reportado. Consiste en enumerar elementos presentados como asociados en una determinada geometría, a menudo nombrada de manera vaga, en indicar ciertos efectos de perturbación del medio ambiente, pero sin nunca formular una hipótesis sintáctica sobre esta asociación. La gramática del ovni nos supera. O, dicho de otra manera, el ovni es un signo de superación de nuestro vocabulario literario, en particular de sus principales categorías. Por lo tanto, debe considerarse ante todo como un síntoma y el de una fuerte incapacidad teórica (de teoría y por causa de la teoría). Pero como el acrónimo puede ser usado también para reclasificar obras pasadas que deseamos mostrar (o ver) bajo una nueva luz, no se puede reducir la realidad que ella designa a una “novedad”, ni considerarla como un producto que responde a cualquier “cultura de la ruptura”: La indecisión, la perplejidad, el asombro que provoca a menudo el OVNI en su lector son los sentimientos por los que se señala el momento donde las habilidades comunes resultan estar mal adaptadas, tomadas en defecto por un funcionamiento inesperado pero también por un aspecto descuidado de un texto aparentemente clásico. Lo indescriptible no se confunde necesariamente con lo nunca visto, lo inaudito, razón por la que el término OVNI designa menos un género en el sentido tradicional como una extensión de objetos presentando un parecido familiar siempre que son vistos bajo un determinado ángulo o en un determinado contexto.
Entonces, decir que existen los ovnis significa, en primer lugar, que una obra literaria puede muy bien ser percibida, comprendida, experimentada sin poder ser interpretada como tal, y, además, sin que esta distorsión sea necesariamente valorada en sí misma. Esto se produce cada vez que no tenemos sobre nuestra experiencia ninguna capacidad reflexiva, porque el marco de nuestra experiencia literaria no coincide con aquel de nuestra reflexión literaria, o, para continuar en términos goffmanianos, porque el objeto de nuestra experiencia sigue siendo ambiguo, no soporta ningún encuadre preciso y nos conduce sistemáticamente a efectuar y cuando nos ponemos a querer analizar utilizando las categorías habituales, nos damos cuenta de los intentos fallidos y los errores de etiquetado. “OVNI” aparece entonces como el signo de una disociación entre capacidades experienciales y habilidades interpretativas: designa la posibilidad de una experiencia literaria no paradigmática. Su presencia en el discurso significa, por tanto, la estrechez, la demasiada uniformidad de nuestro concepto de literariedad, que induce a una definición funcional excesivamente restrictiva de la noción teórica de la literatura.
Los objetos literarios inidentificables, evidentemente, no proceden de otro mundo, pero, por el contrario, sí de una zona que no puede ser más común: aquella de los escritos destinados a informar y organizar las prácticas habituales de la vida colectiva. Su sigilo o indescriptibilidad teórica se deben a que, dentro de su modo de ser, siguen dependiendo estrechamente de los medios de representación desarrollados espontáneamente para asumir los problemas públicos que surgen en la vida social. Esta impregnación de las formas de la vida social, entre ciertos ovnis, se realiza de una manera que hace muy difícil su inscripción en una filiación literaria y su localización mediante categorías probadas que permitan su reconocimiento sencillo en un campo predefinido, instituido, de la literatura. Estos objetos inidentificables, en efecto, han de entenderse como representantes de escritos cuyo el propio funcionamiento requiere más aún que su "des-definición" formal como escritos literarios, su desinstitucionalización, es decir, su salida, al menos momentánea, del campo literario. Entre ellos, la institucionalización de la escritura, las lógicas sociales de su concepción, de su proceso en circulación y de sus usos que ya no van por sí mismos: se han convertido en objetos de creación, de reinvención para la escritura.
Hanna, Christophe. «La métaphore ufologique - Un autre monde littéraire?» Hanna, Christophe. Nos Dispositifs Poétiques. Mercuès: Questions théoriques, 2010. 1 - 7.