Maestros del idioma: Jorge Pimentel

Revisitamos a los maestros del idioma, a los autores referenciales de la poesía en lengua española. Leemos aquí algunos textos del nuevo libro de Jorge Pimentel, Jardín de uñas (FCE, 2024). José Carlos Yrigoyen piensa que "este es el libro más importante publicado por un poeta peruano en el siglo XXI". También ha escrito que este es "un libro desafiante como Tromba de agosto pero con aún más hondura en la desesperanza lumpenizada de un país que está dispuesto a quebrarles el espinazo a sus hijos más desvalidos".

 

 

 

 

 

 

 

 

Oscuridad relamida

 

Cómo formar glosas con fisuras​​ 

con el alma caliente.

Cómo apretar la descortesía alumbrando la palabra

sin cadenciar recíprocamente lo aguantado lo jadeado​​ 

enlosetándolo, mirando la intrepidez de lo delicuescente.​​ 

Cómo soltar la mano aprisionando el deshumedecimiento​​ 

frontal auditivo.

Cómo pegar esa fe.

Y cómo saber que estas frondas aprietan el horror​​ 

al universo sin venas, ajustadas al sueño quieto​​ 

a la quietud consumada, desdichada, abierta a la punza​​ 

a la fragancia de un árbol en invierno​​ 

que con hongos que con pausas que con hileras frágiles​​ 

rotas de cansancio usurpa veloces entreactos​​ 

entretejiendo la velocidad de estas costras​​ 

umbrales del desasosiego, pegajosas, asimiladas.

Así en un tiempo de la voz, cargan, son, laten.

Y son oscuridad relamida.

Y son magnolias.

Y son y dicen siempre, la última palabra.

 

 

 

 

 

 

 

Fondo revolvente

 

Temo no estar contigo.

Temo a la vez porque me temo.

No estoy seguro de los altos firmamentos.

Aquí la lisonja.

Aquí la ponzoña.

Estoy rodeado de un jardín de uñas​​ 

y de mis pasos.

Temo estar sin ti.

Temo a la vez porque me temo.

Temo no estar.

Habló ya la carne.

Ya es primavera.

 

 

 

 

 

 

Inopinados

 

La cabeza de un pelotón de la sombra​​ 

donde nadie sabe de ti, hay un vacío vivo,​​ 

hay complicaciones, existe un vacío innoble.​​ 

Hay complicaciones, hay detalles, incomprensiones,​​ 

fuegos diversos que dificultan, hay un estruendo​​ 

un pelotón de sombras donde nadie sabe de ti.

Hay, existen plantas mortificadas, lobos y un cadáver sin episodios​​ 

y las gárgaras cansadas forzando el universo lóbrego, extenso,​​ 

amorfo; es la imprudencia de decirnos, es la incomunicación​​ 

sin mencionar la evidencia estúpida bajo las restricciones​​ 

de debidos irredentos, en un salón oculto de hormigas​​ 

huyendo las costras de un paraíso sin eficacia,​​ 

en especial el vivo afecto translúcido, el vivo enjambre​​ 

irrepetible, de mortificaciones auscultadas​​ 

amaestradas, siniestras amadas, y por fin disueltas​​ 

en pan, en mar, desfiguradas en ardor​​ 

en calles, caminando, soplando, abstraídas​​ 

recorridas por un sol que muerde los geranios​​ 

apiñándolos en un vapor de algo disoluto,​​ 

revestido el temor, el magnetismo, el magnetismo, el magnetismo​​ 

del acento imprudente, sin felicidad​​ 

atrevido, atreviendo a la fecha escrita​​ 

a la náusea descrita con ardor consumado​​ 

la arrepentida luz demudada devenida denunciada​​ 

y casi frágil como un golpe que el aire​​ 

como una segunda desaparición: la primera ya cayó​​ 

despedazada con una angustia, desaparecida,​​ 

desapercibida, asolada, arropada de cuerdas, de cuerpos maltratados​​ 

opuestos angustiosos en el discurso plano,​​ 

solar, sin calidades, sin oportunidad, sin onzas,​​ 

sin frutas, sin cadencias, sin ir,​​ 

huyendo hacia el frío panzudo, afligido,

sin torneos, sin escuchar, sin prevenir,​​ 

sin escuchar, sin latir el trozo que uno es,​​ 

el trozo en el que se va, el trozo en el que se masculla,​​ 

que se mascalla, y hace más ligera la eternidad.

 

 

 

 

 

toda

 

 

 

 

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***

 

 

Gustavo Pereira (Venezuela)

 

 

 

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