Oscuridad relamida
Cómo formar glosas con fisuras
con el alma caliente.
Cómo apretar la descortesía alumbrando la palabra
sin cadenciar recíprocamente lo aguantado lo jadeado
enlosetándolo, mirando la intrepidez de lo delicuescente.
Cómo soltar la mano aprisionando el deshumedecimiento
frontal auditivo.
Cómo pegar esa fe.
Y cómo saber que estas frondas aprietan el horror
al universo sin venas, ajustadas al sueño quieto
a la quietud consumada, desdichada, abierta a la punza
a la fragancia de un árbol en invierno
que con hongos que con pausas que con hileras frágiles
rotas de cansancio usurpa veloces entreactos
entretejiendo la velocidad de estas costras
umbrales del desasosiego, pegajosas, asimiladas.
Así en un tiempo de la voz, cargan, son, laten.
Y son oscuridad relamida.
Y son magnolias.
Y son y dicen siempre, la última palabra.
Fondo revolvente
Temo no estar contigo.
Temo a la vez porque me temo.
No estoy seguro de los altos firmamentos.
Aquí la lisonja.
Aquí la ponzoña.
Estoy rodeado de un jardín de uñas
y de mis pasos.
Temo estar sin ti.
Temo a la vez porque me temo.
Temo no estar.
Habló ya la carne.
Ya es primavera.
Inopinados
La cabeza de un pelotón de la sombra
donde nadie sabe de ti, hay un vacío vivo,
hay complicaciones, existe un vacío innoble.
Hay complicaciones, hay detalles, incomprensiones,
fuegos diversos que dificultan, hay un estruendo
un pelotón de sombras donde nadie sabe de ti.
Hay, existen plantas mortificadas, lobos y un cadáver sin episodios
y las gárgaras cansadas forzando el universo lóbrego, extenso,
amorfo; es la imprudencia de decirnos, es la incomunicación
sin mencionar la evidencia estúpida bajo las restricciones
de debidos irredentos, en un salón oculto de hormigas
huyendo las costras de un paraíso sin eficacia,
en especial el vivo afecto translúcido, el vivo enjambre
irrepetible, de mortificaciones auscultadas
amaestradas, siniestras amadas, y por fin disueltas
en pan, en mar, desfiguradas en ardor
en calles, caminando, soplando, abstraídas
recorridas por un sol que muerde los geranios
apiñándolos en un vapor de algo disoluto,
revestido el temor, el magnetismo, el magnetismo, el magnetismo
del acento imprudente, sin felicidad
atrevido, atreviendo a la fecha escrita
a la náusea descrita con ardor consumado
la arrepentida luz demudada devenida denunciada
y casi frágil como un golpe que el aire
como una segunda desaparición: la primera ya cayó
despedazada con una angustia, desaparecida,
desapercibida, asolada, arropada de cuerdas, de cuerpos maltratados
opuestos angustiosos en el discurso plano,
solar, sin calidades, sin oportunidad, sin onzas,
sin frutas, sin cadencias, sin ir,
huyendo hacia el frío panzudo, afligido,
sin torneos, sin escuchar, sin prevenir,
sin escuchar, sin latir el trozo que uno es,
el trozo en el que se va, el trozo en el que se masculla,
que se mascalla, y hace más ligera la eternidad.
toda
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