Marialuz Albuja Bayas: palabras afiladas y brillantes
De los seis poemarios publicados hasta ahora por Marialuz Albuja Bayas (Quito, Ecuador, 1972), solo el último, Doble filo, ha aparecido en España, concretamente en la editorial sevillana Renacimiento. Se puede decir sin ambages que se trata de una de las voces más relevantes de la poesía hispanoamericana contemporánea, con una fuerza inusitada en la que combina descaro verbal, libertad imaginativa y talento a raudales.
Divido en tres secciones –Autorretrato, Lengua y Arma–, subtituladas todas «(de doble filo)», Albuja Bayas somete al verso a una particular torsión estética partiendo de una conciencia del clasicismo y la tradición, pero arriesgando desde la experimentación estilística y dejándose llevar por las estribaciones de las ideas, los bucles de la ensoñación y una singular lectura vanguardista de los temas, sin someterse a clichés.
Desde esa premisa desautomatiza el lenguaje y lo implosiona desde dentro. Los tópicos son abordados con rigor: «Si alguna vez fui hermosa, no lo sé. / Que los demás se lo creyeran es distinto. / Viví la desesperación desde temprano. / La belleza me parecía más absurda que la felicidad / aunque hubo veces en que pude dibujarla / allí, donde las palabras no habían despedazado / el territorio de la hermosura».
En ningún poema de Doble filo cae el nivel de intensidad. La primera sección, Autorretrato, se dedica a la madre fallecida, con la que se dialoga a través del recuerdo y se alarga la experiencia vivida con ella, a pesar de no encontrarse ya presente. Un continuum entre vida y muerte se extiende a través de las palabras, como la línea del horizonte, «mientras nace en mis ojos un puente hacia el mar». Una suerte de desposesión de la subjetividad predispone a la poeta a mirar las cosas desde afuera, intentando atraparlas en su «Impunidad», por el mismo hecho de ser como son, imposibles de atrapar: «[…] Porque la vida termina en abismo cuando ya no. / Y eso, si queremos maquillarlo un poco / pues la mayoría de veces alcanza con un basurero / el sitio donde acabaron las cosas que perdimos para siempre / aunque lo hayamos creído imposible / cuando las vimos llegar por primera vez».
Dialéctica vida/muerte
Así, en Hallazgo, que reproducimos íntegro, Albuja Bayas toma nota de la dialéctica vida/muerte y la línea sutil que une o separa ese binomio: «Por estas voces que anegan mi voluntad / arrastro el cuerpo sin lamentarme de mis heridas. / No necesito el remedio que pueda con su espesura. / Y es que detrás de la pérdida, el mundo». El mundo en toda su extensión, independientemente de que sea mirado con nuestros ojos, en vínculo directo con el dasein heideggeriano, recorre la segunda parte, Lengua, en poemas como Dasein (con licencia poética), Definición e Imposibilidad, otro texto sobresaliente: «Miro a mi gata transcurrir por mis tobillos / podría ser leona o cierva / pero (lo juro) he visto al sol crearle un rostro / aunque la luz se desintegre al encontrarla. // A veces creo que no es más que su vacío / en un perfil que, con empeño, obran mis ojos».
Evidentemente, aquí se pone en juego la perplejidad fenomenológica del ser-en-sí, del mundo exterior y nuestra estupefacción por comprender esa compleja relación que, cartesianamente, nos conduce a cerciorarnos de estar vivos. Que la realidad no es sueño. Los animales pasan como entes o formas casi mágicas a nuestro alrededor, ¿y qué sentido alcanza nuestra subjetividad en lo que observamos? Pregunta filosófica aporética que, sin embargo, la autora responde de manera brillante: «Voy, deslumbrada, hacia la noche / aunque me pierda».
Y por eso en su último poema, Promesa, indica que se encuentra –desde el cual nos habla y escribe– en «Un mirador que no fue mío / como tampoco fueron mías las raíces / tal vez las hojas arrancadas / o algún fruto. / Cuánto quisiera regresar / pero mi oficio es verlo todo desde lejos». Anoten este nombre, Marialuz Albuja Bayas, pues poco más queda que añadir. Una poeta excepcional.
Juan Carlos Abril
***
Diez poemas del libro Doble filo
DASEIN (con licencia poética)
¿Y qué es esta mierda en que estoy encarnada?
Me descubro y no sé, salvo el hecho de estar
hoy
aquí
como piedra lanzada a una fosa.
De repente no importa el poema
ni si a alguien le importa
ni si acaso (por suerte u oficio) resulta perfecto.
Me preocupan las manchas que veo al cerrar los ojos.
A todos nos pasa
¿o es que solo yo veo estos puntos azules con lila en la oscuridad?
Da lo mismo el color (cada uno ve lo suyo)
pero esto en que estoy encarnada es el vaso que me contiene
un cristal que se va a romper en cualquier momento.
De repente las formas no tienen sentido
si me voy a morir como ustedes (cabrones)
sean genios, poetas o miembros de la Academia de Cualquier Cosa
porque traga el monte
y tal vez eso sea
lo único necesario.
Y posible.
Habitante
Hay guerra en Siria
pero en todo lo que veo está mi nervio intercostal:
pincha los ojos del pequeño en una clínica de Alepo
aprieta el talle de la chica que murió
cuando una barca de migrantes
se hundió a pique.
Ni el aluvión que se atascó al final de un caserío
ni los aullidos de las bombas
ni otras muertes simultáneas
logran que olvide esta punzada en la costilla
una llamada que no viene
el tren que ya no existe
el espejismo de una niña taponándome el canal del sexo
hasta morir
hasta matarme.
Soy tan precaria que se acaba el noticiero y vuelvo a mí
como una vaca que mastica sus estúpidas desgracias
ser habitante de la carne
hasta creer que el universo me desborda
ver cómo pasa el mundo dentro de mí misma
una vasija que se entierra
para ser lo que no supo.
Destierro
Deshacerse de una bufanda
de un par de medias
de la soga que aprieta
de la máquina donde se coloca la huella digital
del contrato de ocho horas (que ahora son nueve)
de los cinco a siete minutos en la parada del bus
de la prisa
de la pastilla para inducir el sueño
porque hay que estar en batalla a las seis
y recién a la medianoche nos da por vivir
de la lista de compras
de la necesidad de reunir la cantidad precisa.
Un crimen desear, desprenderse.
Que la belleza se vaya por donde vino
el túnel que teje el cuerpo
para después deshacerlo.
Permitir que todo siga su curso
abrazar la decadencia, la putrefacción
amar el estado de las cosas sin querer alterarlas
cometer el delito
volver al asombro del primer deseo
el que nunca intentamos cumplir porque afloja la hebilla
desata cordones
intercambia lo conveniente
por el sol que este rato calienta la espalda.
Morir algo en las noches
ser viajeros (y punto)
de una vida que siempre nos desmantela al pasar.
Elogio de mi peorversión
Esta que pide que la Tierra pare en seco
que el Sol reviente en supernova
y que el imbécil que la intercambió por otra
se atragante con la espina de una trucha
esta que quiere envenenar a las palomas
soy
la peorversión de mis versiones
única forma de salvar lo que se pueda
aunque después nadie me invite a su banquete
porque escupí en la perfección del día.
Tal vez por eso se inflamó mi lengua.
Tal vez por eso se inflamaron mis rodillas.
Tal vez por eso se inflamó mi corazón
y las palabras se me fueron al vacío
despedazadas y concisas
lejos de toda poesía en las entrañas.
Tal vez por eso aquí me ves
frente al espejo
torturando mis amígdalas
desmenuzándome los senos
siendo raíz bajo el pantano
tramo de cuerpo que se abisma en la punzada.
Tienes razón, no meditaba ni dormía.
Estaba rota, tragada por el terror
deseosa de ponerte la moneda bajo la lengua
para dejar que al fin se vayan las versiones que hemos sido
nuestra fugaz capacidad de perdurar.
Tal vez por eso te lanzaste desde el puente
tal vez por eso se quebró tu cavidad de nido
y aquí me ves, luego de tantas madrugadas
también deseosa de saltar.
Ya casi lista.
Carretera
Olían a musgo en las manos.
Se retorcían, bruñidas y musculosas.
En sus lomos había dibujos vermiformes
que eran mapas del mundo en su devenir.
(Cormac McCarthy, The Road)
Aunque no exista un lenguaje que nombre las cosas
porque todas cesaron
vehementes, despedazadas
una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña.
No quiero que las olvides
a pesar del carbón y del miedo.
Recuerda que el mundo no va a derrumbarse.
No en nuestras cabezas
ni en nuestro dolor
y jamás –ni lo pienses–
ahora.
Vértigo
Mi especialista me aconseja ser la Venus de Tiziano
mientras me mira sobre un lienzo que no existe.
Que no me deje desplomar, dice, en mi duda
que si algún día… (esa es la parte que no escucho)
sus ojos tocan mi zumbido
sus gestos silban en mi frágil caracol
entre los huesos que desbordan el canal del laberinto.
Ruedo hasta el piso en un millón de ruidos verdes
clavo las uñas en su piel
consigo anclar.
Definición
Para ser pájaro hay que serlo.
Subestimar la contundencia de dos alas
es ignorar la gravedad (aunque incumplirla
no sea siempre transgredir).
Pero no basta con las alas o las plumas
o con las láminas de un pico
o con ser parte de un linaje del Jurásico
(ahí van los pollos por la vida, los pingüinos, los ñandús…)
como tampoco es suficiente con volar
(ahí van los bichos migratorios o la ardilla siberiana
que apenas flota entre los pliegues de la piel).
Para ser pájaro hay que serlo
en la desnuda aparición que no sospecha de sí misma.
De nada sirve precisar con el lenguaje.
-Ahí van los pájaros.
-¿Lo son?
Impunidad
Yo tenía trece años y esa mañana la noticia de la chica muerta me llegó como una revelación.
(Selva Almada, Chicas muertas)
Allí, donde yacen las chicas muertas, estoy
convertida en trozos de algo que ya no se reconoce
en trazos de algo que es imposible distinguir.
El sol acaricia mis huesos expuestos pero no los calienta
porque no sigo ahí adentro para sentirlo.
El calor, entonces, se desperdicia
como se desperdicia todo a la larga
como ahora, que miro mi cuadro y el cuadro no sabe que lo miro.
No sabe que observo sus diminutas manchas rojas
las grandes corolas amarillas, el borde que traga sus tallos
igual que un abismo. Porque la vida termina en abismo cuando ya no.
Y eso, si queremos maquillarlo un poco
pues la mayoría de veces alcanza con un basurero
el sitio donde acabaron las cosas que perdimos para siempre
aunque lo hayamos creído imposible
cuando las vimos llegar por primera vez.
Réplica
A mamá no sé lo que le ocurre
cuando se asoma a la ventana y no consigue ver
lo que mis ojos, aun cerrados, adivinan.
Ha perdido el escalón, tal vez, la llave.
Será por eso que no vuelve y que me arrastra
sin saberlo
hasta su fondo.
Los amores de mi madre no comprenden lo que busca
se extravían en su belleza
no imaginan que sus ojos, clavados en el dintel,
sólo desean extinguirse.
Cuando se atreven a mirarla
a veces llegan hasta mí
con manos grandes me descifran
como si fuera yo una réplica tangible
mientras mi madre, al otro lado,
busca la forma de escapar
y no se entera.
Omisión
Te kiero, perra, dijiste, y las balas me atravesaron
vas a soñar con mis incisivos en tu garganta
filo sobre filo
hasta sofocar el minúsculo territorio donde la voz ya no cabe
pero sí la seguridad de la destrucción.
Ansiabas ver todo teñido de rojo
los adoquines, el filo de la vereda
mi mano que aún palpitaba en la tuya.
Se abalanzaron las moscas.
Querían beber lo que se regaba de mí
mientras me perdía en tu peligroso edredón de plumas.
Te kiero, perra, dijiste, y me vas a soñar para siempre.
No me duelen las balas ahora
ni el reguero de sangre
ni el cuerpo vaciado.
Lo que hiere es el tiempo en que alargas mi noche
la quietud con que guardas mi pesadilla
esa duda que fuiste al mirarme nacer.
***
Marialuz Albuja Bayas (Quito, 1972) es poeta, narradora y dramaturga. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar, Llevo de la luna un rayo, Paisaje de sal, La pendiente imposible, Detrás de la brisa y Doble filo (Editorial Renacimiento, España). En novela, ha publicado tres obras: En caso emergencia (no) rompa el vidrio, Maura y Mi pe(o)rversión y, en dramaturgia, el monólogo Tal vez no fue así, ganador de la convocatoria de la Casa de Las Culturas 2023. En 2017, la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, Madrid, le otorgó el premio Dámaso Alonso en la categoría Creación Literaria. Obtuvo mención de honor del premio César Dávila Andrade de poesía (2012), y ganó el premio de poesía del Ministerio de Cultura del Ecuador (2008). También obtuvo en dos ocasiones el premio Darío Guevara Mayorga a la mejor obra publicada en novela (2017 y 2019 respectivamente). Fue finalista del Premio Iberoamericano de Poesía José Santos Chocano 2023 y obtuvo mención de honor del premio Jorge Carrera Andrade al mejor libro publicado en poesía, 2024. Su obra ha sido parcialmente traducida al italiano, portugués, francés, árabe, inglés, rumano y ruso. Actualmente es coordinadora de dirección de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.