Sobre la poesía civil de Abigael Bohórquez

Presentamos un ensayo sobre la poesía civil de Abigael Bohórquez, de la autoría del poeta y ensayista Sergio H. García, poeta y editor mexicano.

 

 

Del​​ amor,​​ llanto por lo que dejó de existir. Dos poemarios sociales de Abigael Bohorquez

Por​​ Sergio H. García

 

Acta de confirmación * Canciones de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles, de Abigael Bohórquez (UACM. 2015).

 

La poesía y el arte​​ en general, suelen ser,​​ en algunas ocasiones,​​ testimonio de la vida de quien la escribe, un vestigio gráfico y lírico de lo que le sucede al poeta y por lo tanto lo que sucede a su alrededor. Abigael Bohórquez, tiende a esto, si bien no es un poeta que se empalague de la confesión, sí lo hace desde el testimonio, desde lo que amedrenta a lo que se encuentra alrededor suyo y que, por lo tanto, a él mismo. El resultado de esta ecuación es un poeta fuerte de pieles delgadas, informado y militante en ideales políticos y sociales,​​ apegado a su tierra y al mundo entero a la vez pues,​​ lo íntimo nunca deja de ser universal; un poeta rebelde,​​ que se conoce a profundidad y​​ por​​ lo tanto se puede ver reflejado en el resto del mundo, un Abigael que, a diferencia de su primer libro, tiene más asido el oficio de la poesía​​ y se rebela ante ello.

 Como consecuencia de esto, tenemos a un poeta social, que como lo dicta la poesía social, nacida en los años de la Revolución española (aunque algunos afirman que fue justo después de la independencias de Latinoamérica), se aparta de lo tópicos comunes y autocentristas de la poesía inspirada en el autor​​ y se centra en las cosas que lo rodean, y a las cuales ama, y por lo tanto, le duelen; o como lo dice Manuel Scorza en​​ Epístola de los poeta que vendrán:​​ «Mientras alguien padezca, / la rosa no podrá ser bella; / mientras alguien mire el pan con envidia, / el trigo no podrá dormir; / […] Matad la tristeza, poetas. / […] No digáis el romance de los lirios. / Hay cosas más altas / que llorar amores perdidos: / […] Un Hombre Libre / ¡es más puro que el diamante!». Estas afirmaciones, el hambre, el dolor, la tristeza, las injusticias nombradas por Scorza, tienen su peso en el interior de él, si no le importaran, no se preocupara por ellas, y no estarían dentro de su poema. Los poetas, como dice Ledo Ivo, «son los corazones del mundo», y por esto mismo​​ Abigael​​ Bohorquez​​ no aparta​​ la poesía social de las cosas que nacen en su interior,​​ porque su interior también pertenece a su exterior social.

A este Abigael lo podemos encontrar tanto en​​ Acta de confirmación, como en​​ Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles​​ (esto obviando los poemas con claras posturas sociales dentro de los siguientes libros y los que se recopilan dentro del​​ Poesida), ambos poemarios reunidos y editados por Gerardo Bustamante Bermúdez y​​ publicados​​ en 2015 por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Esta edición, nos reúne a un Bohórquez de lucha social, alguien que piensa en sus derechos​​ afligidos​​ y en los de quien lo rodea.​​ 

El libro arranca con​​ Acta de confirmación, libro originalmente publicado en 1966, y que nos​​ acerca por primera vez a las intenciones poéticas de Abigael, pues el libro abre con el poema​​ Manifiesto poético, en el cual el poeta se proclama y se contrapone ante sus colegas de oropel y libélulas, se contrapone incluso a la escritura si esta peca de olvidar a los parias, a los del trabajo diario; si​​ el verso no habla de las verdades del hombre, dice Abigael,​​ no sirve, y calla.​​ 

Este primer poema,​​ además,​​ es un poema cargado de ideales políticos, se trasluce la ideología roja de poeta sonorense, y a la vez, me recuerda mucho a los poemas socialistas que Efraín Huerta​​ escribía unos años atrás, y constata que si bien, Huerta no fue la máxima influencia en Bohórquez,​​ Bohórquez sí es de alguna manera parte de la descendencia poética de Huerta, sumada a la de Novo​​ con ese carácter de proletariado.​​ 

En este mismo orden de ideas, en el​​ primer libro tememos también el poema​​ Del oficio de madre,​​ un poema que exhorta a la madre siempre mal-pagada a rebelarse y clausurar todas las obligaciones de​​ su​​ oficio, incluso​​ hasta​​ llegar a la huelga. Un poema incendiario, que recurre a la acumulación de imágenes, anáforas y enlistados para generar un ritmo frenético que provoque en quien lee, este fulgor por la lucha.​​ Esta herramienta rítmica se volverá una constante dentro de ambas obras.​​ 

Después aparece el primero de los poemas responso o elegticos de​​ Acta de confirmación, que es​​ Carta abierta a Langston Hughes. En este poema Bohórquez recurre a la imagen del poeta norteamericano para delatar que no se encuentra en disponibilidad para negociar nada, mucho menos reconciliar la poesía con el escarnio social, al homosexual con le homofóbico, a los​​ afrodescendientes​​ con los racistas.​​ Algo similar a lo que haría Lorca con la​​ Oda a Walt Whitman,​​ en el libro​​ Poeta en Nueva York,​​ publicado en 1940.​​ En​​ el​​ poema​​ de Bohórquez,​​ los versos dejan de ser ideas y se convierten en bombas y en activismo por la​​ libertad; en reclamo. Este poema bien podría ser estandarte de los reprimidos, un puñado de palabras vociferantes que podrían iniciar una rebelión, pero que también abrazan, porque entre toda la rebeldía, Abigael entiende lo que mismo que quizás entendió Enriqueta Ochoa: “Un gesto de ternura podría salvar al mundo”, y decide abrazar a todos ellos. No por menos, toma como especie de coro y final para este poema lo siguiente: “si quieres abrazarme / abrázame”.​​ 

En este mismo tenor de poemas-elegías, se encuentran también​​ Pequeños cantos de ira, un poema que juega con la fragmentariedad, pero que a la vez crea el panorama para el acontecimiento en el​​ cual​​ está basado y dedicado: el asesinato de Martin Luther King. Aquí Bohórquez recurre al dividir el poema, en​​ tres partes en la que juega distinto: en la primera pareciera que le habla a un amor perdido y se extraña a su lado. Es un poema interesante que recurre a la polisemia de ciertas palabras para explotar sus múltiples significados colocándolas en distintas partes de la oración, a esto se le suma que empieza a fragmentarse, y se interrumpe constantemente para dejar de hablar del amor singular y hablar de su amor plural:​​ 

A la hora más tuya,

en la que ahora y en la hora

de nuestra hora,

 

 

Empéñame esta mano,

no creo que te den nada por ella,

es la IZQUIERDA,

la pobre…

buenas tardes, nos vamos,

invítame un

Carajo!!

Y hablo de ti otra vez,

te hablo, te llamo, te deseo.

 

 

En la segunda parte de este poema, el juego y la fragmentariedad comienzan a desaparecer y el poeta se concentra en el lamento y la denuncia por Viet Nam​​ y el poema se transforma en un poema del desprecio, cargado en demasía por el resentimiento social, sin embargo, termina con el contraste: “Qué trabajo, / que llanto el ser hombre, palabra!! / Y pensar que esta noche… / Perro Mundo!! / Amor mío!!”.

En la tercera parte del poema, Abigael recurre al uso del metatexto y hace citas de notas periodísticas, como noticias de radio y toda la información que tenga que ver con la Guerra de Viet Nam, con la lucha por los derechos de los negros y el Asesinato de Martin Luther King, quien, nos revela el poeta, es el amor a quien se había estado dirigiendo desde el inicio del poema.​​ 

Ambos poemas, tanto el dedicado a Hughes, como el de King,​​ me hacen mucha resonancia con el poema​​ Esto se llama los incendios,​​ también dedicado a la muerte del político defensor de los derechos raciales, y​​ escrito por Huerta en las mismas fechas;​​ y​​ Pedro Rojas, escrito por César Vallejo​​ e​​ integrado​​ dentro​​ España, aparta de mí este cáliz,​​ publicado en 1939.

Acta de confirmación​​ y​​ Del oficio de poeta, son los poemas donde se encuentra la mayor pesadez y compromiso con los ideales y la palabra dentro de este poemario -y quizás de su obra completa-. Aquí el poeta se ve​​ poseído​​ por la denuncia y la enorme necesidad de rebelarse ante los aparatos que lo tienen oprimido; en el primero,​​ Acta de confirmación, Bohórquez visualiza y deja testimonio de los movimientos estudiantiles y de que, años antes de la tragedia de la Plaza de​​ las tres culturas, ya existían​​ desapariciones​​ y muertes de estos, Bohórquez se suma a ellos,​​ entiende la causa justa y el tono serio y retador permanece, se queda hasta el final. No permanece en México, entiende que toda América Latina se conlleva el mismo problema y sabe que la solución no será dada, que reina la​​ indiferencia​​ y por eso se une y​​ sirve​​ de ejemplo. No por menos termina el poema de la siguiente manera:​​ 

 

“amigos,

el corazón del hombre no es el viento.

Es un largo puñal,

y lo levanto.”

 

Del oficio del poeta, también es un poema durísimo que habla sobre la poca relevancia que tiene el oficio de la escritura ente el sistema, económico y social, el poeta no encuentra función o​​ cabida, y​​ extrapola su persona en la esencia de una pareja acribillada.​​ 

Algo más que debe destacarse en este poema, es que es que, a pesar del tono pesado, no deja de lado el sarcasmo que caracterizó a Bohórquez por toda su carrera, aquí el poeta hace juegos de palabras al emplear sustantivos escatológicos​​ para​​ nombrar con respeto algunos cargos públicos y desdeñar así la rabia. Este recurso se repite en el poema​​ Cónclave, donde habla del Vaticano y toda la estructura papal bañada en el oropel mientras personas mueren de hambre, y en el poema con el que cierra este fuertísimo poemario,​​ Menú para el generalísimo.

En​​ Menú para el generalísimo, Abigael hace una lista de casos de personas caídas en el infortunio de​​ las dictaduras, desde entonces,​​ ya supuesto, provocadas por intereses políticos iniciados en el norte de América. El poema se vuelve una​​ teatralidad​​ donde la voz lírica es un mesero atendiendo a un líder militar y cuyo menú es cada una de estas personas golpeadas, violadas, expatriadas, sacadas de sus hogares, desaparecidas o asesinadas, para cerrar de la única manera que se puede cerrar un texto cargado de tanta​​ rabia: una mentada de madre.​​ 

El carácter elegiático plantado en​​ Acta de confirmación,​​ florece y da frutos en​​ Canciones de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles, ya que este libro se compone enteramente de poemas sobre la muerte y la vida de hombres, algunos artistas como lo son Silvestre Revueltas, Debussy,​​ Saturnino Herrán o​​ Posadas, y Rubén Jaramillo, caudillo Zapatista, defensor de la causa y completamente congruente con todo lo que fue y será.​​ 

Pero el fondo no quita la forma. En este poemario seguimos viendo un Abigael tomado completamente del oficio del poeta y dueño de todos los recursos, para lograr la evocación central en sus poemas. En la mayoría de ellos, recurre a la acumulación de imágenes y los listados, así como a la anáfora, polisíndeton y demás herramientas necesarias para generar el vértigo del lamento. Asimismo, recurre a evocaciones visuales dentro la hoja para señalar los diferentes discursos que se entrecruzan en sus palabras.​​ 

En el poema dedicado a Saturnino Herrán, por ejemplo, recurre a la sangría marcada y las estrofas guardadas entre paréntesis para separar el comentario y el verso mayormente lírico. De igual manera, en el poema dedicado a Debussy, con motivos de mar, Bohórquez escribe la mayor parte del poema en una​​ sola​​ estrofa. En el poema a Revueltas, recurre a los guiones para incrustar intervenciones dentro de su discurso lírico, a modo de generar bullicio entre la lectura, después busca la repetición del coro “Digamos que”, para hablar de la vida del compositor. En el de Posadas se vale del sueño para generar esta especie de anclaje a la repetición y de igual manera, venera la vida del artista hidrocálido.​​ 

Es impecable la admiración y amor que sostiene Bohórquez por estos hombres;​​ es vasta y el lamento es quiebre. No le basta a Abigael con un poema simple, sus llantos se convierten en ríos, igual que sus poemas.

De cierta manera, cuando conocí la obra de Abigael Bohórquez, me dio la impresión de que era un poeta amoroso, lleno de la suavidad que puede dar las letras. Con el tiempo cambié de parecer, supe que era un poeta de la fuerza y la lucha, alguien convencido de lo que era, lo que quería y lo que se debía hacer, pero que también se lamentaba por aquello de que debía ser y no era; un poeta fuerte de pieles débiles, como escribí al inicio. Sin embargo, tras leer estas dos obras, me doy cuenta que Abigael no es ni una ni otra, sino la suma de ambas, porque sólo se lamenta por las cosas que se aman, solo se enrabia de las cosas que se aman, solo se escribe, llora, canta por las cosas que se amaron y ahora han dejado de existir.​​ 

 

 

 

 

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Sergio H. García​​ (Nayarit, México. 1995). Poeta y ensayista. Dirige Ediciones del Olvido desde 2021. Becario del programa Los Signos en rotación, Festival Interfaz ISSSTE-Cultura Guanajuato 2018, beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico Nayarit 2023. XLVII Premio Anual de Poesía Trapichillo 2024. Autor​​ de Que Ninguna tormenta se acerque​​ (Crisálida Ediciones, 2021),​​ Tengo la boca llena de tierra​​ (Buenos Aires Poetry, 2023) y​​ Nada hay que cante bajo el agua​​ (Universidad Autónoma de Nayarit, 2024).

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