Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Es una selección que reúne voces de poetas venezolanos nacidos a partir de 1990. La muestra nos invita a reflexionar acerca de las diversas identidades que se presentan en la poesía actual venezolana. La escogencia del título rinde homenaje a dos voces que dejaron una huella fundamental en el panorama más reciente de la vida literaria del país: César Panza, con su verso Si el río abriese los ojos qué viera, y Caneo Arguinzones cuando dice que Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza. César nos devuelve la pregunta de la identidad sin pretender abrirnos los ojos, sino buscando que habitemos con él la pregunta; defiende lo auténtico mientras nos habla de la impermanencia. Caneo plantea una vivencia corporal que enfrenta a la muerte, pero que, en un detenerse, busca la continuidad de la vida como una “festiva alabanza”. Estos autores y referentes, por siempre jóvenes, son voces desenfadadas, discontinuas, navegantes de lo incierto en el río identitario, vitales, como las que presentamos a continuación.
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Carlos Iván Padilla (Caracas, 1993). Autor de los libros de poesía Canto de chicharra (Dcir Ediciones, 2019) y Avatares (Monte Ávila Editores, 2016; premio 13.ª Edición del Concurso para Autores Inéditos). Ganador del 3.º Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas 2018. También es autor de la novela gráfica EX NIHILO (Editorial Proteo, 2019) y el libro de cuentos Mareas (NSB, 2016; premio 5.ª Edición del concurso “Por una Venezuela Literaria”), así como de diversos fanzines y plaquettes. Estudió Filosofía en la Universidad Central de Venezuela. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina.
Esta ciénaga
Sobrevuela un buitre la grieta del cielo
planea sobre los residuos de un beso
sobre cada indulto
cada ceniza llana
brizna del tiempo
descansa carmín rocío en el pasto
Vaho del suplicio
vaivén del aire entre sus hebras
mortificado el campo ha quedado
huellas sin andantes
llanto sin penitente
lento derrame de la cólera
Tan solo un arroyo vive
zanja degradada enferma
cuneta moribunda
estatuas de piedra alzan sus manos al caudal
domadores de miasmas
ídolos de fe perdida
Estático enfisema del verbo
su nombre es el sonido de la muerte
sus lanzas han desgarrado la carne de la historia
tan solo pena
tan solo angustia
ciclópea plaga goza en nuestro llanto
Sobrevuela un buitre la grieta del cielo
llovizna incauta rompe
limpiar el efluvio espera
moscas flotan en la ciénaga
en este valle inclemente
nada pasa.
Una versión de este poema fue galardonado con el tercer lugar en el I Concurso Physis para Jóvenes Poetas (2017).
A la Bestia
Moloch whose eyes are a thousand blind windows!
ALLEN GINSBERG
También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata,
que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.
APOCALIPSIS 12:3
¡!
Frente al sendero de los ojos no hay todavía claridad. Qué nos mira desde la cima de la torre. Qué nos juzga desde el negro sol del monte. Qué es este mandato que rezuma & que no encuentra albergue en el rasgo de sus siervos. Qué declara irrefutable que las flores de este valle no son más que una crueldad. Qué se cuela entre la niebla, sino el furor de su destello. Las rutas de estas tierras parpadean al azote, despiertan exhaustas la estampida que ha vaciado sus estómagos. Sudada espalda de tanta permanencia. Gota de barro derrama el veredicto en lontananza, hacia el fondo de las cumbres que nos cercan. Derrama arbitrio de un rapsoda sin pudor. Derrama piedras sobre el aire & nuestra carne es ya su templo. Ilumina con sus pasos cada diente que nos hambre de rotura. Siente su brebaje en cada aullido, huracanados mantos del pudor, emanando luz taurina desde el centro más oscuro de este receptáculo, frío abrazador incendia & potencia el ritmo secreto, círculo de carne y cañón de hueso entre las comisuras de sus labios, que rabiosa danza hirviendo los hogares, quemando las palabras nunca antes exploradas, exilio, expulsa de tu pecho esta cadencia roto epicedio, rotas dunas han dejado sus patas & cascos, destruye las raíces, destruye los días, destruye el tiempo. Destruye el viento que encajona a esta aldea en la esquina más infame de la ciénaga & maravíllate en la vastedad de este yermo refugio. Expulsados peregrinos arrodíllense y caigan ante la nube más atroz del continente. Cuándo será el día en que el mar escupa su sal, entregue a costa salva los rostros que han ahogado al horizonte. Porque rotos más de miles son sus dientes, soportando su saliva & sus plañidos desde nortes más lejanos. De jirones somos hechos folios para el encuentro definitivo. De jirones somos hechos runas por escribas ausentes. De jirones somos hechos restos de un escombro adulterado. Somos hechos roca para el noble subterfugio. Mero receptáculo, materia a destilar. Somos el jinete de la esfinge, la memoria inenarrable de un calvario enceguecido. Maravilla yerma vastedad. El pulso que cuelga de sus párpados & que invita a sucumbir. Invita a resguardarse bajo espigas & azabaches. Resguardarse del azufre que se adueña de los cielos. De la lluvia que lastima cada poro al lodazal. De la peste que se mece como rabia hacia lo vivo. De la lluvia que bautiza la sal que somos. Fundimos la materia cada tarde entre ojos que nos miran desde lejos.
Por sobre la cumbre, por sobre la torre. Justo debajo del creciente una silueta que se alza. Hierofante de ojos negros. Mensajero intempestivo de la cima. Bestia huracanada que vomita & que gobierna.
Bestia de ojos negros & vertiginosa lengua. Colérica su sombra sobre el pecho de la estirpe. Marchito el Logos a su paso pues su misa es insaciable. Calamidad se alza & todo lo domina.
Gran Bestia que abre & cierra siete puertas al rugir. Gran Bestia secretora de metales que atormentan todo cuerpo. Gran Bestia perfecta. Que de su herida broten flores. Que de sus ojos caigan frutos. Que desde su cadáver se lean las palabras más certeras. Que el suelo se haga polvo & se cuele entre la brizna, que se viertan en él las gemas más bajas, las legumbres más valiosas. Traza el símbolo e implora. Paz. Gran Bestia quiebra el círculo. Pan. Cumple tu designio.
Tierra.
Así ya no quede mundo.
Pulso
Vivo estupor
mi historia teme la puesta
ceniza esperando en el ocre del borde
sueño sentado al fondo porque estoy solo
(completamente solo)
silente el ruido que enhebra
ritmo que hierve y se impregna al decir
piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu mudez que me asorda?
Oh pulso misterioso1
estampida y amenaza de ilustre polvareda
a través del humo he visto la tormenta que acecha
he visto la montaña
detrás de ella viene el ocaso a buscarme
a saldar la deuda que le tengo desde el día en que nací
a saldar la deuda que le tengo desde el día en que partí
a saldar la deuda que le tengo desde el día en que miré
detrás de esa montaña viene el ocaso a buscarme trae consigo el aquelarre entero de las brujas que la habitan nido cobrizo que se ha vuelto mi memoria se ocultan en cada pasillo de la plaza de mi ceño de mis labios y mis días y no esperan no perdonan la cabal deuda que les tengo desde el día en que las vi su graznido anuncia el final el quiebre de mis pasos sobre el débil este valle pobre pulso escueto que no supo que no teme que no arrecia el abismo que soy
detrás de la puesta amenaza el ruido
el ocaso viene y no estoy listo
no estoy listo madre para dejar ya la ventana
aún no es hora madre la grama sigue seca
las ninfas siguen bajo tierra madre aún no es hora
el musgo sigue sin callar madre aún no es hora
pero al olvido no le importan los artificios
el tiempo se resbala entre sus dientes
derrama su savia por mis ojos porque estoy solo
(completamente solo)
a través del humo veo la tormenta que acecha
el frío empuja la ventana y llega
la tarde la tarde la tarde
de ella broto entonces
broto tarde de la letra y escribo
la tarde está sobre mí la tarde me rebasa la tarde arrecia y se inmola se ha salido de su cauce y todo inunda austera tarde escribo de mí porque no sé de allá escribo de mí porque no sé de mí escribo de mí porque necesito hallarme entre tanto desvío tanto ahogo tanto ocaso tanta tarde
vivo estupor
el pulso es lo único que puedo
mis ojos lamen la abertura surge de mí el ansia
te deseo tarde
aprendo a tocarte
aprendo a verte
tarde
austera tarde
de sus fauces mi rostro
atisbo al hueso y a su viso
rezumo colérico esta calma
chispa cumbre sobre el colchón exalta el color de este pulso a quién atisbas
redoble hierofante aparece el soplo
mi luz boca
mi astro labio
de sus fauces esta sinfonía tengo por fin compás
idioma arrullo ruina
esta voz es un canto de chicharra
tenue desde el pecho escucha
el sutil temblar de un desahucio
canto
único final que ve el tiempo
canto
infame pulso
charcos de bruma me alejan del suelo
lluvia fatua del verbo alimenta la estufa
no dejes de abrazarme anda
que tu canto duerma en el silente ruido que enhebra
que el piano oscuro irrumpa y
lo vuelva valle
cima
tacto.
Canto de chicharra (Dcir Ediciones, 2019)
Edgar
I
Un espectro se ha subido a mis hombros con extrema cautela
un espectro cauteloso se ha subido a mis hombros al cruzar el umbral
sus cuencas vacías me embelesan con el melifluo aroma de la noche
su boca de vapor me atrapa la nuca y no me deja ver hacia los ojos del sol
su peso de años me impide ver hacia los ojos del sol
no puedo encontrar el camino correcto hacia el hogar de mi memoria
el sendero se ha perdido entre los vuelcos del pantano
el sendero me ha dejado atrás lento por el peso de los años
no alcanzo el umbral
no alcanzo el umbral he dicho
su peso de años me impide ver hacia los ojos del sol
su peso de abandono me impide ver hacia los ojos del sol
hacia el rostro protector de mi madre
hacia la gracia lacustre de la casa
del inmenso umbral centinela
el umbral de nuestro nido
aleteo sollozante de ave cobriza
alguien camina junto a mí a través del umbral
el espectro se queda en mis hombros cada paso posterior al umbral
el espectro se queda en mis hombros cada paso posterior al umbral
posterior al umbral he dicho
espectro he dicho abandona mis hombros
camina junto a mí al cruzar el umbral
abandona mis hombros al cruzar el umbral
déjame solo en la memoria
camina junto a mí hacia la derruida casa en el pantano
acompáñame a cruzar el umbral de la derruida casa en el pantano
abandona mis hombros
espectro no me abandones al azar
espectro no me salves
espectro no me calles
espectro sube a mis hombros
espectro no conozco la derruida casa en el pantano
abandona tu carne
abandona tu obsceno temor a este umbral
espectro no desdobles tus cuencas que no hay nada que ver en los ojos del sol
camina junto a mí hacia el melifluo aroma de la noche.
II
El rincón de esta casa no está solo
las esquinas de esta casa no protegen contra el olvido
¿Qué hacer frente a la luna?
¿Qué haría esta casa al saborear mi entrada cautelosa?
¿Qué harías miseria al mirar el derrumbe de la casa?
¿Qué harías miseria con la vista inclemente del derrumbe?
¿Qué harías miseria me amarás alguna vez?
¿Qué harías Isabel me amarás alguna vez?
¿sentada a mi lado me amarás alguna vez?
Así un espectro subido a mis hombros se acomode en mis labios
así hable en forma de polvo y no logre tocarte
así mis ojos se derramen con el canto de la noche
así mis manos se corrompan con el peso de los años
¿Qué harías Morella me amarás alguna vez?
¿amarga tortura para mi espíritu me amarás alguna vez?
¿me amarás alguna vez al final de la noche?
¿me amarás alguna vez en el latido contiguo?
¿me amarás alguna vez como a un recuerdo hecho de sal?
¿Qué harías Leonora me amarás alguna vez?
¿me amarás alguna vez como a ti misma?
¿me amarás alguna vez como a la duda?
¿me amarás alguna vez como jamás has amado a nadie?
No estoy solo en la esquina de esta casa
los rincones de esta casa me olvidan casi
Leonora está conmigo en la esquina de esta casa
Leonora abandona mis hombros
camina junto a mí hasta cruzar el umbral
camina junto a mí hasta que el pantano nos libre del peso
¿Leonora me amarás alguna vez?
me subo a tus hombros para alcanzar el techo de la casa
me subo a tus hombros para ver los ojos del sol
he encendido la luz, Leonora
ya comprendo el miedo del espectro en el rincón
el umbral me ha dejado ver más allá del pantano
¿Dejarás de amarme alguna vez?
III
Carne sucédeme como le sucedes al viento
carne sucédeme como le sucedes a Dios
no dejes mi infancia intacta
no mires mis labios
carne sucédele a mi infancia
no la dejes intacta
carne sucédeme como le sucedes a Dios
carne clávame en los ojos del sol
no dejes que me pierda en las laderas del pantano
no dejes que me pierda en el melifluo aroma de la noche
guíame hasta el pináculo cobrizo
no dejes que me pierda en el llanto de la noche
¿Qué harías memoria me amarás alguna vez?
IV
Las chicharras se visten de lluvia a tu llegada
espectro del olvido no vuelvas a mis hombros
luz de la noche no vuelvas a mis hombros
camina junto a mí entre los árboles
camina junto a mí entre estos bloques
camina junto a mí entre el aleteo de las guacharacas
antes de que las aceras cedan ante las raíces
antes de que mis hombros cedan ante ti
y el olvido ceda ante los ojos del sol
camina junto a mí por Baltimore
camina junto a mí por Los Bloques
camina junto a mí por Santa Mónica
camina junto a mí por los umbrales
¿Qué harías espectro dejarás de amarme alguna vez?
Mi nombre es Edgar espectro no me olvides
mi nombre está tatuado en tu piel
espectro no quieras engañarme
espectro conozco tu nombre
espectro conozco tu nombre y no es un número
espectro tú mismo has pronunciado tu nombre
tu nombre espectro es olvido
no te ocultes en los rincones de la casa
puedo verte claramente con los ojos del sol
espectro tu nombre es Edgar
espectro tu nombre es umbral
espectro tu nombre es poema
espectro tu nombre
resuena como canto de chicharra
por las laderas ocultas del pantano
por el roído techo de la casa
hasta llegar al pináculo
hasta llegar al nido
donde se compone
el melifluo aroma de la noche.
Canto de chicharra (Dcir Ediciones, 2019).
César Vallejo, Trilce XLIV
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