Como pedazos de palabras demasiado cansados para levantar los pies
Desperté con el recuerdo de otra persona
en la cabeza.
Mi sueño tenía un sabor distinto
pero no comprendí la magnitud
del cambio hasta que moví los pies
sobre el suelo frío y me di cuenta de que detrás
de la puerta de mi dormitorio no conocía nada.
Explorar ese lugar donde vivía
me llevó hasta bien entrada la tarde.
Era dos talles más grande
la ropa en mi placard
y yo que creía que detestaba el verde lima
encontré camisas, bufandas
y hasta ropa interior de ese color.
Lo que más me confundía
era mi memoria vieja
—que se burlaba de mí
desde la orilla de lo nuevo —
como pedazos de palabras
demasiado cansados para levantar los pies
y correr.
En el momento en que supe que el desafío
podía ser demasiado grande
fue cuando comencé a sentir que unos años
de mi niñez estaban bloqueados
—flotando justo bajo la superficie—
después de todo el trabajo que costó desenterrar
lo que olvidé la primera vez.
Ahora me pregunto quién tendrá mi memoria.
¿Andará por la cabeza de alguna otra persona
o la habrán despachado a un reino
donde todo se olvida
y las caras vacías
anhelan aunque sea la imagen más horrible
como prueba de que viven?
Su sensibilidad animal
Miro el noticiero: hombres a caballo
en Mississippi, 1964,
y me pregunto por los caballos.
De los hombres, sé todo lo que hace falta.
¿Pero esos caballos
sabían a quiénes acarreaban,
los crímenes que ayudaron a cometer?
Ni las melenas magníficas ni los cuerpos bañados de sudor
resplandecientes en el fragor de la batalla desigual,
ni el estruendo de los cascos al aplastar todo a su paso,
ni la danza embustera de sus patas,
ni el peso enorme dirigido contra la presa inocente,
ni siquiera la profundidad de esos ojos milenarios
ofrece alguna pista.
Creemos entender a los animales que criamos,
pero poco sabemos de quienes hacemos uso y abuso,
imaginamos que sienten como nosotros
o asumimos que no tienen ningún sentimiento.
En su sensibilidad animal,
¿les molestará adónde los llevamos
y lo que les obligamos a hacer?
Los perros que atacaron los poblados sudafricanos
o se echaron a los pies de Goebbels, Hitler, Hess.
Las vacas sagradas de la India
que obstruyen el tránsito en las calles de Nueva Delhi.
Los elefantes que alimentan la memoria y los leones
cuyos padres vagaron por la sabana, confinados en
zoológicos mientras paseamos por sus vidas robadas.
El cuervo que te abre la mochila, te quita
una pastilla de jabón pero seguro no la acapara
por razones que podamos entender.
Las ballenas cuyo idioma resonante
nos esforzamos por descifrar.
Los gatos domésticos, que nos parecen imperturbables
con sus modos lánguidos y su expresión de desdén.
Los he visto a todos en fotos, en películas,
o en las casas de su gente,
incluso de aquellos que los quieren bien,
y me pregunto qué piensan y qué sienten,
si conocen el juicio,
si tendrán frustraciones o arrepentimientos,
y si alguna vez nos encontraremos en un terreno común.
Estoy acá
El bosque se estaba reduciendo, pero los árboles seguían votando
por el hacha, porque el hacha era astuta y convencía a los árboles
de que, como tenía el mango de madera, era uno de ellos.
—Proverbio turco
El brazo derecho se me separó del cuerpo
y cayó por un acantilado
sin retorno.
Traté de agarrarlo con el izquierdo
pero tenía que hacer equilibrio para no caerme
atrás de mi apéndice.
Allá va el anillo de turquesa
que me regalaste. Lo usé
todos los días de nuestro amor.
Se me partió el corazón, pero sabía que
la pérdida iba a ser parte
de esta fatalidad inminente.
La esperanza era la gravedad que nos mantuvo
avanzando hacia una utopía
como un espejismo en la indecisión.
Sé que me tengo que recomponer,
no por la ruina mediocre del conformismo
sino como armadura de resistencia.
Decepción por 70 millones de
compatriotas,
rabia por su complicidad
y repugnancia por esa figura de odio,
el flautista de Hamelin que nos llevaría
a los hornos,
sé que tengo que dejar a un lado
mi dolor y mi rabia, descender
de esta altura peligrosa del desprecio,
y ocupar mi lugar entre los que entienden
el precio de la libertad
en una tierra que vendió el alma.
Estoy acá. Sigo dispuesta. Mayormente capaz.
Abatida pero ansiosa por compartir
lo que aprendí con aquellos que
deben asumir la carga de la necesidad.
Gravedad también es el poder del arte
en un horizonte nuevo.