Poesía mexicana: Vanessa Fens

Presentamos tres poemas de​​ Vanessa Fens​​ (Lariza Fentanes) nació en​​ Otatitlan Veracruz,​​ México. Es​​ licenciada​​ en Derecho,​​ poeta y escritora. Actualmente radica en Londres. Ha participado en eventos de poesía​​ en​​ ciudades como Milán, Venecia y Mónaco, formó parte del​​ performance​​ poético​​ Infusione​​ de la Condesa Pinina Garavaglia, durante su estancia en Milán. En México ha colaborado en revistas y suplementos culturales como​​ La​​ jornada,​​ Nocturnario, Cardenal​​ y otras. Fue traducida al italiano por el Centro Cultural​​ Tina Modotti. Recibió un reconocimiento por su participación en El​​ V​​ Festival​​ Internacional​​ La Mujer en las Letras​​ (UNAM,​​ 2024); En años recientes creó el proyecto alternativo​​ Poetikando. Aparece en la Antología​​ Compendio de la Poesía Erótica Mexicana en la actualidad​​ (SEC Gobierno de México).​​ El paraíso de las luciérnagas​​ (Malpaso, 2025), es su primer libro​​ y puedes conseguirlo en​​ Círculo de Poesía Libros.

 

 

 

 

 

 

SIN VOLTEAR A SODOMA

 

¿Será el mismo Lot

quien nos protege?

o Azazel

ocultamente nos visita,

su dominante espectro empoderado

todo lo extingue

todo lo extirpa,

lo arranca y mutila.

​​ 

Denigrar el cuántico​​ 

moralismo

deja dos​​ 

violentos cuerpos,

retorciéndose

entre arena perforada.

El hoy

no pertenece a mi sombra

es título​​ 

de oscurantia prohibida.

​​ 

Pasa tu lengua

sobre mi garganta.

retira

cada prenda

con tus labios,

Sopla

​​ entre las brasas,

atraviesa la erógena

sed atormentada

​​ del acto inagotable​​ 

que ilimitado se contrae

en esa estancia.

 

Eufóricos​​ 

Soñadores.

Exhaustos en un sorbo

de mar lóbrego.

o dentro del fuego medieval

el cual define​​ 

las formas supremas

entrañables

sin voltear a Sodoma.

 

​​ 

 

 

 

 

MANCHAS HETEROGÉNEAS

 

Camino bajo la hipnosis cíclica de mi rutina

en medio de pantallas de símbolos desérticos,

locales estruendosos con aroma sepulcral

y antros en tinieblas repletos de personajes fundamentalistas.

 

Sobrevivo en la interacción profunda de los transeúntes

que apresuran sus pasos sumergiéndolos

en la hostilidad estática del silencio aparente,

casi una plenitud paradojal de esta desahuciada sociedad,

la cual pertenece al grupo:​​ 

los crisantemos amorfos.

 

El sol desapareció entre las grietas celestiales del anochecer.

No funcionaban los semáforos de viento,

tuve un dramático despertar

zigzagueando con los listones color neón,

en medio de la tormenta celeste.

Y caí en atrofiadas dimensiones irreconocibles.

 

Quisiera ahogar los absurdos golpes del​​ tic tac​​ sanguíneo,

no vivir cada una de las vidas escritas en el Éxodo,

al final las promesas del Levítico

se reducen a espectros columpiándose

en las persianas de las décadas.

 

Esa noche

ráfagas de viento corrían a cien kilómetros por hora.

Busqué,​​ 

no encontré a nadie.

¿Quién había escrito ese nombre en los vitrales?

 

La estancia permaneció vacía,

sólo quedaron fragmentos blanquioxidados,

algo prematuro de pálido semblante,

sólo manchas heterogéneas triturando el aire en luces lácteas.

 

Luego,​​ 

bajo la hipnosis cíclica,

recuerdo ese cadáver invertebrado con extremidades ultravioletas.

El cual durante años regresaba de vez en cuando

como un pleonasmo de prematuras imágenes heterogéneas.

 

 

 

 

 

 

INCONFESABLE VERTICALIDAD

 

Su cuerpo

es libertinaje en reserva,

tiene apetito​​ caníbal;

necesita deslizar la piel

 

y rompe el aire

antes del hechizo,

confunde el beso amargo

de la memoria en Oleaje seminal.

 

En la sala dionisiaca

resurge esa voz del medioevo​​ 

plausible para la Diosa de la Noche

Denominémosle:

Nyx

 

y​​ 

su inconfesable sombra

ahora vuelve a fundirse o

desprenderse de sí misma

 

sus muslos hierven

contra el roce perpetuo del plomo,

espera sedienta

enjuagar de rocío solar​​ 

su espacio íntimo.

 

el último canto

eran sucesiones regresivas

dentro del sueño ajeno.

explotar boca a boca,

bajo el tono recio

del acuoso y dominante universo.

 

Nyx despierta cada Noche

con la pérfida sed,

la vulgar verticalidad​​ 

que le atormenta.

 

No reposa.

Sueña

en la esquina más estrecha,

sobre los pétalos

sacrílegos

del tenue devenir bajo Luzombra.

 

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