Ese estilo alado…
En varias ocasiones Roger Santiváñez ha comentado que para él la poesía está en relación con lo sagrado, es, por decirlo así, un don, una gracia. Sagrado se titula precisamente su poesía reunida que abarca del 2004-2016. Su nuevo libro, Virgen de Guadalupe (Manofalsa / Salto de Mata), sigue en ese sentido la estela de otros títulos con similares resonancias. Mencionaré algunos de ellos: su nouvelle Santísima Trinidad (1997), Santa María (2001), Eucaristía (2004), hasta llegar a Santa Rosa de Lima / Alana del 2020, entre otros títulos.
Virgen de Guadalupe se sostiene, al igual que sus otros libros de poemas, entre la tensión de lo sagrado y lo profano: lo sacro-mundano en irreverente tejido de la lengua. El amor a la mujer y a la palabra, la búsqueda de la belleza, la potencia del deseo, la poesía como vocación y destino, son el trasfondo de la poética de Santiváñez.
Ya en su primer libro, Homenaje para iniciados, en el poema, “La guerra de Chile”, Santivañéz escribió lo que sería su proclama, mantenida hasta el día de hoy: “Yo me niego / opto por el culo de mi amada / limpiamente / me encierro me entrego a mis delirios / sólo mi cuerpo bendito mi cuerpo maldito / opto por mi suave individualidad / narciso / Soy el loco de Lima el que más ama / a sí mismo y al cuerpo de mi amada”. Opción que lo acerca a esa línea de poetas propercianos, que tan bien ha trazado Mirko Lauer en su libro Los poetas en la republica del poder. Santiváñez elige a la amada y se niega a participar de la guerra y del poder, pero la amada es también la poesía.
La dedicatoria de Virgen de Guadalupe reza así: A Ella, con mayúsculas; la ductilidad de ese pronombre atraviesa a todas y cada una de las mujeres amadas, soñadas, deseadas e imaginadas por el poeta, incluyendo a la Virgen, que es el centro y el pretexto de este libro. Pero también Ella es, en concordancia con lo antes dicho, la Poesía.
La poesía ha supuesto siempre para Roger Santiváñez un trabajo con la lengua que implica riesgo y libertad: el poema no reconoce ninguna autoridad más que la de la escritura misma. Esta actitud, osada e irreverente, rompe con cualquier retórica preestablecida. Lo que se impone en su obra poética es el placer de la escritura que bordea las profundidades abismales de la existencia y de la lengua. Es por esto que más allá de la carga simbólica, religiosa, autobiográfica u órfica de sus poemas, el eje de este libro recae precisamente en su sintaxis, en la combinación y relación entre las palabras, en su afán constructivo.
Santiváñez apunta, en el Milagro Segundo, al “estilo alado”:
Subsistir en la brisa de un estilo
Alado condimento intermitente consumido
Por frescas membranas / tensa claridad
Inusitadamente tácita al enigma revelado
No sé exactamente a qué se refiera con ese “estilo alado”, pero leyendo su libro, me parece que su manera de escribir simula una danza en la superficie de la lengua, hay algo también de elevación y caída en el ritmo que va trazando. Las palabras encuentran, por decirlo así, el ritmo de su deseo: ese proyectarse para tratar de alcanzar lo inalcanzable. Los referentes se diluyen, se trastocan, toda mención nombra y a la vez se escabulle, alza el vuelo. El deseo sobrevuela su jardín interior:
Fruto que alivia mi jardín interior sobrevolando
La pieza levantada sólo al escuchar tu voz
En los vasos sanguíneos digitales
Lo fugaz y evanescente atraviesa todos los poemas: “Tersa tibieza esfuma la escasez”, “Contracciones plasman volátiles evidencias”, “El sol de ponerse con una emoción volátil”, “una palabra tuya / Que se deshoja en el jardín de los cerezos”.
Las palabras, a partir de ciertos matices léxicos y de indicios fluctuantes de significado, encuentran nuevos lazos que no pasan necesariamente por los nexos convencionales entre la palabra y el objeto, sino que están teñidas de gran subjetividad y propuestas con toda libertad, remitiendo más a la textura del poema, a la gramática interna que se va tejiendo, que a una gramática normativa o a un afuera:
Atrevimiento predominante en el humo agitado
De tus vacíos florales proseguí exacto con el
Trato desquiciado & no sabemos el rigor
Licuado en torbellino que se me ansía entraña
Coronada en estas páginas desunidas incrusta
La gramática vencida
El epígrafe de Martín Adán, ¿Mi constancia no es la de mi deseo?, que Roger Santiváñez sitúa al inicio de su libro, pone en claro que lo que está en el centro de su capacidad de invención es el deseo. El deseo en sus poemas se transforma en ritmo, cadencias, cortes, fusiones, oscilaciones, bifurcaciones de sentido, vibraciones del lenguaje. Lo ideal y lo material se entretejen en las texturas sonoras, en los giros semánticos que se generan en su escritura.
La desmesura del deseo y ese “estilo alado” de sus palabras, llevan a Santiváñez a practicar también la templanza: desmesura y mesura tensan las cuerdas de su lengua. Roger encuentra su mezura en la forma del poema: mayúsculas al inicio de todos los versos, en general estrofas de tres y cuatro versos, (menos en “Gardesana”) contienen y le dan cauce al vuelo de su lengua. Así, a pesar de la proliferación, de la desmesura del deseo, propias del neobarroco (tendencia poética en la que se suele alinear al poeta piurano), la belleza mesurada se impone en sus poemas, en un sentido clásico, como ideal de armonía, como búsqueda de un orden nuevo.
Faltarían muchas cosas por decir, hablar por ejemplo de su insistencia en el enigma, en el secreto, en lo que se oculta y revela, para volver de nuevo a sumergirse en las raíces de cierto hermetismo; o bien, mencionar el acento puesto en la soledad, en cómo ésta genera angustia al tiempo que permite fundar un espacio interior. Ante la imposibilidad de decirlo todo, cierro mi lectura señalando otro de los gestos que se repiten en muchos de los poemas de Virgen de Guadalupe: la conciencia de la escritura, de estar escribiendo el poema o canción en un momento particular y el registro de esa experiencia transfigurada:
Derrocha belleza que no olvido
Armas endulzadas acercan arre
cifes tornamesa transforma
El sonido de tu cuerpo esta
Poesía costado de la divina
Música mudas Gardesana
En la canción que aquí te toco.
Pensando desde Edgar Bayley, podría decirse que para Santiváñez “un estado de gracia poética es un estado de lenguaje. Y a la inversa: un estado de lenguaje poético es un estado de gracia”.
Tania Favela
***
VIRGEN DE GUADALUPE
1
El sol es un sonido sobre el viento
Nada existe sino en mi mente desolada, cuando
Lágrimas de amor atraviesan el aire, surgen
En la esquina de tus pliegues secretos
Los días son trazos ocultos por las curvas
Que tu silencio oprime en el césped donde
Me tiendo a escribirte estos versos
En la luz invadida de la noche respiro la mañana
Que vendrá con los residuos del solitario afán
De sonreír enarbolando la nada de mí mismo
La evidencia del destino se perfila en la humedad
Del espacio donde guardas a oscuras la dulzura
Cantada en tu ascenso a la poesía
Horas fluviales me circundan fulguraciones suceden
La alterada quietud del desplazamiento
Es la lúbrica & nocturna porción intuitiva
El sueño subxiste horizontal en la
Creación diseñada en las márgenes
Infinitas cuyo sosiego chisporrotea
En tu decisión más invisible
2
Sustitución del mimbre por el miembro
Armado e innombrado & elección de la
Más fina entrada, allí los bordes
Pueden ondular perpendicular & culear
Navíos desprovistos de todo anhelo se lanzan
Por las gotas reunidas en una oscilación
Perfilada por azar sin colocaciones el
Goce de la sustancia & el vértigo
En la membrana tu fisura se ensimisma
& el aliento entrecerrado en alabanza
Se recrea regocija la deriva
Fecunda es la curva con la gasa que
Empapa tu porción provocando esta ilusión
Evidencia del sino encendida arborescencia
Oh la frecuento carnívoro amoroso
Aquí la brisa viene de ti, sutil marino
Perfume exhala su misterio, levisimo
Aprendiz del viento me sostiene erguido
En la escollera donde tú eres la marea
& el azul con que escribo esta canción
Chapotean las bellezas, semejan amores
Extraviados
3
En el estilo del mar vertical música me
Tiendes silenciosa con tu sonrisa diseñada
Por la calma de la ola en esta orilla,
Tiene tu fulgor de Virgen
Futo que alivia mi jardín interior sobrevolando
La pieza levantada sólo al escuchar tu voz
En los vasos sanguíneos digitales
Espejo donde admiras tu belleza & te tocas
Los cabellos derramados persuasiva siempre
A la hora del amor consientes mi boca
En la grieta que jamás se fatiga
Aroma del mar que allí portas asciendo al
Intersticio dulcísimo ante mi asedio & es una
Melodía atravesando los confites que
Sólo por ti he conocido
Así se desvanece el tiempo & se desborda un
Cielo de perfectas constelaciones sonámbulas
En el que reina tu cuello de cisne
Anillado conmigo en esta página
Donde no existe el deterioro
4
Color pálido uva del mar lo veo & lo adoro
Como tu silueta cuando me tocas la puerta
Del verano concesión de tu delicado vaivén
Adónde llegaría esa voz tuya en el vidrio de
Mis lentes presagio del noble movimiento
Vertiginoso, evocación
De tus cabellos resplandecientes ante mi desolación
Apagándose en el follaje secreto dibujo níveo
Cóncavo de ti misma enlace más elocuente
Hundido o fantasía prohibida
Horizontal despoblado se quiebra la perfección
Vas paciente al jadeante agujero intenciones
Abiertas de tu arraigada risa en la
Plenitud fulminada del deseo
Deslizas tu costado idéntico a la suavidad con que
Alumbras el prado de los parques limpios límites
Destinados a la summersión cuyos cimientos
En ti se ciernen
La tibieza susurrante dispara pasiones
Consteladas en errática sin razón que me
Desprende del mundo & así se gesta
Esta poesía
5
Arena iluminada me rodea el mediodía
Se explaya por la playa, semidesnudos
Cuerpos perciben la infinita tristeza de vivir
El océano espera mi zambullida el sistema
Epitelial cualquier instrumento musical
Es la gaviota que quiere combo & deambula
Una especie de infelicidad campea bajo los toldos
A pesar del recuerdo de las delicias gozadas calatos
Este cuaderno de poesía
Voy a abrirme a los cifrados códigos probetas de la
Plasticidad del amor que tú & yo tuvimos floresta
Entre desechos alhelíes que el mar me ofrece
Ligera silenciosa suspendida se agarra a mi
Escritura porque quería escuchar esa madrugada
Cuya luz apenas percibías me sacaba de onda
& doy de bruces a la calle ondular árido
En la blanca espuma de las bermas, emanación
Fracturada en surtidores anteriores a mi
Deseo por ti luces papilas de sopita peruana
***