Introducción a la poesía griega actual

Leemos un texto que sirve de introducción a la poesía griega contemporánea. Se trata de una radiografía crítica, una guía de lectura, que ha preparado Dimitris Angelís (Atenas, 1973). En 2017, Angelís publicó, con el sello de Círculo de Poesía / Valparaíso México, el poemario Si fuera tu noche

 

 

 

 

 

En los archipiélagos de la poesía griega

 

Sin duda, es difícil, al menos esquemáticamente, dar un panorama de la poesía griega contemporánea: el espacio limitado puede conducir a un infructuoso catálogo de nombres, del cual seguro  algunos serán omitidos y la obra de poetas importantes habrá de despacharse en apenas dos líneas. Además, cuando el propio redactor del texto es también poeta, algunas preferencias suyas, por mucho que intente ser objetivo, no es posible ocultarlas. No obstante, respondiendo a este reto, consideré más correcto insistir en los temas que ocupan la poesía griega con el paso del tiempo y no tanto detalladamente en los nombres, de manera que parezca también una relación soterrada que conecta la poesía griega con la española, a causa sobre todo de las comunes experiencias políticas que tuvieron los dos pueblos en el agitado siglo XX. Además, al español ya han sido traducidos bastantes poetas griegos y existe siempre, como obra de referencia, la Antología de la poesía griega (desde el siglo XI hasta nuestros días) de José Antonio Moreno Jurado (Ediciones Clásicas, Madrid 1997), que debería reconocerse, pese a sus ciertas omisiones, como la más completa antología de poesía neohelénica que ha circulado tanto en Grecia como en el extranjero.

 

La cuestión lingüística.

Aunque la poesía griega, ya desde la liberación del país del yugo turco (1832), podía mostrar a dos poetas importantes, los heptanesos Dionisio Solomós (1798-1857) y Andreas Kalvos (1792-1869), durante un gran período sufrió la pugna lingüística entre la«katharévusa» y la «dimotikí». Aparte, los dos poetas citados, que más tarde serían reconocidos como «nacionales» por expresar de manera romántica su deseo de liberación (el himno nacional de Grecia está constituido por dos estrofas del «Himno a la libertad» de Solomós), expresan exactamente este dualismo: si bien Solomós escribía en dimotikí, Kalvos en sencilla katharévusa. ¿Pero qué significaban exactamente estas diferencias? Aunque en la cotidianidad la gente sencilla hablaba la lengua dimotikí, el intento del recién constituido estado de señalar su relación con el antiguo pasado glorioso griego condujo al uso de la katharévusa, una lengua artificial, arcaizante que era utilizada en todos los documentos estatales y, por supuesto, por los intelectuales de la época. Los escritores dimotikistas, desde luego, durante largo tiempo fueron tildados, peyorativamente, de «peludos», por una crónica de I. Kondylakis que los había caracterizado así tomando como pretexto a Kostas Pasayanis que llevaba el pelo largo.

Para hacer comprensible la intensidad de esta pugna en torno a la lengua, basta decir que a principios del s. XX (otoño de 1901) se desatan los «Evangélicos» con motivo de la publicación por entregas en el periódico Acrópolis de la traducción del Nuevo Testamento en lengua coloquial, hecho que conduce a movilizaciones y episodios, con resultado 8 muertos y 70 heridos. De similar alcance fueron también los «Orestíacos», episodios que ocurrieron del 6 al 9 de noviembre de 1903, con motivo del estreno en el Teatro Real de la trilogía Orestíada, en katharévusa simplificada (incluso ésta no era entonces tolerada). Profesores universitarios incitaron a los estudiantes y la prensa ya que la obra no era representada siguiendo el texto original, con resultado para la disolución de las movilizaciones la intervención del ejército y 2 muertos y 7 heridos.

Aunque solución definitiva al tema se daría mucho más tarde (justo en 1977 es abolida oficialmente la katharévusa de los escritos públicos), la vigorosa figura de Kostís Palamás (1859-1943), líder indiscutible de la Generación de 1880, es la que con su prestigio, aunque no sin coste personal, impondrá en la poesía la dimotikí y así desde principios del s. XX los más importantes poetas se expresan en la lengua coloquial. La Generación de Palamás supera el romanticismo del periodo anterior (Escuela Ateniense, 1830-1880, que escribía en katharévusa) y es influenciada sobre todo por el parnasianismo y en su último periodo por el simbolismo. Señalemos que entre los admiradores de Palamás se incluye también Unamuno y que su entierro en 1943, con la oración fúnebre de Sikelianós que comenzaba con la célebre frase «En este féretro se apoya Grecia», se convirtió en manifestación contra la ocupación nazi, hecho indicativo del gran prestigio del que gozaba el poeta.

 

Kavafis, Papatsonis, Sikelianós, Kariotakis.

En 1903 el prosista y crítico Grigorios Xenópulos informará al público ateniense de la existencia de un poeta importante que vive lejos del centro metropolitano, en la entonces floreciente comunidad de Alejandría: C. P. Kavafis (1863-1933). El enfrentamiento entre los seguidores de Kavafis y Palamás conocerá su primera manifestación en 1918 y culminará en Atenas en 1924, para finalizar el mismo año al hacer Palamás una breve pero cabal valoración sobre la obra de su «antagonista». Kavafis se hará en los años siguientes mundialmente conocido por su didacticismo aforístico, su insinuante homosexualidad y destacar el decadente pasado helenístico como escena de su poesía. Será también el primer poeta griego moderno en escribir en verso libre. Le seguirá poco después T. K. Papatsonis, un poeta sobre todo religioso, con influencias de Claudel, Santa Teresa de Jesús y otros, cuya contribución, sin embargo, se dejará a un lado por el ímpetu de la famosa Generación del 30.

Entre los poetas de este periodo está registrado Ánguelos Sikelianós (1884-1951), para muchos el poeta más importante del siglo XX, el cual recuperó también las fiestas délficas. Su obra literaria sirvió a su muy impetuosa teoría cósmica sobre el papel del poeta como partidario y misionero de una ideología religiosa, la cual sueña con la reanudación del hombre con el Mito arquetípico de la eterna hipóstasis psicosomática. Sikelianós fue propuesto para el Premio Nobel en 1947 por André Gide, Eugenio O´ Neill, Paul Claudel, Henry Miller, Luis Aragón, Paul Eluard, pero dentro del clima de la guerra civil fue combatido por otros escritores griegos por haber tomado parte en favor de la Izquierda. Otro poeta que con su pesimismo y su suicidio influirá en la poesía de Entreguerras, es Kostas Kariotakis (1896-1928). Se trata, sin duda, de un poeta menor, cuya acogida, sin embargo, perdura con el tiempo y aumenta además los últimos años.

 

La Generación del 30 en búsqueda de la helenidad.

La Generación del 30 es la Generación vigorosa del modernismo que conectó sus búsquedas estéticas con el deber histórico del redescubrimiento de la helenidad, un coherente «mito» ideológico sobre la identidad del nuevo helenismo tras la Catástrofe de Asia Menor (1922). Desde este enfoque presenta bastantes analogías con la Generación española del 27 (como también la Generación de 1880 con la española del 98), sólo que 1930 aquí no se refiere a una fecha determinada sino a un decenio completo.

El cambio a la poesía trae un libro con el título simbólico Cambio (1931), por el esmírneo Yorgos Seferis, quien será honrado con el Nobel de Literatura en 1963. Su poesía reflexiva, con influencias de poetas franceses y de T. S. Eliot, llevará el tema del helenismo al centro de debate e influirá, con frecuencia de manera sofocante, en poetas más jóvenes. El 25 de enero de 1935 Andreas Embirikos (1901-1975), con su célebre conferencia «Sobre surrealismo» y la edición del libro Altos hornos el mismo año, presentará el surrealismo y a sus amigos franceses surrealistas al público lector –él mismo es también introductor del psicoanálisis en Grecia-. A los surrealistas pertenece también Nikos Engonópulos (1907-1985), y en cierto sentido el primer Elytis (1911-1996), que se iniciará en este movimiento literario leyendo Eluard y Lorca, y será honrado con el Nobel en 1979. Un caso diferente es el de Yannis Ritsos (1909-1990), cuya obra conecta ya desde su primera colección poética con el movimiento de izquierda, opción que sólo indirectamente pondrá en duda en los monólogos poéticos en forma teatral de Cuarta dimensión y en los poemas de escasos versos, densos en significado, que muestran la tensión existencial del poeta más prolífero del siglo XX, a nivel mundial (¡es característico que muriendo dejó inéditos 51 colecciones poéticas y una obra en prosa!). Otros poetas importantes de esta generación son: Nikiforos Vretakos, el perdido de manera prematura a causa de las desgracias de la guerra Yorgos Sarantaris (al cual admiraba Elytis), el poeta de los mares exóticos Nikos Kavadías y el constantinopolitano Aléxandros Baras.

La búsqueda de la identidad griega se encuentra en el epicentro de las búsquedas de la época, hecho que está relacionado hasta cierto punto con la línea ideológica de la dictadura de Metaxás (1936-1941). En todo caso, los poetas de esta Generación, ofreciendo la parte más extensa e importante de su obra tras la guerra y expresando de manera monumental sus sueños colectivos, los sufrimientos, las agonías y las esperanzas del pueblo griego, dieron enorme prestigio a la poesía griega. Es significativo que los pintores más importantes de esta misma generación se hicieron conocidos al amplio público por adornar sus obras las de los poetas, mientras que la musicalización de importantes obras por Mikis Theodorakis aunque también por otros compositores (Es digno de Elytis, Romiosini y Epitafio de Ritsos, etc) puso la poesía en boca y en el corazón de todos los griegos. La influencia de la Generación del 30 es tan importante que justificadamente podría decirse que no sólo su estilo sino también su mito influyen en la expresión tanto de la primera como de la segunda Generación de Posguerra, que le siguen. A modo indicativo, Seferis influye en el estilo de poetas como Th. D. Frankópulos, Yoryís Pavlópulos, Takis Sinópulos, Manolis Anagnostakis, Panos Thasitis y otros muchos. Realmente, presentaría interés especial el que se escribiera alguna vez una historia de la literatura neohelénica en base al fenómeno del epigonismo (de los epígonos), esto es, basada en círculos de influencias de escritores importantes.

 

La Escuela de Salónica

Epicentro de la vida poética en el siglo XX es sin duda Atenas, pese a que desde la década del 30 y sobre todo en la siguiente década se concentran en torno a la revista Días macedonios y a continuación a Caracola poetas y prosistas que se caracterizan por su interioridad, intenso aliento religioso, mientras que su poesía temáticamente está influenciada por el carácter bizantino de la ciudad y por eso frecuentemente se caracterizan como «Escuela de Salónica». Mentor de esta escuela es G. Th. Vafópulos (1903-1996), a quien acompañan la poetisa Zoí Kareli (1901-1998) con su hermano Nikos Gavriíl Pentzikis (1908-1993), Yorgos Thémelis, etc. Esta Escuela no tendrá continuación, mientras que sus búsquedas religioso-existenciales, fuera de las demandas políticas de aquella difícil época, situarán a sus protagonistas rápidamente al margen. La, según la normativa, justa protesta de Vafópulos por el premio nacional de poesía que se concede en 1960 a Elytis (por el célebre Es digno, el cual, sin embargo, no había circulado en 1959, como debía), es natural que no se tome en consideración no sólo porque el centro de las decisiones se encuentra ya definitivamente en Atenas sino también, y sobre todo, ya que tras la guerra la poesía cambia de orientación.

 

La Primera Generación de Posguerra: poesía de campo de concentración y poesía de la derrota.

La Primera Generación de Posguerra incluye poetas que aparecieron tras la II Guerra Mundial. Se trata en realidad de una generación que se hace adulta durante la ocupación alemana y la guerra civil, y por eso su participación en los hechos políticos de la época conduce a gran número de sus miembros a las cárceles o al exilio en islas desiertas donde la vida se organizaba como en un campo de concentración. Por este motivo, sus poetas dedican gran parte de su obra a la poesía como testimonio de los sufrimientos vividos en el campo de concentración y luego se incorporan al clima de la frustración que crea la –esperada- derrota de la Izquierda. Desde luego, es característico que muchos de ellos se refieran a la «hermana España», encontrando que la dictadura franquista tras la guerra civil presenta analogías con la situación griega de posguerra. Más concretamente, la figura de Lorca y su muerte como mártir toman el carácter de símbolo universal antifascista y frecuentemente el poeta andaluz aparece en poemas griegos.

La Primera Generación de Posguerra habría de mostrar a numerosos poetas importantes: Minás Dimakis, Kriton Athanasulis, Takis Varvitsiotis, Aris Dikteos, Mijalis Katsarós, Takis Sinópulos, Aris Alexandru, Stavros Vavuris, Titos Patrikios, Dimitris Dúkaris, son algunos de sus representantes más característicos, pero el tono de la generación lo dan el lirismo sorprendente en imágenes de D. P. Papaditsas (1922-1987), el período metafísico –y no el político- de Tasos Livaditis (1922-1988), la poesía política de Manolis Anagnostakis (1925-2005), el surrealismo oscuro hasta terrorífico de Miltos Sachturis (1919-2005) y la poesía explosiva en inspiración pero desigual en los resultados de Nikos Karuzos (1926-1990). La intromisión de muchos poetas en los hechos políticos de la época y su –desde luego, justificado- deseo de autojustificar  su lucha tuvo como resultado que su poesía hoy no encuentre en el público lector joven la correspondencia que tienen poetas del mismo periodo que no traicionaron su ideal lírico por servir a su militancia de partido.

 

La Segunda Generación de Posguerra y los poetas del 70.

Distanciados, aunque no desligados del todo a los hechos políticos que marcaron la generación precedente, los poetas que primero aparecen desde mediados de la década de los 50 y durante toda la década de los 60 presentan intereses estéticos diferentes a los anteriores. A esta generación se incorporan: los tesalonicenses Dinos Christianópulos y Nikos-Alexis Aslánoglu, la hoy académica Kikí Dimulá, Tasos Porfyris, Thanasis Tzulis, Gerásimos Lykiardópulos, Vyron Leontaris, Orestis Alexakis, el hispanista Kostas E. Tsirópulos, Tasos Korfis, etc. En este periodo resulta ya más fácil valorar la poesía basándonos en títulos concretos de libros en lugar de hacerlo remontándonos al conjunto de la obra de los representantes del periodo, ya que éste presenta oscilaciones y desigualdades. De todos modos, las búsquedas libres de los poetas anteriormente referidos, sin las exaltaciones heroicas del pasado y con aumentada angustia existencial preparan el terreno para la liberación de las hasta entonces formas consolidadas de expresión. A fin de mostrar un ejemplo característico con relación a España, digamos que el mito de Lorca sigue existiendo como tema poético o también como influencia, sin embargo su asesinato o circunstancias políticas que lo acompañaban han dejado de preocupar como antaño a los poetas, los cuales centran ya también su interés en otros aspectos de su obra.

Aunque antes atrás los poetas que aparecen tras la dictadura de los coroneles (1967-1974) eran incorporados literariamente en la misma generación de los anteriores, hoy domina la tendencia a no afrontarse la segunda generación de posguerra como conjunto unido y consolidarse como existencia autónoma y término diferencial la «Generación del 70». Sus poetas (Y. Kontós, Naná Isaía, A. Fostieris, K. Mavrudís, K. G. Papagueorguíu, Tz. Mastorakis, Y. Varveris, N. Vayenás, Ch. Liontakis, L. Pulios, etc) se inspiran más en la poesía americana que en la europea y son conducidos a una versificación antilírica y antimetafísica, con intensos caracteres prosaicos, hecho que en las siguientes dos décadas conducirá a los escritores a un callejón sin salida expresivo. La poesía por primera vez deja de transmutar sueños o ideas, que ahora afronta más bien de manera irónica, e insiste en el registro insustancial de sucesos de la vida privada. Un caso destacado lo constituye Michalis Gkanás, el cual, usando de manera novedosa la tradición popular, expresa el cariño que siente a su tierra natal del Epiro, trae a escena recuerdos de infancia de su casa familiar, creando su propio mito poético. Gkanás ha conseguido ganarse la aceptación del público lector también por los versos que ha escrito para canciones, que han resultado entrañables.

 

La generación del ideal particular, el callejón sin salida de la generación del 90 y la situación actual.

El poderoso influjo de la Generación del 70 –que sigue en gran medida controlando hasta hoy las revistas literarias y el campo editorial-, y el dominio de una manera de escritura poco profunda conduce a tierra baldía la escritura y los poetas que aparecen en las dos décadas siguientes parece que intentan a la desesperada, y en cierta medida en vano, adquirir su propia voz. Escasísimas voces de interés surgen, muchos abandonan el intento arrastrados por las preocupaciones diarias o por dedicarse a la prosa, los sueños colectivos dejan de existir ocupando su puesto el conformismo, la introversión y el aislamiento. Entre los poetas que publican primero en la década de los 80 destacan el gracioso e ingenioso Ilías Layos (1958-2005), Ilías Kefalas, Vangelis Kasos, Stratís Paschalis, Thanasis Chatzópulos, Kostas Rizakis. En cualquier caso, merece una mención aparte la edición Ramillete (1993), un libro poético por tres representantes de la década de los 80 (Ilías Layos, Dionisio Kapsalis, Yorgos Koropulis y Mijalis Gkanás) que contribuyó a restaurar el uso del verso versificado y, concretamente, el del soneto.

Sin embargo, mientras que la poesía parece perder en este periodo su prestigio y además la mayoría de los jóvenes escritores prefieren la prosa, esta pausa intermedia parece que ha actuado de modo libertador para los poetas que aparecen a finales de la década de los 90 y a principios del siglo XXI. Con alto nivel formativo, menciones no sólo a la literatura anglosajona sino también a la hispana o a la alemana, con campos propios de expresión (nuevas revistas y la red), los jóvenes poetas reponen dinámicamente la poesía en escena. Dejando de lado las generaciones intermedias, vuelven a leer a los poetas del 30 y a los de la primera generación de posguerra e intentan encontrar su propia voz probando nuevas formas de expresión.

La historia mostrará si se trata de un fenómeno que tendrá duración o se borrará sin dejar tras él obras valiosas de referencia.

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