Poesía mexicana: Luis Bugarini

Presentamos un poema del crítico y narrador Luis Bugarini en la tradición del poema-relato-ensayo que nos hace recordar, de pronto, ciertos textos del escritor norteamericano Charles Bernstein.  Bugarini publicará en breve su primer poemario, Hora líquida. Recientemente vio al luz su novela Estación Varsovia.  También es autor de Álgebra y Perros de París, novelas aún inéditas. Mantiene la columna “Asidero” en Nexos y “Sinapsis” en Círculo de poesía.

 

 

 

 

 

 

Etopeya vertical

 

varias decenas, varias centenas de acciones simultáneas, micro-acontecimientos, cada uno de los cuales implica posturas, actos motores, gastos específicos de energía:

 

Georges Perec, Tentativa de agotar un lugar parisino.

 

 

 

 

El espejo, la forma de mi cuerpo —que me contiene—, y todo aquello que no se ve pero existe con más consistencia que ese quimérico “yo”. Sigamos.

Mensaje en la contestadora.

Película de Gregg Araki.

Orinar en la calle y ensuciarse los zapatos.

Días que se van; noches que se quedan.

Errata en Narciso y Goldmundo de Herman Hesse, página 19.

Jaroslav Hašek ordenó, durante la guerra, “un número bastante elevado de ejecuciones”. El artista y la urgencia de sobrevivir en un mundo de cuentas que no se pagan solas. Palabras de su traductora.

Fito Páez, director de cine.

Píxeles en los genitales en la pornografía japonesa.

Ya no caben los libros en el estante. Se desbordan, tan dueños de su destino.

Pretendo utilizar las creaciones de Karlheinz Stockhausen como música de fondo, pero es una fuerza que se impone. Se yergue en medio de la sala y salta.

Documental sobre Maya Deren.

Cortos de Maya Deren.

Maya Deren: Eleonora.

Salgo a la tienda. Compro pan sin verificar su frescura.

Nunca he tenido gatos e ignoro si deseo su cercanía. La ignorancia es perniciosa.

Jean Cocteau era mejor dibujante que William Blake. Y más versátil.

Aprecio mejor las películas si estoy bebiendo, lo cual no me parece irónico.

Relectura de Las puertas de la percepción de Aldous Huxley. Me asombra su conocimiento de El libro tibetano de los muertos, que tengo en casa en una edición impecable.

La primera calada es todo el cigarro.

El ajedrez te provee de sexto sentido.

Escribo cinco libros al mismo tiempo, más éste que se me interpuso y exige atención. El registro es diferente en cada uno.

El artista tiene el deber de la excentricidad. Y que no se note.

Con más recursos a mi alcance, hubiera elegido el oficio del cine o la fotografía —qué duda.

Son los lugares que no conocemos los que nos alimentan la imaginación y no los otros, tan familiares.

Mirar el océano implica un reajuste. De ahí los suspiros.

El hallazgo de Berlin Alexanderplatz fue una larga inmersión de apnea. Cuando se agota el oxígeno y regresas angustiado a la superficie. Lo mismo sucedió con la lectura de La muerte de Virgilio.

En esta casa hay cintas magnetofónicas que ya no puedo reproducir. ¿A dónde va a parar aquello que dejamos de utilizar y no es basura en sentido convencional?

Hoy murió un familiar más joven que yo. Fue durante la noche, en el sueño. Te obliga a acelerar el paso en los pendientes.

Deren hizo cuatro viajes a Haití.

El olvidado Hesse y su interés por la filosofía oriental.

Imposible escribir con dolor de muelas. No me atendí a tiempo y la consecuencia es natural.

Me rodeo de objetos e imágenes. Los muros no admiten otro cuadro colgado.

¿Qué misterio habita en las plantas? ¿Por qué tantas personas las procuran? Compraré un cactus.

Encuentro una fotografía de una visita a Topolobampo.

Puedo escribir con más precisión con uno de mis perros cerca de mí.

Me entero que sufro de ataques de pánico y, en especial, de “parestesia”, cosquilleo en manos y brazos.

Hans Richter y Jean Vigo en el mismo día.

Tengo sueños que me hacen imaginar cómo sería no tenerlos.

Hay libros a la vista que he escrito para contarle una historia al lector. Ya me siento lejos de ellos.

Roncar es otra prueba de vida.

Tres tequilas, cuatro cervezas, cinco cigarros…

En una sala de velación creí distinguir el rostro de mi abuela, tal como la recordaba de niño. Acaso era ella y nada más.

Tengo pelos de perro en toda mi ropa.

Obras de Thomas Pynchon como libro-objeto, ilegible e intransitable.

Cualquiera puede escribir un libro, pero el derecho a ser leído se gana con la obstinación.

Me pregunto si la actividad cardiovascular afecta la práctica del zen, que exige control de la respiración.

Que no podamos experimentar la muerte sino hasta que sucede es lo mismo una perplejidad que una tentación permanente.

La lectura es una disposición interior, lo mismo que los celos.

Anales del acantilado azul (1128).

Suena un mariachi en la calle. Alguien cumplió años.

No disfruto los boleros. Es mejor olvidarse del amor.

El café mancha los dientes.

Rainer Werner Fassbinder y un recuerdo del Rin.

Franz Biberkopf: “el hombre necesita dinero”. Pierde un brazo.

No conocí los marcos alemanes.

Tengo una corbata idéntica a una utilizada por Hemingway. Guardé la fotografía.

Hacia una estética del capricho.

Empieza a llover, pero hay moscas. El mundo y sus misterios.

Me pregunto si tengo la fuerza necesaria para estrangular a una persona. Quizá a una mujer muy delgada.

La vida es un camino a la deformidad y, no obstante, es la certeza que nos anima.

No viviré la experiencia de afiliarme a un partido político.

Una borrachera ofrece la ocasión de refundarnos, como cualquier otro evento de la vida.

Geoffrey Firmin: “el infierno es mi hábitat natural”.

Difícil imponerme un orden para las lecturas. Libros se abren y cierran, al azar, repartiendo líneas de felicidad.

La tentación experimental es invencible.

Resistir a la pachorra del tiempo.

Fermat era un matemático aficionado.

Quien se suicida con hijos pequeños jamás mereció la vida.

Proyecto: combinar álgebra con geometría. Estatus: ya se hizo antes.

Disimular el color de los objetos móviles.

Se fracturó mi relación con el sueño. Los ansiolíticos me acompañan de manera permanente, aunque me intranquiliza reconocerme incapaz de conciliarlo de manera natural.

Conjeturar es el verbo.

La ceniza y el polvo terminan por confundirse. Acaso terminan enamorados.

Los perros jamás especulan.

Es posible generar objetos a partir de la dispersión. La obra de Walter Benjamin lo prueba.

Escribir sobre Aldous Huxley.

Vittore Carpaccio y su San Jorge y el dragón.

Ya me pasa que no recuerdo haber escrito tal o cual línea.

Referir que una persona es un escritor “tardío” implica haber resuelto la naturaleza del tiempo. Deslealtades de las cronologías.

El vuelo de un pájaro me sugirió la forma de un libro.

Todo me admira y me consterna. Todo se nos fuga de las manos.

Tiendo a pensar que un matemático es mejor poeta.

El lenguaje colisiona a partir de categorías que determinan nuestro día a día.

Toda ruptura deriva hacia otra confluencia.

La relación con los libros se construye. No difieren de una persona.

Leibnitz fue acusado de plagio. Nadie se salva.

Las grandes ideas subsisten a través de los discípulos.

“Los síntomas son restos de ideas traumáticas”, leo.

Hay sabiduría en el niño, qué duda cabe.

Prometí una nota sobre José Luis Borau y sólo conozco una de sus películas.

Escribí sobre César Aira para detectar qué tan cerca estamos en intención estética. Intuía la proximidad, pero el resultado fue un golpe de luz.

La Torre Gauss está en Dransfeld, Alemania.

Aún no se resuelve el enigma de los puentes de Königsberg.

La curiosidad es el combustible de los días.

He prometido más notas de las que puedo escribir. Me veo obligado a repetirme aunque no siento remordimientos.

Descubro la historia de las matemáticas como fuente de hipótesis y conjeturas. Algo similar a lo que encontró Borges en la historia de la filosofía.

Me reencuentro con la poesía visual, luego de considerarla un juego de palabras azarosas. La intento, incluso. Dibujar con palabras.

Avanzo con la lectura de mis libretas y, de pronto, encuentro una línea que me convence.

El timbre del teléfono ya me azora. Pierdo entereza y seguridad de mí mismo.

Hay días en que la elección de la corbata es el único placer del día. Así de tristes.

Extraño las motocicletas. Acelerar.

Se saturó mi correo electrónico y tuve que borrar miles de entradas del buzón. Ahí se fueron años de historia personal.

Un galerista me vende dos litografías de José Luis Cuevas sin certificado de autenticidad. No los compro.

He escrito mucho más libros de los publicados.

Antes de mis treinta y cinco años publiqué cuatro libros.

Me familiarizo con el tarot.

Arcano mayor.

Arcano menor.

Yo, de nuevo.

Lo más divertido de escribir libros es llegar a su título.

Aprender a escribir en cualquier entorno es una garantía de sobrevivencia.

¿La humildad es inherente al artista? Tiendo a pensar que no. Es atributo del santo.

En una libreta encuentro aquel “Preludio de París”: balance de la visita más reciente.

Atenienses y espartanos por todas partes.

Tardes con libros de poesía concreta.

Encuentro un detalle insólito en La tumba de Hutten de Caspar David Friederich, pero no lo comparto.

Hallo la palabra “economato”, que desconocía.

Deberíamos tener acceso a la amnesia y regresar a placer. Estamos muy limitados respecto de experiencias al límite. De ahí que todo nos sorprenda al grado del asombro.

Siempre que descubro algo llegó a la conclusión de que debí haber estudiado eso. No dura demasiado.

Me asumo melancólico. No es fácil. Colinda con la depresión permanente.

Exilio interior. Desarraigo.

Jean-Luc Godard interviene sus propias películas. Historia(s) de cine.

Semanas de locura. Apenas puedo escribir. Las palabras se alejan.

Retomo el interés en la poesía concreta.

Ceno un vaso con leche, únicamente.

Al fin llegó El libro de los pasajes de Walter Benjamin.

Se problematiza distinguir entre los diálogo que suceden en el sueño y en el mundo de la vigilia.

Compré un sombrero sin saber por qué.

Llegan libros y más libros a esta casa.

Se me van las horas del día en lograr que no le falte nada a la familia.

Películas de Pen-Ek Ratanaruang.

Intenté hojear el periódico y no pude terminarlo. La realidad se aleja.

Entusiasmo con la escritura conceptual. El desenfado es magnético. Asesinar a la expresión.

El misterio de la imagen no termina.

Me queda el cine como refugio para estos días negros.

Ahí sucede el enigma.

La palpitación.

Esto que no termina y obliga a la contención.

 

 

 

 

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