Presentamos, en versión del traductor nicaragüense Alain Pallais, algunos textos de la poeta norteamericana Sharon Olds (San Francisco, 1942). Ha recibido reconocimientos como el National Book Critics Circle Award 1984, el San Francisco Poetry Center Award 1980, el Premio T.S. Eliot 2012 y el Premio Pulitzer de poesía 2013 con su poemario titulado Stag’s Leap (El Salto del Ciervo).
El salto del ciervo
En ese instante
la ilustración en la etiqueta de nuestro tinto preferido
se asemeja a mi esposo, lanzándose hacia el precipicio
en su fervor por liberarse de mí.
Su piel es áspera y cómoda; su rostro
plácido, en trance, rumiante;
cada miembro de la fúrcula llega hasta sus ancas,
cada púa se extiende derecha, hacia arriba;
las ramas, modelos de su cerebro, arcaico,
indomable. Alinea su osamenta al alzar vuelo
desde la orilla del precipicio,
fabuloso. Cuando alguien se fuga,
mi corazón salta. Incluso cuando huyo de mí misma,
la mitad de mí está con quien se marcha.
Todo es callado, vacío cuando él se va.
Me siento un paisaje, una tierra sin forma.
Sauve qui peut —deja que se salven los que puedan.
Una vez vi un grabado en las astas de un gamo
donde alguien pequeño era crucificado.
Me siento su víctima, él parece la mía.
Me preocupa que las alargadas piernas del ciervo
se tuerzan al lanzarse. Oh mi pareja.
Fui ilusa de su fidelidad, como si fuera un halago
más que un estado parcial de sueño.
Y cuando escribí sobre él ¿Sintió que debía caminar
con mis libros apilados sobre su cabeza
para mejorar su postura, o con un marco de cuernos
como esos colgado frente al cazador
que se baja un trozo de carne de venado con sauvignon?
¡Oh salta, salta! ¡Cuidado con las rocas!
¿Acaso el antiguo voto debe desearle felicidad
en su nueva vida, incluso gozo sexual?
Temo que sí, al inicio,
cuando aun no pueda diferenciarnos.
Bajo su velludo vientre, a lo lejos,
se observan las motas alineadas del viñedo,
sus vides sin reventar, sus raíces limpias,
sus botellas crecen en los extremos de sus cerbatanas
tal oscuros, frescos, vacilantes gemidos.
Nota del traductor: El término “to go stag” en inglés se usa para explicar que alguien va solo a un evento social al que se asiste normalmente en pareja. Inicialmente se usaba en hombres, ahora también es común usarlo en mujeres. He prefers to go stag to the parties. Él prefiere ir solo a las fiestas.
Stag’s leap
Then the drawing on the label of our favorite red wine
looks like my husband, casting himself off a
cliff in his fervor to get free of me.
His fur is rough and cozy, his face
placid, tranced, ruminant,
the bough of each furculum reaches back
to his haunches, each tine of it grows straight up
and branches, like a model of his brain, archaic,
unwieldy. He bears its bony tray
level as he soars from the precipice edge,
dreamy. When anyone escapes, my heart
leaps up. Even when it’s I who am escaped from,
I am half on the side of the leaver. It’s so quiet,
and empty, when he’s left. I feel like a landscape,
a ground without a figure. Sauve
qui peut —let those who can save themselves
save themselves. Once I saw a drypoint of someone
tiny being crucified
on a fallow deer’s antlers. I feel like his victim,
and he seems my victim, I worry that the outstretched
legs on the hart are bent the wrong way as he
throws himself off. Oh my mate. I was vain of his
faithfulness, as if it was
a compliment, rather than a state
of partial sleep. And when I wrote about him, did he
feel he had to walk around
carrying my books on his head like a stack of
posture volumes, or the rack of horns
hung where a hunter washes the venison
down with the sauvignon? Oh leap,
leap! Careful of the rocks! Does the old
vow have to wish him happiness
in his new life, even sexual
joy? I fear so, at first, when I still
can’t tell us apart. Below his shaggy
belly, in the distance, lie the even dots
of a vineyard, its vines not blasted, its roots
clean, its bottles growing at the ends of their
blowpipes as dark, green, wavering groans.
Amor
Habría imaginado que era algo que sentíamos.
Habría asegurado que fue eso lo que sentimos
ese día, en la capital
de su juvenil provincia—cómo no podríamos
haberlo sentido, en nuestra cama de hotel,
entre gritos por esas verdes cuchillas del pasto.
Luego, débiles rodillas,
pensé que lo sentía cuando me pregunté
si le importaría adentrarse en el pueblo por su cuenta.
Sabía que allá encontraría pena, senderos,
el aislamiento de un niño tallado en el desgastado marfil.
Quién nos arrastraría hacia la cama una segunda vez ese día,
Quién recibiría-daría ese beso sin detenerse
hasta gritar—fui yo, señor, fui yo, mi señora,
pero pensé que todo lo habíamos hecho
ante los ojos del amor. Así que solo
se internó en la infancia de muertes,
en heladas aguas, mientras yo entre ronroneos
me recostaba en aquella cama de peonías.
La habitación fue el puente de mando en un barco,
ventanas asomándose al puerto,
a través del grueso y fino cristal groenlandés,
contemplé la ciudad portuaria,
enrollé, serpenteé, luego lancé
un lento latigazo con la mayor felicidad de mi cola,
dejé que entrara en la fría bruma,
me recosté luego me estiré
sobre la maldita camilla del amor.
Lo dejé a la deriva en los encantados laberintos de sal.
Esperaba que donde sea que estuviéramos,
nuestro amor fuera duradero—
hasta en nuestra separación y soledad, enamorados
—incluso ese témpano apenas afuera de la boca,
el blanco jade, su palidez, su inclinación,
le pertenecían al amor, igualmente nosotros.
Así lo hubiéramos afirmado.
Sus hendiduras internas se desvanecieron, se opacaron,
se tiñeron de violeta y dorado, mientras pasaba la tarde,
y hubo plumas que preservó y anidó en su interior,
quizá el cordón de una bota, medio cascarón de charrán,
un zapatito de bebé, el pececillo del amor
tal euforia permanente en las entrañas.
Love
I had thought it was something we were in. I had thought we were
in it that day, in the capital
of his early province —how could we
have not been in it, in our hotel room, in the
cries through the green grass-blade. Then, knees
weak. I thought I was in it when I said
would he mind going out into the town on his own.
I knew there was sorrow there, byways, worn
scrimshaw of a child’s isolateness.
And who had pulled us down on the bed for the
second time that day, who had
given-taken the kiss that would not
stop till the cry —it was I, sir, it was I,
my lady, but I thought that all we did
was done in love’s sight. So he went out by himself
into the boyhood place of deaths
and icy waters, and I lay in that bowl-of-
cream bed purring. The room was like the bridge of a
ship, windows angled out over the harbor —
through thick, smooth Greenland glass I
saw the port city, I curled and sinuous’d
and slow-flicked my most happy tail, and
further into cold fog
I let him go, I lay and stretched on love’s
fucking stretcher, and let him wander on his
own the haunt salt mazes. I thought
wherever we were, we were in lasting love —
even in our separateness and
loneliness, in love —even the
iceberg just outside the mouth, its
pallid, tilting, jade-white
was love’s, as we were. We had said so. And its inner
cleavings went translucent and opaque,
violet and golden, as the afternoon passed, and there were
feathers of birds inside it preserved, and
nest-down and maybe a bootlace,
even a tern half shell, a baby shoe, love’s
tiny dory as if permanent
inside the bright overcast.
Inmencionable
Hoy observo al amor
de otra manera, hoy sé que no
poso bajo su luz. Le pregunto a mi
casi-ya-no-más esposo qué se siente cuando
no se ama, pero no quiere hablar al respecto,
desea tranquilidad en este final.
A veces siento que ya
no estoy allí—para posarle en ese paisaje
de treinta años, ni a las campiñas del amor.
Siento una invisibilidad,
neutrón en la oscura cámara sepultada en el acelerador
de una milla, donde lo que no se ve
es inferido por lo visibles.
Cuando suena la alarma
lo acaricio, mi mano se piensa cantarina
que se entona con su cuerpo,
tal fuera su piel quien alcanza su nota más alta,
tenor de altas vértebras,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero preguntarle, ahora,
Qué se sentías cuando me amabas,
—cuando me observabas ¿Qué percibías?
Cuando me amaba contemplaba el mundo
desde el interior de una profunda morada
tal pozo o madriguera. Al medio día
alzaría su mirada para contemplar el brillo de Orión
—cuando pensé que me amaba, cuando creí
que duraríamos unidos más que un suspiro,
por un continuo instante,
dulce de fémur y piedra,
la solidez. No muestra ira, tampoco yo,
pero en destellos de humor
todo es cortesía y horror.
Un minuto ha pasado, pregunto,
¿Todo esto tiene que ver con ella?
Él responde, No, tiene que ver contigo,
a ella no debemos mencionarla.
Unspeakable
Now I come to look at love
in a new way, now that I know I am not
standing in its light. I want to ask my
almost-no-longer husband what it’s like to not
love, but he doesn’t want to talk about it,
he wants a stillness at the end of it.
And sometimes I feel as if, already,
I am not here—to stand in his thirty-year
sight, and not in love’s sight,
I feel an invisibility
like a neutron in a cloud chamber buried in a mile-long
accelerator, where what cannot
be seen is inferred by what the visible
does. After the alarm goes off,
I stroke him, my hand feels like a singer
who sings along him, as if it is
his flesh that’s singing, in its full range,
tenor of the higher vertebrae,
baritone, bass, contrabass.
I want to say to him, now, What
was it like, to love me—when you looked at me,
what did you see? When he loved me, I looked
out at the world as if from inside
a profound dwelling, like a burrow, or a well, I’d gaze
up, at noon, and see Orion
shining—when I thought he loved me, when I thought
we were joined not just for breath’s time,
but for the long continuance,
the hard candies of femur and stone,
the fastnesses. He shows no anger,
I show no anger but in flashes of humor,
all is courtesy and horror. And after
the first minute, when I say, Is this about
her, and he says, No, it’s about
you, we do not speak of her.
Locos
Habría dicho que él y yo estábamos locos
el uno por el otro, pero quizá mi ex y yo no lo estábamos.
Más bien estábamos cuerdos el uno por el otro,
como si nuestra pasión no fuera personal—
sí lo era, pero eso poco importaba, pues al parecer
no existía otra mujer u otro hombre en el mundo.
Quizá fue un matrimonio planeado,
aire, agua y tierra, nos habrían diseñado
el uno para el otro—y el fuego,
un fuego de placer tal agradable violencia.
Ingresar juntos a esas bóvedas,
tal solemne o risueña pareja con paso formal
o pelo retorcido y luego el llanto,
evocaban de la tierra y la luna sus senderos
inevitables, e incluso, de alguna forma,
tímidos—juntos contenidos en una timidez,
semejantes en ella. Pero quizá era que
estaba loca por él—En verdad vi esa luz
alrededor de su cabeza cuando llegué después de él
al restaurante—oh por el amor de Dios,
estaba perdidamente enamorada. Mientras los planetas
orbitaban entre sí, llegó la mañana y luego la noche.
Quizá lo que sentía por mí era incondicional,
afecto y confianza temporal, sin romance,
con cariño—cariño mortal. Lo nuestro no fue una tragedia,
fue la comedia del ideal y del error
revelada a fuego lento.
Cuánta precisión de movimiento se requiere
para que los cuerpos viajen por el cielo
a gran velocidad, por tanto tiempo, sin herirse uno al otro.
Crazy
I’ve said that he and I had been crazy
for each other, but maybe my ex and I were not
crazy for each other. Maybe we
were sane for each other, as if our desire
was almost not even personal—
it was personal, but that hardly mattered, since there
seemed to be no other woman
or man in the world. Maybe it was
an arranged marriage, air and water and
earth had planned us for each other—and fire,
a fire of pleasure like a violence
of kindness. To enter those vaults together, like a
solemn or laughing couple in formal
step or writhing hair and cry, seemed to
me like the earth’s and moon’s paths,
inevitable, and even, in a way,
shy—enclosed in a shyness together,
equal in it. But maybe I
was crazy about him—it is true that I saw
the light around his head when I’d arrive second
at a restaurant—oh for God’s sake,
I was besotted with him. Meanwhile the planets
orbited each other, the morning and the evening
came. And maybe what he had for me
was unconditional, temporary
affection and trust, without romance,
though with fondness—with mortal fondness. There was no
tragedy, for us, there was
the slow-revealed comedy
of ideal and error. With precision of action
it had taken, for the bodies to hurtle through
the sky for so long without harming each other.
La playa
Y cuando me acercaba al océano
por primera vez después de nuestra separación—
semejante al sitio donde una mortinata bata acuosa
se extiende sobre la pulverizada roca—
ese mes, cada año, regresa, primero nadaríamos,
luego volveríamos a la cama, al campo de algas marinas,
el verde cabello de nuestros cráneos,
de esa esencia ósea, vertiéndose sobre ellos mismos.
Fuimos una playa—dos elementos rozándose,
soñando con la creencia de conocernos uno al otro,
uno demasiado cazador, el otro muy opuesto al cariño,
al misterio del verano, atraído por el reservado luto.
Su primer compañero fue un pequeño husky,
se ahogó, con el humo de un incendio. Una vez,
alguien le pidió, que lo viera
desde el punto de vista de las llamas,
su rostro se suavizó, y exclamó, Delicioso.
Espero que algún día piense lo mismo de mí.
Semanas antes de su partida
me habría recostado por un rato sobre él, tal fuera ligera,
tras los últimos fallecimientos atroces del mundo,
como si la soledad hubiera arribado por tierra a su playa,
al malecón, al arrecife, a la fosa oceánica,
y luego se hubiera hundido al parecer
hasta un lecho del cual nunca saldría.
Hay elementos que lo protegen,
incluso aquellos a quienes amamos, ambos o individualmente.
La física, autora de nuestra muerte, nos espera.
Brújula, nos hundimos en el tesoro del mar
hacia esos ojos en acecho. Siempre hemos estado retrocediendo,
desde el nacimiento, retrocediendo a la ausencia de vida.
Haciendo esto —esto— con él,
sentí que compartía una dignidad,
la dulzura inhumana de sus hermanas y hermanos
el ballenato del témpano, la hormiga de nieve,
la torre del faro, los albatros, ese
quien una vez fuera de su concha,
se eleva, para nunca descender.
The shore
And when I was nearing the ocean, for the first
time since we’d parted—
approaching the place where the liquid stillborn
robe pulls along pulverized boulder—
that month, each year, came back, when we’d swim,
first thing, then go back to bed, to the kelp-field, our
green hair pouring into each other’s green
hair of skull and crux bone. We were like
a shore, I thought—two elements, touching
each other, dozing in the faith that we were
knowing each other, one of us
maybe a little too much a hunter,
the other a little too polar of affection,
polar of summer mysteriousness,
magnetic in reticent mourning. His first
mate was a husky pup, who died,
from the smoke, in a fire. Someone asked him,
once, to think from the point of view
of the flames, and his face relaxed, and he said,
Delicious. I hope he can come to think
of me like that. The weeks before he left,
I’d lie on him, as if not heavy,
for a minute, after the last ferocious
ends of the world, as if loneliness had come
overland to its foreshore, breaker,
shelf, trench, and then had fallen down to where
it seemed it could not be recovered from. Elements,
protect him, and those we love, whether we both
love them or not. Physics, author of our
death, stand by us. Compass, we are sinking
down through sea-purse toward eyes on stalks.
We have always been going back, since birth,
back toward not being alive. Doing it—
it—with him, I felt I shared
a dignity, an inhuman sweetness
of his sisters and brothers the iceberg calf,
the snow ant, the lighthouse rook,
the albatross, who once it breaks out of the
shell, does not set down again.
A última hora
De pronto, a última hora
antes de llevarme al aeropuerto, se puso de pie,
chocando contra la mesa, dio un paso hacia mí,
como personaje en una antigua película de ciencia ficción
se inclinó, abrió un brazo tocando mi pecho,
trató de abrazarme,
me puse de pie y tropezamos,
allí estuvimos, en torno a nuestro núcleo,
su ronco llanto de temor a la mitad,
al final de nuestras vidas. Rápidamente,
lo más grave había concluido, entonces pude consolarlo
sosteniendo por detrás su corazón
y acariciándolo por delante.
Continuará con su típica vida,
pues lo que le ataba a su corazón —lo que nos ligaba—
ahora yace sobre nosotros, nos rodea
el agua marina, herrumbre, esa luz, élitros,
los eternos ricitos de eros
enderezados a golpes.
The last hour
Suddenly, the last hour
before he took me to the airport, he stood up,
bumping the table, and took a step
toward me, and like a figure of an early
science fiction movie he leaned
forward and down, and opened an army,
knocking my breast, and he tried to take some
hold of me, I stood and we stumbled,
and then we stood, around our core, his
hoarse cry of awe, at the center,
at the end, of our life. Quickly, then,
the worst was over, I could comfort him,
holding his heart in place from the back
and smoothing it from the front, his own
life continuing, and what had
bounding him, around his heart —and bound him
to me— now laying on and around us,
sea-water, rust, light, shards,
the little eternal curls of eros
beaten out straight.
El caballete
Cuando enciendo una fogata, me siento útil—
orgullosa desenrosco las tuercas de oxidados pernos,
desarmo una de las cosas que mi ex dejó
cuando se fue marchando. Y pongo
esos angostos y pulidos ángulos de maple
sobre las astillas, alimentando una corriente de aire ascendente —
qué bien. Se me prendió la llama y entonces pude verme:
incendiando su viejo caballete. Cómo es posible,
después de horas y horas—en total, quizá fueron semanas,
un mes de inmovilidad—modelándole,
nuestros primeros años,
el aroma del acrílico, el estiramiento del lienzo.
Ahora incendio su abandonada obra,
fue él quien hizo de nuestra familia, desnuda,
una forma de arte. Qué si alguien, hace treinta años,
me hubiera dicho: Si renuncias ahora
al deseo de ser artista, él te amará toda la vida—
¿qué habría dicho? Ni siquiera poseía un arte,
pues este brotaría de nuestra vida familiar—
qué podría haber dicho: nada me detendrá.
The easel
When I build a fire, I feel purposeful—
proud I can unscrew the wing nuts
from off the rusted bolts dis-
assembling one of the things my ex
left behind when he left right left. And laying its
narrow, polished, maple angles
across the kindling, providing for updraft—
good. Then by flame-light I see: I am burning
his old easel. How can that be,
after the hours and hours—all told, maybe
weeks, a month of stillness—modeling
for him, our first years together,
odor of acrylic, stretch of treated
canvas. I am burning his left-behind craft,
he who was the first to turn
our family, naked, into arts.
What if someone had told me, thirty
years ago: if you give up, now,
wanting to be an artist, he might
love you all your life—what would I
have said? I didn’t even have an art,
it would come from out of our family’s life—
what could I have said: nothing will stop me.
Lo peor
A un lado de la autopista, áridas colinas.
Al otro, a lo lejos, restos de la marea,
estuarios, la bahía, el cuello del océano.
No lo hubiera descrito con palabras,
pues—fue lo peor, pensé que podría decirlo,
si lo hacía palabra por palabra. Mi amigo conducía,
el nivel del mar, colinas costeras, los valles,
estribaciones, montañas—la pendiente, para ambos,
de nuestros primeros años. Habría dicho hoy
que poco me importaba, ese dolor,
lo que me importaba era—decir que había
un dios—del amor—y habría dado—hubiera querido
dar—mi vida—por esto—y yo,
fracasé, bien pude sólo sufrir por aquello—
pero ¿qué, si yo,
le había hecho daño, al amor? Lo grité con fuerzas,
y en mis gafas el agua salada se acumuló, casi
adorable, pero luego, lo mencionaron,
fue lo peor—ya una vez mencionado,
supe que no había dios (del amor), sólo había
gente. Y mi amigo se estiró,
hasta donde mis puños se apretaban,
y con el revés de su mano los acarició, por un segundo,
con torpeza, con cortesía
no la de eros, con amabilidad improvisada.
The worst thing
One side of the highway, the waterless hills.
The other, in the distance, the tidal wastes,
estuaries, bay, throat
of the ocean. I had not put it into
words, yet—the worst thing,
but I thought that I could say it, if I said it
word by word. My friend was driving,
sea-level, coastal hills, valley,
foothills, mountains—the slope, for both,
of our earliest years. I had been saying
that it hardly mattered to me now, the pain,
what I minded was—say there was
a god—of love—and I’d given—I had meant
to give—my life—to it—and I
had failed, well I could just suffer for that—
but what, if I,
had harmed, love? I howled this out,
and on my glasses the salt water pooled, almost
sweet to me, then, because it was named,
the worst thing—and once it was named,
I knew there was no god of love, there were only
people. And my friend reached over,
to where my fists clutched each other,
and the back of his hand rubbed them, a second,
with clumsiness, with the courtesy
of no eros, the homemade kindness.
Datos vitales
Sharon Olds (1942). Poeta estadounidense nacida en San Francisco, California. Ha sido recipiente de reconocimientos como: National Book Critics Circle Award 1984, San Francisco Poetry Center Award 1980, Premio T.S. Eliot 2012 y el Premio Pulitzer de poesía 2013 con su poemario titulado Stag’s Leap (El Salto del Ciervo). En el año 2005, la Primera Dama Laura Bush invitó a Olds al Festival Nacional del Libro en Washington, D.C. Olds escribió a Laura Bush una carta abierta publicada el 10 de octubre de 2005, en The Nation, donde Olds le dice a Bush: Muchísimos estadounidenses que sintieron orgullo por nuestro país, ahora sienten angustia y vergüenza, por este régimen vigente de sangre, heridas y fuego. Pienso en el lino limpio de tu mesa, los cuchillos brillantes y las llamas de las velas, y no podría digerirlo La poesía de Olds se caracteriza por ser confesional. Sin embargo, en El Salto del Ciervo va más allá y devela una lucha íntima entre el amor, el sexo, la libertad, el dolor, la memoria contra los atávicos votos del matrimonio el cual se deshace después de treinta y dos años. A continuación les presentamos, en versión de Alain Pallais, algunos textos extraídos del poemario ganador del Pulitzer.