Presentamos una muestra de la obra de la poeta Amalia Bautista (Madrid, 1962). Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Ha publicado Cárcel de amor (Renacimiento, Sevilla, 1988), La mujer de Lot y otros poemas (Llama de amor viva, Málaga, 1995), Cuéntamelo otra vez (La Veleta, Granada, 1999), La casa de la niebla. Antología (1985-2001), (Universitat de les Illes Balears, 2002), Hilos de seda (Renacimiento, Sevilla, 2003), Estoy ausente (Pre-Textos, Valencia, 2004), Pecados, en colaboración con Alberto Porlan (El Gaviero, Almería, 2005), Tres deseos. Poesía reunida (Renacimiento, Sevilla, 2006), Luz del mediodía. Antología poética (Universidad de las Américas, Puebla, México, 2007), Roto Madrid, con fotografías de José del Río Mons (Renacimiento, Sevilla, 2008), Falsa pimienta (Renacimiento, Sevilla, 2013) y Estou ausente (Averno, Lisboa, 2013). Poemas suyos han aparecido en antologías como Una generación para Litoral (Litoral, Málaga, 1988), Poesia espanhola de agora (Relógio d’agua, Lisboa, 1997), Ellas tienen la palabra (Hiperión, Madrid, 1997), La poesía y el mar (Visor, Madrid, 1998), Raíz de amor (Alfaguara, Madrid, 1999), La generación del 99 (Nobel, Oviedo, 1999), Un siglo de sonetos en español (Hiperión, Madrid, 2000), Con gioia e con tormento. Poesie autografe (Raffaelli Editore, Rimini, 2006), Cambio de Siglo. Antología de poesía española 1990-2007 (Hiperión, Madrid, 2007) y Las moradas del verbo. Poetas españoles de la democracia (Calambur, Madrid, 2010). Ha sido traducida al italiano, portugués, ruso y árabe.
HE SOÑADO LA CASA DE MI INFANCIA
He soñado la casa de mi infancia,
la galería, el vértigo del patio,
la escalera gastada, el pasamanos.
Me he visto ahora, con mis hijas,
enseñándoles cómo se podía
vivir en los espacios
que ellas sentían tan extraños.
Cómo cantar o saltar a la comba,
o cómo merendar con los abuelos,
o cómo, en la ventana,
esperar que mi padre volviera del trabajo.
Y allí estaban aquellos, los fantasmas
que antes de serlo fueron esa vida
y mi vida. Se acercan, me preguntan
cómo va todo. Y yo digo que bien,
miento y no les engaño, ellos saben
quién me quiere y quién no. Mis hijas miran
con esos ojos que son mundos plenos.
No entienden casi nada. Yo tampoco.
Salimos del portal, la nube se desgaja,
mis fantasmas siguen allí, sonríen.
Desde lejos me abrigan con su sombra.
JINETE DE TIOVIVO
Aún no lo sabe, pero ya lo intuye:
la vida que le toca no es la vida
que quiere que le toque. Todavía
algunas noches sueña que es posible
esa otra vida donde todo es cierto,
y hay que ser muy valiente o muy cobarde
para aguantarlo. Luego se despierta
y suspira con decepción y alivio.
Siempre serán los ruidos, no la música,
y las luces que nunca son la luz,
el humo y no las nubes, y los parques
en lugar de los bosques. Y el camino,
circular y maldito, sobre asfalto
donde no dejar huella de su paso,
en lugar de praderas o desiertos
donde perderse galopando en contra
del viento y a favor de la inocencia.
LA REINA MAB
Tú, que no me preguntas dónde vivo,
mereces la respuesta más que nadie:
no hace falta buscarme en lo profundo
del bosque, ni a la orilla de algún lago
donde flotan cadáveres hinchados,
ni en las húmedas grutas, ni en las cumbres
donde hay flores de azúcar o de hielo.
Estaré donde quieras contemplarme
por detrás de tus párpados cerrados.
Allá donde tus ojos me den alas.
EL PUENTE
Si me dicen que estás al otro lado
de un puente, por extraño que parezca
que estés al otro lado y que me esperes,
yo cruzaré ese puente.
Dime cuál es el puente que separa
tu vida de la mía,
en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
en qué mundo sin luz está ese puente,
y yo lo cruzaré.
LINDES
Quizá no supe verlo entonces.
Lo importante es que tú estabas allí
y yo contigo. Y éramos felices.
No importaba la meta ni el camino,
tampoco el sol, que fue la luz y el látigo
en aquella jornada.
No importaba el sudor, la sed, los pasos
cada vez más cansados y más torpes.
Y tampoco importaba si el trayecto
era de ida o de vuelta.
Ni siquiera el paisaje era importante,
ni la tierra naranja, ni el verde de los pinos,
ni el mar turquesa, ni las piedras grises
de lindes y defensas milenarias.
IDA Y VUELTA
Cuando nos dirigimos al amor
todos vamos ardiendo.
Llevamos amapolas en los labios
y una chispa de fuego en la mirada.
Sentimos que la sangre
nos golpea las sienes, las ingles, las muñecas.
Damos y recibimos rosas rojas
y rojo es el espejo de la alcoba en penumbra.
Cuando volvemos del amor, marchitos,
rechazados, culpables
o simplemente absurdos,
regresamos muy pálidos, muy fríos.
Con los ojos en blanco, más canas y la cifra
de leucocitos por las nubes,
somos un esqueleto y su derrota.
Pero seguimos yendo.