En el marco del dossier de poesía de Lituania preparado y traducido por Dovile Kuzminskaite, en colaboración con María Sebastià-Sáez, presentamos la poesía de Julius Keleras (Vilnius, 1961). Es poeta, fotógrafo, escribe teatro y literatura infantil. Estudió en el Instituto de Música de J. Tallat-Kelpša, luego se graduó en la Universidad de Vilnius y continuó sus estudios haciendo una maestría en Liberal Arts en Chicago. Trabajo como profesor en la Universidad de Vilnius y editor en el Estudio de Cine Lituano. Durante 1992–1995 trabajó como traductor en la editorial Lumen/Logos, desde 1995 hasta 2001 fue el editor principal del semanal “Darbininkas” en Nueva York. De 1996–2000 fue representante de Lituania en el congreso internacional PEN. Es miembro de la unión de escritores de Lituania y de la asociación de fotógrafos de Lituania. Se le ha otorgado la beca del Baltic Centre for Writers and Translator’s de Suecia. Publicó 14 poemarios. Su poesía ha sido traducida al portugués, ruso, eslovaco, húngaro, búlgaro, inglés, sueco, polaco, letón, georgiano, checo, italiano, maltés, español, alemán y japonés.
foto: John Silver
de memoria
alguna vez te llevaré de vuelta a la ciudad donde siguen rompiéndose
los espejos recordándonos a nosotros, donde en las ruinas
todavía descansan las sábanas dispersas, vacías,
donde las veletas ya no chirrían, pero al poner la oreja
contra la pared quizás escucharas en el cuarto cerrado de alguien
un ventilador oxidado que sigue girando sin ganas,
allí donde alguien, acurrucado en el sofá, envuelto en la manta
todavía ve Joe el Kolaloca y ríe, chupando los caramelos agridulces
uno tras otro, esa no eres tú, tú doblabas las piernas con más elegancia,
donde en el alfeizar, detrás de las cortinas, dormita un ficus,
nevado por el polvo cansado, que mira como aletea
el velo de encaje, la vista detrás del río, las puertas del balcón entreabiertas,
donde yo no estoy, no estaré, ni siquiera parado aquí, en la adolescencia,
al lado de una ventana abierta, pero de eso no me enteraré, creyendo
que eres tú quien toca mi frente cuando tengo fiebre,
alguna vez te llevaré desde la memoria a la ciudad,
como a veces del rescate adoptan a un niño
y este, mira a ver, echa raíces
al alcanzar los labios
todavía me interesa la música
de la helada, la realidad de la nieve mugrienta,
un instante cerrado, impenetrable,
cuando un cuerpo empieza
a arrimarse a otro cuerpo
cuando un río empieza a adentrarse en otro río,
sin intentar desnudarse,
de pronto sumergiéndose en otra dimensión,
posiblemente hasta en una humilde
Arcadia de infancia,
posiblemente eso ni siquiera es un río,
ni un movimiento, ni forma, es una prenda de ropa,
cubriendo a ellos dos emergiendo
bajo un cerezo con ramas extrañamente abiertas, eso ni siquiera
es un cerezo, se parece más a la sombra del ángel de la guarda,
posiblemente, eso es un sentir, al quemarse
por primera vez una mano, por primera vez rozarse
la rodilla, por primera vez ver, cómo una persona muerta
no habla, no se levanta y no se sienta
a nuestro lado
posiblemente vale la pena una vez más en la mente
deshacer el reloj regalado por la madrina en una foto vieja
para experimentar
cómo tiemblan las rodillas
cuando los labios alcanzan
los labios
preludio
el camino en el horizonte está coronado
y los ojos cansados ya no ven la muerte
lentamente volando
sobre la villa
a mediodía
el corazón blanco del mundo
para
y no sabe hacia dónde girar
al cielo debajo de los cerezos
o al bosque sombrío
con las amapolas corriendo
hacia el otoño
ars amandi
tranquilamente, silenciosamente ir estudiando,
aprender a amar la mesa, la silla
en la que estás sentado, el lápiz,
que puede convertirse en una estrella
si lo quisiera, claro
aprender a ir al compás de la polilla
sobre los libros, escuchando
a cada letra, incluso a aquella que se retrasa,
estudiar, incluso aprender
a decir a sí mismo: no tengo razón,
no fui capaz
de estudiar cómo consolar a mis pies
en el medio del charco, contestar a mi
silueta de la infancia saludando
desde balcón en la cuarta planta,
estudiar a rimarme a mí mismo con mi
propia vida, eso, como bien se sabe, es imposible
en tu boca
yo puedo cuidar a los moribundos,
hasta a los que te escupen
a la cara, hasta a los que
se llevan a sí mimos a los cementerios
de las loterías de un día,
pero hoy estoy allí,
donde tus labios son más bellos
que la muerte, y, no te enfades,
soy el eterno huesecito de cereza
en tu boca
Datos vitales
Julius Keleras (Vilnius, 1961). Es poeta, fotógrafo, escribe teatro y literatura infantil. Estudió en el Instituto de Música de J. Tallat-Kelpša, luego se graduó en la Universidad de Vilnius y continuó sus estudios haciendo una maestría en Liberal Arts en Chicago. Trabajo como profesor en la Universidad de Vilnius y editor en el Estudio de Cine Lituano. Durante 1992–1995 trabajó como traductor en la editorial Lumen/Logos, desde 1995 hasta 2001 fue el editor principal del semanal “Darbininkas” en Nueva York. De 1996–2000 fue representante de Lituania en el congreso internacional PEN. Es miembro de la unión de escritores de Lituania y de la asociación de fotógrafos de Lituania. Se le ha otorgado la beca del Baltic Centre for Writers and Translator’s de Suecia. Publicó 14 poemarios. Su poesía ha sido traducida al portugués, ruso, eslovaco, húngaro, búlgaro, inglés, sueco, polaco, letón, georgiano, checo, italiano, maltés, español, alemán y japonés. Participó en varios festivales de poesía en Bielorrusia, Colombia, Varsovia, Moscú, Riga, Eslovenia, Suecia, Helsinki. Ha sido galardonado con diversos premios, siendo los más recientes de ellos: en 2013 el premio del alcalde de Vilnius por los poemas dedicados a Vilnius en el poemario Vilniaus šaligatviai (´Las aceras de Vilnius´), en 2014 recibió el premio Jonas Aistis por el poemario Vėliau, gerokai vėliau (´Tarde, mucho más tarde´), en 2016 se le otorgó primer premio en el concurso de haiku Valtys kopose (´Barcas en las dunas´).