En el prólogo de The Best American Poetry 2017, David Lehman, editor de la serie, habla, entre otras cosas, de la sorprendente y polémica entrega del Nobel de Literatura a Bob Dylan. Menciona que “entusiastas honran la manera cómo Dylan ingresó y modificó la cultura. Cómo sus frases han quedado viviendo en el aire…”. Por otro lado, “se dice que Dylan no requería ese premio, que solo es como cualquier otro viejo hombre blanco, que es arrogante, que él solo compone canciones no poemas o que es ‘a lo más’ como un observador insatisfecho lo puso, ‘un pretencioso poeta con su cuaderno de preparatoria’—en otras palabras, que no es un poeta del todo.” Natasha Trethewey, editora invitada, en su selección incluye autores con un sitio en la literatura estadounidense, así como poetas que han demostrado un buen comienzo. A continuación ofrecemos una breve selección vertida al español por el poeta y traductor Alain Pallais.
John Ashbery
Conmoción de las aves
Viajamos a lo largo del siglo diecisiete.
La última parte es admirable, mucho más moderna
que la primera. Ahora tenemos la Comedia de la Restauración.
Webster, Shakespeare y Corneille fueron geniales
para su época pero no tan modernos,
un avance en el siglo dieciséis
de Enrique VIII, Lassus y Petrus Christus, que, paradójicamente,
parecen más modernos que sus sucesores inmediatos,
Tyndale, Moroni y Luca Marenzio entre otros.
A menudo se trata de aparentar en lugar de ser moderno.
Aparentar es casi tan bueno como serlo, a veces,
y ocasionalmente igual de bueno. Si se pudiera ser mejor
es una pregunta para filósofos
y otros de su clase, que saben cosas
de una manera que otros no, aunque estas cosas
casi siempre son esas mismas que ya sabemos.
Sabemos, por ejemplo, cómo Carissimi influyó en Charpentier,
deliberadas proposiciones con una curva al final
que devuelve las cosas al principio, solo que un poco
más arriba. Ese artificio cíclico es italiano,
importado a la corte de Francia y al inicio despreciado,
luego aceptado sin dar crédito alguno
a su origen, como costumbran los franceses.
Es posible que reconozcan
su nueva apariencia—algo que podría suceder
en siglos futuros, cuando historiadores
profesen que todo sucedió naturalmente, como resultado de la historia.
(El barroco a su manera arremete contra nosotros
cuando pensamos que ya había sido archivado para siempre.
El clásico lo ignora, o no le importa demasiado.
Tiene otros asuntos en mente.)
Aun así, hacemos bien al llevarlo con nosotros
esperando con impaciencia al modernismo, cuando
todo saldría bien, de alguna manera.
Mientras, lo mejor es satisfacer nuestros gustos
en lo que les plazca: este zapato,
esa correa, parecerán muy útil ese día
que la razonada presencia del modernismo se instale
a nuestro alrededor, como los restos de una construcción.
Está bien ser moderno si puedes soportarlo.
Es como ser olvidado bajo la lluvia para luego
comprender que siempre fuiste así: moderno,
mojado, abandonado, pero con esa intuición particular
que te convence de no estar destinado a ser
alguien más, para quien los fabricantes
del modernismo pasan inspección
mientras se marchitan y desvanecen frente a la mirada del presente.
publicado en Harper’s
Commotion of the Birds
We’re moving right along through the seventeenth century.
The latter part is fine, much more modern
than the earlier part. Now we have a Restoration Comedy.
Webster and Shakespeare and Corneille were fine
for their time but not modern enough,
though an improvement over the sixteenth century
of Henry VIII, Lassus and Petrus Christus, who, paradoxically,
seem more modern than their immediate successors,
Tyndale, Moroni, and Luca Marenzio among them.
Often it’s a question of seeming rather than being modern.
Seeming is almost as good as being, sometimes,
and occasionally just as good. Whether it can ever be better
is a question best left to philosophers
and others their ilk, who know things
in a way others cannot, even though the things
are often almost the same as the things we know.
We know, for instance, how Carissimi influenced Charpentier,
measured propositions with a loop at the end of them
that brings things back to the beginning, only a little
higher up. The loop is Italian,
imported to the court of France and first despised,
then accepted without any acknowledgement of where
it came from, as the French are wont to do.
It may be that some recognize it
in its new guise-that can be put off
till another century, when historians
will claim it all happened normally, as a result of history.
(The baroque has a way of tumbling out at us
when we thought it had been safely stowed away.
The classical ignores it, or doesn’t mind too much.
It has other things on its mind, of lesser import,
it turns out.) Still, we are right to grow with it,
looking forward impatiently to modernism, when
everything will work out for the better, somehow.
Until then it’s better to indulge our tastes
in whatever feels right for them: this shoe,
that strap, will come to seem useful one day
when modernism’s thoughtful presence is installed
all around, like the remnants of a construction project.
It’s good to be modern if you can stand it.
It’s like being left out in the rain, and coming
to understand that you were always this way: modern,
wet, abandoned, though with that special intuition
that makes you realize you weren’t meant to be
somebody else, for whom the makers
of modernism will stand inspection
even as they wither and fade in today’s glare.
from Harper’s
Leonard Cohen
Haz tu camino
Ábrete camino por las ruinas del Altar y el Centro Comercial
Ábrete camino por las fábulas de la Creación y el Ocaso
Recorre los Palacios que crecen por encima de la podredumbre
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Idea tras idea
Guía tu corazón más allá de las Verdades que ayer creíste
Como la Bondad Esencial y la Sabiduría del Camino
Lleva tu corazón, tu adorado corazón, más allá de las mujeres que compraste
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Idea tras idea
Encáuzate por el dolor que es mucho más real que tú
Que ha destrozado el Modelo Cósmico, que ha cegado cada Visión
Y por favor no me hagas ir, aunque allí habite, o no, un Dios
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Idea tras idea
Muy quietas las heridas rocas susurran, descumbradas montañas lloran
Así como él murió para santificar al hombre, déjanos morir para hacer todo más fácil
Y repite el Mea Culpa, pues lo has olvidado poco a poco
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Idea tras idea
Haz tu camino, oh corazón mío, aunque yo no tenga derecho de implorar
Al que nunca estuvo a la altura de su misión
A quien sabe de su condena, a quien sabe que será fusilado
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Idea tras idea
publicado en The New Yorker
Nota del traductor: Cohen, en este poema, hace uso deliberado de las diferentes acepciones que un vocablo puede aceptar en una misma frase. Por tanto, el grado de exactitud en la traducción se ve comprometido.
Steer Your Way
Steer your way through the ruins of the Altar and the Mall
Steer your way through the fables of Creation and the Fall
Steer your way past the Palaces that rise above the rot
Year by year
Month by Month
Day by day
Thought by thought
Steer your heart past the Truth you believed in yesterday
Such as the fundamental Goodness and the Wisdom of the Way
Steer your heart, precious heart, past the women whom you bought
Year by Year
Month by month
Day by day
Thought by thought
Steer your path through the pain that is far more real than you
That has smashed the Cosmic Model, that has blinded every View
And please don’t make me go there, though there be a God or not
Year by year
Month by month
Day by day
Thought by thought
They whisper still, the injured stones, the blunted mountains weep
As he died to make men holy, let us die to make things cheap
And say the Mea Culpa, which you’ve gradually forgot
Year by year
Month by month
Day by day
Thought by thought
Steer your way, O my heart, though I have no right to ask
To the one who was never equal to the task
Who knows he’s been convicted, who knows he will be shot
Year by year
Month by month
Day by day
Thought by thought
from The New Yorker
Billy Collins
El presente
Mucho se ha dicho sobre vivir en el presente.
Es el sitio ideal, según los gurús,
el club más moderno en el céntrico escenario de la ciudad,
sin embargo, parece que nadie puede decirte cómo llegar.
No es algo deseable o incluso posible
despertar cada mañana y comenzar
a saltar de un segundo a otro
hasta caer exhausto sobre la cama.
Además, no existiría un pasado,
tantas escenas que saborear o lamentar,
tampoco habría un futuro, ese sitio donde morirás
no sin antes volar con una mochila-cohete.
El problema con el presente es
su constante estado de desaparición.
Le toma el mismo segundo que le lleva terminar
esta oración con un punto—ya pasó.
¿Y qué del instante que existe
entre el hecho de golpearte el pulgar
con un martillo y el de darte cuenta
del inmenso dolor que sientes?
¿Y del momento que transcurre
desde que escuchas el desenlace de un chiste
hasta que logras entenderlo?
¿Acaso es allí donde los sabios quieren que vivamos
en ese inoportuno tic, pequeña ranura
que se abre después que has pasado horas
buscando ese club moderno en el centro de la ciudad
justo antes de rendirte y debas regresar a casa?
publicado en New Ohio Review
The Present
Much has been said about being in the present.
It’s the place to be, according to the gurus,
like the latest club on the downtown scene,
but no one, it seems, is able to give you directions.
It doesn’t seem desirable or even possible
to wake up every morning and begin
leaping from one second into the next
until you fall exhausted back into bed.
Plus, there’d be no past,
so many scenes to savor and regret,
and no future, the place you will die
but not before flying around with a jet-pack.
The trouble with the present is
that it’s always in a state of vanishing.
Take the second it takes to end
this sentence with a period—already gone.
What about the moment that exists
between banging your thumb
with a hammer and realizing
you are in a whole lot of pain?
What about the one that occurs
after you hear the punch line
but before you get the joke?
Is that where the wise men want us to live
in that intervening tick, the tiny slot
that occurs after you have spent hours
searching downtown for that new club
and just before you give up and head back home?
from New Ohio Review
Carolyn Forché
El barquero
Éramos treintaiuna almas en total, dijo, sobre el gris enfermizo del mar
en un bote frío hecho de goma, subiendo y bajando en nuestra inmundicia.
Por la mañana esto no importaba, pues no había tierra a la vista,
estábamos empapados hasta los huesos, viviendo, pero muertos.
Aun podríamos ir flotando, dijimos, de guerra en guerra.
¿Qué hay tras nosotros sino ruinas de piedra apiladas sobre ruinas de piedra?
Una ciudad llamada “la madre de los pobres” rodeada de cultivos
de algodón y mijo, ciudad de joyeros y fabricantes de mantos,
con la iglesia más antigua de la Cristiandad y la Espada de Alá.
Si es que allí aun queda alguien, asegura, estaría completamente solo.
En Roma, a doscientos metros de la Piazza di Spagna,
hay un hotel con el distintivo de desayunar bajo
fotografías de estrellas de cine y el personal no se cansa de ayudarte.
Pero estoy hablando tonterías otra vez, como lo he hecho desde aquella noche
que sacamos a un niño, no era nuestro, del mar, iba a la deriva, bocabajo, con su
chaleco salvavidas, sus ojos arrancados por los peces o las aves que nos sobrevolaban.
Después de eso, Aleppo quedó hecha ceniza y en Raqqa cayó una lluvia
de volantes advirtiendo que nos fuéramos. Irnos, sí, pero ¿adónde?
Sobrevivimos a los estadounidenses, a los rusos y, otra vez, a los estadounidenses,
tantas mortíferas noches arrojadas desde las nubes, mañanas de asombro
al despertar de un fúnebre sueño, sin haber sido enterrado y viviendo
pero en un lugar inseguro. Irnos, sí, haremos caso a las volantes, pero ¿adónde?
¿Al mar para ser devorados, a las costas de Europa para ser enjaulados?
Al campamento miseria y al campamento permanezcan aquí. Te pregunto entonces, ¿adónde?
Me has dicho que eres poeta. Si es así, nuestro destino es el mismo.
Me encuentro ahora como el barquero, conduciendo un taxi en el fin del mundo.
Veré que llegues a salvo, amigo mío, te llevaré hasta allí.
publicado en Poetry
The Boatman
We were thirty-one souls all, he said, on the gray-sick of sea
in a cold rubber boat, rising and falling in our filth.
By morning this didn’t matter, no land was in sight,
all were soaked to the bone, living and dead.
We could still float, we said, from war to war.
What lay behind us but ruins of stone piled on ruins of stone?
City called “mother of the poor” surrounded by fields
of cotton and millet, city of jewelers and cloak-makers,
with the oldest church in Christendom and the Sword of Allah.
If anyone remains there now, he assures, they would be utterly alone.
There is a hotel named for it in Rome two hundred meters
from the Piazza di Spagna, where you can have breakfast under
the portraits of film stars. There the staff cannot do enough for you.
But I am talking nonsense again, as I have since that night
we fetched a child, not ours, from the sea, drifting face-
down in a life vest, its eyes taken by fish or the birds above us.
After that, Aleppo went up in smoke, and Raqqa came under a rain
of leaflets warning everyone to go. Leave, yes, but go where?
We lived through the Americans and Russians, through Americans
again, many nights of death from the clouds, mornings surprised
to be waking from the sleep of death, still unburied and alive
but with no safe place. Leave, yes, we obey the leaflets, but go where?
To the sea to be eaten, to the shores of Europe to be caged?
To camp misery and camp remain here. I ask you then, where?
You tell me you are a poet. If so, our destination is the same.
I find myself now the boatman, driving a taxi at the end of the world.
I will see that you arrive safely, my friend, I will get you there.
from Poetry
Yusef Komunyakaa
de El Último Bohemio de la Avenida A
Me entristece observar
en la cresta de los edificios
nombres desvanecidos,
estampas, números, letras
medio muertas, enmudecidos
tintes del pasado, lindes de vidas
decolorados rótulos descascarándose,
acentuadas firmas
hoy silenciadas y cien veces
aballadas a gris.
Los veo ir y venir, nuevos
rostros con interrogantes
y signos de dólar en sus ojos,
creyendo que aun pueden parir
una Inmaculada. Pero sé cuándo
el corazón es solo una enorme
boca y su latido no es
una disputa de puñales en el Slug’s.
Un mano de pintura cubrió
las longevas pátinas, el romance,
y la suerte. Bajo un bombillo roto
tropiezo con algo que me asusta.
Incluso si llegara la soledad
alrededor de las 3 a.m., no sería fácil
acariciarme con mis propias manos pues
es un pecado. Pero de vez en cuando
debo aferrarme a algo
para permanecer aquí en la Tierra,
entre una vieja canción
y una nueva—me acaricio
mientras un rostro florece en mi mente
y de algún modo universos colisionan
suavemente. ¿De qué escenario habrá salido?
¿Acaso fue en mi último concierto
en el Smoke? O, quizá aquella chica que
vestía un jardín de orquídeas
cuando pasábamos, o el rostro
de una camarera entre los cambios
en un solo de Trane casi como
atravesársele a un taxi.
Cuando me acaricio
intento alcanzar ese tono azul
al otro lado del abismo.
En Washington Square Park
Mary Travers está frente a mí
lleva puesto un vestido plateado,
pregunta en voz baja
“¿Dónde se han ido todas las flores?”
mientras me apoyo contra Garibaldi
alcanzo su espada,
y entono ostinatos de lujo,
listo para morir e ir al infierno.
¿Sabías que los egipcios
tenían templos llenos de huesos caninos
apilados en filas a lo largo de paredes rocosas?
Sé interpretar al momificado
cocodrilo cuando predice lluvia,
incluso al ibis del sagrado Nilo.
Hablan del tiempo.
Hace mucho que el botín visceral fue extraído,
pues los huesos confiesan.
Aun veo los fantasmas de Seneca
pues bajo mis pies
hay talismanes, semillas argentadas
y huesos de especies extintas,
y atajos pavimentados
alrededor de estas bóvedas de vidrio,
ya puedes olvidarte de la cuenta
que cerré con Burroughs
en ’79. Me ven como
el abanderado de alguna
causa, una maraña de espinas
por coraza. Quizá mi mente
esté atada al timón
pero sigo siendo mío.
Nadie me acusa
de atar campanas de plata
a mis manos y pies,
y no necesito
deliberada vigilancia
para respirar o hablar
con los cuervos
al anochecer. Un río extraviado
pasa bajo un puente en ruinas.
¿Cuántos votos imaginas que
George Wallace recibió aquí
en el cadalso de nuestra iluminada
costa este? Sin olvidar el sur
o el medio oeste. Aquí estoy
hablando de historia contigo
aunque solo debería mirar
por la ventada de este sótano,
contar los zapatos que van
lamentándose por la acera.
Sí, hay un ritmo fundamental
en todo lo que hacemos y pensamos
ya sea en el negocio de la
magia, o al humillar un hermano
o hermana desde lo alto.
Rara vez un semidiós anhela
el silencio de Jon Cage,
sea en Alemania o Alabama.
Por eso la vanguardia
estalla contra el vacío y despierta
dioses a empujones, para que den forma
al alma cuando altos y bajos
se acoplan. Estoy cansado
de las preguntas que me acosan
en la calle, pues Wallace
aun me aterra en plena luz suburbana.
Presumiría ser Brutus en una escena jocosa
de El sueño de una noche de verano,
y se iría como Hamlet
con la sonrisa de un niño en su rostro.
Sabría que el ritmo de un día
pondría de pie a la multitud.
A veces la gente se complica la vida
por una simple palabra—noble o ennoblecido,
no importa— algo muy diferente sucede
cuando es algo de vida
o muerte. La bella Camille
cajera de la tienda de la esquina
confundía los muskmelons con
los cantaloupes, y siempre decía,
¿Cómo es que le dices a estos?
para procesar el precio
en la computadora,
Y yo dije: Esto es un muskmelon
cariño, y ella dijo: Bueno,
nunca antes escuché que lo llamaran
así, y no me llames cariño,
y fue entonces cuando dije: Bien,
para felicidad de tu alma puedes llamar
a esto un cantaloupe y ya déjame
salir de aquí. Mira,
reconozco a un melón
por su piel áspera, pues
así lo llamaba papá,
me encantaba frotarme los dedos
antes que mamá
lo partiera con un cuchillo
halando al sol por nuestra ventana,
y luego pondría la tajada más grande
en mi plato con un gallo azul.
publicado en The American Poetry Review
Nota del traductor: The Las Bohemiano f Avenue A es un poema de largo aliento que abarca la extensión de un libro completo. Sin embargo, fragmentos han sido publicados en diferentes revistas estadounidenses. Natasha Trethewey eligió este para The Best American Poetry 2017.
from The Last Bohemian of Avenue A
It makes me sad to look up
at the crest of a building
& see washed-out names,
decals, numbers, lettering
half-gone, muted tinges
of the past, edges of lives
discolored & flaking off
sings, the bold signatures
now silenced & mildewed
a hundred times in gray.
I see them come & go, new
faces with question marks
& dollar signs in their eyes,
believing they can still birth
the Immaculate. But I know
when the heart’s only a big
mouth & the pumping is not
a cutting contest at Slug’s.
A paint job has taken away
patinas of years, romance,
& chance. I have stumbled
upon a thing that stuns me
beneath a busted light globe.
Even if loneliness arrives
around 3 a.m., it isn’t easy
to touch myself because
it’s a sin. But now & then
I must hold on to something
to keep me here on Earth,
in the middle of an old tune
& a new one—I touch myself
as a face blooms in my head
& somehow worlds collide
gently. What set did she step
from, or was it on my last gig
at Smoke? Or, maybe she was
wearing a garden of orchids
when we passed, or the face
of a waitress among changes
in a Trane solo as I almost
walked in front of a taxicab.
When I touch myself I am
reaching for some blue note
on the other side of an abyss.
Mary Travers stands before me
in Washington Square Park
in a silvery dress, whispering
“Where Have All the Flowers Gone?”
as I lean against Garibaldi
reaching for his sword,
& blow riffs of luster,
ready to die & go to hell.
Do you know the Egyptians
had temples filled with dog bones
stacked in rows along stone walls?
I can understand mummified
crocodiles predicting rainfall,
& even the sacred Nile ibis.
They’re speaking about time.
The gutted loot is long gone,
but the bones confess.
I still see Seneca ghosts
because under my feet
are talismans, blanched seeds
& bones of extinct species,
& paved-over shortcuts
around these glass vaults,
& you can forget the tab
I dropped with Burroughs
in ’79. They still believe
I’m a torchbearer for one
or the other, a tangle of thorns
for the breastplate. My brain
maybe lashed to the helm
but I am still my own man.
No one accuses me
of tying silver bells
on my hands & feet,
& I don’t need eyes
deliberately on me
to breathe or talk
with the crows
at dusk. That lost river
under a fallen bridge.
How many votes do you think
George Wallace received here
on our enlightened East Coast
stage? Not to ignore the South
or the Midwest. Here I am
talking history with you,
but I should just stand here
& gaze out this basement
window, counting the shoes
lamenting along the sidewalk.
Yeah, there’s a basic rhythm
in everything we do & think,
whether it’s buying & selling
magic, or talking a brother
or sister down from a roof.
Seldom a demigod wishes
for Jon Cage’s silence,
whether Germany of Alabama.
That’s why the avant-garde
blows against a void & nudges
gods awake, to give body
to soul as the highs & lows
come together. I’m tired
of questions accosting me
in the streets, because Wallace
still scares me in suburban light.
He’d strut upon a puckish set
of A Midsummer Night’s Dream
as Brutus, & leave as Hamlet
with a boy’s grin on his face.
He knew the rhythm of a day
could bring a crowd to its feet.
Sometimes people get tangled up
inside themselves over a single word—
noble or ennoble, whatever—a great
difference when it comes to life
or death. That pretty cashier
Camille at the corner bodega
she didn’t know a muskmelon
from a cantaloupe, & kept saying,
What do you call this so
I can put it into the computer
& it can tell us the price,
& I said, This is a muskmelon
darling, & she said, Well,
I never heard it called that
before, & don’t call me darling,
& that’s when I said, Okay,
to save your soul you can call
this a cantaloupe & let me
get outta here. You see
I know a muskmelon
by its rough skin, because
that’s what my daddy called it,
& I loved rubbing my fingers
over it before my mama
cut into it with a knife
pulling the sun into our window,
& she’d place the biggest slice
on my blue rooster plate.
from The American Poetry Review
Philip Levine
Lluvia en invierno
Tras la ventana gotas cuelgan atrapadas
en las ramas del membrillo, en el cielo
distante y silencioso, pequeños rayos de luz
irrumpen. Es un fresco día, apenas
comienza y ya se le siente gastado. Pronto el teléfono
de alguien sonará, pero, nadie
contestará, y continuará sonando
hasta que la nevera responda con un gemido.
El perro callejero que duerme en una cama de trapos
detrás del garaje no llegará
a mendigar nada. Y nada explicará
dónde se han ido las aves, ni por qué el viento sopla
entre de los fresnos, o por qué el mundo
sigue recibiendo más y más lluvia.
publicado en The Threepenny Review
Rain in Winter
Outside the window drops caught
on the branches of the quince, the sky
distant and quiet, a few patches of light
breaking through. The day is fresh, barely
begun yet feeling used. Soon the phone
will ring for someone, and no one
will pick it up, and the ringing will go on
until the icebox answers with a groan.
The lost dog who sleeps on a bed of rags
behind the garage won’t appear
to beg for anything. Nothing will explain
where the birds have gone, why a wind rages
through the ash trees, why the world
goes on accepting more and more rain.
from The Threepenny Review
Sharon Olds
Oda al Glande
Lo sé—por qué esperé hasta hoy
el último momento, casi hasta ese instante
después del último momento, para
cantarte, corazón tierno, el más externo.
Me contuvo el respeto, la timidez.
Antes de verte por primera vez, no te conocía
ni en fotografías, y te vi
imponente—cuando ese momento llegara,
entre tú y mi virginidad,
tendría la plena seguridad que embestirías hasta
ser despojada de mi virginidad—
y eras adorable, tú y el pene
como una muñeca sencilla pero la más querida, eras como
un cerebro sin cráneo, eras como
una personita. Cuando estuvimos cara a cara,
por primera vez, y te vi
llorar, una reluciente lágrima emergía
de lo más alto de tu mente, de tu fontanela,
entendí cómo iba a suceder—
sucedería lo que el vídeo, en la oscuridad
del auditorio escolar, había
prometido, un capullo abriéndose, la suculenta
y blanda corola, la resistente suavidad
masculina, iba a ser
lenidad y éxtasis—y, allí dentro,
habría bebés reales, diminutos, flamantes,
con bebés más pequeños dentro de ellos, suficientes
para durar toda una vida, y más que una vida, y otra más.
publicado en Ploughshares
Ode to the Glans
I know—why did I wait until now,
the last moment, almost the moment
after the last moment, to sing
to you, outermost, tender, heart.
Respect held me back, and shyness.
Before I first saw you, I had not
seen even a picture of you, and you were
fearsome—when it would come down to it,
between you and my maidenhead,
I knew I could trust you to push until I was
torn from my virginity—
and you were adorable, you and the penis
like the dearest most basic doll, you were like
a brain without a skull, you were like
a soul. When I was eye to eye,
for the first time, with you, and I saw you
weep, the gleaming tear emerge
from the top of your mind, from your fontanelle,
I saw how it was going to be—
it was going to be what the movie, in the dark
school auditorium, had
promised, the blossoming flower, the rich
spongy corolla, the firm male
softness, it was going to be
mercy, and ecstasy—and, in there,
there were real babies, tiny, brand-new,
with tinier babies inside them, enough
to last a lifetime, and beyond a lifetime and a lifetime.
from Ploughshares
Robert Pinsky
Nombres
Arbitrarios pero necesarios también.
Antes de que tengas memoria, te habrás dado cuenta
Que eres Parvati o Adam, Anne o Laquan, todos
Con un mismo sentido: la intención del pasado,
la nube del trueno. Byron de la Beckwith, Primo Levi.
Medgar, Edgar, Hrothgar. Ishbaal.
No son solo una referencia, sino también un ejemplo:
Cada uno con su significado, pero, además
Implican la importancia que tiene dar un nombre.
Relámpago. Tamir. Abdi. Ikey Moe.
“¿Qué clase de nombre es ese?”
El tuyo: la única palabra que nunca escuchas
Claramente, como verse en un espejo de carnaval.
Encontrado y encontrar. Sandra Bland.
Tereke, Ehud. Jason. Duy. Quan.
Perdido y encontrar.
Tartamudeando Moisés de Egipto, encontrado
Flotando entre juncos. Real.
Aarón de Goshen, el articulado.
publicado en Salmagundi
Names
Arbitrary but also essential.
Before you can remember you will have found
You are Parvati or Adam, Anne or Laquan, all
With one same meaning: the meaning of the past,
A thunder cloud. Byron de la Beckwith, Primo Levi.
Medgar, Edgar, Hrothgar. Ishbaal.
Not just an allusion, but also an example:
Each with it meaning but also
An instance of the meaning of naming.
Lightning. Tamir. Abdi. Ikey Moe.
“What kind of name is that?”
Your own: the one word you can’t ever
Hear clearly, but as in a carnival mirror.
Found and to find. Sandra Bland.
Tereke, Ehud. Jason. Duy. Quan.
Lost and to find.
Stammering Moses of Egypt, found
Afloat among bulrushes. Royal.
Aaron of Goshen, the articulate.
from Salmagundi
Charles Simic
Viendo cosas
Vine a este sitio en mi juventud,
Un juguete de cuerda.
Vi una calle en el infierno y otra en el paraíso.
Vio una habitación con una luz tan enferma
Que podría haber estado usando un bastón.
Vi a un anciano en una sastrería
Arrodillarse ante una novia con alfileres entre sus labios.
Vi al presidente jurar sobre la Biblia
Mientras la nieve caía a su alrededor.
Vi a una pareja de amantes besarse en una iglesia vacía
Y a un hombre desnudo salir corriendo de un edificio
Agitando un arma y sollozando.
Vi a niños usando máscaras de Halloween
Saltando de un techo a otro al atardecer.
Vi una camioneta llena de perros callejeros que me observaban.
Vi a una mujer indigente riñendo con Dios
Y a un ciego tocando guitarra y cantando:
“Oh, Señor, acuérdate de mí,
Cuando estas cadenas se rompan, libera mi cuerpo “.
publicado en The Threepenny Review
Seeing Things
I came here in my youth,
A wind toy on a string.
Saw a street in hell and one in paradise.
Saw a room with a light in it so ailing
It could’ve been leaning on a cane.
Saw an old man in a tailor shop
Kneel before a bride with pins between his lips.
Saw the President swear on the Bible
While snow fell around him.
Saw a pair of lovers kiss in an empty church
And a naked man run out of a building
Waving a gun and sobbing.
Saw kids wearing Halloween masks
Jump from one roof to another at sunset.
Saw a van full of stray dogs look back at me.
Saw a homeless woman berating God
And a blind man with a guitar singing:
“Oh Lord remember me,
When these chains are broken set my body free.”
from The Threepenny Review
Dean Young
Infinitivos
Continuar donde Tomaž lo dejó.
Remover otra capa de cebolla
hasta llegar el ojo. Masticar.
Andar todo el día mal abotonado.
La luz proviene de las rocas, la pequeña rana
salta aunque no le hayan dado cuerda.
En este sitio los lobos bebieron mucho antes que nosotros.
Por mucho tiempo, hemos impedido
que el día se aparee con la noche.
El mundo es más azul de lo que pensaba.
Ser detenido por seguridad solo
por sollozar.
Por algo envuelto en papel de aluminio.
Porque el alma encuentra su rostro.
Por algo líquido.
No sé si me alejo más
de mi vida que de mis sueños.
Manchar los rasgos.
Tolerar las jodas.
Ahogarse en una gota de lluvia.
Acurrucarse en el lugar oscuro
de un reflector.
Contener multitudes.
Tranquilizar al animal herido.
Hallarse dentro de otro.
Haber estado allí todo el tiempo.
publicado en The American Poetry Review
Infinitives
To pick up where Tomaž left off.
To pick off another oniony layer
down to the eye. To chomp.
To walk around all day buttoned wrong.
Light is coming from rocks, the little froggie
jumps even though he hasn’t been wound up.
Here’s where the wolves before us drank.
Too long, we have cock-blocked
day from mating with night.
The world is bluer than I thought.
To be stopped at security
for sobbing.
For something wrapped in foil.
For the soul finding its face.
For liquid.
I don’t know if I forget
my dreams or life more.
To smudge out the features.
To endure blasted.
To drown in a raindrop.
To nestle in a dark place
inside the floodlight.
To contain multitudes.
To calm the hurt animal.
To be inside another.
To have been there all along.
from The American Poetry Review