Textos y contextos: Blaise Cendrars

Damos inicio a la columna Textos y contextos que mantendrá en Círculo de Poesía el poeta mexicano Audomaro Hidalgo (Villahermosa, 1983). En este primer texto, “Provenía del fuego”, nos adentramos al mundo de Frédéric Louis Sauser, Blaise Cendrars. Es poeta, ensayista y traductor. Acaba de aparecer su libro Madre saturno. Estudió en Argentina. Vive en Francia. Publicó con Círculo de Poesía / Valparaíso México, el poemario Pequeña historia de la destrucción.

 

 

 

 

 

PROVENÍA DEL FUEGO

 

De Frédéric Louis Sauser sabemos casi todo. Sabemos, por ejemplo, que nació en Suiza; de niño viajó con sus padres por Egipto e Italia; en el colegio se destacó con acierto por ser un mal estudiante; llegada la adolescencia, abandonó la casa paterna y recorrió Asia acompañando a un traficante de joyas; viajó a bordo del Transiberiano hasta llegar a Rusia, donde aprendió el idioma de Dostoievski a los diecisiete años; fue joyero y se querelló amorosamente con Hélène Kleimann, una chica suiza afincada en San Petersburgo. Frédéric Sauser combatió en la Primera Guerra Mundial y perdió el brazo derecho; sintió el vértigo de la velocidad en New York; recorrió el continente americano; hizo de corresponsal de la prensa británica y cubrió la Guerra Civil Española; cansado de ser suizo, adoptó la nacionalidad de Voltaire; se enseñó a usar el brazo izquierdo y escribió incansable, infatigablemente. Ya viejo sólo tenía un deseo: conocer Suecia, pero la Academia, fiel a su tradición de cometer bromas, le negó el Nobel, esa superstición. Finalmente, Frédéric Sauser estuvo de acuerdo con el consejo dado por las Escrituras, así que murió a los setenta y cuatro años. Los amigos que asistieron a su funeral (no más de cinco), después de haberlo velado en la sala, decidieron sacar el ataúd por la ventana trasera de la casa, como un homenaje al espíritu aventurero de Sauser, como si éste esperase aún el momento de fugarse por última vez. Todo esto lo sabemos. Pero la biografía espiritual de todo ser humano es una sajadura, y la de Sauser no es una excepción. Aquella linda chica, Kleimann, Hélène Kleimann, pereció en su cuartito de San Petersburgo envuelta en un vestido de llamas, mientras Sauser se encontraba en Neuchatel, adonde había vuelto para estar cerca de su madre enferma. Frédéric Sauser fue siempre fiel a ese rostro de lucero pálido que amanecía. Como un paciente alquimista obstinado, trabajó y mezcló en su favor las palabras «braise» (brasa) y «cendres» (cenizas). Entonces comprendió que debía ser otro, un hombre y un nombre que proviene del fuego: Blaise Cendrars.

 

 

 

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