Relámpago de poesía persa y andalusí

KhayamEn esta entrega de Combate, Alí Calderón nos ofrece una reunión de poemas persas y andalusíes, veta fundamental de la tradición lírica española y antecedente directo de la poesía de los siglos de oro. A continuación los versos de treinta y dos poetas persas y arábigo-andaluces.

 

 

RELÁMPAGO DE POESÍA PERSA Y ANDALUSÍ

 

La poesía en lengua española gozó, durante la edad media, de la influencia de la poesía árabe: lo mismo poetas de tradición sufí que los llamados poetas andalusíes. La gracia y el donaire de estos poetas podrían emparentarse, de algún modo, con el candor de la poesía popular hispánica y con el espíritu epigramático, tan vital en los siglos de oro. No por nada Helmut Hatzfeld explica el gusto español por lo conceptuoso (es decir, por la agudeza, por la búsqueda de lo sorpresivo), en lo particular, y el apego al barroco, en lo general, en los siguientes términos: “tanto el origen como la exageración del barroco en España están en razón directa de ese espíritu mozárabe que, en tiempos pasados, creó el arte mudéjar y la literatura aljamiada”. Y va más allá cuando recuerda la gran influencia de la poesía árabe en Góngora, por ejemplo. Dice: “Dámaso Alonso ha puesto en evidencia cómo los poetas arábigo-andaluces extendieron de generación en generación el uso de la metáfora, primeramente abierta, después oculta, y al fin cada vez más complicada, es una continua repetición y variación”. La poesía árabe, claro, es una de las vetas que nutren nuestra tradición. Su origen mismo está en el contacto entre ambas raíces, de ahí las jarchas mozárabes:

Mio sidi Ibrahim,

¡ya, nuemne doljie!

vente mib

de nojte.

In non, si non queris

iréme tib:

garme a ob

legarte

(Mi señor Ibrahim / ¡Oh nombre dulce! / vente a mí de noche / Si no –si no quieres– / yo me iré a ti: / dime dónde encontrarte).

***

En seguida presentamos algunos poemas andalusíes y de tradición sufí. Poetas persas como Omar Jayyam –o Khayyam– (1048-1131), Saadi (1213-1291) o Hafiz (1325-1389), son ampliamente conocidos. Por esa razón no incluimos aquí sus poemas.

En esta muestra aparecen algunos poetas cuyo trabajo también se ha difundido pero no al nivel de los anteriores. Es el caso de Rumi o Rudakí Samarkandí. Lo mismo sucede con algunos poetas andalusíes como Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma, o de  Al-mu`tamid, rey en Sevilla. Hay casos curiosos como el de Omar Al-Taŷatat al-Wadi Abbad, que vivió en la corte de Al-mu`tamid, gozó en la adolescencia de las doncellas de su harem, y se pronunció públicamente en contra de la quema de los libros de Ibn Hazm en la taifa de Sevilla. Hay aquí algunas poetas mujeres como Wallada o Ulayya Bint al-Mahdi, dueñas de un gran lirismo y una libertad que sorprende. Otro caso interesante es el de Hafsa Bint Al Hayy Al Rakuniyya, que nos recuerda la maledicencia del epigrama latino, especialmente dedicado al tema literario, al escarnio de otros poetas. En este sentido, junto a Marcial, se constituye como antecedente directo de la poesía burlesca de Quevedo y Góngora en los siglos de oro, de Salvador Novo en el siglo XX o de Daniel de Juanes en nuestro pasado reciente.

A continuación los versos de treinta y dos poetas persas y arábigo-andaluces.

 

 

 

 

Abbas Ibn Al-Ahnaf

(Basora, Irak, 750)

 

En realidad tú nunca has sufrido, ni conocido
la angustia del insomnio.
Soy yo quien nunca puede dormir,
y mientras vivo, no puedo detener
las lágrimas que brotan de mis ojos.

Me desprecias cuando te hablo,
sin embargo los amantes que citan mi verso triunfan.
Me he convertido en la mecha de una vela destinada
a iluminar una habitación para otros hombres
mientras me consumo en el aire enrarecido.

 

 

***

 

Dame la mano y seamos amigos otra vez

y maldigamos juntos a quien se equivocara.

Por favor responde mi nota, tu respuesta curará

mi depresión. Oh, amor, te envío zalemas…

tantas como las estrellas y pájaros volando.

 

 

***

 

Cuando ella camina con sus doncellas

su belleza es una luna entre faroles oscilantes.

 

 

 

Al Qalfat

(Córdoba +915)

 

 

¡Oh, esposa de Ahmad Ibn Abd Rabbi hi!
Voy a salir de viaje:
Ven a despedirme
A escondidas de (tu marido) Abu Umar.

 

 

***

 

El hombre inteligente
¿qué puede esperar, en una época
en que los pies ocupan el lugar de la cabeza?

 

 

 

Abu al-Ala al-Ma’arri

(Siria +973)

 

 

El acontecimiento más singular en la vida:

(Dios no es olvidadizo,

ni rompe sus promesas),

dos en la cama se convierten en tres.

 

 

***

 

El alma arrojada del cuerpo

llora el recuerdo que deja atrás.

 

Una paloma herida en vuelo gira tristemente

el cuello y ve su nido destruido.

 

 

***

 

Tú decías que tenemos un sabio creador

y yo repliqué tienes razón, pero mira,

tú afirmas que Él no conoce lugar ni tiempo.

Tales términos, por todo lo que sabemos, podrían ser

un idioma secreto: lo que equivale

a decir que no podemos pensar recto.

 

 

 

 

Ibn Suhayd

(Córdoba  +992)

 

 

Cuando, llena de su embriaguez, se durmió,
y se durmieron los ojos de la ronda,
me acerqué a ella tímidamente,
como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.
Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño;
me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.
Besé el blanco brillante de su cuello;
apuré el rojo vivo de su boca.
Y pasé con ella deliciosamente,
hasta que sonrieron las tinieblas,
mostrando los blancos dientes de la aurora.

 

 

 

 

Wallada 

(poeta mujer,  Córdoba + 994)

 

 

A pesar de sus méritos, Ibn Zaydum ama
las vergas que se guardan en los calzones;
si hubiera visto el pito en las palmeras,
se habría convertido en pájaro ababil

 

 

***

 

Tu apodo es el hexágono, un epíteto
que no se apartará de ti
ni siquiera después de que te deje la vida:
pederasta, puto, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.

 

 

 

 

 

Ulayya Bint al-Mahdi

(poeta mujer, Irak, Siglo VIII)

 

 

Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti

Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:

una luz que nace de un sol y de una luna.

Hasta tal punto el cuerpo y el alma se completan mutuamente.

 

 

 

 

Abdulla Ibn Al-mu’ tazz 

(Samarra, Irak, 861)

 

 

Si eres rico, entonces eres desafortunado.

Lo único que necesitas es un rostro que diga

soy un descendiente de Adán.

 

 

***

 

Nos ahogamos en olas de lluvia

(Alguien debió rezar por ella).

El sol con ojos legañosos

intenta romper la blanca nube

como un eunuco esforzándose

por penetrar a una virgen.

 

 

***

 

 

Presurosa una muchacha vino a mí una noche

impaciente por huir de la inocencia.

Cuando caminaba, su cuerpo le dijo al viento,

si fueras serio así es como deberías agitar las ramas.

 

***

 

 

Me torturaste con aplazamientos

y débiles excusas. No debes despreciar

el pelo gris de un hombre. Es tu trabajo.

 

 

 

 

Abu Abdollah Djafar Rudakí Samarcandí

(Rudak , Tayikistán, +940)

 

Vive felizmente con las de ojos negros
que el mundo no es nada más que viento y fábula.
Alégrate de lo que has conseguido
y no recuerdes el pasado.
Para mí aquel rizado y perfumado cabello,
para mí aquella cara de luna que es de raza de ángeles.
Afortunado es el que utiliza y obsequia,
desafortunado el que no utiliza y ni ofrenda.
Este mundo de anhelo es como el viento y la nube,
acerca el vino, ¡pase lo que pase!

 

 

 

 

Ben Farach (Jaen, +976)

 

Castidad

Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella,
y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche, y las tinieblas nocturnas,
iluminadas por su rostro, también levantaron aquella vez sus velos.

No había mirada suya en la que no hubiera incentivos
que revolucionaban los corazones.

Mas di fuerzas al precepto divino que condena
la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel
de mi pasión, para que mi instinto no se rebelase
contra la castidad.

Y así, pasé con ella la noche como el pequeño camello sediento
al que el bozal impide mamar.

Tal, un vergel donde para uno como yo no hay
otro provecho que el ver y el oler.

Que no soy yo como las bestias abandonadas
que toman los jardines como pasto.

 

 

 

Ibn Darray

(Cazalilla, 958-Denia, 1030)

 

 

Si en los jardines que habita

me impiden ver a mi dueño,

en los jardines del sueño

nos daremos una cita.[9]

 

 

 

Abu Muhammad Ali Ibn Hazm

(Córdoba, 993-Casa Montija, 1064)

 

Te consagro un amor puro y sin mácula:

en mis entrañas está visiblemente grabado y escrito tu cariño.

Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú,

la arrancaría y desgarraría con mis propias manos.

No quiero de ti otra cosa que amor;

fuera de él no pido nada.

Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad

serán para mí como motas de polvo y los habitantes del país, insectos

 

 

***

 

 

Cuando se trata de ella, me agrada la plática,

y exhala para mí un exquisito olor de ámbar.

Si habla ella, no atiendo a los que están a mi lado

y escucho sólo sus palabras placientes y graciosas.

Aunque estuviera con el Príncipe de los Creyentes,

no me desviaría de mi amada en atención a él.

Si me veo forzado a irme de su lado,

no paro de mirar atrás y camino como una bestia herida;

Pero, aunque mi cuerpo se distancie, mis ojos quedan fijos en ella,

como los del náufrago que, desde las olas, contemplan la orilla.

Si pienso que estoy lejos de ella, siento que me ahogo

como el que bosteza entre la polvareda y la solana.

Si tú me dices que es posible subir al cielo,

digo que sí y que sé dónde está la escalera.

 

 

***

 

 

Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino,

mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente.

Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida.

¡Ay de ti! ¿Es pecado este anhelo de vivir?

Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad

parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.

 

 

 

 

 

Ibn Zaydun

(Córdoba + 1003)

 

Me censuráis que él me suceda
en los afectos de aquella a la que amo;
mas no hay en eso infamia:
era un manjar apetitoso
y la mejor parte me tocó a mí,
el resto se lo dejé a esa rata.

 

 

 

 

Abbad Ibn Muhammad Al Mutadid 

(Sevilla 1000-1069)

 

¡Cuántas noches pasé allí
al lado de una muchacha
de esbelto y airoso talle
y de firmes caderas anchas!
¡Y cuántas noches también
pasé a la orilla del agua
con la linda cantaora
en la vega solitaria!

 

 

***

 

 

Dejadme, donde dichoso
y respetado he vivido,
discurrir sobre las ondas
del Guadalquivir tranquilo
A la luz de las estrellas
en clara noche de estío.
A la sombra reposarme
de los frondosos olivos,
y oír el susurro libre
del aura mansa de los mirtos.

 

 

 

Ibn Zuhr 

(Sevilla  +1073)

 

¿Por qué estoy enamorado?

No despierto de mi asombro.

 

Estoy ebrio sin vino,

triste y lleno de deseo,

extraño en estos lugares.

¿Volverán a ser felices nuestros días y nuestras noches

a la orilla del mar?

 

¿Gozaremos de la brisa perfumada,

almizcle de nuestras casas,

y la belleza acaso se aprestará

a saludarnos,

mientras árboles frondosos, esbeltos, bellos

cubrirán el jardín con su sombra?

 

El agua fluía,

y las hojas de mirto, flotaban o se hundían.

 

 

 

 

 

Al-mu`tamid

 (Beja, Portugal, 1040-Agmat, Marruecos, 1095)

 

 

Amor onírico

 

Te he visto en sueños en mi lecho

y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,

era como si me abrazases y sintieses

el amor y el desvelo que yo siento,

es como si te besase los labios, la nuca,

las mejillas, y lograse mi deseo.

¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen

en sueños, a intervalos, no dormiría más.

 

 

***

La noche de tu ausencia
es larga
y perdura más allá
del amanecer
oscureciendo los días.
Tu vacío agrieta
las paredes de la habitación
y me obliga
a vivirte en sueños.
Pero jamás mi imaginación
te abarca.
Y huyo avanzando
como un cadáver
por el sarro de las calles.
Miro… busco…
como quien todo ha perdido,
mas nada hay en ellas
que supla tu falta.
La noche de tu ausencia
es larga, muy larga,
y afilada.

 

 

 

 

Omar Al-Taŷatat al-Wadi Abbad 

(Fortaleza andalusí de Taxar –hoy Huétor Tájar, Granada– 1048-1081)

 

 

Esa mujer ha muerto para ti entre jardines y fuentes.

Su tristeza es mayor que la belleza del mundo.

Ahora la verás caminar ajena entre fiestas y banquetes

Su corazón es la jarra de arcilla rota por el suelo.

 

 

 

 

Ibn Khafaja d’Alzira          

 Alzira  1058-1138

Escena de amor

Con mirada de gacela
y el cuello – qué cuello – como el de un ciervo blanco;
sus labios rojos como el vino rojo;
y los dientes – ah, los dientes! – vaya una espuma.

Como las estrellas, relucientes, entrelazan la luna,
languidecía de embriaguez dentro de la túnica dorada.

La mano del amor me visitó durante la noche,
un vestido de abrazos que la aurora desgarraba. 

 

 

 

Abū āmid Muammad ibn Muammad at-Tūsī al-Ghazālī  

(Irán 1058-1111)

 

 

Mi silencio es el verbo que deseas,
¡Oh! escuchador de la oscuridad.

 

 

 

Abu Al Hasan Al Husri 

(Córdoba  +1095.)

 

 

Si es el blanco el color de los vestidos
en al-Andalus, cosa justa es.
¿No me ves a mí, que me he vestido con el blanco
de las canas, porque estoy de luto por la juventud?

 

 

 

Abu Al Qasim Al Manisi

(Sevilla, siglo XII)

 

La mano de los vientos realiza finos trabajos
de orfebre en el río, ondulado en mil arrugas.
Y siempre que ha terminado de forjar
las mallas de una loriga,
la lluvia viene a enlazarlas con sus clavillos.

 

 

 

Ibrahim Ben Utman

(Córdoba, Siglo XII)

 

Disculpa

No me tachéis de inconsecuente porque mi corazón
haya sido apresado por una voz que canta:

Hay que estar serio unas veces y otras dejarse emocionar:
como la madera, de la que sale lo mismo
el arco del guerrero que el laúd del cantor.

 

 

 

 

Ali al Qasim al Qabrí

(Egabro, +1082)

 

 

Si no tienes, muchacho, el austero falerno que buscamos

sírvenos del oscuro néctar que cargamos en estas garrafas.

Acércanos dos vasos y vierte su líquido:

el beso será de una mujer esbelta y fragante en nuestros labios.

No alcance el licor el fondo de estas ánforas,

que el vino las desborde y vacuos en ellas quedemos,

ahítos, desiertos de nosotros mismos,

agazapados

tal el segundo anterior a que un escorpión inyecta

el veneno en su víctima.

Y sin embargo,

que suene el rebab y desgrane su luz la darabukka,

dancen las púberes de nacientes pechos,

rieguen el aire en su aletear agua de azares y rosas.

Apuremos el vino, bebamos,

acabemos con esta farsa.

 

 

 

 

Abd Allah Ibn Alhaddad

(+ Granada 1133)

 

¡Tal vez amada mía, por la verdad de Jesús,
quieras sosegar mi corazón enfermo!
La belleza te ha dado el poder de hacerme vivir y hacerme morir,
y ella me ha hecho amar apasionadamente las cruces
de los monjes y los ascetas.
¡Yo no hubiera ido a las iglesias por amor de esas cruces,
si no fuera por ti!
Heme aquí, por causa tuya, sometido a una ruda prueba
sin que haya salida feliz para los tormentos que me infliges.
No puedo distraerme olvidando,
pues tú me retienes sólidamente en las redes de tu amor.
¡Cuántas lágrimas de sangre he vertido;
pero tú no tienes piedad del que llora!
¿Sabes lo que tus ojos han decretado contra los míos?
¿Sabes el fuego que atiza en mi corazón
la sutil luz que emana de tu rostro?
Tú has escondido tu claridad a mis ojos
mientras que ella brilla por encima del sol.
En la rama flexible y la colina arenosa que se curva veo tus costados,
en medio de las platabandas, tus mejillas,
y el perfume que se exhala, encuentro tu perfume.
Nuwayra, si tú me esquivas, yo te amo, te amo.
Tus ojos son testigos
de que pertenezco al número de tus víctimas.

 

 

 

Ibn Az Zaqqaq

(Valencia  +1135)

 

 

Noche de amor

 

Tan quebradizo y frágil es su talle

como opulenta y pingüe su cadera.

Corta es la noche y vuela, si ella viene,

no de otras alas que el placer llevada.

No hay delicia mayor que su visita.

Una aurora me abraza hasta la aurora,

tahalíes sus brazos en mi cuello,

los míos ceñidor de su cintura.

 

 

 

 

Hafsa Bint Al Hayy Al Rakuniyya

(nació en Granada, en 1135)

 

Dile a ese poeta de quien nos ha librado
el que se haya caído sobre mierda:
vuelve a tu pozo, hijo de la mierda,
igual que hace la mierda.
Y si vuelves a vernos algún día,
verás, oh tú, el más despreciable y vil,
sin discusión, de entre los hombres
que esa es la suerte que te espera
si andas medio dormido.
¡Barba que ama la mierda y odia el ámbar,
que no permita Dios que nadie vaya a verte
hasta que te hayan enterrado!

 

 

 

Nezāmi-ye Ganjavi

(Azerbaijan,  1141 a 1209)

 

Tan perfecto soy

en el arte mágico de la poesía

que soy llamado

«espejo del Invisible».

 

 

 

Abū Bakr Muhammad bn ‘Alī Ibn ‘Arabi

(Murcia  1165 – Damasco, 1240)

 

 

No hay bondad en un amor si la razón lo gobierna.

 

 

 

 

Yalal ad-Din Muhammad Rumi

(Afganistán, 1209-1273)

 

 

Una vez que hayas muerto a tus atributos mortales
el Mar de los Misterios te llevará sobre su cresta.
¡Oh, tú que una vez llamaste asno a todo el mundo,
en esta ocasión te has quedado como un asno en el hielo!
Puedes ser el mayor erudito del mundo en esta época;
¡pero mira cómo perecen este mundo y esta época!

 

 

***

 

Un momento  de felicidad,
tú y yo sentados en la baranda,
aparentemente dos, pero uno en alma, tú y yo.
sentimos el Agua de Vida que fluye aquí,
tú y yo, con la belleza del jardín
y el canto de las aves.
Las estrellas nos mirarán,
y les mostraremos
lo que es ser una fina luna creciente.
Tú y yo fuera de nosotros mismos, estaremos juntos,
indiferentes a conjeturas inútiles, tú y yo.
Los papagayos del paraíso harán el azúcar crujir
mientras reímos juntos tú yo.
de una forma en este mundo,
y de otra en una dulce tierra sin tiempo.

 

 

***

 

 

El Amor susurra a mi oído:
“Es mejor ser presa que cazador.
Sé el Tonto mío.
¡Deja de ser el sol y sé un grano de arena!
Reside junto a mi puerta como indigente.
no quieras ser vela, sé polilla,
para que pruebes el sabor de la Vida
y conozcas el poder secreto del servicio.”

 

 

***

 

 

Una extraña pasión se mueve en mi cabeza.
Mi corazón se volvió un ave
en busca del cielo.
Cada parte de mi va en diferentes direcciones.
¡Es realmente tanto así que mi amado está en todas partes!

 

 

***

 

Dios lo sabe de cierto, yo lo ignoro.

En mi corazón hay algo que sonríe.

Una rama de rosal que se mece en

la brisa, es mi corazón.

 

 

 

 

Shakîr Wa’el

(Irán  1232-1260)

 

 

La soledad
es oír cómo se apagan las estrellas
sobre el firmamento en desorden de tu pelo.

Y la tristeza
un ventarrón vacío
que al amanecer se vuelve caricia.

 

 

***

 

Nada hay más superficial que una caricia, pero qué profundidades alcanza, como las huellas de las gaviotas en la arena

que la marea desliza hacia los fondos marinos.

Caricia es también tu mirada
la brisa de tus pensamientos
el jardín de tu pelo
tu manera de retirar el cuello
tus hombros de luna en sombra
tus pezones en la tormenta de tus vestidos
el oasis en reposo de tu ombligo
las riberas mayores y menores de tus labios
tus muslos fluviales
la pulpa frutal de tus rodillas
tus pies tus dedos tus uñas de colores
y tu sonrisa también que rompe el cielo.

 

***

 

Durante muchas noches
no verte
fue como estar ciego
el olor oscuro de los árboles
en mis sábanas
susurros de alborada
en las ventanas
la estrella polar helándose
en tu pubis
y la vida remota
como una cascada de hierro
porque tu silencio
llenaba mi silencio
ruidosamente
entre la gente.

 

 

 

 

Muahmmud Ibn Al-Mahad

(Bagdad, 1252)

 

Dentro del mundo perceptible

hay otro cosmos que se mueve

como la garra del tigre

entre las hojas que agonizan.

De igual modo la imagen

de la amada tiembla

debajo de tu piel.

 

 

 

 

Shabestari

(Irán 1288-1340)

 

 

El «no-ser» es un espejo;
el mundo, la imagen reflejada en él;
y el hombre, como el ojo de esa imagen
en la que se oculta la Persona invisible.

 

 

***

 

Apura aquel vino cuya copa es

el rostro de la Amada,

y su vaso,

los ojos ebrios del bebedor.

 

 

***

 

Abu Al Qasim Ben Al Saqqat

(Málaga, S. XII)

 

A la sombra de aquel día giraban los deseos sobre nosotros como esferas astronómicas de felicidad.
Lo pasamos en un jardín al que una nube, armada con el acerado sable del relámpago, escanció la bebida de la madrugada.
El rojo vino nos dio como almohadas los macizos de murta, y parecíamos reyes sobre el trono de los verdes boscajes.
La mano del amor nos ensartó para la alegría: nosotros éramos las perlas, y los amores, los hilos.
Nos atacaban como lanzas los pechos de las doncellas, moviéndonos guerra, y para defendernos no vestíamos otra cota que nuestras pieles de fanak.
Ante nosotros se destapaban caras deliciosas, que parecían lunas entre la noche de las trenzas.

 

 

Mohammad Shirin Maqrebi

(Tabriz, Irán, 1406)

 

 

Cuando el sol de tu cara

se manifestó,

aparecieron los átomos

de los dos mundos.

Cuando ese sol de tu cara

proyectó sombra,

de aquella penumbra apareció

cuanto existe en el universo.

Cada átomo inundado

por el sol de tu rostro,

amaneció brillando

como un nuevo sol.

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