Poesía peruana: Katherine Estrada Aguirre

Leemos poesía peruana. Leemos algunos textos de Katherine Estrada Aguirre (Lima, 1975). Estudió Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es autora de los libros de poesía Intrarrevolución (Hanan Harawi Editores, 2016) y Liberaciones. El sentido de tu universo (La Purita-Trenzar, 2022). Es editora, gestora cultural y tallerista de narrativa y poesía.

 

 

 

 

 

 

Post parto

 

Cada día me reconoces menos,

y percibo un temor felino en tus constantes:

Chiquita, ¿pudiste descansar?

Ahora me tocas como si fuera de porcelana,​​ 

¿renuncias al frenesí, o es que sólo lo has trasladado?

 

Te he pillado contemplándome

mientras lo alimento de mis pechos,​​ 

te abstraes en mi cabello e imagino lo que piensas:

ya no volverán las flores que me colocabas,

entre el sol y la sombra,

del bosque a la facultad.

 

Me abrazas, te excitas.

Reposas, me besas.

Te alejas, de cerca.

Decides hacerte forastero para no llorar.

 

 

 

 

 

 

Pararrayos

 

El pavor no avisa,

me alcanzó en la médula de un mediodía,

mientras te veía reptar sobre una alfombra del A, B, C…

 

Es mi estómago quien lo presentía

¡y recuerda!

asilado en el rincón de rompecabezas,

 

huyendo de otros saludables bullicios​​ 

Baldosas amarillas:​​ 

Y ahora que hay algo más afuera

devoré el grito al ver tu bamboleo,

sincronizado y autómata balancín,

realmente es agrio el sabor del pánico.

 

Cavilando mil opciones

los segundos azotaban sin tregua,

y al verte jugueteando con tu orejita del pez payaso,

de tu inconmensurable estrella,

la esperanza saboteó mi razón.​​ 

 

Ven mi niño,

vuelve a reflejarte en mis ojos,

¡a la una, a las dos y a las tres!

Juro por mis antepasados que inocularé

sobredosis de fe,

hasta rebalsar mi aurícula izquierda.

Me tejeré sentidos adicionales,

tararearé todas las noches una vieja melodía,

construiremos juntos un pararrayos para nuestro dolor,

y con un fragmento de mi recia sombra,

lograré al fin sacarnos de ahí.

 

 

 

 

 

 

 

Estorbos

 

No necesitamos miradas lastimeras,

ni gestos reprochables en un elevador.​​ 

¡Sólo ignórennos!

¿Me escuchan piedras?

No obstruyan nuestro camino al andar

 

 

 

 

 

 

 

El Universo de Kevin

 

En recuerdo del niño Kevin Moreno Rivas

 

El mar atrae mi silencio,

sospecho que ahí se alojan mis más grandes amigos,

aquellos que me hacen cosquillas

cuando sólo yo los veo,

y esculpen mis morisquetas cada mañana,

mientras escucho una radio de recuerdos.

Aquí no veo más sombras.

Estoy de pie

en la orilla del mundo,

del que una vez escuché que era “ancho y ajeno”.

Me retiro las prendas que eligió mi madre esta mañana,

siempre de algodón y sin etiquetas.​​ 

Observo la luna iluminando mis huellas en la arena,

ya no hay más ruido,​​ 

solo el rugir de las olas

que me entienden e hipnotizan.

Sé que he llegado al hogar de millones de peces,

de todos los tamaños y colores,

los vi con mi papá en la TV un domingo,

mientras mi familia me preparaba abrazos,

que siempre me hacen saltar,

y amarlos tanto.

Hoy que salí tras Él,

imitando sus pasos,

tomé un bus repleto de ánimas resignadas

con la vida que les había tocado.

Reí, salté, grité ¡Fui humano!,

me rechazaron hasta llegar a esta playa​​ 

donde he encontrado

una dádiva para mis pies

y un refugio para mis oídos.​​ 

 

¡Adiós, ciudad!

te he dejado de respirar,

ahora soy una estrella

que logró ver el rostro de Dios,

quien entiende el universo de mis sentidos

y me dice fuerte y claro:​​ 

Hijo mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

 

 

 

 

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