Affectio Societatis (Togo) es seudónimo de Honoré Sitsopé Sokpor. Es un poeta, activista y defensor de derechos humanos. Estudiante del Master de Ciencias Políticas en la Universidad de Lomé en el campus de Lomé. Se dedica a la agricultura para pagar sus estudios. Todos sus poemas los escribe directamente en redes sociales, especialmente en Facebook.
Un mercado quemado de más
Otra vez llamas, otra vez cenizas,
un mercado reducido a defenderse.
Assiyéyé, Adidogomé, un grito de dolor,
cada puesto destruido rompe un corazón.
Nuestros padres, comerciantes, lloran su pérdida,
y nosotros, sus hijos, cargamos con la pena.
Cada llama que danza bajo este cielo gris
extingue una esperanza, un futuro construido.
El fuego consume más que bienes,
devora vidas, sueños, empresas.
Pueblo togolés, esto no es obra del azar,
sino un grito de alerta, una pesadilla siniestra.
Indígnate, el silencio es una traición,
frente a las brasas del abandono.
Porque cuando un mercado arde, es un pueblo herido,
una nación entera que pierde su orgullo.
Levántate, unido, por nuestros padres, por nuestros derechos,
y que la justicia ilumine por fin nuestro camino.
Deudas infinitas
Más deudas, más cadenas que se sellan
sobre la tierra que sufre y vacila.
Cada firma, otro peso,
una pesada carga que nadie rechaza.
Endeudamos nuestros días, nuestras mañanas,
vendemos la lluvia, el pan de los nuestros
¿Pero por qué sueño? ¿Para qué esperanza?
cuando las arcas están vacías, negras de pesadillas.
Nacen niños, ya cargados
por contratos que nunca firmaron.
El futuro malvendido, la vida retenida,
en un mercado donde todo se vende, todo se mata.
Dónde están los que hablan, que se atreven a decir,
que al final de estas deudas, es el futuro el que suspira
por qué este silencio, esta mirada esquiva,
cuando el país se doblega, cansado, vacilante
Es hora, oh pueblo, de levantar la cabeza,
de romper las cadenas, de rechazar las deudas.
Que África marche, libre y orgullosa,
sin peso en el corazón, sin sombra de hierro.
Este es un llamado, un grito, un juramento,
para que el mañana sea por fin diferente.
que nuestras tierras despierten, y que el viento
lleve un nuevo aliento, liberando a nuestros hijos.
El día llegará
No importa lo larga que sea la noche
cuando todo parece perdido, cuando todo huye,
las estrellas susurran en la oscuridad,
una promesa grabada en la esperanza.
Togolés, aférrate a tu corazón,
aunque el sendero esté hecho de dolor.
Las tinieblas se extienden, pero recuerda,
Amanece el día, no traiciona.
Las lágrimas que fluyen riegan la tierra,
los gritos apagados alimentan el relámpago.
Cada sombra que danza en la penumbra,
anuncia una luz, una llama que encumbra.
El día llegará, brillante y fiero,
llevando la paz como una plegaria.
Desvanecerá cadenas y lágrimas
devolviendo la vida a cenizas y colores.
Togoleses, mantengan la fe, manténganse firmes,
La noche no dura, es una lección.
El sol, fiel, siempre renacerá,
y el porvenir en ti se esclarecerá.
Haz tu parte.
Desde hace cincuenta y ocho años, la sombra planea,
un reinado de padre a hijo, una historia profana.
La injusticia ha tejido su velo funesto
sobre corazones rotos, sobre vidas que quedan atrás.
No necesito ser amado, ni consolado,
llevo dentro de mí un grito, un fuego aislado.
Un grito contra la arbitrariedad y la opresión,
contra este estado anclado en sus ilusiones.
Mi lucha no es por la gloria o el esplendor,
es por la verdad, la justicia y el derecho
El difunto Monseñor Barrigah dijo con fe:
«Haz tu parte», y yo estoy recorriendo ese camino.
Haz tu parte, tú también, levántate sin miedo,
en esta larga ruta sembrada de dolor.
Cada palabra, cada gesto, cada acción sincera
puede agrietar los muros de este poder austero.
Piensan que gobernaran por la eternidad,
pero la historia ha demostrado que nada es inamovible.
Las cadenas que nos atan acabarán cediendo,
si cada uno de nosotros se atreve a levantarse.
Haz tu parte, porque el silencio es una prisión,
un cómplice mudo de la opresión.
La libertad no se concede, se conquista,
por aquellos que se niegan a doblegarse ante la tormenta.
Así que ¡levántate! Que nuestras voces resuenen,
que nuestros pasos avancen hacia un alba que se ordena.
Togo, tu pueblo sueña con días más luminosos,
y yo haré mi parte, hasta mi último verso.