Fuga (cada cosa —es— babel). Sobre Eduardo Lizalde

 Eduardo Lizalde

Este año el poeta mexicano Eduardo Lizalde mereció el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. Algunos meses antes, Valparaíso Ediciones había publicado por primera vez en España El tigre en la casa. En esta oportunidad presentamos un ensayo del poeta Christian Barragán en torno a la poesía de Lizalde, concretamente en torno a Cada cosa es Babel.

 

 

 

Fuga (cada cosa —es— babel)[1]

 

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Eduardo Lizalde (ciudad de México, 1929). Cada cosa es Babel. 1966. Primera parte. Párrafo octavo, verso sesenta y siete: —cada cosa es Babel—.[2]

“Babel, torre de, denominación del templo-zigurat de la ciudad de Babilonia, Etemenanki (piedra fundamental del cielo y la tierra), también de una construcción parecida, de 50 metros de altura, en Borsippa (hoy Birs Nimrud), al sur de Babilonia, santuario del dios Nabu o Nebo, dios babilonio de la sabiduría y del arte de la escritura.

“El nombre bíblico de Babel se relaciona, mediante la raíz verbal «bll» (confusión), con la leyenda de la formación de lenguas diversas en el seno de la humanidad, con lo que se impidió para siempre la realización temeraria del propósito de asaltar el cielo. El milagro de Pentecostés, la bajada del Espíritu Santo (véase lengua), es símbolo de la facultad del hombre inspirado por dios de dominar espontáneamente lenguas extranjeras y superar las fronteras existentes…”[3]

Se nombra en el destruir, / en el romper lo roto, / como el mago de la cirugía / que destazara un sapo para armar / con sus fibras y sus nervios / un caballo enano. // Roer como el de perra / que levanta al cachorro, / golpear como la catapulta / que diera impulso al gorrión. // Pulverizado el cuerpo de la cosa derruida / deben cortarse aún los granos de su polvo / en gajos minuciosos. / Hasta el serrín de neutrón parecería sal gruesa / a la lengua curtida (105).

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Heidegger. Sartre. Heráclito. Bergson. Whitehead. San Agustín. Unamuno. Mientras que ser invoca un tiempo detenido, estático, sin alteraciones, estar denuncia un tiempo sucediendo, móvil, cambiante. El ser es un objeto cosificado. Sustantivo inalterable. El estar es un organismo contingente. Verbo transfigurándose. La presencia es el ser encarnado. Pasado, presente, futuro; estar ahí:[4]

Ésta es la cosa muda, el trino degollado / que me lleva por el nombre / dice el nombre, un aura, / y propala esta gloria, / esta sazón de mago en la cocina, / denso estar de la cosa entre las cosas, / por el mundo (91).

Así también:

Las cosas se distinguen de la cosas aullando, / piden su nombre a gritos, / reclaman su poeta. / Tienen sus cuatro patas / bien puestas en la tierra (103).

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Poeticismo. 1948. Enrique González Rojo, Eduardo Lizalde. “Si la historia de las discrepancias filosóficas es la historia de la confusión terminológica, la historia del mal uso del de y del su y del la, es la historia de la incomunicación humana de la imprecisión poética. Eso decíamos y creíamos, en pocas palabras.

“La hermenéutica poeticista aspiraba a ser otro instrumento, un dolby de la significación, se diría ahora, para impedir la confusión poética y conceptual del discurso, que se da normalmente en el habla diaria.

“[…] La conciencia de la polivalencia significativa de un verso, o de un poema, es lo que hace poderoso y comunicativo el trabajo. La univocidad como propósito era una mutilación congénita del poema. La ambivalencia, la oscuridad, el desconcierto, el propio caso significativo, la dispersión de los conceptos, el desorden del ojo, son los elementos que todo lo iluminan cuando el que los produce sabe lo que desordena al producirlos. El desorden perfecto es más perfecto que el orden, su gemelo mayor”.[5] 

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En 1959 el poeta escribió “La sangre en general”. El poema fue publicado como sobretiro, con cien ejemplares, de la revista Polémica. De él pertenecen las siguientes líneas. Llegó el tiempo de ser claros como el agua a la hora de beber, / como a la hora de la pesca el remanso que la quietud / satina. No hablemos más así, de roja sangre / común, de la sangre en general. / Hay que decir las cosas como el armario de vidrio: / el minuto, el pecho, el lugar, el dedo / en que repta la sangre por insólitas avenidas, / calles, arterias (nunca más precisos nombres).[6]

Años después, en 1966, el poeta dirá en distintos momentos de Cada cosa es Babel: Cosa, cómo te llamas. / Si el nombre humea por tu cuerpo / como la trepadora escrita, / o la hiedra de frutos salivares / urdida flor a flor con tu materia / —como trabando el agua con el vidrio / sin romper el agua—, / sí te llamas entonces, ente bautizado / que la lengua pule en su taller sonoro (88).

De igual modo: Ha de saber mejor que pardos nombres / —nocturnos al oído en los tejados— / los multitudinarios apellidos de las cosas: / azul, rota, gonzález (118).

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Nombra el poeta / con un silencio ante la cosa oscura / con un grito ante el objeto luminoso (91).

“El silencio esencial es el que está en la palabra misma como en su residencia, como en su morada; es el silencio que expresa: el silencio que, dicho, entredicho, visto, entrevisto, constituye nuestro hablar esencial.

“[…] La poesía moderna muestra, en sus experiencias más álgidas, que en buena parte se ha perdido el significado de la palabra y, al mismo tiempo, que la poesía es una de las rutas para encontrar la palabra perdida.

“Es naturalmente imposible fechar el comienzo de un hecho histórico; es también imposible mostrar todos los elementos que lo condicionan. Pero si por poesía moderna entendemos aquella forma del poetizar que tiene conciencia del lenguaje y que sabe que la esencia de la poesía es la esencia del lenguaje, es probable que podamos empezar a hablar de poesía moderna a partir de unos cuantos nombres: Hölderlin, Novalis, Baudelaire. Es probable también que, línea de poesía que se sabe palabra y que sabe igualmente que la palabra se ha perdido, se manifieste, críticamente, en Mallarmé.”[7]

El propio grito / que dé al grito su nombre / en el poema, / desbordará sus ríos caligráficos, / empujará sus tintas / hacia el morir sin mares, / hacia los medianiles del cuaderno, / limitará su texto / a las palabras entre líneas, / convertirá la pluma en ave entera. // La pausa misma, / lago de lenguas arrancadas / entre uno y otro grito, / será el poema. // Y el grito real, / el grito y su garganta / que el mapa de los versos y las comas / finge apenas, / el grito y sus moléculas, / el grito y sus medulas, / dará sus cuerdas vivas al grito del poema (112).

“La obra de Mallarmé es ante todo, una obra de negación. Pocos poetas repiten, como él, la palabra abolir. Es que Mallarmé, poeta creador, pretende ante todo suprimir el mundo para rehacerlo mediante la palabra. Es conocida su carta autobiográfica a Verlaine. Recordemos tan sólo que en ella confiesa su deseo de escribir El libro, libro absoluto que fuera a la vez imagen y reflejo, original y copia, expresión del mundo y fundación del mundo: totalidad.”[8]

Canta el hombre y construye / con su lengua el sabor de lo que canta (108).

“La grandeza de buena parte de la poesía de hoy está en su búsqueda: búsqueda presente tanto en Michaux como en Eliot, en Huidobro como en García Lorca, en Paz como en Olson. El problema vital de la poesía contemporánea puede expresarse en palabras de Max Picard: ‘Hoy el poeta se ha divorciado de la realidad; va a la caza de la realidad mediante palabras. La poesía solamente puede vivir si está de veras relacionada a las cosas reales.’”[9]

El nombre como el muelle debe clavar amarras de una seda feroz / al barco de la cosa que, por más pequeña, ha de arrancar postes, andenes, / tirando con su cuello colosal de microbio; / ha de arrancar costas, ciudades, corbatas, continentes, / con su lomo de Atlántida (116).

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Antonio Machado, Dylan Thomas, José Gorostiza, Alí Chumacero, Horacio, Heráclito, Octavio Paz, Pedro Garfias: epígrafes. Palabra-Realidad. Lince lleno de linces hasta el borde, / lince que escupe linces, el poeta, / jugo de ojos de lince, sabe que hablar / de lo que vuela implica el vuelo, / que al solo silbo de la caza aérea / las vértebras de un ala perforan su columna. // Hiriente y cauto grito de lince / caerá el poema al fondo del oído / con su peso de roca. // Colocado el poema entre bañistas / sobre su balsa de papel, / desbordaría el balneario. / Pez que en estanque de plomo se sumerge. / Mar de pesadas palabras en que flotan / continentes de corcho. / El ancla de la cosa atada al nombre. // Ala y ancla a la vez… (119)

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Vincent van Gogh nació en Groot-Zundert, Brabante, el año 1853. Su obra comprende naturalezas muertas, retratos y paisajes. Pero también composiciones de interiores, donde ropa, accesorios y muebles son preponderantes. Ahí encontramos, entre zapatos desvaídos y camas abandonadas en la luz amarilla del verano o de la tarde, sillas tejidas con fibras naturales. Inmóviles, a la espera. Los colores de su paleta incluyen el naranja, azul, verde, rojo. Intensos. Los trazos fuertes y gruesos. Quietud y silencio. Las mesas que asaltaron / de la garza al cuadrúpedo / piden cartas, poeta, sobre su espalda lisa / de potros en lentísima carrera, / cuentas claras, / como la silla de Van Gogh / donde se sienta un mundo (104). Vincent murió en Auvers-sur-Oise, Francia, el año 1888.

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Charles Baudalaire (París 1821-1867). Las flores del mal (1857):

Tú que, al igual que alondras, elevas tus ideas 

y el cielo matinal en un vuelo saludas,

comprendes sin esfuerzo, sobre las cosas feas,

el habla de las flores y de las cosas mudas.

(III. Elevación)[10]

 

Grito hundido en el fango caliente / de una bestia, de un mueble, / de una cosa cualquiera, / hasta la proa. / Cosa que incendia el ojo del lince / con la yesca de estar, / acércate a mi mano, / pobre cachorro de ser, / abre la boca y gruñe y haz el muerto. // Ven, cosa, yo te diré tu nombre (122). ~

 

 

 

 

 Datos vitales

Christian Barragán (ciudad de México, 1985). Estudió Psicología y Literatura en la UNAM. Ha publicado diversos textos en Tierra Adentro, Luvina, Crítica, Metapolítica, Periódico de Poesía, Literal, Taxi Magazine y La Jornada Semanal, entre otros. Actualmente escribe para Arte Al Día México (AAD MX). En 2009 fundó BACO, agencia de arte contemporáneo emergente.

 
 


[1] El presente texto no tiene autor. La redacción es de Christian Barragán.

[2] A partir de esta cita, todas las siguientes que aparecen en itálicas corresponden al poema Cada cosa es Babel, recogido en Eduardo Lizalde, Nueva memoria del tigre. Poesía (1949-2000), México: FCE, 2005.

[3] Hans Biedermann, Diccionario de símbolos, España: Paidós, 1993, p. 57.

[4] Ésta tesis es sostenida en Ramón Xirau, Tiempo vivido. Acerca de “estar”, México: Siglo XXI Editores / El Colegio Nacional, 1993. Véase también Wilhem Dilthey, Historia de la Filosofía, México: FCE, 1973.

[5] Eduardo Lizalde, “Autobiografía de un fracaso. Poeticismo”, en Nueva memoria del tigre. Poesía (1949-2000), México: FCE, 2005, p. 32-33.

[6] Lizalde, Loc. Cit.

[7] Ramón Xirau, Palabra y silencio, México: FCE, 1993, p. 146-147.

[8] Xirau, Loc. Cit.

[9] Xirau, Loc. Cit.

[10] Charles Baudelaire, Las flores del mal, México: Editorial Tomo, 2002, p.22.    

 

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