Foja de poesía No. 137: Lina Zerón

Lina ZerónEn seguida una mirada a la poesía de Lina Zerón (D.F., 1959) que, entre otras cosas, es parte del comité organizador del Festival de Poesía de La Habana, Cuba, desde el 2000 y Coordinadora General del Festival “Poetas del Mundo, Voces para la Educación” Toluca, México.

 

 

 

 

 

Hoy escribí tu nombre bajo la almohada

y no me sentí sola.

 

 

 

 

Oda mayor

 

A mis amigos en el exilio

 

Patria mía,

quién pudiera volver a beberte

en la copa de una mirada,

a sentir tu paisaje

adentrándose en el alma.

 

A mirar tus hombres,

tus niños,

tus mujeres,

creando de nuevo la esperanza,

entre las ruinas del odio caminando,

extendiendo otra vez

la mano amiga y compañera.

 

Y,

entre todas las manos,

la mano del ausente,

la mano del que se fue por el río,

de los que cayeron esos días,

antes del alba, en las sombras,

cercenados de fuego,

de tortura y espanto.

 

Quién pudiera volver a verte

con estos ojos de niebla

cuando me atropella el llanto.

 

 

 

 

 Mudar de piel

 

Lo difícil es mudar de piel

la primera vez.

Después…

oteas como un diafragma fotográfico

el cuerpo, su intemperie.

Luego, las clandestinas caricias,

las voces en murmullo,

los besos tras la puerta

que te obligan a buscar una isla blanca

en marejadas de olvido.

 

Al mudar de piel, vuelves a sentir,

te izas como vela.

En tus sábanas blancas

el mundo es tuyo otra vez.

 

Lo más difícil es arrancar raíces,

dejar trozos del rompecabezas.

No colgar el bolso de cuero

cuando ves la cama vacía…

 

Sabes que emigras a una nueva piel.

 

 

 

 

 Para negar tu amor 

 

Para negarte tendría que cortarme las manos,

pudrirme dulcemente por el sexo…

Sabes cómo odio negarte.

Y odio esta sensación de estar atada a tu cuerpo.

La lluvia de mis ojos es ácida

si no la provocas tú.

 

Para negarte tendría que matar mis sueños,

apagar la luz casi desnuda de mis párpados

y arrancar tus arlequines miembros

dibujados con magia, con movimientos de lluvia.

 

Si no estás,

grito en el teléfono,

te nombro, alaridos doy.

Odio esta orfandad que se apodera de mis sábanas.

 

(de La espiral de fuego, 1999)

 

 

 

 

Moradas mariposas

 

Fui semilla de sol plantada en la tierra,

parida por un tornado de agua,

entre polvo estelar y alarido de colores.

 

Yo quería nacer mariposa,

águila,

y que me crecieran doradas plumas,

pero nací higuera de enormes raíces

y me salieron ramas

y de las ramas hojas

y me nacieron ojos en la corteza.

 

De las hojas brotaron palomas,

acunaron suspiros mis rojos dedos,

mis manos abanicaron tinieblas

y probé la manzana del Edén.

 

Supe del sabor de la sangre

y  me punzaron los huesos,

aprendí a llorar con mi sombra

y a cargar la cruz del fruto de María,

pero también probé la miel sagrada de la rosa,

la carne del cordero,

tuve sangre virgen en las venas

y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.

 

Mi vientre parió moradas mariposas

que alimenté con savia pura de abeja

y me convertí en olmo

para defender los frutos

y ni sequías

ni tempestades

arrancaron mi tronco de la tierra.

 

Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,

maduraron los higos, a la vida cayeron,

se olvidaron de este árbol

y desnudas quedaron mis ramas.

 

Dejé de ser higuera y olmo,

me crecieron alas

y en las plumas colores

y en los colores agua

y me convertí en pez-golondrina.

 

Mis lágrimas humedecen las escamas

y los suspiros hacen volar mis alas

cuando veo las semillas que mis frutos dieron.

 

Soy feliz de haber nacido higuera,

volverme olmo

y ahora ser pez-golondrina

sin nido fijo y sin cadenas.

 

 

 

 

Cortesana

  

Soy la mujer que duerme en la jaula con los leones

al ponerse el sol.

Carne cruda como de sus pestilentes fauces,

          lamo sus recovecos denigrantes,

y, sin importarles, prueban cada mes mi sangre.

 

Me he dejado ultrajar por conveniencia,

                        soy mansa por una retribución,

abro mis posiciones

para conseguir prodigios mayores,

mejores pagas.

 

Todas las noches meto al sol en mi cama

y caliento deshilachados cuerpos.

A veces suplico ternura desde el fondo de mi alma,

desde el encierro de mi jaula

repleta de vacíos inconmensurables,

pero ellos no escuchan.

 

El mundo me desprecia,

yo lo ignoro.

Vivo para alimentar a las bestias

con mi carne.

Soy libre de volar si quisiera,

de escapar,

mas, no tengo a donde ir…

Pertenezco a esta jaula.

 

 

 

 

 Un gran país

 

 Vivo en un país tan grande que todo queda lejos:

                  la educación,

                  la comida,

                  la vivienda.

 

Tan extenso es mi país

que la justicia no alcanza para todos.

 

(de Moradas mariposas, 2002)

 

 

 

 

 Campanas y latidos 

 

Amo. Corto el viento con el filo de mis senos,

mientras atrapa mariposas el enjambre de mi pelo.

Disfruto gota a gota tus gemidos,

desfallezco cuando saturas mi grieta de existencia.

 

Amar es sufrir en azul cuando huye tu palabra,

es zurcir juramentos y besos a la tierra,

de mirlos rebosar el alma,

oír en las caricias campanas y latidos,

y volver a tocarte y sentirte aún entre mis sueños.

 

Amar es renovarme y renovarnos

mientras devoras mi cuerpo con tu cuerpo.

 

Es permanecer con tu piel enredada entre mis dedos.

 

 

 

 

Jardín en llamas

  

Te amo porque tus labios

saben a claveles y magnolias,

tu espalda a frescas hojas,

tu pecho a trino de gorriones,

tus piernas a rojo sauce,

tu sexo a enjambre de abejas.

 

Porque tu cuerpo es fuego de artificios

que explota en horizonte nuevo,

se inundan mis entrañas de sonidos.

Los jugos de mi almendra

a incienso de violetas huelen.

 

En tus dedos, infinita noria soy.

Me acaricias con ternura de algodones,

colmas mi vientre con frutos esmeraldas.

 

Porque eres curva perfecta

que se amolda a mi cuerpo,

conviertes en jardín mi corazón en llamas.

 

 

 

 

 Carbón ardiente

 

Borrarme de la tierra es pretensión inútil.

Ni la fiebre que arrasa por las noches

ni los gritos que exprime de mi cuerpo

ni todo su veneno devorándome el vientre,

iracundo dolor que acecha.

 

Me niego a ser un gusano más del césped

o un trozo de carbón ardiente,

repleto cráneo de aserrín.

 

No soy polvo que vuelve al polvo

ni inútil obituario en los periódicos.

 

Soy más fuerte que las células nefastas

               que se reproducen a diario.

 

Soy agua que arrasa los caminos,

turbulencia de duna en el desierto.

 

Conmigo no podrá la muerte.

 

(de Vino rojo, 2003)

 

 

 

 

 Autopsia

 

Me olvidas, cariño, me olvidas,

y este amor que siento

es más fuerte que un grito de ambulancia,

se esparce como sangre en la camilla,

revive al muerto del quirófano

y, cual botella de oxígeno,

lo mal usas, lo agotas, lo dejas escapar.

 

Me olvidas, amor, me olvidas,

mientras yo me debato con la muerte

suplicando al médico arranque

de mi corazón tu nombre,

que lo extraiga junto al silencio que dejaste

y lo muestre al público asistente

en la sala de emergencias.

 

Me matas, amor, me matas,

me tienes congelada sobre la terrible plancha,

inmolada de frío cual amoratado cadáver,

a punto de ser descuartizado

para que los doctores de la ausencia

giren la rueda de la autopsia

y declaren que fallecí de amor.

 

 

 

 

Lágrimas incandescentes 

 

Este amor que se resiste a morir,

que se duele en el rigor de la ausencia,

que le aterran tus perennes silencios,

aún se aferra a los rumores de felicidad.

 

Esta piel que se niega a fenecer en otros brazos,

que transpira a través de tu recuerdo

y se pierde en la hondura de los sueños,

sobre el eco inconcluso de las horas.

 

Estas letras mutiladas de destierro,

tienen alas de poemas atrapados,

enraizados siguen a tu tierra,

rescoldo de palabras en los labios.

 

Pero este abatido corazón deshojado,

este vaho de lágrimas incandescentes,

este cuerpo escarchado que aún se duele…

hará pagar con creces tu abandono.

 

 

 

 

Réquiem

 

Hoy cerré la casa con un candado de oro remendado,

regué primero los girasoles que solícitos se erguían,

las dubitativas rosas que conocen el dolor de la defensa.

Recorrí la luminosa alcoba entre lo oscuro

y sellé con gruesos listones las indiscretas persianas

Hoy abandoné la infinitud de una vida en casa,

los cimientos de amor a mi espalda quedaron,

se derrumbó la perfección de una armónica rutina,

la joya de caricias que entretejió nuestras vidas.

 

No volveré a doblar cortinas ni manteles de motivos,

ni a zurcir más trozos de suspiros a la vieja sobrecama,

ni los paseos de fin de semana esperar con impaciencia,

no lucharé más por extirpar el olor a humedades

y besos que cada rincón nos pillaba.

 

Debo arrancar de la memoria el polen de tu risa,

tus manos, remolino de nubes esparcidas en mi piel,

olvidar tus besos -trino de mirlos en la mañana-,

el balanceo perfecto de nuestros cuerpos.

 

No volveré a mirar tus ojos de fuego de luna,

ni a esperar en la ventana que aparezca tu figura.

Ayer debí incinerarte y tragarme las cenizas

para tener dentro aún tu cuerpo fallecido,

en vez de enterrarte en un frío cajón de madera.

 

Hoy me encuentro más sola que un viejo faro de mar.

 

 

 

 

 A todos los he amado

 

Te advierto que cuando muera,

ellos buscarán mis cenizas

esparcidas en el viento,

recordarán el rojo profundo de mis besos

y el azul revuelto de mis mares.

Volverán a la playa de olas satisfechas,

donde mi piel gemía en sus cuerpos,

se buscarán en cada uno de mis poemas

y en silencio gritarán mi nombre ante el espejo.

 

A todos los amé por igual:

nunca necesité descanso o más pulmones,

todos tuvieron su sitio y su tiempo,

siempre tejí océanos de ternura

con hilos de caricias en cada encuentro.

 

La vida pasa y la lluvia seguirá cayendo,

Mas, día a día recordaré cada nombre,

cada rostro, torso, manos, boca,

los “te quiero” y las despedidas.

 

Así que hoy tu traición no me derrumba,

hoy el amor encerró a sus mendigos;

todo será perfecto,

tú vendrás oliendo a fresco,

bien vestido,

cabello en orden;

yo besaré tus labios

y en tus labios, te prometo,

recordaré todos las bocas que he besado.

 

(de Nostalgia de vida, 2005)

 

 

 

 

 El patio trasero 

 

Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos

Porfirio Díaz

 

 

Nunca lo supe, pero ahora dicen que nací en un patio trasero,
más viejo, más antiguo que los árboles más altos del norte,
con más historia que la siniestra casa blanca de enfrente.
Aquí la hierba se cultiva con indigno y contento desorden,
para que allá la consuman y disimulen sus conciencias,
mientras sus hijos empuñan armas en los colegios
y sus padres empuñan armas en los mercados,
mientras las madres pintan de sal las bolsas negras
y el amo de casa practica golf cada mañana.

Vivimos en el patio trasero más grande del mundo
pero no conocemos el miedo del ántrax
ni el detector de metales para niños
ni el miedo silenciado con drogas militares
ni arco iris de alarmas sonando en la noche.

En nuestro patio trasero crece el maíz sin pesticidas,
los huevos son de gallo y de gallina,
las vacas engordan con forraje y no con las hormonas.
Poseemos flores, remedios, recursos naturales
y un sin fin de tradicionales comidas:
mole, arepas, asados, moros con cristianos, cara pulcra,
postres de frutas frescas y frutas cubiertas de azúcar.

 

Y uno que otro Mac Donalds.

Hay rosas, claveles, azucenas, y para los novios: azares.
Y en años pasados, la bella amapola que ahora es prohibida
porque el amo del norte la usa para hacer drogas finas.

Tenemos ríos, lagos, mares de verdes y azules tonalidades,
Volcanes, bahías, cascadas, desiertos.
Oro, plata, cobre, petróleo,

 la mano creadora del artesano y brillantes cerebros.

Aquí no se fabrican poblados enteros con jardines artificiales,
habitados por rostros de plástico con dinero de plástico
que piden para llevar su comida de plástico en dogui bags.

Pobres vecinos del norte que dependen para vivir de los recursos
    de este hermoso, vasto y altivo patio trasero.

 

(de Ciudades donde te nombro, 2006)

 

 

 

 

Letanía

 

Benditas las mujeres que protegen el fruto de su vientre,

asumiendo la parábola de su belleza bajo un delantal,

aquellas que lavan su rostro con el manto de la rutina

y aprenden a alzar la voz , aunque sólo se tenga la voz.

 

Benditas las mujeres que arrastran la cruz de impuras,

regando su futuro con lágrimas de ausencias,

que encuentran  purificación en el agua de cualquier río

y tejen amores dispersos en el manar del tiempo.

  

Benditas las mujeres que se enamoran,

las hechiceras de la noche,

las que comparten el fuego de las bodas del cuerpo

en la consagración de la piel.

 

Benditas las que gritan lo que el corazón profesa,

las que escuchan y las que imponen su palabra,

también las que callan su verdadera pasión,

sobreviviendo como agua estancada y triste.

 

Benditas las que enfrentan el nido vacío,

reviviendo cada noche el éxodo desde su origen.

 

Benditas las que son tormenta, río sin cauce,

a las que llaman locas, revoltosas,

liberadas, feministas,

y son capaces de atropellar al viento con una mirada.

 

Benditas las hembras con fracturas y fragmentos.

Benditas Nosotras, matriz del universo.

 

 

 

 

 Gitana azul

 

Hace mucho fui gitana azul,

tiré mis cartas con la mano izquierda,

mientras la otra tocaba con desprecio tu recuerdo.

Cadenciosos futuros reverberaron en mis labios

y el sol de marzo calentó mis andariegas manos

que me condujeron al viejo edificio de tu cuerpo.

 

Ayer, fui una iglesia colmada de oraciones,

un ángel cercando el cuadro de mi santo preferido,

-“San Judas Tadeo, en ti confío mis secretos”-

mi moral sujeta con alambres ortopédicos

porque este amor que por él siento

es un disfraz de noche de espantos mal cosido.

 

Hoy, tú eres ave carroñera despavorida tras los restos,

que me busca fuera y dentro de sus delirios,

entre las letras del teclado

donde a veces soy luminoso texto,

otras oscuridad de invierno

pero nunca la misma.

 

Mañana seré cirquera,

prestidigitadora,

¿y tú? una ronda de poemas

tirados por esta talladora de la vida,

entre los versos de mi último libro.

 

En el futuro serás ni 2 segundos por teléfono.

 

(de Consagración de la piel, 2007)

 

 

Datos vitales

Lina Zerón (Ciudad de México, 1959). Estudió Relaciones Internacionales en la ENEP Acatlán, UNAM. Entre sus libros figuran: La espiral de fuego, Moradas mariposas, Vino rojo Nostalgia de vida, Ciudades donde te nombro, Consagración de la piel y La herida invisible. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, catalán, portugués, servio, ruso, esloveno, italiano, árabe, rumano y holandés. Cuenta con numerosos reconocimientos y premios literarios. Sus textos aparecen en diversas antologías y en revistas nacionales e internacionales. Ha sido invitada a numerosos encuentros literarios, tanto en América, Europa y Asia, entre los que se cuentan: Festival Internacional de poesía de Granada, Nicaragua, 2005-2008, Poetas de Mundo Latino, 2006, Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2008, Poetas Latinas en Francia, 2007, Marché de la Poésie, 1999, 2007, Festival de Poesía en Irán, 2007, Festival de Poesía de La Habana 2000-2007. Además, es parte del comité organizador del Festival de Poesía de La Habana, Cuba, desde el 2000 y Coordinadora General del Festival “Poetas del Mundo, Voces para la Educación” Toluca, México. Ha sido Coordinadora del comité organizador internacional del Encuentro de Mujeres Poetas en el país de las nubes, desde 2001. También es la directora y editora de Linajes Editores. http://www.linazeron.com/

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