Entrevista a Mark Strand

Presentamos una entrevista que Dimitri Angelís, editor de la revista griega Frear, y Alí Calderón, editor de Círculo de Poesía, le realizaron al poeta norteamericano Mark Strand (1934). Strand fue Poet Laureate Consultant in Poetry to the Library of Congress en 1991 y ha merecido otras distinciones como el Wallace Stevens Award, el Pulitzer Prize, el Bobbitt National Prize for Poetry, etc. Es poeta, narrador, traductor y ensayista, uno de los poetas más significativos de la tradición norteamericana contemporánea.  La traducción de esta conversación corrió a cargo de Gustavo Osorio de Ita.

 

 

 

 

 

 

Dimitris Angelis: Esta pregunta autobiográfica es una de mis favoritas: ¿podrías pintarnos un retrato de ti mismo cuando empezaste a escribir poesía? ¿Algo como el retrato del poeta adolescente? ¿Al lado de las perspectivas teóricas, piensas que algunos de tus libros marcan un viraje, un cambio en tu disposición, estilo o faceta psicológica? ¿Cuáles serían estos libros?

Mark Strand: Cuando se trata de responder preguntas en torno a mi vida, suelo perder la atención. No me interesa demasiado mi pasado, prefiero fantasear sobre el futuro, incluso si a mi edad no queda demasiado futuro. Solía ser un vasto e inadvertido territorio; ahora parece más una especie de tierra que poseo y que estoy tratando de decidir qué hacer con ella. En cualquier caso, empecé a escribir poesía mucho más tarde que muchos otros poetas. Desde temprana edad pensé que sería pintor, habiendo mostrado algo de talento en ello. No demasiado, pero sí algo de talento. Es decir, nadie pensó que yo fuera otro Picasso. Escribí unos cuantos poemas cuando estaba en la universidad; eran poemas bastante malos y no mostraban promesa alguna. Sin embargo, si me gustaba leer poesía y sentía que esta despertaba en mí una creencia en el poder del lenguaje para crear sentimiento, unificado y palpable, dentro de un contexto imaginario. Esto fue cuando tenía poco más de 20 años y coincidió con la pérdida de la confianza en mi mismo como pintor. Empecé a pensar en que tenía una imaginación verbal más grande que una visual. Dejé de pintar y empecé a escribir poemas. En un principio, mis influencias fueron los poetas Americanos contemporáneos, una o dos generaciones arriba de la mía, pero pronto se me fue revelado que no poseía la destreza técnica de Merwin o Wright o Hecht o Merrill. También se me fue revelado que me atraía más el mundo fabricado de Borges, Kafka, Landolfi, Calvino, Beckett que aquellos, más disponibles y a veces más convencionales, mundos de los Americanos. Los poetas que me interesaban cambiaron también. Leía a los poetas que se publicaban en la serie Penguin de poetas de Europa del este. También leía la antología Six poets of Modern Greece editada y traducida por Edmund Keeley y Philip Sherard, la cual me introdujo a Cavafy y Elytus y Gatsos. Etc. etc.

Sospecho que desde la distancia adecuada todo mi trabajo parecerá básicamente el mismo, sin diferencias perceptibles entre libro y libro, pero mientras escribía entre cada sucesivo libro, esperaba que aquel fuera diferente, que estaba conquistando nuevo terreno para mí mismo.

El único cambio posiblemente perceptible vino tras un hiato de 6 años en el cual casi no escribí poesía. Esto es, hubo un cambio – aún lo creo – entre los poemas de Selected poems (1980) y The Continuous Life (1990).

No hubo un cambio de carácter o psicológico que lo acompañara, por lo menos ninguno que yo advirtiera. Lo que cambió mi trabajo fue simplemente el deseo de escribir de manera diferente. Quería líneas más largas, oraciones más complejas, más delicadeza, y un lirismo más pronunciado. La traducción de Robert Fitzgerald de La Eneida fue la chispa.

DA: Si me pidieran describir la poesía de Mark Strand diría que esta me recuerda los paisajes metafísicos de Chirico: cada poema es una narrativa breve y alusiva que crea un mundo a la vez misterioso, enigmático y nostálgico. ¿Estarías de acuerdo con la noción de esta metafísica de la presencia o la ausencia? (Aquí subyace también una pregunta implícita sobre si existe o no un aspecto religioso en tu poesía).

MS: Pienso que tu descripción de mi trabajo es correcta. El elemento de lo fantástico, la dependencia sobre lo narrativo, lo enigmático están ciertamente ahí. En verdad pienso en mí mismo como un poeta filosófico o quizás, más precisamente, uno metafísico. Hay una verdad que habita cada experiencia, pero esta se encuentra obscurecida por la convención o el habito, yo busco esa verdad e intento hacerla disponible al crear una experiencia sustituta, una en la cual esta verdad pueda al menos ser sugerida si no encontrada. Generalmente, esta experiencia sustituta puede remplazar la primacía de la experiencia real u obvia. La verdad de la que hablo encarna la unicidad de la cosa o evento en el o la cual reside y da vida. Esta es una forma de renovación, la cual permite al mundo ser visto y, por consiguiente, experimentado bajo una nueva luz. No soy en absoluto religioso y creo que la religión ha hecho más para impedir el crecimiento de la decencia humana que cualquier otra fuerza o factor en la cual pueda pensar.

Alí Calderón: En The making of a poem escribiste que el poema puede ser el residuo de una urgencia interna y que los poemas constan de un cierto grado de intensidad emocional, o una urgencia que puede dar cuenta del porqué fueron escritos. ¿Podrías ahondar en esto y darnos una perspectiva más profunda?

MS: Creo que lo he dicho tan claro como he podido en el ensayo que mencionas.

AC: Ciertas tendencias de la poesía experimental o conceptual norteamericana te acusan de ser un poeta conservador, un autor de poemas “bien hechos” . ¿Es la capacidad de un ser humano de ser conmocionado por cierto poema una cuestión de moda ?

MS: Esta es una pregunta difícil de responder. No pienso en mí mismo como un poeta conservador ni experimental ni que pertenezca a ningún grupo, tampoco creo en las etiquetas reductivas que buscan caracterizar el trabajo en lugar de dejar que el trabajo se sustente por sí mismo. Si mis poemas están bien hechos, quiere decir que me importan lo suficiente como para hacerlos tan bien como pueda.

La moda determina lo que será aprobado en un momento particular de una era particular. Pero siempre existen grandes poemas que trascienden el clima social o político en el que nacieron, poemas que apelan a lo que es intrínsecamente humano. De lo contrario no podríamos leer poemas de la antigua Grecia o Roma o a Dante o a Chaucer o a Shakespeare o a muchos otros. Uno no puede repetir el pasado; pero tampoco puede ignorarlo. Si alguien quiere ser libre, el o ella debe de saber de qué esta siendo liberado o liberada.

DA: Yo también tengo una pregunta relevante. El mundo moderno parece habitar nuestro tiempo con ocupaciones varias (televisión, internet, lectura de textos con hipervínculos que alteran nuestra manera de pensar y la práctica de la lectura tal y como la conocemos), en tanto que la escritura de poesía requiere de tiempo libre y cierta introversión. ¿Sería cierto decir que globalmente nos dirigimos hacia un cambio mayor en la sensibilidad?

MS: Bueno, no puedo predecir el futuro, lo que quiere decir que no tengo idea de si la poesía, tal y como la conocemos, existirá en cincuenta o cien años o, para tal caso, si algo existirá en absoluto. Pero sí parece ser que nuestro tiempo esta cada vez más ocupado por la interacción social a través de dispositivos electrónicos y que estamos constantemente tentados por escapar de la forma de pensamiento que hace tanto a la poesía como al entendimiento de esta posibles. Lo que quiero decir es que somos adictos a la velocidad, a la gratificación instantánea, a la exageración, al pensamiento reductivo, a la violencia o a las imágenes violentas , al poder, a lo que resulta tan abrumador que la posibilidad de la intimidad es negada. Los edificios se han hecho más altos, la escultura se ha vuelto gigantesca, las pinturas sobredimensionadas, lo mismo con las fotografías – solo para hablar de manera general de aquello que ha pasado en las artes visuales. En la poesía lo que tenemos es la evitación del sentido, como si el sentido fuese ipso facto un cliché. Escribo a mano, pero la gente más joven escribe directo en la computadora. Yo no deseo ver mis poemas tecleados tan pronto. Hay algo demasiado final sobre lo tecleado, especialmente cuando se llega a imprimir desde la computadora. Uno puede resultar engañado al pensar que el poema está terminado antes de que verdaderamente lo esté. Cuando escribo a mano, estoy bajo la ilusión de que escucho el poema, no leyéndolo. Observar lo tecleado refuerza la relación visual con el texto; uno ve y no escucha el texto. Pero, oye, cambios mayores están siempre ocurriendo y nosotros aún tenemos poesía que es reconocible como tal. ¡Y piensen en todos esos talleres de poesía! Miles de jóvenes obviamente quieren escribir poesía o, de lo contrario, ¿porqué gastarían tanto dinero tomando clases de taller? La muerte de la poesía ha sido predicha una y otra vez y por miles de años.

AC: Este año tenemos el centenario del natalicio de Octavio Paz. ¿Qué significa él para ti y cuál es su lugar en el mundo de la poesía?

MS: Octavio Paz fue un gran poeta y uno de los más grandes estilistas de la prosa del último siglo. Su lugar en el mundo de la poesía, siento, es seguro. No puedo imaginar un mundo sin los poemas de Paz. Siento, en su presencia, su irresistible encanto, su elegancia, el poder de su pensamiento, su apasionado compromiso con la poesía. Él me conmocionó como un ser humano ideal. Incluso la manera en que se vestía, su apariencia. Nunca había conocido a alguien como él y dudo que alguna vez lo vuelva a hacer.

 

 

 

 

 

 

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