Poesía portuguesa actual: Beatriz Hierro Lopes

Presentamos la primera entrega de la Muestra de poesía portuguesa actual, coordinada y traducida por el poeta Mijail Lamas (Culiacán, 1979). Iniciamos con la poesía de Beatriz Hierro Lopes (Oporto, 1985). Es licenciada en Historia. Ha publicado los libros: É Quase Noite, AVERNO (Ed.) 2013 y Espartilho, Debout Sur l’Ouef (Ed.) 2015.

 

 

 

 

 

 

[furia]

 

Tengo por regla esta apocalíptica forma de ser piedra en suelo mojado; y no me molestan en nada los pies de los otros, las rodillas las manos los rostros de los otros cuando casualmente resbalan en mí. Tengo una ciudad en cada pierna y en cada muslo el tráfico, la espera, la ira del taxista y una mano zurcida abusando la parada violenta que increpa desprecio a máxima velocidad. Tengo por pecho la plaza donde hombres y mujeres circulan y sé de memoria cada gesto sólo por la vanidad de decir: yo soy todo.
El todo tomando café, saliendo y entrando, indiferente a la calle que desemboca en mi lengua, ignorante de este registro diario que me ordena el ademán al negarle fuego a un desconocido. Niego, lo niego todo; y hay campanadas que suenan a mi espalda, santos de mirar opaco a los que sólo mi mirada les da brillo, hombres cotidianos que olvidan besos en cada ventana, sin saber que son mías la persianas que les devuelven esta impalpable forma de ser torrente de piedra: tempestad de granito. Golpeando furias contra abrigos negros, manos quietas y ese cabello oscuro buscando protegerse del frío.
No poseo sismo alguno, contingencia esporádica de la tierra en cuanto gime desamores al rocío de un cielo suspendido. Y, si me preguntaras quien soy, hacia donde voy, te diría: soy Otoño, Invierno camuflado de vana promesa, de vana incertidumbre, voy hacia el tiempo que es la contabilidad de la caída de las hojas. Soy como el tiempo de las tormentas, y si tengo como lengua un rayo despedazando las nubes, no esperes otra cosa que la certeza de que haré un día en plena noche, la forma más perfecta de romper el silencio.

 

 

[fúria]

Tenho por norma esta apocalíptica forma de ser pedra em chão molhado; e nada me incomodam os pés dos outros, os joelhos as mãos os rostos dos outros quando casualmente em mim resvalam. Tenho uma cidade em cada perna, e em cada coxa o tráfego, a espera, a ira do taxista e uma mão remendada abusando da paragem forçada a quem pragueja desprezo à mais alta velocidade. Tenho por peito a praça onde homens e mulheres circulam, e sei de cor cada gesto só pela vaidade de dizer: sou de tudo.
O tudo tomando café, saindo e entrado, indiferente à rua que desagua na minha língua, desconhecedor deste registo diário que me rege a correnteza do rosto ao negar lume a um desconhecido. Nego, nego tudo; e há sinos que tocam apenas nas minhas costas, santos de olhar baço a que somente o meu olhar dá luz, homens de todos os dias que esquecem beijos a cada janela, sem saberem que são minhas as portadas que lhes devolvem este sem toque de ser pedra em torrência: tempestade de granito. Batendo fúrias contra sobretudos negros, mãos quietas e esse cabelo escuro procurando proteger-se do frio.
Nada possuo de terramoto, ocasionalidade esporádica da terra enquanto geme desamores ao relento de um céu suspenso. E, se me perguntares quem sou, para onde vou, dir-te-ei: sou Outono, Inverno camuflado de vã promessa, de vã incerteza, vou para o tempo que é da contabilidade excessiva da queda dos ramos. Sou do tempo como da trovoada, e se tenho por língua um raio despedaçando nuvens, nada esperes que não seja a certeza de eu fazer dia em noite cerrada, a mais perfeita forma de romper o silêncio.

 

 

 

 

 

 

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