Poesía de Uruguay: Claudia Magliano

Presentamos algunos poemas de Claudia Magliano (Montevideo, 1974). Es profesora de Literatura egresada del IPA. Ha publicado Nada, poemario premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005. Su segundo libro Res ha sido publicado por Ático Ediciones en diciembre de 2010 y obtuvo el Primer premio en poesía édita del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), edición 2012.

foto: Graciela Guffanti

 

 

 

 

 

El aljibe escupe el agua esa que hemos de beber dijiste

no otra de río o estanque porque la noche trae muertos a la superficie

y en la mañana parece que

ya no quedara nada sin embargo

hay restos de piernas y brazos flotando allá más lejos cerca del molino

y  no los vemos

la vida comienza justo en la puerta de tu casa

en el galpón donde se alinea la lana del rabo de las ovejas que cortaste a fuego

chilla y aúlla el ganado res cabeza molida a golpes o de un solo tiro

pac

seca es la muerte de los animales es seca y muda

muda muda no dicen nada los animales no cuando los matan

se dejan ser presa sabrosa ah hoy también comeremos tierna carne de oveja

y mañana la alfombra de cuero acariciará mi piel delante de la estufa

y haremos leños con el monte y haremos el milagro de la noche/ sin muertos flotando en el río porque no los vemos /la vida comienza en la puerta de tu casa comienza /sí así dulce es la tarde cayendo sobre los campos.

 

 

(De Res)

 

 

 

 

Emigrar como los insectos verdes azules que golpean el aire entre las páginas del libro/ emigrar más allá de la urdimbre del alambrado/ de la urbe del ojo calcinado de la vaca por el sol por la lluvia ácida que hiere de cerca la mirada/ ser un animal de tropilla un animal que podría ser fiera y no lo es que podría ser selva y no lo es un animal domado como un gato o un pájaro en su jaula cantando quién sabe qué lamentos/ las arañas y las moscas son más libres/ cuanto más pequeña es la forma más libertad para emigrar y si se tiene alas mejor/ el miedo es proporcional al tamaño no es posible darle un marronazo a una hormiga a una vaca sí hay más espacio para no errar el golpe.

 

 

(De Res)

 

 

 

 

 

Comemos carne todo el año viernes santo cuaresma herejía/ muerte al ganado impreso con fuego/ un lote de corderos se exhibe en las vitrinas frías de los supermercados una pata de cabra/ abracadabra la muerte del ganado es mágica porque no la vemos como aquellos muertos flotando en el río no la vemos y tragamos una y otra vez tragamos ni la sangre se salva de caer en el vacío para volverse espuma roja disecada por el aire no queda ni un solo resto nada salvo el rabo de las ovejas que nadie  quiere/ hay ciertas cosas que no se comen/ agradecer al señor este alimento no el viernes santo no cuaresma herejía/ hoy morirá aquella vaca. No lo sabe.

 

 

 

(De Res)

 

 

 

 

 

Las vacas beben del estanque el agua podrida/ verde es el agua que beben las vacas beben verde y pastan sus desperdicios/ hay que engordar a las vacas hacer que crezcan darles vida para caer con el marrón sobre sus cráneos mientras duermen los terneros/ que a la mañana nadie notará la ausencia ni los restos de cuero flotando en el estanque/ los muertos en el río no se ven/ sus brazos apenas un fragmento de nada. El sol a veces ciega.

 

 

(De Res)

 

 

 

 

 

 

En la noche el río es solo un poco de agua/ los muertos no se ven en la noche/ no/ es tan oscura en el campo la noche es un capuz negro un manto que no filtra la luz/ el fondo del aljibe el agua del aljibe en el fondo/ lejos del río somos felices/ por  la mañana no se verán los muertos sus brazos el molino triturando el aire no. La vida empieza justo en la puerta de tu casa.

 

 

(De Res)

 

 

 

 

 

La boca abierta estalla ante la gracia del fusil/ desliza la cresta metálica y cae/el vértice frío del metal/un sonido de hambre abriendo el fuego.

Quién cae como ese niño sobre su sombra/juega a la muerte el niño/ atraviesa la bala/una escenografía hay que desampara.

Matar para dar vida/dijo o pensó/guardó sí el silencio/en el estómago estrujó la calma/trabó su sexo entre las piernas/adentro y más adentro y todavía.

Estampa la mañana la claridad del sueño/los ojos son un cristal que estalla/un vidrio roto detrás de la sangre/un modo de mirar el agua/el estanque inmóvil/todos los deseos en una sola moneda.

Nombrar para que el secreto no se parta/para hacer como un nudo con el lenguaje/para decir: el norte es tu sexo/tu semilla. La humedad empañando la lente/una fotografía/descubrir el alma/abrirla/disecarla/mostrar todas sus partes como si fuera un cuerpo solamente/un cuerpo solo que arde/una piel húmeda de fuego aún sin desollar.

Toda corteza esconde la transparente lechosidad del árbol/solo tallar basta para hacer raíz/para germinar el hijo muerto con su sombra debajo/aplastada como un pez/como una cabeza que rodara entre los cardos en la árida estación de los vientos.

La boca abierta/la gracia del fusil/todos los dones de dios y una cierta manera de decir amor.

Este poema debe su aparición a la lectura de la novela La virgen cabeza de Gabriela Cabezón Cámara

 

 

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

Una hoja tiembla en el borde de la rama

Sostiene la lluvia su rara nervadura

El sol apenas hiere

Como un rayo finísimo su filo luminar atraviesa la tarde.

Caen los frutos por su pulpa

Semillas hay que se clavan a la tierra

Y crece un huerto al borde del abismo.

¿Limpiará la tormenta tanta metáfora?

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

El mundo es una guerra

Y yo juego a enhebrar la sombra entre los árboles

Hemos perdido la luz adentro de un pájaro

El infierno es esa rama que tiembla y cruje debajo de los pinos

El mundo es una guerra

Inútil como este poema.

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

 

En el hueco de tus ojos

la hierba trepando las paredes

haciendo del eco otra sombra

y en la sombra misma

traspasada.

Tu niñez de peces muertos

el escándalo del sol en la retina

una gota de lluvia detrás de la ventana

y el terror devorando las muñecas

el jardín

la bruma que en tus cejas

dibujaba una gaviota

un ave cualquiera

ensimismada.

La noche fue certeza del presagio

en la dura  intemperie de los pastos.

Un resto de algo

queda

deslizándose entre los dedos del recuerdo.

Una gota de hielo

una hecatombe

un aullido de dioses en el pecho.

Quién velará tu cuerpo desatado en la furia de tus manos

quién hará de las cenizas barro

quién morirá

ahora

en este instante

para tocar tu grito

desde adentro.

 

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

Los árboles de la mente son negros. La luz es azul. 

 

Sylvia Plath

Hay un bosque en mi cabeza.

Es un bosque a mediodía

donde el sol no llega

y el aire es una cosa densa.

Hay un bosque

adentro

que llama

a veces

Golpea

Golpea

Tropiezo en su luz

me ciego

y el cuerpo se me va como una estrella

luminosa y opaca.

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

No. No es buen momento para vernos.

Llueve  y además los cristales se han roto.

El viento se llevó las casas y la gente.

Solo la barca continúa atada a la tierra. Porque son duras sus raíces.

Lo que debe crecer en el agua se hace más  fuerte si crece en lo seco.

No es buen momento para que atravieses la ciudad solo para verme. Para escuchar el mismo poema. Hace siglos arrancábamos versos de la tierra. Hacíamos un pozo y los buscábamos hasta quedar con las manos cuarteadas por el barro (siempre hay agua bajo tierra, por eso algunas barcas la prefieren)

No. No es necesario vernos justo ahora que la noche desprende su furia.

No. No sería razonable vernos ahora. Seamos serios como si estuviéramos adentro de una iglesia.

Después todo podrá decirse.

 

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

 

¿Qué hace un niño iraki en una hamaca?

Despista al francotirador.

 

 

Detrás de la mira, el gatillo

detrás, la mirada

/inmóvil/

busca el cuadro perfecto para  la fotografía

la exactitud de la luz golpea la frente apenas salpicada por algunos cabellos que la brisa mece

toque de claridad al encuadre

las piernas se esfuerzan apenas para dar impulso de subida y bajada

contra el viento a veces

a favor a veces

el impulso da más movimiento todavía

empuja las cadenas amarradas al cielo

en un ir y venir despreocupado

en el gatillo el dedo aprieta suavemente abre el obturador un poco más de luz

¿en qué piensa el fotógrafo en este momento?

No logra capturar el instante justo en que la hamaca sube o baja

el encuadre se mueve

cuesta hacer foco, de todos modos el paisaje saldrá nublado, de todos modos poco importa el paisaje

solo el personaje es lo central en esta fotografía. Un plano apaisado. La imagen hacia el costado derecho de la lente. Todo lo demás es accesorio.

¿qué piensa el dedo en el gatillo? ¿a quién disparará la cámara? ¿puede un dedo solo sentir? ¿o viene detrás todo el cuerpo con lo de adentro? ¿Eso que suele llamarse alma o razón o espíritu hará también el movimiento? ¿o será el movimiento mecánico de una cámara automática? ¿eso también es arte?

Solo fijar el momento para siempre. Ese cabello sobre la frente, sobre la cabeza toda

es una mancha oscura contrastando con el brillo de la luz de las cadenas amarradas al cielo, parece, porque no se ve la estructura que las sostiene. Para eso no alcanza el encuadre. No es tan grande la mira. La pantalla por donde hacer foco detrás de la lente.

¿Piensa el fotógrafo en su pequeño hijo o en los hijos conocidos?, siempre hay un hijo conocido, aunque no se tenga uno.

¿de quién es este niño? ¿importa su descencia? ¿importa si su madre lo espera mientras lee un libro sentada en un banco? ¿importa si su padre lo llevó para practicar la infancia sobre una hamaca al parque más cercano? ¿será este el parque más cercano o habrá otros más cercanos pero menos atractivos o acaso los más cercanos no tienen hamacas?

Detrás de la mira, el gatillo, más atrás la mirada buscando el plano perfecto, el momento justo, el instante ese y no otro en el que la foto no ha de salir movida.

En la paciencia está el arte de la fotografía. Capturar el instante a veces duele. Es una tarea complicada. La mente en blanco. El cuerpo tenso. La mano enhiesta con el índice doblado.

Se agota la paciencia del fotógrafo. No pudo con la intermitencia de la hamaca. Recuerda a su pequeño hijo o a los hijos conocidos.

180 grados.

La cámara  apunta hacia otro blanco.

Aprieta el gatillo.

Captura el instante.

¿Alguien revelará el autorretrato?

(Publicado en la Revista Casa, Casa de las Américas)

 

 

 

 

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