Murió el poeta Sergio Hernández

Sergio HenádezEl poeta chileno Sergio Enrique Hernández falleció ayer a las 20.15 horas en el hospital de Chillán, luego de haber permanecido en el recinto asistencial durante una semana, aquejado por la diabetes, que le provocó una descompensación. “Tuvo un compromiso respiratorio”, detallaron sus familiares más cercanos, lo que finalmente  provocó el final, a los 79 años.

 

Sergio Hernández (Chillán, Chile, 1931) formó parte de una generación notable de poetas, entre los que destacan: Enrique Lihn, Jorge Teillier, Efraín Barquero, Rolando Cárdenas y Armando Uribe Arce, entre otros. Fue miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua. Ha merecido, entre otros, el Premio a la Trayectoria en el campo de las Letras 1997 (otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación).

 

 A manera de homenaje presentamos la Foja de Poesía n° 164, publicada en marzo de este año en Círculo de Poesía.

 

 

 

Tu recuerdo es tan vivo

que casi no me haces falta.

 

 

ESTÁ BIEN…

 

Está bien

está bien

todo está bien

sólo que el hambre mata niños

y en la oscura humedad

crecen los muertos

y sin embargo está bien todo

y es grato haber llorado entre cipreses

embriagarse de tiempo

refrescar con amigos y cervezas

las blancas noches de verano

anclar el corazón en algún puerto

incorporar un poco de sol

al alma que habitamos

entretejer de amor

las noches y los días

y sobre todo pensar

que aún pertenecemos

a esta pequeña parte de la muerte

que hemos llamado vida

 

 

 

 

 

GENTES…

 

Gente del mundo

enorme y ciega tribu

de gitanos en fuga

desarticulado archipiélago

donde el dolor aterriza

y las alegrías se remontan

es preciso que unamos nuestras islas

aunque sea con un mar

creado por nuestro propio llanto

 

 

 

 

 

EL CANCEROSO

 

El canceroso

aunque con algunos dolores

disfrutaba de sus últimos días

una inyección por la mañana

dos o tres por la tarde

algunos amigos

con sus rostros especialmente acomodados

a las circunstancias

irrumpían en su habitación

se conversaba del tiempo

de los increíbles progresos de la ciencia médica

de lo mejorado que estaba el semblante del paciente

de los proyectos de reforma agraria

de los conflictos entre marxismo y capitalismo

de los últimos viajes espaciales

a lo que el canceroso respondía

con un discreto silencio

ya que él

a través de la ventana

observaba un ciruelo florido

 

 

 

 

 

IMAGEN

 

En mi estanque interior

tu imagen no se borra

Tu propio viento a veces

riza el agua

y son también hojas tuyas

las que caen

pero tus ojos nunca se deforman

 

Es posible que ya nada suceda

entre nosotros

Ahora la tarde entera

es el estanque

huye una gaviota

hacia otros mares

y es tu sonrisa

la que parte

y es tu mirada

la que parte

pero tus ojos nunca se deforman

 

 

 

 

 

ÚLTIMO DESEO

 

Antes de dejar de respirar

antes de retirarme definitivamente

de este juego

no pongan ni siquiera un Cristo

entre mis manos

pon tu sonrisa y tu mirada

y que eso sea el paraíso

 

 

 

 

 

ME PERSIGUE CHILLÁN…

 

Me persigue Chillán

por todas partes

remecida uva sol

plácida plaza

viene conmigo desde siempre

arsenal de la patria

 

Chillán es lo que tengo

y eso es bastante

Para tan grande sed

que ando trayendo

no hay otro cántaro que valga

para tanto cansancio acumulado

no hay otra almohada

Chillán fue mi principio

fue mi mañana

lámpara verdadera

nunca se apaga

 

 

 

 

 

MOSCAS

 

Las moscas juegan ajedrez

en el pobre mesón

parecieran no tener preocupación alguna

ni grandes problemas metafísicos

pero siempre andan rondando

la muerte

y la miseria

como si Dios las hubiese creado

a nuestra imagen y semejanza

 

 

 

 

 

ACUARIO

 

Mi infancia es un acuario inaccesible

un ebrio país de trompos y palomas

al que es preciso llegar con traje blanco

en una mañana azul

de sol volcado

yo no daría ya con los caminos

pero recuerdo algunas cosas

bandas de circo

en tardes de novena

noches de riñas y cansancios

dando conmigo en un desfondado sueño

sin contorno

cuando pasaba el regimiento

abandonaba mis juguetes rotos

y era mi corazón

todo mi cuerpo

después

vino la bruma en espirales

un día

mi madre y los guijarros

dieron un seco ruido de infinito

el tiempo frente a mí empuñó las manos

soltó pájaros negros en mis ojos

y un trozo de sol

cayó de entre los labios

la tarde es un sollozo contenido

mi infancia

es un acuario

 

 

 

 

 

DOCUMENTO PSIQUIÁTRICO

 

Lloro por los días que perdí

y que pasaron esquinando mi vida

lloro por los días en que no anduve como otros

con las bellas muchachas

en las cálidas tardes del verano

lloro por el posible daño que pude ocasionar

a los que más quise

lloro por mis sublimes

por mis involuntarios

y urgentes

y perentorios crímenes

lloro por el absurdo que ha significado

toda mi ternura

lanzada a los cuatro puntos cardinales

y que no tuvo eco

y que se estrelló con el odio

y la mezquindad

y la ciega roca de las pobres gentes

a quienes sin embargo amo y perdono

lloro justamente

por mi inconfortable ternura

celeste anzuelo

con el que también he recogido

hermosas perlas

adheridas al fondo del fango

y del abismo

 

 

 

 

 

BAJO ESTOS LIBROS MUERTOS

 

Bajo estos libros muertos

y esta impotencia oscura

en este pozo ciego

tapiado por la andrajosa lápida

de las pedagogías

yace el pobre poeta

que agonizó toda su vida

no es más

no será más

murió como quien era

vivió asustado de su propia sombra

nunca pudo callar

lo que sus venas le dijeran

cuando la hostilidad del mundo

vulneraba su piel

de frágil pétalo legítimo

trató de hacerse fuerte como pudo

cuando los hombres

le mostraban los dientes

como lobos furiosos

trataba de reírse como niño

vibraba con aromos y rosales

con el amor y el vino

la rumorosa selva de su infancia

nunca pudo alejarse de su oído

ya están conformes todos

lo mataron

por fin salieron de eso

no es más

no será más

dormid tranquilos

 

 

 

 

 

YO SOY COMO LAS PLANTAS…

 

Yo soy como las plantas o los árboles

que nunca han sabido quienes son

y echan flores o espinas

o atrapan insectos

ellos están ahí simplemente

(como yo en mi tierra)

y no les interesa ser astronautas

ni andar apretujados en los metros

o en los autobuses de las grandes urbes

por las noches

albergan a los pájaros

o contemplan humildes el universo

recibiendo amorosamente

el rocío de la madrugada

cuando mueren

regresan al vientre materno

para nacer de nuevo

en cualquier forma

es bueno ser planta o árbol

porque de ellos será el reino de los cielos

 

 

 

Datos vitales

Sergio Hernández (Chillán, Chile, 1931) Poeta, ensayista, profesor de literatura. Ha publicado: Cantos de Pan (1959), Registro (1965), Últimas Señales (1979), Quebrantos y Testimonios (1993), Adivinanzas (1998) y Sol de Invierno (2002). Formó parte de una generación notable de poetas, entre los que destacan: Enrique Lihn, Jorge Teillier, Efraín Barquero, Rolando Cárdenas y Armando Uribe Arce, entre otros. En el 57 una beca lo llevó a Madrid donde entabló amistad con poetas de la talla de José Hierro y Vicente Aleixandre. Su primer libro Registro fue prologado por Pablo Neruda. Ha obtenido diversas distinciones, entre las que destacan: el Premio FECH de Poesía (1954), el Premio Municipal de Arte de Chillán (1968), el Premio Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Valparaíso (1972), el Premio a la Trayectoria en el campo de las Letras 1997 (otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación), y el Premio Regional Baldomero Lillo 2005 (otorgado por el Consejo Nacional de Cultura y las Artes, Región del Bío-Bío). Es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua. Actualmente reside en Chillán de Chile. Según Hernán Lavín Cerda, “En sus instantes de mayor lucidez, Sergio Hernández se aproxima al misterio: lo roza con un soplo, y el soplo es como las alas de un colibrí que nunca dejarán de palpitar. Y el corazón del colibrí es el tic-tac del estremecimiento. Dicho de otro modo: el parpadeo del espíritu que en su poesía jamás se interrumpe”. (Hernán Lavín Cerda, del prólogo al libro Quebrantos y testimonios de Sergio Hernández, editado por Casa de Chile en México, 1993.)

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