Presentamos un acercamiento a la obra de Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973), una de las autoras más representativas de la poesía actual en España. Ha publicado, entre otros poemarios, Los ojos de la niebla (Ed. Visor, Madrid, 2008) y Croniria (Ed. Hiperión, Madrid, 2009).
CANCIÓN DE LA TRINCHERA
Señor Amor, dueño del cielo y de la tierra
tú que puedes batirnos a tu antojo
sobre el eje inicial de nuestro impulso.
Tú que te enseñoreas sobre todo lo vivo
entretejiendo un atlas de destinos cruzados.
Tú que puedes auparte a tu albedrío
y clavar tu aguijón sobre cualquier entraña.
¿Por qué vuelves a mí? ¿Qué vil capricho?
¿Por qué me arrojas de nuevo tu jauría?
He aquí, amo mío, lo poco que me queda:
mi sosiego de vidrio
la enmienda frágil de una paz absorta
mi mosaico de heridas mal curadas
demasiado recientes para ser cicatrices.
Imploro tu piedad desde mi grieta,
donde se han detenido la memoria y el ánimo.
Piénsalo bien: te costaría muy poco
concederme una bula de misericordia.
Deja a los que me quieren, esta pasión debiera
maldecirme tan sólo a mí, es lo justo.
Ya he visto antes cómo mi avidez arde
en tu hipnótica pira de dios omnipotente.
Descuida, soy sumisa
tu adiestramiento previo ha prosperado:
quien lo ha perdido todo varias veces
reconoce el honor de una derrota.
IN NOMINE LIBERTATIS
Si es verdad que el rencor
desgasta y envejece lentamente
con su rumor callado de piedra de molino
apuesto por ser joven ahora y siempre.
Mi casa está vacía
de chivos expiatorios y culpables.
Acumulo tan sólo
el valor necesario para seguir viviendo
bajo la protección de la alegría.
No me he inclinado nunca por el ánimo fácil
de tomar y obligar. Incluso lo pequeño
se me ha antojado siempre un mecanismo frágil
con más de una respuesta.
En mi alcoba no reinan
prohibiciones ni leyes. Mi palabra
es un patio sin llave
donde es bien recibido quien aprecie
la sombra de una higuera y un vaso de buen vino.
No frecuento los presos ni los jueces.
Sentencias y dictámenes les dejo
a aquellos que no dudan. Yo sólo estoy segura
que amo la libertad y sus orillas.
Cuando falte, buscadme entre las alas
de un pájaro que escapa del invierno.
Con las manos vacías se hace mejor camino.
No me pesan los créditos. En este mundo nuestro
toda deuda es de juego.
BÉCQUER Y EL ROCK AND ROLL
I know it’s only rock’n’roll
But I like it
The Rolling Stones
Tú también has tenido doce años.
Tú también reconoces
el temblor de la piel abriéndose camino.
Has vivido el incendio de los ojos
que ven la intensidad por vez primera.
Es invierno. Mis dedos infantiles
empujan su avidez contra un poema.
Detrás está un muchacho con perilla
y ojos interminables de soñador sensual.
Las palabras me trepan por el pecho
como hormigas hambrientas…
De pronto, un golpe seco
dentro de la conciencia.
Igual que cuando escucho un rock’n’roll.
La región más extensa de significado.
Poesía es lo contrario de la muerte.
Esta certeza súbita de lo desconocido.
Quizá sea solamente rock’n’roll.
Pero me gusta.
EL HOMBRE QUE PASEA POR MANHATTAN
El viento de diciembre columpia en la distancia
el esqueleto frío de los árboles.
Central Park susurra un villancico
enigmático igual que puntos suspensivos.
Manhattan se maquilla en los espejos
y viste de alegría su silueta lasciva
de mujer veinteañera,
bella hasta la herida y caprichosa.
Mientras,
él intenta despacio adivinar
en qué bando milita esa mano que late
hundida en el bolsillo
al ritmo del semáforo en la quinta avenida.
Nueva York es un niño henchido de futuro.
Solamente en Manhattan puedes sentir los labios
del ombligo del mundo besándote en la boca.
Después,
puede que la ciudad
vuelva a desvanecerse igual que un espejismo.
Él observa despacio
la escarcha a las orillas del río Hudson.
Cada gota de hielo
contiene la grandeza de un deseo.
De repente recuerda
un cuadro de De Kooning.
Ocurre algunas veces:
la realidad y el arte anudan sus extremos.
Existen lluvias grises y océanos celestes,
palabras y desiertos. Del mismo modo que
el cielo y el infierno están aquí y ahora.
Tan sólo hay que aprender a distinguirlos.
TRADICIÓN ORAL
Me gusta amarte hincada de rodillas.
Aquí, tan desde abajo, tan cerca de la tierra
relamo el palpitar de tu cuidado
y centro mi delicia en el transcurso.
No es de extrañar que el mundo sea redondo.
¿Qué forma iba a adoptar, sino la de mi boca?
LA MUJER HERIDA
Solamente si alguna vez amaste
con uñas y con dientes
sin red
sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.
Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
sin más escudo que su piel de hombre
bruñida por el sol igual que el oro viejo.
Lo amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente, en silencio
con esa gratitud voluptuosa
que provoca la lluvia en primavera.
Todo era tan sencillo.
Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes
como si el corazón se hubiera convertido
en un fiel animal domesticado.
Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.
Míralo de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo su costumbre de incansable maestra
cómo el alma dibuja
serenas cicatrices sobre viejas heridas.
EL DISCRETO ENCANTO DE LA AUTENTICIDAD
Fue Antoine de Saint-Exupéry quien dijo
que conocer a alguien
no era memorizar su nómina y su oficio
sino saber si amaba los geranios…
vas contando radiante mientras corres
al abrigo del tiempo
rasgando una guitarra imaginaria.
Yo apenas te conozco
de esa manera convencional y triste
en que se miden las gentes rigurosas
las mismas que calculan circunspectas
los números ajenos, las posibilidades
de establecer un marco común satisfactorio
como base de sólidas alianzas
que redunden en beneficios mutuos.
Afortunadamente ignoro todo eso.
Pero sé muchas cosas.
Aprendí navegando tu mirada infinita que los días
nos premian sólo a veces con veinticuatro horas
que un pez es el vecino del charco de la esquina
y la esquela de un príncipe un folio de papel.
Si conocer es verte sin que te vean los ojos
soñar a tumba abierta y no saber
quién se adueña de quién
pulimentar la luna
izar contigo todas las banderas
exentas de pecado
vislumbrar el secreto
elevar al cuadrado la risa de la tierra
escuchar sin abismos
tender la mano igual
que quien construye un puente.
Entonces, te conozco.
EN OCASIÓN DE TODOS LOS FINALES
Yo nunca resistí las despedidas
con su mezcla de muerte y precipicio
con el aroma amargo de la finitud
empalagando el ánimo
con esa luz de hielo matutino
que penetra debajo de los párpados.
Yo nunca resistí las despedidas
pero no sé por qué.
Me lo pregunto porque no ha supuesto
una sorpresa súbita casi ninguna de ellas.
He solido saber
con esa exactitud de los relojes
el lugar, el momento
la documentación y el escenario
en que sobrevinieron.
No hay engaño. El jueves diecinueve
era un jueves sin ti. Estaba escrito
mucho antes que las lágrimas
anunciasen el fin
y todo fin es único.
Las despedidas son como el otoño
inevitables pérdidas
vienen puntuales con aviso previo.
Nadie puede acusar de su tristeza
a la pequeña hoja tiritando dormida
en medio del camino.
De repente esa hoja me recuerda
los hoteles pintados de naranja.
Son dos cosas que llegan de otra época
igual que llega la bruma de noviembre.
Traen una carga de nostalgia limpia
sin traición ni sorpresa.
Y sin embargo el alma
no logra acostumbrarse en una vida.
Yo nunca resistí las despedidas
porque en cada una de ellas se marchita la voz
de todas las personas que yo he sido
y ya no puedo ser.
YAGO BAZAL SE DEJA VER DOS HORAS
La luna nueva late dentro del corazón
de un hombre declarado clandestino.
Es una noche oscura como un crimen.
Yago Bazal avanza monte abajo
entre sombras azules que susurran su historia.
Porque los ideales se volvieron ceniza
hace tiempo que Yago no hace fuego.
Así,
va dejando jirones de sus mejores sueños
en las plateadas jaras a su paso.
Lo recuerda muy bien.
Un búho reconoce el rostro tenso
a veces decidido a rebelarse
contra quienes lo excluyen de los seres humanos
aunque otras veces también muestra, de pronto,
el cansancio plomizo y demacrado
de una lucha sin plazo.
Hay pocos camaradas
y mucha escarcha rota.
No es la palabra frío la que agrieta la cara
ni amorata los dedos en las botas deshechas.
Es el frío de verdad.
Es el frío espeso
de esta primera Navidad después de la derrota
pegándosele al cuerpo igual que una serpiente.
En la guerra Yago había odiado las palabras.
Podía notar el pulso
tibio como la tierra
en las letras de sangre.
Sin embargo, ahora sabe
que no son las palabras quienes matan.
Cada letra es un pez en el océano,
un árbol florecido,
pero hay labios que usan las palabras
como se usa una ametralladora.
Fuera se han encendido
las farolas ausentes de la calle.
Mientras,
suspira muy despacio.
El frío le acompaña como entonces.
Si cierra bien los ojos fatigados
Yago se puede ver
trepando el muro de su propia huerta
acallando a sus perros
penetrando furtivo en su mísera casa
de trigo húmedo y ajo.
Aún puede oír el sollozo desvalido
de la mujer que ama
al verlo tan delgado y polvoriento.
Todas las noches Yago vuelve a huir monte arriba
con pocas provisiones y un beso triste quemándole los labios
con los ojos perdidos de los hombres
cuyo futuro ha sido demolido.
Todos nosotros somos ahora y para siempre
las pisadas de Yago contra la piedra helada,
yo soy el pan callado de aquella Nochebuena,
tú eres la luna oscura que le ayuda a esconderse.
Y hoy es mil novecientos treinta y nueve.
Datos vitales
Raquel Lanseros, (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1973) es Licenciada en Filología Inglesa, actualmente trabaja como Asesora de Formación de Idiomas en el Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa de León. Colabora con poemas, traducciones y reseñas críticas en gran número de revistas y publicaciones literarias. Asimismo, su obra ha sido incluida en numerosas antologías. La última de ellas, Poesía ante la Incertidumbre. Antología de nuevos poetas en español (Ed. Visor, Madrid, 2011), ha sido publicada simultáneamente en España, México, El Salvador, Nicaragua y Colombia. Autora de los libros de poesía: Leyendas del Promontorio (Ayto. Villanueva de la Cañada, Madrid, 2005), Diario de un destello (Ed. Rialp, Col. Adonáis, Madrid, 2006), La acacia roja (Ed. Tres Fronteras, Murcia, 2008) Los ojos de la niebla (Ed. Visor, Madrid, 2008) y Croniria (Ed. Hiperión, Madrid, 2009). Ha sido galardonada con un Accésit del premio Adonáis, el Premio Unicaja de Poesía y el Premio Antonio Machado en Baeza.