4 poemas de Mark Strand

Mark Strand

En esta nueva entrega de Crónicas de Babel, G.A. Chaves nos presenta cuatro poemas de Mark Strand (Estados Unidos, 1934). Fue declarado Poeta Laureado en 1990 y, además de escritor, es crítico de restaurantes. En la época de la moda de la supresión del yo, Strand afirma: “yo escribo sobre mí mismo”.

 

 

“En fin: yo escribo sobre mí mismo, claro, pero en una versión mitológica. Creo que he creado un mito de mí mismo que no es yo mismo, y que, aunque tiene elementos de mi propia vida, está generalizado: en consecuencia, otros pueden sentir como propio este personaje”.

Mark Strand

 

 

 

Keeping things whole

 

In a field

I am the absence

of field.

This is

always the case.

Wherever I am

I am what is missing.

When I walk

I part the air

and always

the air moves in   

to fill the spaces

where my body’s been.

We all have reasons

for moving.

I move

to keep things whole.

 

 

 

Dejar las cosas intactas

 

En un campo
yo soy la ausencia
de campo.
Esto es
siempre así.
Donde sea que esté
yo soy lo que falta.

Cuando camino
parto el aire
y siempre
el aire ingresa
a llenar los espacios
donde ha estado mi cuerpo.

Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para dejar las cosas intactas.

 

 

 

 

The marriage

 

The wind comes from opposite poles,   

traveling slowly.

 

She turns in the deep air.   

He walks in the clouds.

 

She readies herself,   

shakes out her hair,

 

makes up her eyes,   

smiles.

 

The sun warms her teeth,

the tip of her tongue moistens them.

 

He brushes the dust from his suit   

and straightens his tie.

 

He smokes.

Soon they will meet.

 

The wind carries them closer.   

They wave.

 

Closer, closer.   

They embrace.

 

She is making a bed.

He is pulling off his pants.

 

They marry

and have a child.

 

The wind carries them off   

in different directions.

 

The wind is strong, he thinks   

as he straightens his tie.

 

I like this wind, she says   

as she puts on her dress.

 

The wind unfolds.

The wind is everything to them.

 

 

 

  

El matrimonio

 

El viento viene de polos opuestos
y viaja despacio.

Ella se vuelve hacia el aire profundo.
Él camina por las nubes.

Ella se alista,
se sacude el cabello,

se arregla los ojos,
sonríe.

El sol calienta sus dientes,
la punta de su lengua los humedece.

Él se sacude el polvo de su traje
y se endereza la corbata.

Él fuma.
Pronto se conocerán.

El viento los acerca cada vez más.
Ellos se saludan.

Más cerca, cada vez más cerca.
Se abrazan.

Ella tiende una cama.
Él se quita los pantalones.

Se casan
y tienen un hijo.

El viento se los lleva
en direcciones distintas.

El viento es fuerte, piensa él
y se endereza la corbata.

Me gusta este viento, dice ella
y se pone el vestido.

El viento se abre en un soplido.
El viento es todo para ellos.

 

 

 

Carta

A Richard Howard
 
 

Los hombres corren a través de un campo,
de sus bolsillos caen lapiceros.
La gente que sale a caminar los recogen.
Esa es una de las formas en que se escriben las cartas.

¡Cómo caen las cosas en los otros!
El ser ya no me pertenece a mí, sino que duerme
en la sombra de un extraño, y le da vestido
a ese extraño, e incluso lo guía.

Es mediodía cuando te escribo.
La vida de alguien ha llegado a mis manos.
El sol emblanquece los edificios.
Es todo lo que tengo. Te lo doy todo. Tuyo,

 

 

 

 

 

De: ELEGÍA A MI PADRE
Robert Strand 1908-1968

 

5. Luto

 

Guardan luto por vos.
Cuando te levantás a medianoche,
y el rocío brilla en la piedra de tus mejillas,
guardan luto por vos.
Te llevan de vuelta a la casa vacía.
Las sillas y mesas las llevan para adentro.
Te obligan a sentarte y te enseñan a respirar.
Y tu aliento quema,
quema la caja de pino y las cenizas caen como luz de sol.
Te dan un libro y te piden que leás.
Escuchan y sus ojos se llenan de lágrimas.
Las mujeres acarician tus dedos.
Te peinan y le devuelven el amarillo a tu pelo.
Te afeitan la escarcha que tenés en la barba.
Te masajean los muslos.
Te ponen ropas finas.
Te frotan las manos para mantenerlas calientes.
Te dan de comer. Te ofrecen dinero.
Se ponen de rodillas y te ruegan no morir.
Cuando te levantás a medianoche guardan luto por vos.
Cierran sus ojos y susurran tu nombre una y otra vez.
Pero ya no pueden arrastar de tus venas la luz enterrada.
Anciano: igual levantate y seguí levantándote; ya de nada sirve.
De la forma en que pueden guardan luto por vos.

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