Un poema de Cesário Verde

En una nueva entrega de “En línea recta”, presentamos el poema Contrariedades del poeta portugués Cesario Verde (1855) con traducción y nota del poeta Mijail Lamas. “Pessoa consideraba a Cesário Verde el padre involuntario del sensacionismo, corriente a la que se adhieren sus tres heterónimos más conocidos y él mismo”.

 

 

 

 

 

José Joaquim Cesário Verde nació en Lisboa el 25 de Febrero de 1855. Como otros importantes poetas portugueses, ha vivido bajo la sombra que proyecta la enorme figura de Fernando Pessoa. Sin embargo es sabido que el mismo Pessoa consideraba a Cesário Verde el padre involuntario del sensacionismo, corriente a la que se adhieren sus tres heterónimos más conocidos y él mismo.

Fue Cesário Verde quien introdujo de manera éxitos la temática urbana en la poesía portuguesa,  aunque es a la vez un poeta que cantó al ámbito rural.

Afectado por la tuberculosis, mal que cobraría la vida de dos de sus hermanos, Cesário Verde muere el 19 de julio de 1886. O Livro de Cesário Verde fue publicado de manera póstuma por Antonio José Silva Pinto, amigo y albacea literario de Verde. El poema que ahora se presenta, además de presagiar la futura muerte del autor, es sin duda un antecedente indiscutible del celebre poema “Tabaquería” de Fernando Pessoa.

 

CONTRARIEDADES

 

Hoy me siento cruel, frenético exigente;

no puedo tolerar los libros más bizarros.

¡Increíble! Ya fume tres cajas de cigarros

consecutivamente.

 

Me duele la cabeza. Aguanto asfixias mudas.

¡Tanta depravación en usos y costumbres!

Amo, insensatamente, los ácidos, los filos,

los ángulos agudos.

 

Me siento al escritorio. Enfrente de mí vive

una infeliz sin pecho, los pulmones enfermos;

sufre, le falta el aire, han muerto sus parientes,

y plancha ropa ajena.

 

¡Pobre esqueleto blanco entre nevadas ropas!

¡Tan pálida! El doctor cómo le ha preocupado.

Trabaja duro y siempre le debe a la botica,

ni alcanza a mal comer…

 

Me vuelvo más perverso, me crezco en el castigo;

ahora yo me siento lleno de helada saña,

la culpa es de un periódico que rechazó hace días,

mi folletín de versos.

 

¡Que mal humor! Rompí una muerta epopeya

al fondo del cajón ¿Qué produjo el estudio?

Más de una redacción de las que elogian todo

me ha cerrado las puertas.

 

La crítica siguiendo el método de Taine

la desdeña. Junté en una inmensa hoguera

muchísimos papeles inéditos. La prensa

vale un desdén solemne.

 

Con raras excepciones me inspira un epigrama.

Dieron las doce, en calma baja por la avenida

un Sol y un Do. Llovizna. Y ya toda la gente

se regodea en el lodo.

 

Nunca le dediqué versos a la fortuna

y sí, por cortesía, a colegas y a artistas,

¡Independiente! Sólo por eso a mi los críticos

me niegan sus columnas.

 

Piensan que el suscriptor habrá de abandonarlos,

si acaso tales obras y autores publicaran.

¿Arte? No les conviene, visto que sus lectores

deliran por Zaccone.

 

Un narrador cualquiera, disfruta honrosa fama,

obtiene su dinero, su club de seguidores,

y a mí no hay cosa más que me moleste tanto

que el escribir en prosa.

 

La adulación repugna los finos sentimientos;

y raramente le hablo a nuestros escritores

y original me apuro a lanzarles exactos

estos alejandrinos.

 

¿Y la tísica? En casa y con la plancha dando,

ignora que la asfixia, la combustión de brasas,

no huye del tendedero que humedece los cuartos.

Se consume en desprecio.

 

¡Vive con pan y té, antes de ir a la tumba!

Se esfuma y todavía, en la tarde ya débil,

la escucho canturrear una canción muy triste

de una opereta nueva.

 

Perfectamente. Voy a acabar sin agruras.

Quién sabe si después, rico y en otros climas,

conseguiré releer estas rimas ya viejas

impresas en un libro.

 

En las letras conozco un campo de maniobras:

se usa el reclamo, intriga, exclamación y broma,

y esta poesía pide un editor que pague

todas las obras mías.

 

Ya me pasó el coraje ¿Y entonces la vecina?

¿La pobre planchadora se acostará en ayunas?

Veo la luz en su cuarto. Ella Trabaja. Es fea.

¡Qué mundo! Miserable

 

 

 

CONTRARIEDADES

Eu hoje estou cruel, frenético, exigente;

Nem posso tolerar os livros mais bizarros.

Incrível! Já fumei três maços de cigarros

Consecutivamente.

 

Dói-me a cabeça. Abafo uns desesperos mudos:

Tanta depravação nos usos, nos costumes!

Amo, insensatamente, os ácidos, os gumes

E os ângulos agudos.

 

Sentei-me à secretária. Ali defronte mora

Uma infeliz, sem peito, os dois pulmões doentes;

Sofre de faltas de ar, morreram-lhe os parentes

E engoma para fora.

 

Pobre esqueleto branco entre as nevadas roupas!

Tão lívida! O doutor deixou-a. Mortifica.

Lidando sempre! E deve a conta na botica!

Mal ganha para sopas…

 

O obstáculo estimula, torna-nos perversos;

Agora sinto-me eu cheio de raivas frias,

Por causa dum jornal me rejeitar, há dias,

Um folhetim de versos.

 

Que mau humor! Rasguei uma epopéia morta

No fundo da gaveta. O que produz o estudo?

Mais duma redação, das que elogiam tudo,

Me tem fechado a porta.

 

A crítica segundo o método de Taine

Ignoram-na. Juntei numa fogueira imensa

Muitíssimos papéis inéditos. A imprensa

Vale um desdém solene.

 

Com raras exceções merece-me o epigrama.

Deu meia-noite; e em paz pela calçada abaixo,

Soluça um sol-e-dó. Chuvisca. O populacho

Diverte-se na lama.

 

Eu nunca dediquei poemas às fortunas,

Mas sim, por deferência, a amigos ou a artistas.

Independente! Só por isso os jornalistas

Me negam as colunas.

 

Receiam que o assinante ingênuo os abandone,

Se forem publicar tais coisas, tais autores.

Arte? Não lhes convêm, visto que os seus leitores

Deliram por Zaccone.

 

Um prosador qualquer desfruta fama honrosa,

Obtém dinheiro, arranja a sua coterie;

E a mim, não há questão que mais me contrarie

Do que escrever em prosa.

 

A adulação repugna aos sentimentos finos;

Eu raramente falo aos nossos literatos,

E apuro-me em lançar originais e exatos,

Os meus alexandrinos…

 

E a tísica? Fechada, e com o ferro aceso!

Ignora que a asfixia a combustão das brasas,

Não foge do estendal que lhe umedece as casas,

E fina-se ao desprezo!

 

Mantém-se a chá e pão! Antes entrar na cova.

Esvai-se; e todavia, à tarde, fracamente,

Oiço-a cantarolar uma canção plangente

Duma opereta nova!

 

Perfeitamente. Vou findar sem azedume.

Quem sabe se depois, eu rico e noutros climas,

Conseguirei reler essas antigas rimas,

Impressas em volume?

 

Nas letras eu conheço um campo de manobras;

Emprega-se a réclame, a intriga, o anúncio, a blague,

E esta poesia pede um editor que pague

Todas as minhas obras

 

E estou melhor; passou-me a cólera. E a vizinha?

A pobre engomadeira ir-se-á deitar sem ceia?

Vejo-lhe luz no quarto. Inda trabalha. É feia…

Que mundo! Coitadinha!

 

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