Sulamita en el siglo XXI

Martha Leticia Martínez

En la  primera entrega de “Alforja” de 2012, José Vicente Anaya sigue las huellas del erotismo y lo sagrado en la poesía de Salomón y de algunas poetas beats, a partir del último libro de Martha Leticia Martínez de León, Diecinueve plegarias y un credo… según la carne (kata sarká)..

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Sulamita en el siglo XXI

Martha Leticia Martínez de León ha escrito un poemario que sobrepasa y altera al status quo de la poesía actual en México. Es un libro con poemas que sorprenden, encantan, estremecen y entusiasman. Transmiten intensidad en cada instante. El título es Diecinueve plegarias y un credo… según la carne (kata sarká)*.

Son muchas las cualidades favorables para estos poemas; la primera que hago destacar es que se trata de una poesía novedosa, no me equivoco si también la califico de extraordinaria, ya  que nada tiene que ver con el supuesto “canon” en boga (que más que “canon” raya en la repetitiva mediocridad); esa escritura “canónica” que al estar tan llena de imágenes se ha vuelto de tal abstracción que ya nada comunica, quedándose en un lenguaje vacío.

Es cierto que en la poesía no hay temas nuevos, aunque sí el-la poeta, retomando su cualidad de creador, deberá renovar el tratamiento del tema y su lenguaje, así como las atmósferas poéticas que habrá de transmitir. Y esto es algo más de lo que muy bien hace Martha Leticia. De tal manera que por virtud de su autenticidad y pasión nos presenta un libro en el que la vivencia erótico-amorosa es capaz de mostrarse de un modo novedoso.

Esta poeta es una Sulamita del siglo XXI. La Sulamita de hace casi 3000 años, aquella mujer amante, amada, enamorada, seductora en el Cantar de los Cantares del rey Salomón —éste, por cierto, tuvo varias esposas y concubinas, por lo cual pensamos que mucho debió de haber aprendido de esas múltiples relaciones, pero a quien consagró en su clásico escrito fue aquélla nacida en la ciudad de Sulem (Sunem), de ahí su gentilicio convertido en nombre. En aquel tiempo, las mujeres nacidas en Sulem, se decía, eran las más bellas.

La amada en el Cantar de los Cantares nada tenía de mujer pasiva, al contrario, con gran desenvoltura expresó la delicia carnal y actuó como protagonista su papel activo en los lances y enlaces amorosos. Sus referencias amantorias, aunque dichas con metáforas, son bastante explícitas y deliciosas. Recordemos unos cuantos versos en traducción del célebre fray Luis de León:

Desnudéme mi vestimenta… Mi amado metió la mano en el resquicio de las puertas, y mis entrañas se estremecieron en mí.

Béseme de besos de su boca: porque buenos [son] tus amores más que el vino.

El mi amado descendió al su huerto, a las heras de los aromates, a apascentar entre los huertos, y coger las flores.

Mi nardo dio su olor muy más crescido.

¡Oh quán suave olor, que derramaste! / panal están tus labios destilando, / y en leche, y miel tu lengua está nadando.

Su fruta dulce a mi garganta

Son varias las Sulamitas de la poesía que, con diferencias, se han expresado a lo largo del tiempo, para quienes la sexualidad es gozo y santificación. Para no ir muy lejos, vayamos a la mitad del siglo XX, cuando florece la vanguardia poética constituida por la generación beat, quienes elevaron la sexualidad a términos sacrosantos. Y precisamente, encontramos una interesante referencia en la novela más emblemática de esta generación, En el camino, de Jack Kerouac, donde se habla de un personaje para quien “el sexo es sagrado”; convicción compartida por hombres y mujeres, y cualidad ritual de toda poética para las Sulamitas. Lo mismo vemos en otro libro fundamental para esta generación y demás personas de su tiempo, se trata del largo poema-novela “Aullido” de Allen Ginsberg, donde se dice:

quienes copularon en la mañana en las tardes en jardines de rosas y en el césped de plazas públicas y en cementerios desparramando su semen gratuitamente para quienquiera que llegara…”

quienes copularon extasiados e insaciables con una cerveza un dulce corazón un paquete de cigarrillos una vela y remataron fuera de la cama y continuaron sobre el piso y siguieron por el pasillo y acabaron desmayándose sobre la pared con una visión del último coño y llegaron eludiendo el último trancazo de conocimiento.

quienes endulzaron las vaginas de un millón de muchachas estremeciéndose a la hora del ocaso y amanecían con los ojos enrojecidos pero ya estaban preparados para endulzar la vagina del alba…

[Traducción de JVA]

Las mujeres poetas beats vivieron su sexualidad sin culpas y haciendo hincapié en el gozo liberador. Una de ellas, poeta y novelista prolífica, Marge Piecy (1936) en su poema “Canción postrada dice:

Húmedo, húmedo, en la humedad metido,

creo que eres cerveza, leche y semen.

Eres remolino de agua, un dios del río

con cabeza afelpada. De tu nariz

brota la sangre, y de tu boca el vino.

Eres humectante que cura catarros y

resfríos. Emites un vapor `perenne,

exhalación, riachuelo de orina, lágrimas

tibias. Tienes una erección en frío y,

escurridizo, te pierdes debajo de la

lama. De pronto caes, fogoso, ganas tú,

barullero, y en todas las habitaciones

tocas puertas. Mientras yo, cual medusa

vibrante, como un salmón que encalla,

sobre tu suavidad resbalo y quedo

plena.

[Traducción de JVA]

Otra de las poetas beats, Leonore Kandel (1936), es autora del poemario The Love Book (El libro del amor), por el que en 1966 fue llevada a juicio bajo acusación de haber publicado un libro “obsceno”, causa que perdió ante el fiscal acusador, y razón por la cual ese libro fue retirado de circulación, y así sigue hasta nuestros días. De ella cito estos fragmentos:

Dios / poema de amor

no hay otras vías para el amor que / la belleza /

y yo te amo por todas las vías

te amo / tu verga en mi mano

se aviva como un pájaro

entre mis manos…

/ y recuerdo las dulces noches en que

mamamos nuestros jugos

más deliciosos que la miel

/ donde tú y yo hemos sido el templo

y el mismo dios…

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Coger con amor     Fase I

Coger con amor es cambiar el temperamento del aire

dos extraños por ósmosis, entran al ángel

más allá de la piel

(algo como un tronco de árbol

crece en mi mano)…

posiciones y placeres que mi cuerpo necesita

me transforman en enorme boca

entre mis piernas

chupaverga oh verga amorosa…

chupaverga qué paraíso

la lengua entre mis muslos

dilata a mis piernas hasta el grito…

SÍ SÍ SÍ ESTO es ESO, esto es lo que he querido

esto es la belleza,

él es un volcán que hace erupción clavado en mí

hasta mis venas destilan esperma

¡DIOS MÍO, es una veneración esta cogida!

[Traducción de JVA]

La tercera poeta beat que aquí recuerdo es Diane di Prima (1934). Su libro Memorias de una beatnik está lleno de anécdotas que reviven las plenitudes lúdicas de ella y sus compañeros y compañeras. En una breve autodescripción, escribió: “Soy una mujer de placer / y doy sal cuando me dan sal. Libre de la  esperanza y del conocimiento, he dejado esto [su poesía] entre piedras molidas en otros umbrales.” De ella cito un breve poema que une el buen humor al erotismo entre hechos cotidianos:

Si me vengo…

Si me vengo a vivir contigo,

¿me prometerías

un pedazo de carne los domingos,

una hojita de azucena

para oler en la almohada,

un queso en el refrigerador,

un beso de lengua

entre las pesadillas?

Si no es así,

no me vengo contigo.

[Traducción de JVA]

La mexicana Nelly Keoseyán (1956) en su poemario Fuego interior, que se publicó hace  de hace 25 años, con un lenguaje de suavidades poéticas, homenajea al Cantar de los Cantares:

Me has penetrado

has abierto en mi cuerpo una herida profunda

honda como la oscuridad océanica del alma

vacía y vastísima.

Y tu boca es un río que se acaba en mi boca

y mi boca es una grieta donde se extingue y renace

el universo

y mi vientre una gruta lasciva

un manantial de donde nace el agua subterránea…

y tu espalda un rayo de lumbre que me parte

y el amor un astro luminoso que atraviesa la noche

y unifica la carne y el espíritu.

Me has poseído

Me has dado fuego infinita delicia y energía

Y con violencia y caricias

Me has arrancado del sexo la muerte y la vida.

Las poetas y poemas antes citados vienen al caso porque son la cercanía más inmediata para encontrar el salto al siglo XXI, en cuanto a formas singulares de compartir el tema que nos ocupa; sin embargo, a la vez hay diferencias notables respecto a los poemas que leemos en Diecinueve plegarias y un credo… según la carne (kata sarká), en éstos hay más radicalidad, fuerza, atractiva crudeza, poética de un lenguaje en el que ha aumentado las referencias directas, una sincera religiosidad a la vez que rebelión y justificadas confrontaciones con las ortodoxias; donde la autora con sus palabras se juega valientemente su existencia. Martha Leticia vive una sincera fe religiosa que hace a su poesía semejante, y a la vez distinta, al Cantar de los Cantares; esto es, que el gozo erótico está íntimamente ligado a la experiencia espiritual. Además, esta Sulamita del siglo XXI es capaz de reconocer y pervivir las implícitas contradicciones históricas de su tiempo.

Martha Leticia está lejos de vivir la lujuria (y todas sus acepciones condenadas por los moralismos como: lascivia, obscenidad, liviandad, impudicia, incontinencia, concupiscencia, lubricidad) como culpa, como pecado; al contrario, es el acto liberador que esencializa la praxis humana y es, en sí misma, la trascendencia y el éxtasis. Ella se dirige a Dios así:

Padre mío

¡no me perdones

y no apartes la tentación

de reconocerme en Tu cuerpo

hasta encontrarme en mi orgasmo!

Piedad, Señor,

para la infidelidad del cuerpo,

no de mi cuerpo,

sino de aquel que se cansa

del mismo falo

y busca en la trinidad de cada nueve hombres

cimentar su orgasmo.

El cuerpo humano es el templo primordial en el que se realizan los más importantes rituales, ahí toda consagración se eleva al cielo:

Dios:

“Te santifico en mi cuerpo”

Ella es todas las Marías (madre, esposa, virgen, prostituta —María Magdalena— y ¡sabia! discípula ninguneada por los hombres apóstoles):

Mi cuerpo se parece al de María

María madre

María esposa

Virgen María.

Su alma no se parece a la mía

mujer lenta,

mujer puta,

mujer lenta

mente

puta…

Busco a su Hijo [Cristo]

Me impregno en su cuerpo…

palpo la perfección de sus ángulos

se lubrican mis muslos.

Cada clavo es un falo

mi clítoris murmura…

No hay culpa ni sentimiento de pecado porque el orgasmo es la posibilidad de llevar al éxtasis liberador en el camino del nirvana, como se espera que suceda con la experiencia sexual según enseña el sagrado tantrismo, que en la India se practica en círculos esotéricos ligados a las religiones hinduista y budista (cfr. Philip Rawson. Tantra. The Indian Cult of Ecstasy, Thames and Hudson, Singapur, 1979). Y desde el punto de vista de psicólogos y psicoanalistas muy prestigiados por sus contribuciones a mediados del siglo XX, como fueron Wilhelm Reich (La función del orgasmo, Psicología de masas del fascismo) y David Cooper (La gramática de la vida, La muerte de la familia) se ha fundamentado que la práctica sexual inclina a que las personas se realicen más plenas a favor de los instintos de vida y en contra de los de muerte y opresión, también de acuerdo con las enseñanzas del sabio filósofo de la Escuela de Frankfurt Herbert Marcuse (Eros y civilización, Contrarrevolución y revuelta, Un ensayo sobre la liberación). Hay un orgullo en reconocerse con cualidades eróticas y de ser erotizada:

Te doy gracias, Señor

por la desnudez de mi cuerpo

por los símbolos de vida que pusiste en mis senos

para amamantar la continuidad

de Tu propia creación.

Te doy gracias, Señor

porque al abrir mis piernas entre su cuerpo

mis ovarios se disponen

y mi seno cobijará un feto negado por la razón

Algunos versos pequeños abren la gran dimensión del gozo, por ejemplo:

me beso con tus labios

Te toco / palpita mi sexo

me empino / y comulgo con su vino derramado

Yo soy tu eucaristía [eucaristía de eu: bien; -itos: gracia, acción de gracias; rito por el que se consagra el pan y el vino, símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo].

Los poemas “Once”, “Dieciocho” y “Credo” son críticos y deslindan a la poeta de los actos anticristianos que se han observado y denunciado ante las conductas de prelados famosos (y de algunos ocultos en los anonimatos) de la Iglesia católica. Además, en algunos versos se deja ver un aire de ecumenismo:

“Gloria a ti, Dios Padre, y a cada uno de tus nombres

porque eres único y las religiones sólo nos separan.”

Creo en ti, Dios,

no por costumbre, tradición, necesidad ni sustento,

sino porque en la búsqueda de mi propio encuentro

sin ningún juicio

te quedaste ahí

esperando que yo entendiera que Te llevaba adentro…

no creo en la Iglesia que se ha creído

santa pura e infalible

porque se ha vanagloriado y enriquecido en Tu nombre

y con la sangre de todos tus hijos.

En la segunda parte de este poemario, con el título de “Yo confieso…”, los poemas perviven las contradicciones que surgen al perseguir el imposible amor por un sacerdote que ha hecho voto de castidad, amor que también es el posible vínculo de lo terrenal con lo celestial. Aquí cobra más fuerza la condena moralista del apóstol san Pablo que expresada en griego fue: kata sarká (según la carne), lo que “el apóstol de los gentiles” condena como “la voluntad humana para buscar el placer” considerado un pecado. Pero como antes hemos dicho, el placer  es bienvenido como liberador:

Sobre mi pubis acaricio un recuerdo…

El olor de tus dogmas

El sabor de tu magisterio

insaciable y bendito

acosado en la ignorancia

de mi concupiscencia

desde lejos te comulgo

y desde lejos me humedeces…

y desde este cruce de piernas

te rezo

En mi soledad respiro tu aroma de higo

necesito comulgar

a través de tu carne”

“Me borro en el sudor del cruce de mis muslos

cuando imagino que mis cuatro labios

derrocan tu sacramento.

El ángel protagonista del filme Las alas del deseo (1987) de Wim Wenders, se humaniza de carne y hueso para hacer realidad el amor y apreciar la belleza carnal con la mujer de quien se enamora, y así, él sacrifica la trascendencia de la espiritualidad que perderá al entrar en el plano de la vida humana. Martha Leticia hace lo opuesto en sus poemas: ella se inmola en una radical carnalidad desatando intensamente todos sus apetitos, para ascender a la espiritualidad, sin nunca perder el disfrute de lo placentero.

Todos los detalles que aquí hemos considerado en el poemario Diecinueve plegarias y un credo… son el claro testimonio de una poética muy novedosa en lengua castellana,  y en el contexto cultural de México. Me apropio de palabras del gran escritor francés Víctor Hugo para decir que Martha Leticia Martínez de León “ha agregado un nuevo estremecimiento a la poesía”.

Martha Leticia con anterioridad ha publicado el poemario Gritos de mi silencio (2002); poemas en dos antologías: Poesías de la Pluma (2007) y Poesía al padre Vilaseca (2010); así como cuentos en las antologías Narrativa en miscelánea (II y III) publicadas por la UNAM.

José Vicente Anaya,

Coyoacá, 2011

* kata sarká quiere decir: según la carne, palabras que anteceden en el título.

Prólogo al libro Diecinueve plegarias y un credo… según la carne (kata serká), Linajes Editores, Tercera Edición, México, 2012.

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