Foja de Poesía No. 387: Susana Reyes

Presentamos el trabajo de la poeta salvadoreña Susana Reyes (San Salvador, 1979). Es gestora cultural. Preside la Fundación Claribel Alegría y es editora de literatura de Índole Editores.  Ha publicado:  Los solitarios amamos las ciudades e Historia de los espejos. Aparece en diversas antologías nacionales e internacionales, como la antología La poesía del siglo XX en El Salvador. La Estafeta del Viento, Colección Visor de Poesía (2012).

 

 

 

Historia de los espejos

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.

Tu llegada ahí es tu destino

mas no apresures nunca el viaje

Constantin Cavafys

I

                                                                              Para doña Martha Sutter de Selva

 

 

Esperé a Ulises cada tarde

alerta, fiel, con mis aves resueltas.

 

Me senté en el viejo umbral

a deshojar el horizonte.

 

Los tejidos ablandados por las lágrimas

se desanudaban solos

en una rutina feliz e incierta

 

No sé si él supo de abismos,

de oscuridades o silencios,

pero el corazón me guió

cada noche hasta sus pasos.

 

Me ahogué con él

y mil veces me arrastró el viento

en los desiertos.

 

Gané el hambre y las fiebres

el nudo en la garganta

al que se ató cada noche

para no saltar al vacío.

 

Y caminé con él

mas nunca supe que sus pasos

huían de mi Itaca,

que quemó sus naves

en el primer puerto,

que se escondió en los espejos…

 

Pero él no sabrá de las dimensiones,

que camino con él

que lo veo irse y volver cada noche

en este espejo

que sigo tejiendo.

 

 

 

 

II

Cayó despacio el tejido

y sus hilos mudos y húmedos

se quebraron.

 

Hubo dolor inexplicable

Un perdón simple               insuficiente

un espejo retratando al sol que era mi cara

y la cara de todas aquellas

que en balde amamantaron los días.

 

 

 

 

III

El pie certero

o la ficha marcada,

la salida del dédalo

hecho de noche y llanto.

La llave sin el listón cambiado,

el ladrillo falso, la máscara

la alfombra, el sortilegio,

el pasadizo de hueso y polvo

el acertijo, el espejo…

la sangre fría o las venas de piedra

Dámelos

porque duele el alma y

muere un poco en cada intento.

 

 

IV

 

                                               Para llenar un hueco

                                                              inserta en él la cosa misma

                                                              que lo causó.  Pon otra:

                                                              se verá más vacío.  No se puede

                                                              rellenar un abismo

                                                              con aire.

                                                                                              Emily Dickinson

Era de agua,

de esa agua robada a los lagos profundos.

Era de mareas su estirpe

y jugaba siempre a romper con sus palabras de espuma

el corazón de piedra que era un desconocido

hasta ese entonces.

 

Con espuma de oro

hizo brillarlo

y latió al vaivén de sus olas de fuego.

 

Nada se sabe de aquel que un día

se llevó ese corazón de piedra,

sólo el vacío donde anidan viejas olas

queda como testigo húmedo

de lo que ahí cupo.

 

No hubo leyenda que contara de ese fuego

no hubo voz para alimentar un eco

en las gaviotas errantes.

Los dioses le negaron algún don

algún mal presagio, siquiera…

 

Hoy se presume vagabundo,

piedra de fuego errante

en un mar hecho de aquella agua.

 

 

 

 

 

 “Inútil repetirme que el recuerdo

de ayer y un sueño son la misma cosa.”

Jorge Luis Borges

 

V

El mar es el llanto de la Luna,

y su esencia

duerme en el ojo de un prístino huracán

que despliega su brillo.

 

El vigía interior aguarda en el centro

con su furia de piedras antiguas.

Su ojo vela el alma presa de esta dimensión.

 

La vida es una danza con el infinito

en pasos monótonos.

Una voz sorda busca los acordes

de un pasado que en los sentidos se borró.

 

También el amor sabe a lágrima,

y huelo su aroma que me incendia.

He probado la luz y

la tierra me llenó de sus colores.

Mis ojos sólo saben de la claridad,

de la noche,

pero he escuchado el llanto

de su entraña

y me he bañado con lágrimas de Luna.

 

Él esperó mis pasos.

No tuvo miedo de la mujer que sabía a Luna

y tenía un mar como reflejo,

se dejó amar en un  silencio de olas.

Ahora lleva mi señal y sabe a lágrima su esencia.

 

 

 

Ulises

Nadie te enseña a volver

te quedas ahí

esperando una corriente que te lleve

sin saber a qué playa

y regresas a otra orilla

que te cobija y alimenta

y olvidas el camino

en el sueño que no vuelve

eco impreciso en tu latido

eco triste

ajeno ya

imposible

sin nombre

No se sabe volver

a donde nunca se ha ido

 

 

 

 

Ítaca

 

 

Detrás de su huella se borró el camino.

 

Lejos de sus ojos,

la Ítaca olvidada

floreció de una eternidad transparente

su dimensión

ahora es otra

quizá la mentira crea la felicidad.

 

Ulises sigue vagando triste

No saben nada los caminos

de aquel que borró su huella.

Ítaca no lo recuerda

ya no tiene su aroma en las laderas

ya no florece de amor para sus ojos.

 

Dicen que después de sus batallas

lloraba por aquella casa 

hoy escondida en sus pupilas

 

El camino incierto y pobre

frente a su grandeza

le hizo olvidarla.

En otras aldeas de espejo dejó su estirpe.

Los pasos rotos

no sangran lejos de los espinos

ni añoran ya los otros pasos.

 

 

 

 

 

Poesía

 

            La literatura es siempre una expedición a la verdad.

 

F. Kafka.

 

 

 

De qué es la vida sino de palabras

Existe el mar porque así lo llamo

y su inmensidad no es más que un sinónimo

de mi miedo.

 

No vale una palabra

lo que se dice

por decirse

 

Es ingrato

profanar esa seda

vuelta sayal en tristes manos.

Áspera, incita a suavizarle

las venas gastadas

a venderle el amor

o negarle el odio

que martiriza sus hebras

 

No vale una palabra

lo que se dice

sin sentirse.

 

Tiene sabor de alma

la ternura esparcida en los papeles.

Húmeda e ingrávida

roza sus sílabas lúbricas

de ojos incandescentes.

 

No vale una palabra

lo que se dice

para mentirse.

 

Limpia la mesa,

las sílabas y las venas,

se sirven inquietas

y proponen que desangre

esta tela, esta alma, este mar.

 

 

 

 


De la serie “Álbum de niñas con abuela”

 

Pero el remedio, aunque sea imperfecto, es huir siempre del último sitio donde se ha sufrido

 

Charles Dickens, “Casa desolada”

 

 

La ciudad seguirá su pulso

el horizonte se ha desnudado de volcanes

el filo de los pinos muerde la tarde

y la voz de todos ensordece los pasos

 

Un susurro de viento y verde intenta aliviarla

 

Le ha dicho que nunca se juega con fuego

que el sabor de la soledad

terminará por vencer su alma

que nunca volverá por el mismo sendero

y que afuera caen, a pedazos, los pájaros.

 

Ayer soñó con la transparencia de viejos días

y rechazaba las caricias

de manos tristes

y la boca era un cuchillo desangrado

 

Soñó el ruido de la tarde

su látigo de fuego en la habitación

la vasta soledad del jardín acurrucado

las manos sobre el cuerpo tibio y sonriente

la voz como luz recorriendo las cortezas

 

Llueven diamantes sobre los árboles

y un mar silencioso y verde se mece.

 

 

 

 

Lo vi ascendiendo por la cuesta gris

de la vieja ciudad de su niñez

El hombre y el otro, como uno nuevo

su espalda de azulejos firmes

de ceniza y alma de los tigres

que perdieron su fe en los laberintos

de las páginas inútiles

 

El canto y los cuchillos como un viejo mar lleno de remolinos

cuentan su afán de torpes señales

que transitan por las venas de todos en esta tierra

 

 

El hombre me mira desde su espalda

me intuye en el espejo que soy

Y en la luna que siempre vigiló sus pasos

el hombre se pierde en un momento eterno

en esa calle que no conozco

como él no me conoce

y como yo no conozco a quien hoy se hunde

por las calles de estos versos provocados por la fiebre

de un rostro que jamás podré ver.

 

 

 

Susana Reyes (San Salvador, 1971) es Profesora y licenciada en Letras por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA. Trabaja como docente de lenguaje y literatura. Es gestora cultural  para la formación y promoción de temas relacionados con la literatura y la edición. Preside la Fundación Claribel Alegría y es editora de literatura de Índole Editores. Imparte talleres de teatro y ha participado en montajes teatrales.  Ha publicado:  Los solitarios amamos las ciudades e Historia de los espejos. Aparece en diversas antologías nacionales e internacionales, como la antología La poesía del siglo XX en El Salvador. La Estafeta del Viento, Colección Visor de Poesía (2012). Ha participado en investigaciones relacionadas con poesía de mujeres y estado de la literatura en El Salvador.

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