Sobre la poesía de Ferreira Gullar

José Vicente Anaya nos presenta un ensayo en torno a la obra del poeta brasileño Ferreira Gullar (São Luís, 1930). Anaya se pregunta cuál es el lugar de Gullar en la vasta tradición lírica del Brasil  a partir del llamado “neoconcretismo”.  Algunos poemarios de ferreira Gullar son Muitas vozes (1999), O formigueiro (1991) y Barulhos (1987).

 

 

 

 

 

El día vertiginoso en la poesía de Ferreira Gullar

 

Ferreira Gullar es un poeta que nos trae  el futuro en el ahora y la trascendencia humana en lo inmediato de todos los días. Estas características son suficientes para entender que se trata de uno de los grandes bardos de nuestro siglo, si bien conocedores y críticos literarios de la cultura brasileña con otros juicios ya lo han ubicado en ese destacado lugar, como lo han hecho en Brasil Leandro Konder y en México su traductora Alma Velasco y Miguel Ángel Flores.

            Es muy rico y diverso el contexto de la poesía brasileña en este siglo, con grandes cambios y encuentros iniciados desde su modernismo vanguardista de 1922 que renovó y radicalizó el quehacer poético con las plumas de Manuel Bandeira, Oswaldo de Andrade, Mário de Andrade, Ronald de Carvalho, Carlos Drumond de Andrade y otros, además de los que al correr de los años desdoblaron las búsquedas en movimientos  como los nacionalistas Pau-Brasil, Verde-Amarelo, Anta, Antropofagia y movimiento de Recife. Con más cambios y diferencias vendrían el grupo Festa, la generación del 45 (donde, entre otros, encontramos a  Lêdo Ivo y  João Cabarl de Melo Neto), hasta el grupo de poesía concreta que se expresa a partir de 1957 con Augusto de Campos, Haroldo de Campos, Décio Pignatari y por un corto tiempo el mismo Ferreira Gullar. Todavía vendrán grupos como los de poesía praxis y poesía proceso. A partir de mediados de la década de 1960 destacarían los juglares o trovadores modernos, poetas que cantan sus poemas, como Vinicius de Moraes, Toquinho, Chico Buarque y Caetano Veloso.

            De aquel 1922 a la década de 1960 la poesía brasileña vivió renovación tras renovación, pasando de la influencia europea a un nacionalismo que se fue polarizando hasta la exaltación de los valores regionales y luego localistas; y entre ellos, algunos intentos de poesía purificada que en un afán universalista y con certeza en la crítica de la exageración localista desechó raíces culturales o terranalidades,  no sin logros y contribuciones, aunque polémicas, de importancia en el panorama literario.

            ¿Y en ese contexto dónde se ubica Ferreira Gullar? Dijimos de paso que al principio coincidió con la búsqueda de la poesía concreta, pero luego manifiesta desacuerdos y se aparta para proclamar el neoconcretismo.  Tal vez sea inútil tratar de constreñir en un lugar a este poeta, pues nace apenas dos años después de que se instaura el grupo Antropofagia de 1928, es un adolescente cuando surge la generaciín del 45 y, como dijimos, no congenia con sus conteporáneos concretos. Esa trayectoria, pero sobre todo su muy peculiar poetización, hacen de Ferreira Gullar un poeta único, a quien se le podrían encontrar coincidencias con otros creadores pero en lo determinante de su obra resulta tan único que podríamos verlo como su propia vanguardia, a la manera en que lo fueron César Vallejo y Miguel Hernández.

            Al leer su libro En el vértigon del día (publicado en Brasil  en 1980 y ahora en México por la Editorial Aldus, en traducción de Alma Velasco, trabajo con el que ella ganó el Premio Nacional de Traducción de Poesía 1995) descubrimos desde su título la intensidad del instante cotidiano, y así es toda la poesía que contiene. Este poetizar de Ferreira Gullar nos recuerda la idea de otro de los muy grandes de este siglo, William Carlos Williams, quien proponía (y lo llevó a cabo) “escribir poemas extraordinarios con palabras ordinarias”. Fuera de las burdas y absurdas disquisiciones sobre “poesía fácil” o “poesía difícil”, la poética de Gullar demuestra la sencilla existencia de poeta, él es el que ha visto, en el transitar de la gente y de las cosas de a diario en su Brasil, los hechos de la historia y las vivencias que humanizan; su demasiado amor que no puede dejar pasar la miserabilidad de los poderosos ni el sufrimiento de los miserables que son sólo víctimas, ni hacerse el desapercibido ante los hechos abusivos del poder político que se impone por medio del militarismo, como sucedió en Brasil con aquel golpe de estado en 1964 de un tal Goulart coreado por una pseudorrevolución de otro tal  Magalhães Pinto; sucesos por los cuales el poeta tuvo que vivir en el exilio, desterrado. Así pasó por ciudades como Moscú, París, Caracas, Santiago de Chile o Buenos Aires; en las cuales también nacieron algunos poemas que conforman En el vértigo del día.

            En este libro el amor vive, tanto en el poeta como en otras personas, por consiguiente hay namoramiento (enamoramiento) que vivifica y se impone sobre los descalabros de los hechos sociales o personales. En toda esa cotidianidad poética está también la belleza, pues como Gullar dice “la belleza es leve“. Al buscar, al vivir la belleza, la encuentra, por eso escribió:

 

…en el patio había un guayabo

que en cierta época olía escandalosamente

como una muchacha

 

Desde los recuerdos de infancia está esa inquietud de la belleza amorosa y erótica, el éxtasis necesario que se tropieza con oposiciones pero que su existencia lo podrá llevar a su realización, y es otro elogio a la belleza por cómo está dicho poéticamente:

 

un niño flacucho que sueña con flores que se comen

—amapolas rosadas como clítoris—

y que sale por las avenidas a buscar

el árbol de esas flores

                                     y no lo encuentra

 

            Las personas que vemos a diario en el ir y venir de la ciudad también contribuyen para que el poeta encuentre y nos dé a conocer otras formas de “leve belleza”:

 

[la calle]

se vuelve metafísica:

el hombre que anda

el otro que compra

este que conversa

—lo veo:

               viven

una tarde que

en forma de brisa

atraviesa la ciudad

 

            Ante la belleza, el placer y el amor, ante Eros, está Tanatos acechando en carne y hueso, en el poder opresivo y represivo, por eso el poeta descubre que “hierbe la llaga de la noche“, o en el poema “Ventarrón” allá afuera de la casa hay un estruendo (aunque sólo es viento) ¿pero acaso tú no lo oyes lector? La casa, lo que inmediatamente nos cobija y puede protegernos por instantes, tiene fuerza y vida en sus olores de cocina y en los árboles olorosos de mango que la rodean. También hay otros olores, pestilencia que es patente aunque no lo parezca: “Hablo de un olor que se introduce en todo y que se esparce / […] ese olor no se acaba…“, dice. Al fin y al cabo, con las contradicciones que implican la existencia concreta, en Brasil “La vida nosotros la amasamos con sangre / y samba“. Y de nuevo hay que preguntarse: ¿dónde está entonces la belleza, por qué se desvanece, cómo reencontrarla, o cómo la hago?, “sobre la patria desigual ” (de tremendas desigualdades) responde Ferreira

            Su poema “Primeros años” es una autobiografía en ese Brasil de contrariedades:

 

Para una vida de mierda

nací en 1930

en la calle de los Placeres

[…]

                Y desde mi cuarto

oía el siglo XX

alharaquenado en los árboles de la finca

Después me colgaron del cuello

me pegaron en el culo

y me soltaron atolondrado

en plena capital del país

sin tener siquiera un arma en la mano.

 

El arma en la mano tiene que ser Eros buscando reivindicación en la rebeldía. Y la verdadera Musa de la Poesía dictó el poema “El pozo de los Madeiros”:

 

No quiero la poesía, el capricho

del poema, quiero

recuperar la mañana que se volvió basura

Y en el poema “Rumor” dice:

¿cómo ser neutro si acaba de llover en la tierra olorosa

en el asfalto oloroso

y los árboles están lavados con sus hojas

y sus ramas

                    existiendo?

¿Cómo ser neutro, hacer

un poema neutro

si hay una dictadura en el país

y yo soy infeliz?

 

Ahora sé muy bien que la poesía

no cambia (rápido) al mundo.

Pero es por eso mismo que se hace poesía:

porque falta alegría.

Y cuando hay alegría

se desea más alegría.

 

            El impacto de los hechos patentes de Tanatos se da en estas metrópolis que hacen alarde de progreso. ¿Qué es para el poeta un territorio “urbano”?:

 

hablar de una ciudad

donde la vida es

cada día menos que vida

[…]

             Una ciudad

es un amontonamiento de gente que no siembra

y que come lo que compra

y para comprar se vende

 

También se trata de “mi ciudad” donde vivo y convivo con los míos, con mis anhelos de belleza y poesía, la ciudad que quiero ver transformada en humana y humanizante. Aquí un fragmento del “Poema sucio” en traducción de Miguel Ángel Flores:

 

El hombre está en la ciudad

como una cosa está en otra

y la ciudad está en el hombre

que está en otra ciudad

[…]

la ciudad está en el hombre

casi como el árbol vuela

en el pájaro que lo deja

 

            El largo poema (escrito en dos partes) “Plátanos podridos” es extraordinario, como lo señala el crítico Leandro Konder. En él se reflejan las mejores cualidades de la poética ferreiriana, y en él está la historia de Brasil como cotidiano, con sus amarguras pero también con las dulzuras.que hacen vivible a la miserrable realidad.

            Como poeta completo, Ferreira Gullar también percibe cotidianamente lo efímero cuando encuentra su imagen reflejada, y sorprende con estas palabras: [el espejo] “No nos devuelve lo que él no retuvo” Y en otro poema con similar hallazgo nos dice:

 

Yo guardo el espejo

el espejo no me guarda

[…]

soy posiblemente

una cosa donde el tiempo

tuvo un error

 

            Un poeta de amores ha amado mucho y lo han amado y desamado. Estas dos experiencias son una sola porque el profundo sentimiento del desamor sólo muestra que el amor ha sido grande, y que debe continuar. Quiero terminar con dos poemas cortos en los que Ferreira Gullar muestra esto.

 

UNA SONRISA

Cuando

con mis manos de llama

te enciendo y en rosa

                            abajo

                             te deshojas

cuando

             con mi ardiente antorcha y ciego

penetro la noche de tu flor que exhala

orina

y miel

          ¿qué busco yo con toda esa furia

asesina de macho?

                                  ¿qué busco yo

                                                            en fuego

                                   aquí abajo

                                   sino coger con la repentina

                                   mano del delirio

                                   otra flor de la sonrisa

                                   que en lo alto ilumina tu rostro?

 

 

CANTIGA PARA NO MORIR

Cuando te vayas si en buena hora

moza blanca como la nieve,

llévame.

 

Si acaso no puedes

llevarme de la mano,

niña blanca de nieve,

llévame en el corazón.

 

Si en el corazón no puedes

acaso llevarme,

moza de sueño y de nieve,

llévame en tu recuerdo.

 

Y si ahí tampoco puedes

por tanta cosa que lleves

ya viva en el pensamiento,

niña blanca de nieve,

en el olvido llévame.

 

 

            Hay mucho más en la poesía de Ferreira Gullar, pero descubrirlo es labor de cada uno de sus lectores.

 

 

 

 

 

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