La poesía y el compromiso: Jörg Fauser

En una entrega más de Combate, Alí Calderón presenta su versión de “Trotsky, Goethe y la felicidad” del poeta alemán Jörg Fauser (1944). Fauser nació cerca de Frankfurt. Abandonó los estudios debido al trabajo y a su pasión por el viaje. Vivió en Estambul y en Londres. Fue velador, diablero en aeropuertos y, normalmente, trabajador eventual. Además de periodismo también escribió novela y cuento. El poema que a continuación se muestra es una suerte de manifiesto político, una manera de mostrar el compromiso. Fauser murió atropellado por un camión en 1987, antes de que cayera el muro.

 

 

 

 

 

 

Trotsky, Goethe y la felicidad

 

Apenas dejé las drogas

caí en la siguiente trampa:

la Revolución.

 

La Revolución se llamaba Luisa

y tenía caderas increíblemente estrechas,

ojos fulgurantes, cabello negro

en movimiento, venía de París

y era trotskista.

 

Vivimos juntos en una casa

subsidiada, decidimos

cuidar la línea, nos creímos

incluso enamorados; fui retórico

cuando ser retórico era lo que se esperaba,

agité las banderas, cuando el ondear de las banderas

era lo esperado; desayunaba

en contra de los preceptos

del Gran Timonel

con una botella de vermut

y una delicada decadencia

en la cama.

 

Esto es la felicidad, pensé.

Esto es la felicidad, le dije a Luisa.

Por qué no simplemente nos olvidamos de la Revolución,

la retórica vacía y las banderas

y los debates interminables

sobre las fábricas en Shanghai

y nos la vivimos en una terraza tranquila

donde pueda tomarme una cerveza en paz

y mientras tanto

escribir un poema o dos

et du reste l’amour?

 

¿Y Trotsky? Gritó Luisa,

¿Y los camaradas en la cárcel?

¡Tu felicidad burguesa apesta! ¡Cerveza

y poemas mientras la Revolución

está siendo organizada!

 

Todo fue cuesta abajo desde entonces. Una vez

llegué borracho a casa con una fulana

y Luisa se me dejó venir con

un cuchillo. Ella se fue

con un grupo de mujeres y yo

tuve que tomar lo que me venía:

normalmente sólo cerveza y de vez en vez

una estudiante neurótica, después ni siquiera eso.

Que esto y que lo otro

me echaron a la calle.

Me mudé entonces a otro sitio.

 

Eso fue hace muchos años pero recientemente

conocí a una chica que se mueve aún

en esos círculos. Le pregunté por Luisa.

 

Luisa, dijo la chica,

se regresó a París.

¿Ya es miembro del Comité Central? Pregunté.

Oh no, me dijo, se casó con un

profesor que estudia a Goethe.

 

Esa noche bebí todo lo posible,

bebí como alguien hastiado de la vida, pero ayer

cuando pasé por aquella casa -la cual por cierto

se ve bastante jodida,

déjà vu absoluto-

pensé, bueno,

quizá tuviste suerte después de todo.

 

 

 

 

 

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