En esta ocasión presentamos un texto de Sylvia Plath que forma parte del extenso poema Tres mujeres en el que la poeta norteamericana esboza tres perspectivas femeninas sobre el dar a luz a modo de voces narrativas. La primera es la mujer que centra su realización en la procreación, la segunda es la mujer que no puede ser madre y la tercera es aquella que lo es a su pesar. El poema a continuación pertenece a la segunda voz; aquella que a pesar de diversos intentos no puede llegar a ser madre. La traducción corre a cargo de Andrea Muriel.
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No soy fea. Incluso soy hermosa.
El espejo me devuelve una mujer sin deformidad.
Las enfermeras me devuelven mis ropas y una identidad.
Es común, dicen, que algo como esto suceda.
Es común en mi vida y en las vidas de otras.
Soy una de cinco, algo así. Aún tengo esperanza.
Soy hermosa como una estadística. Aquí está mi lipstick.
Me dibujo la vieja boca.
La boca roja que dejé con mi identidad.
Hace un día, dos días, hace tres días. Era un viernes.
Ni siquiera necesito un día de descanso; puedo ir a trabajar hoy.
Puedo amar a mi marido, quien entenderá.
Quien me amará a través de la mancha de mi deformidad.
Como si hubiera perdido un ojo, una pierna, una lengua.
Así que me sostengo, un poco ciega. Así que
me alejo sobre ruedas, en lugar de piernas, que sirven igual.
Y aprendo a hablar con dedos, sin lengua.
El cuerpo sabe recuperar fuerza.
El cuerpo de una estrella de mar puede regenerar sus brazos.
Los tritones son prodigiosos en piernas. Y tal vez yo pueda ser
igual de prodigiosa en esto que me falta.