Abraham Paz (Tuxtla Gutierrez, Chiapas, 1994). Es estudiante de la Licenciatura en Lenguas y Literatura Modernas Inglesas en la UNAM. Escribe poesía y narrativa. Actualmente trabaja en su primer libro de poemas. Esta entrega también incluye el homenaje que Abraham Paz hace a Juan Gelman y forma parte del Dossier de Poesía Finimilenar preparado por Roberto Amézquita.
¡Qué!
Ser uno, ser ajeno.
A los vicios no me niego.
No a los de la mente;
ni a los de la carne
o los del hueso.
No puedo evitar
que la mente busque
su siguiente “arreglo”.
Mi fantasía fundamental
es ser un crapuloso callejero.
Engañarse
Me preguntas si te creo.
Claro que te creo.
Solo te creé para creerte;
para corromper
lo estoico de mi calma
y llenar con colores
nuevos la fría navaja
del alba que nos desgarra
creando de lo creado flores
para tapizar la antesala.
Silencio
En el patíbulo de mis adentros
encontré al hombre que grita.
En el suelo derrochaba los enojos
o dolores de una presente ira.
Había gritado la rabia de años
y de entre las manos sangraba
los restos de su voz destruida;
pero seguían los alaridos
que ahora sonaban si acaso
al silencioso escape de la vida.
Quisiera decir que quise ayudarlo,
solo me senté a ver cómo moría.
No hubo entierro.
Enigmas
El interior del cubo es un misterio
se cree que puede estar lleno
de flores o mariposas, aunque
a ratos creo que puede encerrar
olas rabiosas de un mar oscuro
que azota indefensas rocas.
Sin embargo, solo lo sostengo
sin despegar mis ojos de su cubierta,
como si la vigilia pudiese revelar
lo que en tinieblas aún me espera.
Llegó la verdad.
No se trata del contenido de esta
caja siniestra, sino de cuestionar
a la caja en sí, no se trata
de entenderla, sino ella a mí.
Encuentro con el Buda
Venía yo por la calle -la de Madero-
cuando un viandante pasajero
invisible como espectro
me tomó con dos manos por el cuello.
“Ese caminar apagado -hermano-
es una metáfora de lo trágico.
Tú vives del caos -del pánico-
y en esta vida no hay tiempo
de jugar al cuerdo o al pragmático
¡Déjate ya de cuentos y teatros!
No seas solo un hombre -sé humano-.”
Mañana
Desperté con la camisa
manchada de vino
y con remordimientos
en el fondo del bolsillo.
Los rostros del mundo
me tienen sordo, aturdido.
El sol es el enemigo,
el héroe, el olvido.
Pasos irregulares
marcan mi camino,
y no quiero llegar
a tu puerta.
Fue suerte austera
que en tu pórtico
me di cuenta:
soy un estúpido,
o solo un sinvergüenza.
Cotidiano
La ciudad es un conjunto de grises,
de placeres y lugares comunes.
Vivimos nadando entre recuerdos
que nunca tuvimos.
es para olvidar que dormimos.
Ante la luz del atardecer todos
somos los mismos: los protestantes
que corren perseguidos, el oficinista
que sin previo aviso cayó desfallecido,
dos adolescentes que viéndose entre
la reja del colegio no saben
cómo hablar de lo perdido.
Religión
Mi dios es uno que no
se entiende a sí mismo.
Mi dios usa la cara
de un desconocido.
Se encierra en sus
propios albores místicos,
cree que no tiene que ver
más nada.
Este dios es un cínico de
sí mismo y duda haber puesto
algún día un pie en la tierra.
Crea y destruye, a veces sin
querer o darse cuenta.
En tiempos oscuros duda
sobre lo que es real siquiera.
Lo más extraño de mi dios
es que puedo ver su cara
en el espejo reflajada
al despertar cada mañana.
Tiempo
Las gotas poco a poco atraviesan
mi cráneo. El reloj es un
ente críptico que desmiente
la simpleza de la vida y
arremete contra el individuo.
Las manecillas me detienen
para no alcanzar el futuro.
Entre sombras me veo.
¿Qué es el tiempo?
El paso de figuras
en el espejo.
Lo que se alcanza
No más signos de exclamación.
No más gritos rotos.
No más locura, no más enajenación.
Que los tulipanes se marchiten
en corredores oscuros.
Que las ramas cuenten
en las sombras los segundos
para la caída del hacha.
No es por falta de imaginación,
exceso de insanidad o desgana.
Es por la luz del día
que me desarma,
el reflejo de años perdidos
¡Oh! Tu cara.
Hombre de Pocas Palabras
Homenaje a Juan Gelman
Hay tantas cosas que decir sobre Gelman, desde su herencia cultural comunista-europea hasta la pérdida de los cercanos por regímenes manchados. A Juan le debo no sólo la escuela, sino gran parte de la inspiración, o mejor dicho, de la intención de la pluma. De esta manera creo que la mejor manera de honrarlo es hablando entre versos —para hablar en serio—, de alma a alma:
Hombre de pocas palabras,
Guía del sendero poético,
Defensor de las masas
Que viven sin cuidado
Con tu musa intacta, Mara;
Muéstrame el rostro
Real de este oficio calmo,
La verdad clara del alma
Que se ocupa con la palabra
Y no con la verdad falaz
De saber cómo se prende
La llave del gas.
Deja ver a la niñita en la silla
Cuyas lágrimas no dejan
Que nos mientan las fotos,
O que nos lleve la tristeza.
Deja ser uno y ser todos.
Deja valer la pena.
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