Poesía norteamericana: Ansel Elkins

Presentamos, en el marco del dossier de poesía norteamericana actual, preparado por Francisco Larios, textos de Ansel Elkins. Originaria de Alabama, Ansel Elkins creció en las laderas de las montañas Blue Ridge, en ambiente rural. Su primer poemario, Blue Yodel, ganó el premio Yale para poetas jóvenes en 2014.  Elkins ha recibido también becas del National Endowment for the Arts, del North Carolina Arts Council, y el premio “Discovery” de la revista Boston Review. Los poemas de Ansel Elkins incluidos en esta muestra proceden del libro Blue Yodel, publicado en 2015 por Yale University.

 

 

 

 

 

 

 

 

La niña astada

 

 

Me arranqué a mí misma del vientre de mi madre.

No había otra forma de entrar en este mundo.

Una partera horrorizada me llamó Monstruo

y me dejó en los pinares nada más con la luna.

La sangre de mi madre goteaba de mi testa arbolada.

 

En un sueño mi madre vino a mí y dijo

que si habría de vivir

tendría que hallar la felicidad dentro de mi propio rústico ser.

 

Cuando desperté estaba sola en la soledad de los bosques azules.

 

 

 

 

    *                 *                 *

 

 

 

Una mujer me encontró y me llevó a su cabaña

allá en la altura al final de un camino maderero en abandono.

Pasamos los largos atardeceres del invierno junto al fuego,

yo sentada ante el hogar mientras ella leía en voz alta mitos griegos

y la estufa rugía a mis espaldas.

Ella pausaba a veces a observar la pared de sombras

volando de mis astas.  Las sombras bailaban

por todo el salón como las ramas de un roble que el viento agita.

 

 

 

    *                 *                 *

 

 

 

A la mujer la inquietaba que no me vistiera.

Yo caminaba desnuda por el bosque.

Ella tendía ropa sobre mi cabeza

en los días calientes del verano cuando yo me sentaba a leer bajo el sol.

La mujer se preocupó cuando no mudé

mi corona con las estaciones como hacían los ciervos.

“Pero yo no soy un ciervo”, dije.

 

 

 

*            *                 *

 

 

 

Cuando me hice mujer

en el verano de mis quince años

me descubrí

súbitamente distinta en el espejo

Mi corona multi-punta había alcanzado

una exuberancia muy suya,

muy estilizada, las radiantes,

anárquicas astas a mis ojos majestuosas.

 

La mujer me vio y sonrió.  “No sé lo que eres,

mas la naturaleza te ha creado.

Estás hecha de asombro y de prodigio.[1]

 

Cuando llegó la noche trajo una luna llena.

Caminé por el bosque rumbo al lago

y me hinqué sobre la fresca hierba en su ribera.

Vi mi reflejo en el agua,

toqué mi cara.

Estás hecha de asombro y de prodigio.

 

 

 

 

 

The Girl With Antlers

 

I tore myself out of my own mother’s womb.

There was no other way to arrive in this world.

A terrified midwife named me Monster

and left me in the pine woods with only the moon.

My mother’s blood dripped from my treed head.

 

In a dream my mother came to me and said

if I was to survive

I must find joy within my own wild self.

 

When I awoke I was alone in solitude’s blue woods.

 

 

 

    *                 *                 *

 

 

 

A woman found me and took me to her mountain home

high at the end of an abandoned logging road.

We spent long winter evenings by the fire;

I sat at the hearth as she read aloud myths of the Greeks

while the woodstove roared behind me.

She sometimes paused to watch the wall of shadows

cast by my antlers. The shadows danced

across the entire room like an oak’s wind-shaken branches.

 

 

 

    *                 *                 *

 

 

 

The woman was worried when I would not wear dresses.

I walked naked through the woods.

She hung the wash from my head

on hot summer days when I sat in the sun to read.

The woman grew worried when I would not shed

my crown with the seasons as the whitetails did.

“But I am not a whitetail,” I said.

 

 

 

    *                 *                 *

 

 

 

When I became a woman

in the summer of my fifteenth year,

I found myself

suddenly changed in the mirror.

My many-pronged crown had grown

into a wildness all its own;

highly stylized, the bright

anarchic antlers were majestic to my eye.

 

The woman saw me and smiled. “What you are I cannot say,

but nature has created you.

You are fearfully and wonderfully made.”

 

When night came it brought a full moon.

I walked through the woods to the lake

and knelt in the cool grass on its bank.

I saw my reflection on the water,

I touched my face.

You are fearfully and wonderfully made.

 

 

 

 

 

 

Aventuras de una niña de dos cabezas

 

En verdad somos gente extraña

  juntas y conexas, ejes de un espinazo compartido

tras bifocales, nos examinan los científicos

  lusus naturae—catalogan nuestros nombres a lápiz

cautivados caballeros se preguntan

¿Poseería dos mujeres a la vez?

  al llegar a una bifurcación, un hombre

  se estirará el bigote, evaluará posibilidades

  y decidirá, astutamente, si, mejor

matar dos pájaros con la misma piedra

  el tragafuegos nos hace un guiño cómplice

¿coquetea conmigo o contigo?

  Respondo con un beso que soplo

  desde mi mano apretada por un guante

hombres de letras no han acuñado palabra

para este placer trenzado

  dos mujeres encorsetadas juntas

  avivan el apetito de los espectadores

como a los niños una vidriera de dulcería

multitudes de hombres de sombrero de copa

  se empujan para vernos más cerca

  dos mujeres encorsetadas juntas

lo innombrable, somos

  una semilla alada

 

 

 

 

 

 

Adventures of the Double-Headed Girl

 

We are indeed a strange people

   wedded together, axis of a shared spine

behind bifocals, scientists examine us

   lusus naturae—our name penciled into a catalogue

enthralled, gentlemen wonder

might I possess two women at once?

   arriving at a fork in the road, a man

   will pull at his whiskers, ponder the possibilities,

   and decide shrewdly yes, ’tis better

to slaughter two doves with his single stone

   the fire-eater winks at us knowingly

is he flirting with me or you?

   I reply with a kiss blown

   from my tight-gloved hand

lettered men haven’t printed the word

for this braided pleasure

   two women corseted together

   whet the spectators’ appetite

like boys in front of a sweetshop window

the crowd of men in derby hats

   jostle for a closer view of us

   two women corseted together

the unspeakable, we are

   a winged seed

 

 

 

 

 

 

Máscara de guerra

 

Cuando te desnudé descubrí

un retrato de tu ex

 

tatuado en toda tu espalda, su pelo castaño

pintado como olas de flama, su nombre

 

un petroglifo en la lítica piel

de tu omoplato. Los hombres

 

cazan en línea recta, como una flecha.

Las mujeres tienden redes, arteros hilos de invisible anzuelo.

 

Es una cacería de zorras en su pleno apogeo,

una manada de sabuesos y caballos al trote

 

y sus jinetes de chaqueta escarlata al ataque.

Cortejar es un deporte sangriento.

 

Crucé la humarada de los campos de guerra buscándote

y te encontré en ruinas.  Peiné

 

con mis dedos tu pelo negro

lleno de sangre y de malezas.

 

No pude saber cuál de las cazadoras era yo.

No hay espejos

 

en la guerra.  Pensé ser Aquiles.

Luego, Héctor.

 

Fui dos enemigos a la vez.

 

 

 

 

 

War Mask

 

When I undressed you I discovered

a portrait of your ex

 

tattooed across your back, her auburn hair

painted as waves of flame, her name

 

a petroglyph in the lithic skin

on your shoulder blade.  Men

 

hunt in straight lines, arrow-like.

Women set nets, deceitful lines laced by hook and eye.

 

It’s a foxhunt in full cry,

a pack of hounds with galloping horses

 

and their scarlet-coated riders in pursuit.

Courtship is a blood sport.

 

I searched for you through the battlefield’s smoke

and found you in ruins.  I wove

 

my hands through your black hair

mixed with blood and branches.

 

I couldn’t recognize which hunter I was.

There are no mirrors

 

in war.  I thought I was Achilles.

Then, Hector.

 

I was two enemies at once.

 


 

 

 

 

Funeral de invierno

 

Ella llora en la nieve.

En la gélida noche escucho su eco,

endeble, cruzar como un murmullo las paredes.

En nuestra cama de hierro bajo colchas

de lana, toco con mi pie el tobillo de María

para despertarla.  Le hablo de la naranja roja

que robé del abrigo de un predicador negro.

Este invierno las lluvias no dieron tregua,

las Hermanas no nos dejaron poner un pie afuera.

Nos quedamos encerradas, jugando en las ventanas, y deseando

que el señor del sombrero de copa alta de seda

regresara a caballo.

Pero las lluvias no amainaron, y enterramos a nuestra

maestra de música en el cementerio de la escuela

y cantamos para ella una vez más

antes de posarla sobre el lodo profundo.

Con un ojo abierto, yacía en su caja de pino

mientras llorábamos con la lluvia fría en los vestidos.

Ahora nieva.  El repique de la campana a medianoche

resuena en la frígida noche y yo

pelo la naranja.  María, susurro.

Reza por tu mama—la puta Creole

que incansablemente llamas en tu sueño.

Yo también fui un fantasma para mi madre.

No puedo recordar su cara, pero ella vuelve a mí

en sueños invernales cuando espero a que me entierren

en escarcha.  Nos quedamos acostadas queriendo escuchar

el regreso del hombre-sombra y su sombrero de copa

cruzando al galope la estación de nieve y hielo

sobre un caballo llamado Violencia.

 

 

 

 

 

 

Funeral de invierno

 

She cries in the snow.

In the freezing night I hear her echo,

faint, arriving like a whisper through the walls.

In our iron bed beneath wool

quilts, I touch Maria’s ankle with my foot

to wake her.  I tell her about the blood orange

I stole from a black preacher’s coat.

This winter the rains wouldn’t let up,

the sisters wouldn’t let us out of doors.

We stayed inside, played by the windows, and wished

the gentleman with the high black silk hat

would come again riding on his horse.

But the rains didn’t let up, and we buried our music

teacher in the school cemetery

and sang for her once more

before they laid her in the deep mud.

One eye open, she lay in her pine box

while we cried with the cold rain in our dresses.

It’s snowing now. The bell’s midnight toll

ripples into the freezing night and I

peel the orange.  Maria, I whisper.

Pray for your mama—the Creole whore

who you call relentlessly in your sleep.

I was a ghost to my mother too.

I can’t recall her face, but she returns to me

in winter dreams when I wait to be buried

beneath the hoarfrost.  We lie awake and listen

for the shadow man with the high black hat

to come riding through the season of snow and ice

on a horse named Violence.

 

 

 

[1] La versión del fragmento del verso 14 del salmo 139 de la Biblia es del traductor.   En el original inglés, el verso reza, como en la Biblia del Rey James y muchas otras: “… for I am fearfully and wonderfully made”…).  Las traducciones de los Salmos al castellano disponibles al momento de traducir este poema contrastaban marcadamente, en virtud de un notorio prosaísmo “popularizador”, con el texto en inglés, por lo que no fueron usadas.

 

 

 

 

Datos vitales

Originaria de Alabama, Alsen Elkins creció en las laderas de las montañas Blue Ridge, en ambiente rural. Su primer poemario, Blue Yodel, ganó el premio Yale para poetas jóvenes en 2014.  Elkins ha recibido también becas del National Endowment for the Arts, del North Carolina Arts Council, y el premio “Discovery” de la revista Boston ReviewLos poemas de Ansel Elkins incluidos en esta muestra proceden del libro Blue Yodel, publicado en 2015 por Yale University ©.  Derechos reservados.

 

 

 

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