American Poetry: David Bottoms

All Whitman Laurates at Círculo de Poesía

The Walt Whitman Award 1979

 

Today at Círculo de Poesía, as part of our celebration of the National Poetry Month 2016, we present: David Bottoms (Georgia, 1949), he is poet and academic. In 1979 he won the Walt Whitman Award from the Academy of American Poets for his collection Shooting Rats at the Bibb County Dump. He is also Poet Laurate of Georgia. Spanish translations by Adalberto García López.

David Bottoms (Georgia, 1949), es poeta y académico. En 1979 ganó el premio Walt Whitman de la Academia de Poetas Americanos por su libro Shooting Rats at the Bibb County Dump. Además es el Poeta Laureado del estado de Georgia. Las versiones al español son de Adalberto García López

 

 

#npm16

 

 

 

 

 

 

Shooting rats at Bibb County dump

 

Loaded on beer and whiskey, we ride

to the dump in carloads

to turn our headlights across the wasted field,

freeze the startled eyes of rats against mounds of rubbish.

 

Shot in the head, they jump only once, lie still

like dead beer cans.

Shot in the gut or rump, they writhe and try to burrow

into garbage, hide in old truck tires,

rusty oil drums, cardboard boxes scattered across the mounds,

or else drag themselves on forelegs across our beams of light

toward the darkness at the edge of the dump.

 

It’s the light they believe kills.

We drink and load again, let them crawl

for all they’re worth into the darkness we’re headed for.

 

 

Disparándole a ratas en el basurero del condado de Bibb

 

 

Tras beber cerveza y whisky, manejamos

una furgoneta hacia el basurero,

para cambiar nuestros faros a través del campo baldío,

congelar los sorprendidos ojos de las ratas contra el montón de basura.

 

Un disparo en la cabeza y brincan solo una vez, permanecen quietas

como una lata de cerveza vacía.

Un disparo en los intestinos o la cadera y se retuercen y tratan de excavar

entre la basura, esconderse en neumáticos de camiones viejos,

contenedores de aceite oxidados, cajas de cartón tiradas sobre el cochinero,

o bien, arrastrarse en sus patas delanteras a través de nuestras haces de luz,

hacia la oscuridad al borde del basurero.

 

Ellas creen que la luz las mata.

Bebemos y cargamos el arma otra vez, dejamos que se arrastren,

Porque es lo único que pueden, hacia la oscuridad donde nos dirigimos.

 

 

Kelly sleeping

 

Sometimes when she sleeps, her face against the pillow (or sheet)

almost achieves an otherworldly peace.

 

Sometimes when the traffic and bother of the day dissolve

and her deeper self eases out, when sunlight edges

 

through curtains and drapes the bed, I know she’s in another place,

a purer place, which perhaps doesn’t include me,

 

though certainly includes love, which may include the possibility of me.

Sometimes then her face against the sheet (or pillow)

 

achieves (almost) an otherworldly calm, (do I dare say that?)

and glows (almost) as it glowed years ago

 

just after our daughter’s head slipped through the birth canal.

 

I remember that wet sticky swirl of hair

turning slightly so the slick body might follow more easily,

 

and how the midwife or nurse or doctor (or someone)

laid an firm open hand under that head

 

and guided our child into the world.

When that hand laid our daughter on her mother’s breast,

 

such a sigh followed, a long

 

exhausted breath, and (stunned) I saw in my wife’s face

an ecstasy I knew I’d never (quite) see again.

 

 

Kelly durmiendo

 

A veces cuando duerme, su cara contra la almohada (o cobija)

casi logra una paz de otro mundo.

 

A veces cuando el tráfico y el hastío del día se disuelven

y su más profundo ser se tranquiliza, cuando la luz del sol roza

 

a través de las cortinas y envuelve la cama, sé que está en otro lugar,

un lugar más puro, donde tal vez yo no esté,

 

qunque ciertamente haya amor, lo cual tal vez me incluye a mí.

Entonces, a veces su cara contra la cobija (o almohada)

 

logra (casi) una calma de otro mundo, (¿debo permitirme decir eso?)

y brilla (casi) como años pasados brillaba

 

justo después de que la cabeza de nuestra hijo se deslizo por el canal del parto.

 

Recuerdo ese remolino pegajoso de cabello húmedo

girando suavemente para que el cuerpo saliera más fácil

 

y cómo la partera o enfermera o doctor (o quien sea)

estrechó su mano para esa cabeza

 

y guio a nuestro bebé hacia el mundo.

Cuando esa mano puso a nuestra hija en el pecho de su madre

 

un suspiro siguió, un largo

 

aliento exhausto y (sorprendido) vi en el rostro de mi esposa

una dicha que sabía que nunca (en bastante tiempo) volvería a ver.

 

 

Librería

También puedes leer