American Poetry: Reg Saner

All Whitman Laureates at Círculo de Poesía

The Walt Whitman Award 1975

Today at Círculo de Poesía, as part of our celebration of the National Poetry Month 2016, we present: Reg Saner (1931). Saner was born in Jacksonville, Illinois. After serving in the military during the Korean War, he studied philosophy and Renaissance culture at the University of Illinois and in Florence, Italy. Saner is the author of Red Letters (1989), recipient of the “45th Anniversary” Award from Quarterly Review of Literature; Essay on Air (1984); and So This Is the Map (1981), selected by Derek Walcott as the winner of the National Poetry Series. He was the recipient of the first Walt Whitman Award, chosen by William Meredith for his collection Climbing into the Roots (Harper & Row, 1976). The Spanish translation presented is by Tania Márquez Aragón.

Presentamos la poesía de Reg Saner (1931). Nació en Jacksonville, Illinois. Después de su servicio militar durante la guerra de Korea, estudió Filosofía y Cultura Renacentista en la Universidad de Illinois y en Italia. Saner es autor de los libros, Red Letters (1989), el cual recibió el premio “45th Anniversary”  de la revista de literatura  Quarterly;  Essay on Air (1984); y So This Is the Map (1981), seleccionado por Derek Walcott como el ganador de National Poetry Series. Saner fue el ganador del primer premio Walt Whitman en 1975, elegido por William Meredith  por su manuscrito de Climbing into the Roots (Harper & Row, 1976). La traducción al español es de Tania Márquez Aragón.

 

 

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Eve & After

 

No sooner had the apple tasted Eve

than the whole garden fell in love

with her frailties,

improvising faults of its own

as if hoping thereby to grow

that mortally beautiful.

 

And Adam? From the low simplicity

of sleep he entered Eden for real

only as he woke to light

and was told her name, whose touch

became his favorite surrender.

 

Though the garden’s been dust

such a long while now

that none of it’s true any more,

Adam still loves daydreaming back

to his every imagined perfection

last seen alive in her smile.

 

Eva & después

 

Apenas Eva había probado la manzana

cuando el jardín entero se enamoró

de sus fragilidades,

improvisando fallas hacia sí mismo

como si esperara de ese modo que

creciera mortalmente bello.

 

Y ¿Adán? Desde la simplicidad

del sueño entró al Edén de verdad

tan pronto como  despertó a la luz

y fue dicho el nombre de cuyo tacto

se convirtió en su entrega favorita.

 

Aunque el jardín se ha hecho polvo

desde hace tanto

que ya nada de esto es verdad

Adán todavía sueña despierto

volviendo a cada perfección imaginada

última vez vista en la viva sonrisa de Eva.

 

 

 

Sod Huts on the Plains near Aurora, Colorado

 

In our eyes a workhorse wind

blurs the winter sun, makes the far

slope one mousey spillway of weeds.

The ashen growth curls thin

as whittlings underfoot. What’ll we plant?

 

Talking up crops we pay no mind

to the loud air of Stapleton Field

or the unraveled atmosphere

heavy with brief machines. Like good

movie extras we’re lost in our parts

behind clodhopper Bible names

and high rawbone cheeks. Calling out

to Rebecca, Abel, Ephraim,

Zebadiah, we let our Adam’s apples bob.

But inside? What’ll we do

about wall dirt crumbling off sod

stacked up like a closed book?

We hold it with whitewash we’ve learnt

to stroke broom-thick. We ignore

3 fighter jets fresh up

from their Buckley strip, hustling

the horizon lean level and fast.

We’ve grown steady as this weather

riding the land, and barely flinch

at hearing the sky get blown

in half. How lumber’s skimpy!

 

We’ll have to wagon-haul

each plank two weeks

from the mountains west. Without bushes

or trees we find ourselves stooped

to gathering buffalo dung

that’ll heat and bake.

 

Before driving away

we cramp into a final hut, go through

scarlet fever, childbirth in a mud box.

On the turnpike we can’t get over

how recently life out here

was like that, and worse. And how

gain means loss. And how

none of it is us.

 

Chozas de tierra en las llanuras cerca de Aurora, Colorado

 

En nuestros ojos un viento bestia de carga

difumina el sol invernal, hace de la lejana

cuesta un pardusco canal de hierbas.

El cenizo crecimiento se enrosca finamente

como tallado bajo el pie. ¿Qué plantaremos?

 

Hablando a la cosecha sin prestar atención

al ruidoso aire del campo de Stapleton

o a la pesada atmósfera deshilachada

con máquinas breves. Como

buenos extras de película estamos perdidos en nuestra parte

detrás de nombres de patanes en la biblia

y pómulos huesudos. Llamando a

Rebeca, Abel, Efraín,

Zebadiah, dejamos que nuestras manzanas de Adán se muevan

pero ¿Por dentro? ¿Qué haremos con la suciedad de la pared que se desmorona,

apilándose como un libro cerrado?

La cubrimos con cal que aprendimos

a aplicar con una escobilla. Ignoramos

tres aviones de combate restaurados

de su banda Buckley, ladeándose

rápidamente en el horizonte.

Hemos crecido resistentes a este clima

montando la tierra, y apenas estremeciéndonos

al escuchar que el cielo se troza

a la mitad. ¡Qué raquítico leño!

Tendremos que acarrear en el vagón

una viga cada dos semana

desde las montañas del poniente. Sin arbustos

o árboles, nos detenemos

a reunir estiércol de búfalo

para calentarnos y cocinar.

 

Antes de marcharnos

nos acalambramos dentro de la última choza,

a través de la fiebre púrpura hacia un parto de barro.

En la  autopista, no podemos comprender

cómo recién la vida aquí

era como allá y aún peor. Y cómo

ganar significa perder. Y cómo

nada de esto es nosotros.

 

 

 

 

 

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