American Poetry: Stephen Yenser

Today at Círculo de Poesía: Stephen Yenser. Born in Kansas in 1941, he is currently head of Creative Writing at the University of California in Los Angeles. He has won the Ingram Merrill Foundation Award, the B.F. Connors prize for Poetry and the Walt Whitman Award in 1993 for the book The Fire in All Things, in which the long poem Verdumnal is included.

Spanish version by Sergio Eduardo Cruz

Hoy en Círculo de Poesía: Stephen Yenser. Nacido en Kansas en 1941, Yenser es actualmente director del programa de Escritura Creativa en la Universidad de California en Los Ángeles. Ha ganado los premios de Ingram Merrill Foundation, el B.F. Connors prize y el Walt Whitman Award en 1993, por el libro The Fire in All Things, en el que el poema largo Verdoñal está incluido.

 

 

 

 

 

from Vertumnal

 

Close call, close call, close call: this early in the morning

The raucous crows’ raw caws are ricochets off rock.

 

Afloat on wire from a dead tree’s branch a piece of charred limb

Repeats a finch that perched on it in its last life.

 

Here under the pergola, loaded with green wistaria,

Misty air wistful with a few late lavender clusters,

 

Light falling in petal-sized spots across the notebook page

(Falling just now for instance on the phrase Light falling),

 

And under the feeder where the thumb-sized Calliope hummer

Hovers like a promising word on wings thrumming

 

To slip her bill-straw past the busy sugar ants

Through the red flower’s grill into the sweetened red water,

 

And over there in your “office” under the lean-to under the crabapple,

Its fruit (like tiny ottomans) rotting sweetly on the branch

 

(Bouquet of Calvados and fresh tobacco),

Where in the midst of spades and pruners, hatchets, hoes, and shears,

 

Trowels, dibbles, rakes, and sickles you ground your axes,

Sharpened your wits, filed your notes and journals,

 

Moving through the garden, through all you made of where you lived–

You catch your ex-son-in-law, taking photos, figs, and notes on notes.

 

 

de Verdoñal

 

Muy cerca, muy cerca, muy cerca: a esta hora de la mañana

los ríspidos gruñidos de los cuervos se desprenden de la roca.

 

Como un miembro requemado agarrándose de un cable, la rama

de un árbol repite el píar de un pájaro que ahí estuvo en otra vida.

 

Debajo de la pérgola, aquí, cargado de aún verdes glicinas,

un viento vaporoso con todavía algunas notas de lavanda

 

cae levemente como manchas tamaño de pétalos por estas páginas

(cae levemente por ejemplo justo ahora en la frase cae levemente),

 

y debajo del pajarero donde una hummer Calliope tamaño de un dedo

se mueve como una palabra promisoria entre alas que se despliegan

 

para enterrar el pico succionador sobre las hormigas azucareras

entre las confecciones de las flores rojas para llegar al agua dulcificada,

 

y allá en tu “oficina” bajo los espaldares y debajo de la maciñeira,

y de su fruto (como pequeños turcos) que dulcemente se pudre aún en la rama

 

(ramillete de Calvados y de tabaco fresco),

donde entre atizadores y estacas, entre martillos y pedazos de metal,

 

entre paletas de albañil, picas y guadañas te adiestraste en el uso del hacha,

afilaste tu ingenio, llenaste tus libretas de notas y de diarios,

 

mientras te movías por el jardín, entre todo lo que hiciste de tu hogar–

y te encuentras a tu ex-nuero, tomando fotos, higos, notas sobre notas.

 

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