Carolyn Forche en Puebla y CDMX

Círculo de Poesía y Valparaíso México invitan a las lecturas de la poeta norteamericana Carolyn Forche (Detroit, 1950), quien estará leyendo en Puebla parte de su obra en el XVI Congreso de Poesía y Poética, así como en la Ciudad de México dentro del marco del Festival DiVerso. A continuación dos poemas de El país entre nosotros (2015), publicado por Valparaíso México. La traducción es de Andrea Rivas. Además de un video de una lectura suya en el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México, 2015.

 

 

 

 

 

 

 

El coronel

 

Lo que han escuchado es cierto. Yo estaba en su casa. Su esposa llevaba una charola de café y azúcar. Su hija se arreglaba las uñas, su hijo salió esa noche. Había periódicos, perros, una pistola en la almohada a su lado. La luna se descubrió en su cable negro sobre la casa. En la televisión había un show policiaco. Estaba en inglés. Botellas rotas estaban incrustadas en las paredes alrededor de la casa para sacar las rótulas de la pierna de un hombre o cortar sus manos de tajo. En las ventanas había rejillas como aquellas de las licorerías. Teníamos cena, costillas de cordero, buen vino, había una campana dorada en la mesa para llamar a la sirvienta. La sirvienta trajo mangos verdes, sal, un tipo de pan. Me preguntaron si disfrutaba el país. Hubo un corto comercial en español. Su esposa se llevó todo. Había alguna charla sobre cuán difícil se ha vuelto gobernar. El loro dijo hola en la terraza. El coronel le dijo que se callara y se alejó de la mesa. Mi amiga me dijo con los ojos: no digas nada. El coronel volvió con la bolsa que se usa para llevar las provisiones a casa. Regó muchas orejas de humano sobre la mesa. Eran como mitades secas de durazno. No hay otro modo de decir esto. Tomó una de ellas en sus manos, la agitó frente a nuestras caras, la soltó en un vaso con agua, donde volvió a la vida. Estoy harto de pendejadas. Y por los derechos de quien sea, dile a tu gente que puede irse al carajo. Barrió las orejas hacia el suelo con el brazo y sostuvo el último trago de vino en el aire. Algo para tu poesía, ¿no?, dijo. Algunas de las orejas en el suelo captaron los despojos de su voz. Algunas de las orejas en el suelo fueron pisoteadas contra la tierra.

 

Mayo 1978

 

 

 

El visitante

 

En español él susurra que no queda tiempo.

Es el sonido de guadañas arqueando en el trigo

el dolor de alguna canción de campo en Salvador.

El viento en la prisión, precavido

como las manos de Francisco en el interior, tocando

las paredes mientras camina, es el aliento de su mujer

deslizándose en su celda cada noche mientras él

imagina su mano como si fuera de ella. Es un país pequeño.

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