Nombrar la herida. Sobre la poesía de Chantal Maillard

Carmen Medina Puerta piensa la poesía de Chantal Maillard (Bruselas, 1951) a la luz de conceptos como la responsabilidad ética y  la  vulnerabilidad. Desde Judith Butler, se reflexiona en torno a la corporeidad y, concretamente, la herida. Maillard mereció el Premio Nacional de la Crítica por Hilos seguidos de cual y el Premio Nacional de Poesía por Matar a Platón.

 

 

 

 

 

Nombrar la herida. Chantal Maillard, hacia una poética de la responsabilidad.

 

 

Corporeidad y lenguaje

En primer lugar, partimos de la premisa que la poesía de Chantal Maillard, fragmentaria, deconstruccionista, polifónica (Tort, 2014: 2000) si se quiere, se enuncia desde la asunción más radical de la corporeidad. El ser es corpóreo en tanto que está por hacer, que no es estático, sino al contrario contingente, de modo que no puede permanecer idéntico a sí mismo (Tort, 2014: 204). De manera que la forma de narrarlo, ha de ser a su vez de manera fragmentaria, hecho que, entre otras cuestiones, da cuenta de que la escritura de Maillard tome esta forma.

            Podemos destacar este recurso de escritura deconstructiva (Nieto, 2013: 394) en Matar a Platón, donde se nos narra un accidente de tráfico en el que una persona muere, pero lo hace, no desde una narración lineal, introducción, nudo y desenlace, sino desde las diferentes perspectivas de los personajes que asisten a dicho acontecimiento[1] (Álvarez, 2014: 20). Esto se debe a que la «relación entre la corporalidad y el acontecimiento, el vínculo entre ambos: un cuerpo es siempre un acontecimiento en tanto su exposición y con-tacto con el afuera, su absoluto presente. De este modo, Matar a Platón, como relato del acontecimiento, es un relato sobre los cuerpos» (Hidalgo, 2015: 65). Esta idea alcanza su mayor expresión en el poemario en la composición «21»:

 

[…] No existe el infinito pero sí el instante:

abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;

en él un gesto se hace eterno.

Un gesto es un trayecto y una encrucijada,

 un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,

 más que trayecto un punto, un estallido,

un gesto no es inicio ni término de nada,

no hay voluntad en el gesto, sino impacto;

un gesto no se hace: acontece.

Y cuando algo acontece no hay escapatoria:

 toda mirada tiene lugar en el destello,

 toda voz es un signo, toda palabra forma

 parte del mismo texto.

Sí, pero ¿a los ojos de quién acontece el

                  acontecimiento?

(Maillard, 2007: 53) (La cursiva es mía)

 

            Pero esta relación entre corporeidad y escritura no aparece únicamente en Matar a Platón, sino que es una constate en la obra de Maillard. En el poemario Hilos encontramos otras formas de fragmentarismo, entre ellas, poemas que remiten a otros y que funcionan como ecos de distintas voces en los que a su vez se van a ir produciendo variaciones. Podemos destacar los siguientes ejemplos: «¿Corté el hilo/ o simplemente lo solté?/ ¡Se sueltan tantas cosas! […]» (2014: 77) o «Siempre están los hilos./ La maraña de hilos/ que la memoria ensambla por/ analogía. De no ser/ por esos hilos,/ la existencia -¿existencia?-/ todo sería un cúmulo de/ fragmentos -¿fragmentos?-,/ bueno, destellos si se quiere./ Todo sería destellos. Inconexos […]» (2014: 107).

            De manera que esta estrategia textual basada en la deconstrucción de la linealidad da cuenta también de la corporeidad, en tanto que, volviendo a Deleuze, «el cuerpo, variación continua de sí, es simulacro y no copia» (cit. en Hidalgo, 2015: 72). Narrar el cuerpo pasa entonces por un ejercicio de memoria y esta «es simultánea, no causal, no progresiva, ni siquiera apresable o controlable, porque la memoria […] es sensación, piel, es decir, la memoria es nuestro cuerpo, y el cuerpo siempre es otro, nunca yo. El recuerdo es así no una historia sino un olor, un tacto, un estímulo físico que nos devuelve de golpe a nuestro cuerpo, esa superficie donde converge todo lo vivido» (Hidalgo, 2014: 20).

 

Vulnerabilidad

A su vez, esta cualidad corpórea hace del sujeto un ser vulnerable, en tanto que está expuesto, debido a su condición de cuerpo, a la violencia que pueda ser ejercida por el otro y que además puede ejercer él mismo sobre otros, de ahí, que en los textos de Maillard broten las heridas.  Además, y aquí nos encontramos lo interesante de la poética de Maillard, no sólo se asume la propia condición de vulnerabilidad, sino la del «Otro».

            En relación al marco teórico que anunciábamos al inicio, según Butler la vulnerabilidad corporal es constitutiva de sujeto como ser político en tanto que:

 

El cuerpo supone mortalidad, vulnerabilidad, praxis: la piel y la carne nos exponen a la mirada de los otros, pero también al contacto y a la violencia, y también son cuerpos los que nos ponen en peligro de convertirnos en agentes e instrumento de todo esto. Aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión invariablemente pública (2006: 53).

 

De manera que esta toma de conciencia no aparece únicamente en Maillard a partir de sus recursos expresivos, sino sobre todo a partir de la enunciación de esta vulnerabilidad, como nos remiten los magistrales versos de Matar a Platón: «la herida nos precede,/ no inventamos la herida,/ venimos a ella y la reconocemos» (2012: 63). Esta idea va a ser una constante a lo largo de su poética, podemos destacar también el poema «Hilos» del libro homónimo: «Permanecer -¿permanecer?- la carne/ herida. Hay cicatriz./ Y la mente -¿la mente?- herida./ ¿Herida? No, no hay herida. Si/ la hubiese habría sangre. Hay/ cicatriz. Tampoco./ Si hubiese cicatriz, sería/ evidente. No siempre se ven, dicen.» (2014: 15).

            Lo que señala, por tanto es la asunción de esta debilidad que es el ser humano en tanto que corpóreo.

Sin embargo, volviendo a Butler, pese a que la vulnerabilidad es universal, y debería ser la motivación de que las comunidades se organizaran en torno a una ética del cuidado, la exposición a la violencia es ejercida de forma desigual. Esto se debe a lo que Butler denomina como la desrealización del Otro, consistente en el siguiente proceso:

 

Ciertas vidas no son consideradas como vidas- vidas que no pueden ser humanizadas, que no encajan dentro del marco dominante de lo humano-. Su deshumanización ocurre primero a este nivel, de donde brota entonces una violencia física que en algún sentido es portadora del mensaje de deshumanización que ya está funcionando en la cultura (2006: 60).

 

De manera que el reconocimiento de la vulnerabilidad no se debe a cuestiones meramente corporales, sino a lo que Butler denominará posteriormente «marco de referencia» basados en relaciones de poder, y no ya epistemológicos, que nos permitan reconocer al otro (2009: 46- 47).

            A su vez, Maillard también pone de relieve el hecho de que la vulnerabilidad se distribuye de manera desigual. Cabe destacar algunos poemas de La herida en la lengua:

 

            […]Las naciones europeas no cesan de recordarse mutuamente

            el holocausto judío, pero ¿fue éste el único? ¿En qué

            ciudad se decretó el genocidio de Namibia (1904- 1908)?

            ¿En qué mes el de Armenia (1915- 1923), el de Ucrania

            (1929), el de España (1936- 1975), el de la Franja de Gaza?

            ¿Lo recordamos?

            Tan sólo en los últimos sesenta años, con implicación directa

            o indirecta de los gobiernos de Occidente, fueron masacrados

            siete millones de vietnamitas

            dos millones de camboyanos

            dos millones de kurdos

            quinientos mil serbios

            un millón doscientos mil argelinos

            setenta mil haitianos

            ochocientos mil tutsis y hutus

            doscientos mil guatemaltecos

            trescientos mil libaneses

            un número aún creciente de palestinos

            ¿los recordamos?

            […]

            (2015: 147- 148)

 

Una vez que ambas, teórica y poeta, dan cuentan, cada una a partir de su obra, de esta vulnerabilidad y además de la desigualdad con que la violencia se ejerce, haciendo más vulnerables a ciertos sujetos que a otros, ambas plantean la misma pregunta: ¿cómo verbalizar esta vulnerabilidad? ¿cómo interpelar al otro? Y finalmente ¿cómo dar cuenta de sí a «otro» cuando uno mismo es vulnerable?

Dar cuenta de sí

Lo que trataremos de desarrollar de manera breve a continuación, es la idea de «dar cuenta de sí» que expone Butler en su libro homónimo y que además es una de las claves de la poesía de Maillard.

En Dar cuenta de sí. Violencia ética y responsabilidad Butler recoge el planteamiento adorniano sobre la ética y la moral en las sociedades contemporáneas. Puesto que existen diferencias a nivel individual y a nivel de sociedades, como se expuso anteriormente, las formas de ética no son formas unitarias. Para Adorno, lo universal no respeta nunca la individualidad del ser humano y la respuesta a este acto es el uso de la violencia en nombre de la moral. Tomando como punto de partida este argumento, Butler defiende la relación  intrínseca que mantiene el yo con las normas morales y sociales; porque el yo no puede mantenerse apartado de las mismas y termina por aceptarlas. No obstante, para Judith Butler las normas son impersonales e indiferentes porque en el deseo de otorgar reconocimiento, yo, como sujeto, creo hacer mías unas normas que en realidad no lo son, y por lo tanto «quedo despojada del lenguaje que ofrezco» (42). Así pues, al quedar despojada de un lenguaje que no es el mío afirmo la existencia de un otro. Además, a esto a de añadirse que cuando trato de dar cuenta de mí, lo hago siempre en relación a un tú:

 

Uno se ve obligado a conducirse fuera de sí mismo; comprueba que la única manera de conocerse es por obra de una mediación que se produce fuera de uno mismo, que es externa, en virtud de una convención o una norma que uno no ha hecho y en la que uno no puede discernirse como autor o agente de su propia construcción (45)

 

En esta línea, Butler sigue la propuesta de Cavarero que dirige la atención hacia ese otro, hacia el tú. La pregunta inaugural con la que Cavarero apela a la reflexión del yo está desde un primer momento dirigida al otro: ¿quién eres?. De manera que para dar cuenta de una misma primero hay que preguntarse sobre el otro, además al hacerlo he de usar unas normas que me son ajenas, el lenguaje. Por lo tanto un sujeto nunca podrá dar cuenta de sí mismo completamente, pues la exposición completa de mí misma no puede relatarse, aun cuando se intente, porque las normas no son propias de una singularidad. Hay otro en mí al que soy incapaz de narrar. En palabras de Butler: «sólo en la desposesión puedo dar y doy cuenta de mí misma» (56).

            De manera que cabe preguntarse cómo da cuenta de sí Maillard en su poesía. Si bien, como indicamos anteriormente, la escritura de esta autora se destaca principalmente por su ruptura con el «hilo» argumental lineal y por el fragmentarismo constante, podemos destacar además que no hay un «yo» poético al uso, sino que hay una voluntad de supresión de un sujeto poético hegemónico en el texto. Si bien es cierto que esta concepción se debe en gran medida a la influencia de la filosofía hinduista (Tort, 2015: 205), de la cual la autora es experta, también se debe a la influencia del pensamiento postestructuralista europeo que comparte con el pensamiento oriental la eliminación o cuestionamiento de un «yo» lineal; «no me pidan que permanezca invariable a mi mismo» tal como exigía Foucault, pensador heredero del postestructuralismo. Además, si bien no negamos que el pensamiento oriental es una fuente principal de la obra poética de Maillard, también constatamos que entre las premisas que llevan a la autora a cuestionar al «yo» en el discurso está la influencia del pensamiento de la deconstrucción occidental, no es casual que la autora de comienzo a La herida en la lengua con una cita del propio Derrida.

            En relación a este poemario y lo que venimos desarrollando en este apartado, podemos destacar que en esta obra se pone de manifiesto cómo dar cuenta de sí pasa por aceptar el hecho de que el lenguaje nos es ajeno y que además ese «yo» se constituye a través de un tú (Hidalgo, 2014: 6). Veamos algunos de los ejemplos:

 

Entre una imagen mental y

otra imagen mental

entre una idea

y otra idea

¿dónde situarse

para alcanzar

a toda la manada?

Situar quién, ¿el mí?

(2015: 73)

 

 

En el mismo poemario aparece de nuevo este cuestionamiento sobre el valor ontológico que puede albergar en sí el «mí»:

 

El mí es aquello que se pliega

y también es el pliegue y el plegar.

Fuera del mí ¿quién anda?

¿Quién me despierta sin voz?

Fuera del mí

la lengua retrocede.

(2015: 75)

 

Como vemos, el mí  da cuenta de que no existen límites en nuestra autoconstitución en tanto que se pregunta por el otro. De manera que se toma conciencia acerca de la exposición al otro. En el conocimiento de esta relacionalidad es donde el «yo» encuentra el horizonte ético y donde asumo lo que Butler denomina responsabilidad.

 

Responsabilidad

En el pensamiento de Judith Butler la responsabilidad surge cuando tomamos conciencia de que todos estamos sujetos a unos condicionantes y a unas normas sociales. De modo que frente a la violencia ética, que es ese terror a ser desgajado, a ser desposeído y alterado por el otro, está la responsabilidad y la exigencia que esta misma nos demanda para con el otro. Si asumimos que jamás llegaremos a narrar la verdad de nuestra vida, y aceptamos que somos parte de otro que no podemos llegar a conocer pero del que tampoco podemos huir, adquirimos una actitud de  responsabilidad y por lo tanto, del conocimiento de hasta qué punto puedo llegar a dar cuenta de sí misma:

 

Una teoría de la formaci6n del sujeto que reconoce los límites del autoconocimiento puede dar sustento a una concepción de la ética y, por cierto, de la responsabilidad. Si bien el sujeto es opaco para sí mismo, no plenamente transparente y cognoscible para sí, no por ello está autorizado a hacer lo que quiera u olvidar sus obligaciones para con los demás […]  Si nos formamos en el contexto de relaciones que resultan parcialmente irrecuperables para nosotros, la opacidad parece estar incorporada a nuestra formación y es consecuencia de nuestro estatus de seres constituidos en relaciones de dependencia (Butler, 2009: 34)

 

Con respecto a esta toma de conciencia, en la poesía de Maillard podemos advertir que, tal y como venimos viendo a lo largo de la exposición, mediante la manifestación de «la herida que nos precede» se reivindica una poesía que diga el dolor como elemento constitutivo del ser humano:

 

            […]

Entonces algo

en este ser de hueso

cartílagos endebles

y bajo entendimiento

torpemente advierte

en sí

la herida que es de otro

y le arde.

(2015: 101) (La cursiva es mía).

 

 

 

Conclusión

En resumen, tal y como propone Judith Butler en su obra Vidas precarias: el poder de la violencia y el duelo como tesis final, la responsabilidad ética ha de establecerse en torno a la gestión de la vulnerabilidad a partir de un humanismo que la reconozca como condición universal de lo humano, y no sólo de una parte de la comunidad. Este humanismo ha de plantearse desde dos ejes, el reconocimiento del otro y la responsabilidad individual:

 

Estoy herido, y encuentro que la herida misma es un testimonio del hecho de que soy impresionable, entregado a Otro en formas que no puedo predecir o controlar completamente. No puedo pensar la cuestión de la responsabilidad solo, aislado del Otro; si lo hago me expulso a mí mismo fuera del lazo relacional que desde el comienzo enmarca el problema de la responsabilidad (2006: 74).

 

De modo que lo se propugna es una ética basada en la responsabilidad, lo que Maillard propone como compasión (Gómez, 2012: 189), entendiendo que la compasión en Maillard se formula como un desplazamiento hacia el otro que, por supuesto, implica un previo vaciamiento de lo propio. De manera que asumiendo que no hay diferencia entre los demás y uno mismo, la compasión será la única vía hacia esa responsabilidad de la que venimos hablando, porque ya no padeceremos por otro, sino desde este otro que somos nosotros (Tort, 2015: 207); «Luego está el dolor. Y es el dolor de todos el que en mí se recibe. El dolor de todos rodando en mí por los siglos de los siglos. La redención es posible si un cuerpo asume lo que no es: el dolor de todos, la carne de todos abriéndose en la propia» (Maillard cit. en Hidalgo, 2014: 20).

 

 

 

Notas

[1]Este término, al cual hace referencia la propia autora en las citas introductorias del poemario, es un concepto del filósofo francés Deleuze, que si bien es fundamental para entender la poética de esta autora, no vamos a desarrollar en nuestro estudio. No obstante para una lectura más profunda véase Deleuze (1989); y con respecto a la relación de este concepto con el poemario véase Fernández (2009) y Maqueda (2009)

 

 

 

Referencias bibliográficas

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DELEUZE, Gilles (1989). Lógica de sentido, Barcelona, Paidós.

FERNÁNDEZ, José Luis (2009). «Poesía y filosofía en Matar a Platón de Chantal Maillard» en Espéculo. Revista de estudios

literarios. [URL: 3/12/2016] http://www.ucm.es/info/especulo/numero42/maplaton.html

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MAILLARD, Chantal (2012). Matar a Platón, Barcelona, Tusquets.

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TORT PÉREZ, Ana (2015). «¿Quién habla si se habla? La escritura polifónica de Chantal Maillard», Tropelías. Revista de Teoría

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