Presentamos, en versión de Gustavo Osorio de Ita, algunos textos del poeta y ensayista polaco Adam Zagajewski (Lvov, 1945), una de las voces más representativas de la poesía polaca contemporánea. Desde 1982 se exilió en París y posteriormente en Estados Unidos, donde ha sido profesor universitario en Houston. Según Zagajewski, “”los buenos escritores envuelven lo desconocido en lo conocido. Los malos dan en la superficie lo desconocido”.
Misticismo para principiantes
El día era suave, la luz era generosa.
El alemán en la terraza del café
sostenía un pequeño libro en su regazo.
Dí un vistazo al título:
Misticismo para principiantes.
De repente comprendí que las golondrinas
patrullando las calles de Montepulciano
con sus silbidos agudos,
y la plática apresurada de tímidos viajeros
del Este, de la llamada Europa Central,
y las garzas blancas de pie —¿ayer? ¿el día anterior?—
como monjas en campos de arroz,
y el crepúsculo, lento y sistemático,
borrando los contornos de casas medievales,
y los olivos en pequeñas colinas,
abandonados al viento y calor,
y la cabeza de la Princesa Desconocida
Que vi y admiré en el Louvre,
y vitrales como alas de mariposa
rociadas por el polen,
y el pequeño ruiseñor practicando
su discurso al lado de la carretera,
y cualquier viaje, cualquier tipo de ruta,
son sólo misticismo para principiantes,
el curso elemental, preludio
para una prueba que ha sido
pospuesta.
Trata de alabar el mundo mutilado
Trata de alabar el mundo mutilado.
Recuerda los largos días de junio,
y las fresas silvestres, gotas de rosado vino.
Las ortigas que metódicamente proliferan
en las casas abandonadas de exiliados.
Debes alabar el mundo mutilado.
Tú observaste los estilizados yates y los barcos;
uno de ellos tenía un largo viaje por delante,
mientras que el salado olvido aguardaba a otros.
Tú has visto a los refugiados yendo a ningún sitio,
tú has oído a los verdugos cantar alegremente.
Debes alabar el mundo mutilado.
Recuerda los momentos cuando estábamos juntos
en una habitación blanca y la cortina ondeaba.
Regresa en el pensamiento al concierto donde la música se encendía.
Tu recogías bellotas en el parque en otoño
y las hojas se marchitaban sobre las cicatrices de la tierra.
Alaba al mundo mutilado
y a la pluma gris que un zorzal perdió,
y la suave luz que se desvía y desaparece
y regresa.
No permitas que el lúcido momento se disuelva
No permitas que el lúcido momento se disuelva
Deja que el pensamiento radiante dure quietamente
aunque la página esté casi llena y la llama parpadee
Aún no nos hemos elevado al nivel de nosotros mismos
El conocimiento crece lentamente como una muela del juicio
La marca de la estatura de un hombre aún persiste
en lo alto de una puerta blanca
Desde lejos, la alegre voz de una trompeta
y de una canción enroscada como un gato
Aquello que pasa no cae en un vacío
Un fogonero aún alimenta con carbón el fuego
No permitas que el momento lúcido se disuelva
Sobre una sustancia dura y seca
debes burilar la verdad